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24 líneas por segundo: Titus Andromedon Almodóvar

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Titus Andromedon, el gran personaje que interpretaba Titus Burgess en la serie de Tina Fey Unbreakable Kimmy Schmidt, era un actor de musicales fracasado que se había ido de su pequeña ciudad natal a vivir a Nueva York. Pero era, también, un cínico de campeonato que había construido una coraza para no mostrarse tal cual era. Uno de los conflictos del personaje era su no confesada homosexualidad a sus conservadores padres, algo que intenta remedar una vez que se pone en pareja con el albañil Mike. Pero claro, Titus vuelve al pueblo en actitud autodefensiva: piensa que sus padres no lo van a aceptar y se prepara un discurso de esos que el cine y las series siempre representan con música épica y planos que realzan la condición heroica del personaje. Sin embargo, nada de esto es necesario porque los padres terminan aceptando fácilmente lo que Titus tiene para revelarles y lo integran sin problemas en la dinámica familiar. Claro, eso lleva a otro conflicto para Titus: ¿cómo aceptar que lo aceptaron cuando estaba preparado para luchar y gritar su condición a los cuatro vientos? ¿Qué pasa con algunas militancias cuando su reclamo se integra a la sociedad y ya no parece haber por qué luchar? Mientras miraba Madres paralelas de Pedro Almodóvar no dejaba de pensar en ese capítulo de Unbreakable Kimmy Schmidt. Almodóvar abordó desde siempre cuestiones políticas, sexuales y de género con un nivel de anticipación notable. Y si bien el establishment del cine siempre lo aceptó, es cierto que sus películas avanzaron progresivamente de ser la exhibición de un mundo a lo confesional, a lo personal, a lo privado que se volvía público a la luz del cine. Esa exposición era riesgosa y Almodóvar la atravesó con hidalguía y gran pulso: ya no eran los personajes los que se deshacían ante los espectadores, era él mismo, con sus miserias. Pero claro, el mundo de los 80’s y los 90’s no es el mundo (por suerte) del presente y la sociedad avanzó hasta integrar muchos de los asuntos que el director exponía en sus películas, como los padres de Titus. Por eso, cuando uno ve Madres paralelas, no puede más que notar el subrayado y los gritos a la platea de cosas que ya sabe y que nunca va a contradecir porque, a esta altura, el que elige ver una película de Almodóvar ya conoce su punto de vista y coincide. Almodóvar queda en Madres paralelas como Titus en aquel episodio, girando en vacío. Y como aquel, termina igualmente tirando su discurso porque siente que no es nadie sin esa épica. Lo que uno se pregunta es a quién le habla (grita) Almodóvar en esta película complaciente y efectista.


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