Por Cristian Ariel Mangini
Recuerdo estar viendo la pantalla de recomendaciones de Netflix no demasiado convencido de qué ver y de repente noté los colores chillones y la extraña propuesta visual que solo se puede definir como “cute” en inglés (algo “lindo” o “tierno”, en español) o “kawaii” en japonés (que hace referencia a toda una cultura de cosas “lindas” y “tiernas”, algo aniñadas). La sinopsis y luego la aclaración de que era para adultos terminó de minar mi curiosidad. Era un hecho que tenía que ver al menos un episodio de Aggretsuko. La sinopsis es simple: una panda roja de 25 años llamada Retsuko tiene una frustrante vida de oficinista y, para canalizar su ira, es habitué permanente de una sala karaoke donde libera su ira cantando death metal. Suena bizarro y de hecho, es bizarro. Aggretsuko abraza su lado ridículo con pasión y entrega una serie y personajes auténticos que describen las frustraciones de la vida de oficina en Japón. Así como lo escuchan: la serie es una sitcom animada avasallante, empaquetada con personajes diseñados por Sanrio. ¿Qué es Sanrio? Es la empresa que entre sus personajes “cute” tiene al más emblemático, creado por Yuko Shimizu: Hello Kitty. Es decir que Aggretsuko tiene esta estética aniñada para narrar temas adultos que van desde el acoso laboral hasta la decepción amorosa con personajes parecidos a los que vimos en cartucheras, mochilas o el merchandising que nos venga a la cabeza. Pero, ¿logra sobrevivir la serie a su premisa? La respuesta es sí, por la sencilla razón de que su formato de apenas 15 minutos como máximo es efectivo. Por otro lado, su abanico de personajes es atractivo y logra que las cosas se pongan interesantes más allá de la primera temporada, sin lugar a dudas la más sólida. Lo hace traicionando un poco el punto de vista para diversificarse más allá de Retsuko, poniéndonos en la perspectiva de otros personajes igual o más neuróticos que la adorable protagonista. Esto genera arcos narrativos no tan sólidos como la primera temporada, pero sin embargo igual de atractivos, incluso codeándose con el mundo del J-Pop en la tercera temporada. La resolución dramática del asunto nos saca un poco del registro de la serie, pero la osadía para abrir un abanico de temas y mantener cierta acidez cómica con personajes que parecen muñecos de peluche es encomiable. Sin dudas a mediados de la tercera temporada se torna un tanto irregular, pero no deja de enganchar por sus golpes de efecto, el magnetismo del diseño de sus personajes y sus pinceladas de comedia absurda.
–Las cuatro temporadas están disponibles en Netflix.
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