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Ozark – Temporada 4: primera parte

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si Ozark pareció ser siempre una especie de Breaking bad en clave familiar y comunitaria, con una coralidad de protagonistas para exponer la progresiva degradación moral hasta llegar finalmente a la etapa de amoralidad, esta primera parte de la que será la cuarta y última temporada parece querer llevar esa tesis al extremo de su concreción. No es que la amoralidad sea absoluta e irrevocable, pero la sensación es que cada personaje opera en su propia esfera de interés, sin importarle las repercusiones de sus acciones y perspectivas, hasta que son otros los que tienen que alertarlos sobre las consecuencias de lo que hacen o piensa. Aunque claro, esos otros incurren en el mismo error, en juego constante de “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Por eso tenemos a Wendy corrigiendo indignada a Marty cuando este se muestra admirado de que su hijo está lavando guita cuando todavía no llegó a la mayoría de edad, aunque ella misma incurra en todo tipo de manipulaciones horribles para mantener al joven en el nido. Pero, además, empieza a emerger una referencia de forma más clara que ya estaba patente en las temporadas previas, que es la de El Padrino III, donde Michael Corleone hacía todos los esfuerzos posibles –e infructuosos- para terminar de legitimarse y salir de la esfera ilegal, pero también de esa existencia donde su vida estaba en constante riesgo. Acá el primero que quiere salirse es Omar Navarro, el jefe del cartel para el que trabajan Marty y Wendy, aunque pidiendo algo casi imposible, que es que esa salida sea sin pagar costos personales. Atrás de él también quieren hacer lo mismo los propios Marty y Wendy, con un elaborado trabajo de legitimación no solo económica y financiera, sino también política, con la intención de llegar a ser la familia más poderosa de la región. Y algo parecido busca hacer Ruth, quien, como ella misma confiesa, es lo suficientemente inteligente para saber que tiene una vida de mierda, pero no tanto como para escapar de ella. A todos, de distintas formas, les sucede algo similar a Corleone, que en un momento de furia decía “justo cuando creía que estaba fuera, me arrastran de nuevo adentro”. Ahí quizás hay una diferencia sustancial con el Walter White de Breaking bad, que llegaba a decir que quería armar un “imperio” sostenido en su fórmula de metanfetamina. El imperio que quieren Marty y Wendy –de la mano de la salida de Navarro- es uno de respetabilidad, donde no se noten las manchas de sangre, droga y dinero sucio. Lo de Ruth es menos ambicioso, aunque también implique dejar atrás un pasado cargado de crímenes. Sin embargo, los siete episodios son un frenético recorrido para mostrar que eso es prácticamente imposible, en particular por el surgimiento de Javi, el sobrino de Navarro, un nuevo personaje que progresivamente se va convirtiendo en el nuevo y gran antagonista de la serie. Si en la tercera temporada fue Ben, el hermano de Wendy, que el que aportaba la mayor dosis de imprevisibilidad, aquí es Javi, aunque de una forma mucho más brutal y decidida, porque su accionar compite con los caprichos violentos de los demás. Esa competencia de arbitrariedades desde la violencia -física, pero también psicológica y afectiva- es utilizada a favor para esta primera mitad de la última temporada, que es ciertamente un viaje vertiginoso y cautivante. Y que nos deja con unas cuantas dudas importantes: no solo cómo va a seguir ese enfrentamiento con esa fuerza centrípeta que es Javi, sino también con ese choque automovilístico donde los Byrde la pasan muy mal, y del cual aún no sabemos en qué circunstancias específicas ocurre. La segunda y última parte, que clausurará Ozark, luce por eso aún más impredecible.

-Los siete episodios de la primera parte de la cuarta y última temporada de Ozark están disponibles en Netflix.


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