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MAR DEL PLATA 2021: Competencia Internacional – Día 5


Album para la juventud, de Malena Solarz / 4 puntos


Entre la vacuidad narrativa del film asoma una película con un trabajo de actores sólido, técnicamente irreprochable y con una frescura innegable. Pero es difícil justificar su gestación como largometraje. Uno tiene la impresión de que hay aquí un cortometraje valioso, con un fundido emotivo para cerrar el arco de cada historia, pero es el germen de una obra y apenas eso. Como largometraje la evolución de los personajes es llana y la cámara de Solarz recorre sus vidas, conmovidas por el paso a la universidad, con una mirada omnisciente que se extiende no solo a nuestros protagonistas Pedro y Sol, sino también a sus amistades y familiares (en particular el hermano de Pedro). Este árbol de personajes no tiene siempre el mismo relieve para extender sus historias y quedan apenas esbozados como anécdotas, perdidos entre situaciones cotidianas, chatas. No hay nada que indique por qué algunos relatos tienen más peso que otros, en particular porque las vidas de Pedro y Sol también rayan lo anecdótico. No hay tensión, evolución narrativa o puntos de giro y una propuesta así, tan dispersa, se hubiera beneficiado de un envase más corto. Así queda la impresión de un montón de nada. Cristian Ariel Mangini


Los diarios de Tsugua, de Miguel Gomes y Maureen Fazenderio / 4 puntos


Se podrá decir que es una especie de jam session cinematográfica, una propuesta lúdica en tiempos de pandemia y tantas cosas más para justificar que lo que vemos “no es una película”, sino el intento de algo que no pudo ser, a esta altura un argumento flojito de papeles. También se podrá pensar en un documental sobre una filmación frustrada durante ese mes de agosto que nos remite a los grandes títulos anteriores de Gomes. La cuestión es que el resultado está más cerca de un Gran Hermano a la portuguesa. Bastante decepcionante es este film cuya cronología a la inversa propone 21 cuadros. Cada uno de ellos no narra absolutamente nada más que a tres personajes en busca de un autor, improvisando, viendo qué hacer en una comunión que alterna algún divertimento, pero que parece un backstage extendido. Salvo ciertos pasajes donde la lógica cromática imprime algo de vida o algún encuadre nos salva del confinamiento (el verdadero, el del público), el resto no pasa de ser un ejercicio de amigos para amigos, un aviso permanente sobre esa historia de amor con tres que debió ser y guiños con escenas paralelas, líneas de diálogos que se reiteran. En el día 22, los dos chicos y la joven bailan en penumbras mientras toman cerveza, luego dos se van y el otro los encuentra besándose. Mientras sucede la escena, los colores varían. No obstante, en el retroceso, inmediatamente sabremos que la posibilidad de una historia cede el lugar a un despojamiento progresivo que se centra exclusivamente en los tiempos muertos del rodaje. Del caos pasamos también a la resignación. Captar esa atmósfera sea acaso uno de los objetivos. Quien quiera hallar reflexiones sobre el tiempo, la percepción y tantísimos tópicos, está en todo su derecho. Si me quieren hablar de estas cuestiones, me quedo toda la vida con Hechizo del tiempo. Guillermo Colantonio


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