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24 líneas por segundo: Hater es el que hater dice

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hace un tiempo, cuando se estrenó Duna, en esta columna escribí acerca de mi total incredulidad respecto de cómo un bodoque que se veía venir desde los tráilers podía generar tanta expectativa. En aquel momento el amigo Marcos Ojea compartió el texto en sus redes sociales (si no recuerdo mal, puede que haya compartido alguna otra opinión mía en vez de aquel texto) y ahí apareció el detalle de estos tiempos: un lector, enojado por lo que yo argumentaba, me adosó el adjetivo tan contemporáneo de “hater”, que en castellano sería algo así como un odiador, alguien que solamente desprecia sin motivo y por capricho, porque algo está de moda y solo se opone por sonar disidente o distinto o por sobresalir. “Hater” es un término muy propio del mundillo de las redes sociales, de ese mundillo de gente demasiado cerrada sobre su propio discurso y los que opinan igual, y que por ese motivo no entienden cómo puede haber una mirada diferente. Esa intolerancia propia no aceptada convierte en intolerante al otro, que ya ni siquiera es alguien que tiene una opinión diferente sino que es un odiador, alguien que no puede más que despreciar. Y eso me da a pensar cómo ciertos recursos o géneros de la escritura han ido muriendo en estos tiempos de avanzada de las redes sociales, un poco porque la calidad es algo cada vez más escaso y otro tanto porque ahí afuera, entre los lectores, hay cada vez menos comprensión de lo que se dice, enceguecidas las mayorías por el discurso urgente y apurado. Así como la crítica de cine es reemplazada por recomendadores de películas que escriben -con suerte- dos líneas (y que funcionan porque la gente solo necesita que alguien le refuerce el gusto propio y no que le argumente y, por ahí, le genere la incomodidad de la duda), el texto de opinión es fustigado en un tiempo repleto de gente con opiniones que odian que otras gentes tengan opiniones. Es una extraña búsqueda de la libertad la que persigue esta generación que llamativamente nos venden como más libre y cool y avanzada. Aquello que dije sobre Duna es lo que opino sobre Duna, como todo lo que digo sobre lo que digo. Y trato de argumentarlo, aunque los argumentos puedan ser los equivocados. No me gustan los tirabombas de las redes sociales que solo buscan el efecto de retroalimentarse con esos pavos a los que provocan. Definir al otro como “hater”, cuando no se expresa desde ese lugar, no solo es un diagnóstico erróneo y una incapacidad para escuchar qué dice el otro, sino una incapacidad para aceptar que eso que nos gusta pueda no gustarle a otro. Una actitud reaccionaria.

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