Por Mex Faliero
Basada en la exitosa novela de Tomás Eloy Martínez publicada en 1995, esta adaptación de la plataforma Star+ producida por Salma Hayek es una ligera decepción en función de sus posibilidades y lo que se termina viendo en la pantalla. La novela tenía el poder casi único (la historia oficial en Argentina sigue siendo un poco difícil de abordar por el cine o la televisión) de jugar con la historia real con el fin de construir un relato de pura ficción. El hecho era una crónica sobre la manipulación del cadáver de Eva Duarte, pero el relato se tomaba múltiples libertadas a partir de lo fáctico que el escritor había investigado y la imbricación con su propia imaginación. Esta miniserie, con capítulos dirigidos por Rodrigo García y Alejandro Maci, narra aquellos hechos, pero va atrás y adelante en el tiempo, con el objetivo de trazar de alguna forma un paralelo entre la Evita real y la convertida en mito. Así es como vemos el comienzo de su relación con Juan Domingo Perón, su involucramiento con aspectos políticos y sociales del gobierno peronista, su posterior muerte y embalsamamiento, el robo y manipulación de su cadáver y la investigación de esos hechos que lleva adelante un periodista en 1971. La variedad tiempos le permite a la miniserie, también, una variedad de registros: la Evita de los 40’s habla como se hablaba en las películas nacionales de aquellos años; el relato periodístico-detectivesco de los 70’s tiene ese aire de policial trágico del cine de esa década; y todo el derrotero del cuerpo de Eva en los 50’s adquiere elementos de realismo mágico propios de la literatura latinoamericana. Si Santa Evita demuestra un imponente nivel de producción, con notable recreación de ambientes y vestuarios, hay algo de belleza superficial que atraviesa a toda la miniserie, que nunca toma verdadera vida y termina gestando un paralelo con el cuerpo embalsamado de la protagonista. Más allá de unos últimos dos episodios en los que la serie toma posición por Eva y muestra algunas fricciones en su relación con Perón (quien es mostrado en ese punto como un tipo decididamente calculador que le puso muchas trabas en el camino), toda la construcción de la historia de amor y la representación de aquellos tiempos políticos es una mezcla entre la novela de la tarde y el Billiken. Tal vez sea más interesante la trama central con el derrotero del cadáver y la construcción del coronel Koenig (un Ernesto Alterio que acierta y yerra el tono por igual) como villano de la historia, aunque en este punto a la miniserie se le nota la ausencia de un director que le dé mayor vuelo narrativo, y la potencia de relato de horror gótico, macabro y necrofílico, se pierde en el camino. Finalmente nos queda la subtrama de los 70’s, que gira un poco en círculos sin avanzar demasiado, pero que se sostiene por la sólida interpretación de Diego Velázquez como el periodista que investiga, más allá de algunos diálogos que no pasan de la explicación escolar (recuerdo una escena ahora entre Velázquez y Guillermo Arengo, su editor, en la que miran unas fotos y explican cosas como quien le cuenta al espectador algo importante y para que lo entienda). Si la historia del peronismo y toda su mitología es una historia de pasión, con odios y amores por igual, la sinfonía de un sentimiento al decir de Leonardo Favio, esta miniserie comete el peor de los pecados: volver todo lustroso, lavado, amable, acrítico, intrascendente.
–Los 7 episodios de Santa Evita están disponibles en la plataforma Star+.
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