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Contracara (1997)



LAS VIRTUDES DEL DESCONTROL

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

Quizás cueste recordarlo ahora, pero hace veinticinco años, Nicolas Cage (en busca de un resurgimiento con la meta-película El peso del talento) y John Travolta (en la actualidad, totalmente relegado en la consideración del público) eran estrellas absolutas y estaban en el centro del campo artístico hollywoodense. Por eso la unión entre ellos en una película generaba enormes expectativas, que se potenciaban a partir del hecho de que iban a ser dirigidos por el hongkonés John Woo, que ya a esa altura tenía una carrera de gran relevancia. Contracara era, así, un proyecto donde confluían perspectivas, pero también egos, de tres figuras unidas por un mismo factor, que era la propensión al desborde. Muchas cosas podían salir bien, pero también muchas podían salir mal. Más si tenemos en cuenta que detrás asomaba un estudio grande como Paramount, con sus ejecutivos tratando de controlar un producto en el que habían invertido la suma nada despreciable de 80 millones de dólares.

Sin embargo, todo sale bien en Contracara, en buena medida porque es una película donde se nota que no hay control -o que al menos está muy limitado- y que las partes involucradas operan con total libertad, mientras dejan que sus contrapartes también puedan hacer lo que quieran. Empezando por Woo, que, luego de hacer lo que se le cantaba en su país de origen, venía de chocar con los estudios detrás de sus primeros dos films en Hollywood, Hard target: Operación cacería y Código flecha rota, pero que aquí no tuvo interferencias fuertes. Eso le permitió modificar unos cuantos aspectos del guión, entre ellos, la ubicación temporal: si el relato original transcurría en el futuro, acercándolo a la ciencia ficción, Woo prefirió situarlo en el presente, donde construyó un verosímil que coqueteaba con lo increíble, pero sin alejarse del territorio de la acción y, principalmente, del drama de los personajes. En esa historia sobre un agente federal que, para detener a un terrorista, acepta someterse a una cirugía facial para asumir la identidad de su némesis, Woo supo detectar un considerable componente dramático, incluso trágico, pero también cómico, fusionado a través de una estructura que no le temía, sino que abrazaba, las tonalidades operísticas.

Alrededor de esa trama que bordeaba lo alucinante, Contracara delineaba un universo plagado de personajes que bordeaban o directamente se adentraban en la locura, que explotaba a partir del cambio identitario, cuando el criminal conseguía escaparse y luego pasar a portar el rostro de su perseguidor. Travolta pasaba a ser Cage sin dejar de ser Travolta, y viceversa, pero el film no se detenía en el mero gesto actoral para la tribuna de fanáticos de las estrellas, sino que lo llevaba al territorio dramático, poniendo en crisis las concepciones de ambos protagonistas, y todo lo que los rodeaba. El villano, transformado en héroe por apariencia, podía darse el lujo de acostarse con la esposa de su enemigo, seducir apenas sutilmente a la hija, generar simpatía en sus subordinados (que odiaban un poco a su jefe) y romper toda clase de reglas a partir de la impunidad que implicaba llevar una placa. El héroe, convertido en villano, descubría las bondades de la marginalidad y la inmoralidad, además de una camaradería inesperada en los cómplices de su antagonista. Todo se subvertía en una película donde Woo no temía introducir referencias incestuosas, sacudir discursos institucionales, montar una prisión que quizás se anticipó a la cárcel para terroristas de Guantánamo, crear una secuencia dulce y tensa a la vez con la canción Over the rainbow como protagonista, y diseñar un puñado de escenas de acción notables, sin olvidar sus ya clásicas palomas.

Pero quizás el mayor riesgo que tomó Woo fue darles rienda suelta a Cage y Travolta para que hagan lo que quieran, imitándose mutuamente y a sí mismos, todo al mismo tiempo. En ambos casos, los resultados son una especie de apología de la anarquía interpretativa al servicio de una puesta en escena y una estructura narrativa que celebran el caos. Contracara es un film impredecible en el minuto a minuto, un experimento que expone su propio artificio y que confía en la voluntad de disfrute del espectador, al que le pide que se entregue a un juego de máscaras llevado a todos los planos posibles. Y que está hecho desde la consciencia absoluta de su trío creativo de tener el poder y la libertad para hacer lo que deseen. Cage y Woo volverían a trabajar juntos en Códigos de guerra, un fracaso absoluto donde, lamentablemente, lo que se imponía era el cálculo del estudio que financiaba el proyecto, que no había aprendido las lecciones que dejaba uno de los últimos grandes films de acción de los noventa.


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