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Consigna: matar al testigo (1981)



THRILLER Y DISPARATE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Murió William Hurt, un actor sutil que no presentaba demasiados rasgos identificables, pero que simboliza con su presencia una idea cabal de cómo eran las estrellas de cine antes. No sé si Hurt llegó a serlo, pero sin dudas en los 80’s fue uno de los más reputados intérpretes del cine norteamericano y su presencia era reiterada en películas prestigiosas. Alcanza con recorrer su filmografía durante aquellos años, que incluye títulos como Cuerpos ardientes, Un tropiezo llamado amor y Reencuentro, todas de Lawrence Kasdan, El beso de la mujer araña de Héctor Babenco, Te amaré en silencio de Randa Haines o Detrás de las noticias de James L. Brooks. Películas premiadas, algunas de ellas definitivamente muy buenas, en las que el actor mostraba su aplomo y solidez interpretativa, dándole al personaje lo que necesita y sin caer en excesos. Algo de eso se puede notar ya en su segunda actuación para cine, Consigna: matar al testigo, un thriller de 1981 dirigido por Peter Yates y una película que no integra el canon del actor.

En Consigna: matar al testigo, Hurt interpreta a Daryll Deever, el jefe de mantenimiento de un edificio de oficinas que pertenecen a empresarios vietnamitas. Allí se comete un asesinato y Daryll se convierte en el centro de atención luego de que sale en televisión asegurando que tiene data sobre el crimen, aunque en verdad lo haga para seducir a una reportera interpretada por Sigourney Weaver. Como en una trama hitchcockneana, el protagonista se ve envuelto en una conspiración que lo supera y Consigna: matar al testigo se acoplará a ese grupo de thrillers conspirativos tan propios de fines de los 70’s y comienzos de los 80’s, con exponentes como La conversación, Blow out y tantos otros. Ahora bien, la película de Yates es en verdad una comedia involuntaria cuyo origen demuestra un poco el cambalache que la compone. Cuenta la leyenda que Yates instó al guionista Steve Tesich a que uniera dos guiones que tenía, lo que demuestra un poco la sumatoria de partes que construyen el relato, incluso atentando contra su fluidez. En Consigna: matar al testigo hay empresarios judíos que militan la causa israelí; ex combatientes yanquis que son mirados como parias; empresarios vietnamitas que se mueven como una mafia en Estados Unidos; una representación de los medios de comunicación típica de aquellos románticos años post-Nixon; una escena de seducción entre un hombre en moto y una mujer a caballo; y otros dislates varios que van escalando en su nivel de absurdo.

Pero como decíamos, la película no está expresada en los términos de una comedia. Consigna: matar al testigo es un thriller cuyo aplomo y centralidad se alcanzan a partir de la presencia de Hurt. Su Daryll Deever es un personaje taciturno, un solitario con evidentes problemas para socializar que vive con un perro al que tiene entrenado para que lo ataque cada noche cuando vuelve del trabajo (como el Cato de La pantera rosa); alguien que persigue obsesivamente a su interés romántico, de una forma que hoy sería impensado en el cine sin que eso se problematizara. Si Daryll puede parecer un poco patético, Hurt lo vuelve humano. El actor construye un personaje quebrado interiormente, alguien apesadumbrado al que la estructura de cine negro lo agobia a límites insospechados. Es ahí donde la película vuelve posible su recorrido inverosímil como representación del mundo extrañado del personaje. No estamos ante una gran película, pero sí ante un film raro en sus decisiones y en sus giros, y en sus fallas expuestas sin disimulo. Posiblemente una película de una época donde el ensayo y error era posible. Y en la que un actor sin el carisma demasiado pulido como Hurt podía darse el lujo de ser al antihéroe perfecto.


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