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Tengamos la fiesta en paz

Título original: Idem
Origen: España
Dirección: Juan Manuel Cotelo
Guión: Juan Manuel Cotelo
Intérpretes: Teresa Ferrer, Carlos Aguillo, Mamen García, Eva Bravo, Ana Bravo, Juan Sánchez, Miguel Alejandro Serrano, Juan Manuel Cotelo, Luis Mas Luis Mas, Majalén Martín, Rocío Bravo, Alexis Martinez
Fotografía: Luis Soravilla
Montaje: Alexis Martínez
Música: Luis Mas
Duración: 101 minutos
Año: 2021


1 punto


COMEDIA FAMILIAR, NAVIDEÑA, MUSICAL, DE REMATRIMONIO… Y CRISTIANA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hay varios subgéneros de la comedia que el director y guionista Juan Manuel Cotelo recorre en la española Tengamos la fiesta en paz: por un lado la familiar, con tres hijos aplicando un plan ridículo para que sus padres no se divorcien; la navideña, porque todo sucede en el contexto de las Fiestas, un tiempo ideal para poner en crisis los sentimientos familiares; la musical, porque de repente los personajes rompen en canto y baile; y la de rematrimonio, porque la experiencia de los protagonistas pasará por descubrir cuánto se querían en definitiva y a pesar de las disputas. Lo que nunca vimos venir es que Tengamos la fiesta en paz es sobre todo esto, y fundamentalmente (y fundamentalmente por fundamentalista), una comedia cristiana, una película con discurso religioso explícito en la que el guion y los deseos de los personajes se retorcerán y doblarán lo suficiente en función de un plan superior… y divino.

La novedad en esta película es que si la mayoría de las producciones cristianas apelan al drama y el golpe bajo para apelar a la conmoción del espectador, pero esta busca cierta empatía a través del humor entre ingenuo y socarrón. El problema, como toda película que tiene un plan en este sentido, es que logra ser humorística cuando no se lo propone, básicamente por el trazo grueso y la torpeza para bajar línea, y los excesos melodramáticos que generan mucha risa, llevando todo al terreno de la autoparodia. Un ejemplo: durante un monólogo de la protagonista, en el que recapacita sobre su situación y comienza a tomar conciencia de sus actos, el montaje muestra sin ningún sentido un plano de un ave dándole de comer a los pichones como para subrayar la forma de maternidad que idealiza, en el que es tal vez el mayor momento de humor involuntario de toda la película. Y es decir…

En esta forma de humor cristiano un poco más aggiornado que intenta ser Tengamos la fiesta en paz, hay dos villanos que insiste en poner como el eje de todos los males. Por un lado, el jefe del protagonista, un empleador chupasangre que además de aplicar maltrato laboral es un poco libidinoso con la esposa de aquel. Su intención de romper con la familia tradicional es tal, que hacia el final enarbola una justificación bastante razonable del divorcio, pero acá esa palara es el diablo. El otro villano es más abstracto y es, al decir repetitivo de la abuela de la familia (personaje insoportable), la tecnología. Más precisamente el televisor, celulares y computadoras, verdaderas fieras del averno que interrumpen la noble cotidianeidad de la familia. Con estos últimos aparatos, la película resuelve el conflicto pegándole un escopetazo a una notebook, pero con el jefe diabólico no se animaron. Un poco de piedad, que para eso somos cristianos. Verdadero despropósito conservador, pero además poco gracioso y extenso, superando la hora y media de una historia de familia que es como los Flanders en español.


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