Por Cristian Ariel Mangini
A veces la reciprocidad de calidad entre el videojuego y el cine no se da con la misma simetría que el caso que vimos hace unas semanas de Los Goonies. De hecho, en general el paso del videojuego al cine es de una mediocridad que poco a poco está dando lugar a algunos exponentes de calidad en los últimos años. Esta semana veremos cómo una de las sagas más populares de los ochentas y noventas, primero en los arcades y luego las consolas, fue hecha trizas en el celuloide por James Yukich, que intentó poner en la pantalla una iconografía ochentosa de videoclip e intentó acondicionarla al relato del juego. No funcionó y ahora veremos por qué.
Primero recordemos algo: el Double Dragon es un beat´em up que utilizó la fórmula del Kung-Fu Master (1984, Irem) y le dio un marco estético influenciado por películas icónicas como The Warriors (1985, Walter Hill) o distopías cyberpunk como Blade Runner (1982, Ridley Scott) o Mad Max (1979, George Miller). El primero y el más exitoso de los juegos fue lanzado en 1987, desarrollado por la desaparecida Technos Japan bajo la dirección del influyente Yoshihisa Kishimoto. Ninjas, peinados de frizz imposibles, colores pastel, estética SyM con mujeres voluptuosas, grafittis y la también influyente banda sonora de Kazunaka Yamane basada en sintetizadores dan lugar a un atractivo pastiche ochentoso situado en una derruida Nueva York ficticia.
El relato del juego no tenía mucha complejidad y el disparador ocurre apenas unos segundos comenzado el juego: unos malhechores golpean a una atractiva chica y se la llevan. Luego se revela que se llama Marian y es la novia de uno de los hermanos gemelos, que inician una desesperada lucha por rescatarla de una pandilla llamada Black Warriors o Shadow Warriors según la versión. No era más que eso y en su sencillez, una jugabilidad a prueba de fuego y el recorrido de sus escenarios que parecían sacados del violento animé Fist of the North Star creado por Buronson en 1983, que el juego tenía un magnetismo que luego replicarían varios beat´em up como el Final Fight (1989, Capcom). Como frutilla del postre tenía un modo de dos jugadores cooperativo aceitado, con la bizarra opción de que una vez derrotabas al jefe final podías luchar por la chica en cuestión, eliminando a tu hermano de la competencia por el amor de Marian. Esta gente no había leído a José Hernández. Los juegos subsiguientes complejizaban la mitología del juego con Double Dragon II: The revenge (1988, Technos Japan), Double Dragon III: The Rosetta Stone (1989, Technos Japan), el exclusivo de Super Nintendo Super Double Dragon (1992, Technos Japan) y finalmente los mediocres Double Dragon V: The Shadow Falls (1994, Tradewest) y Double Dragon (Technos Japan, 1995), lamentablemente basado en el film.
Pero todo este prólogo es para hablar del papelón noventoso que es la película basada en esta legendaria y querida saga de videojuegos. Su director es James Yukich, que quizás no les suene del universo cinematográfico pero tiene una vasta experiencia en el campo del videoclip. Tal es así que ganó un Grammy por el video de Land of confusion, corte del álbum Invisible touch (1986) de Genesis. En los noventas el videojuego se ubicaba como un enorme pozo de inspiración y dinero para productores que veían allí una oportunidad de atraer público a las salas, en particular por los cuantiosos números que producían la NES, la Super Nintendo y el Sega Megadrive. El problema es que a menudo no sabían cómo aproximarse al material original, pensando en un target que pendulaba entre respetar el contenido del juego y atraer una audiencia familiar a las salas. Double Dragon de 1994 es uno de los mejores exponentes de esta crisis creativa, que afecta de forma determinante el resultado final. El film pasó de ser universalmente vilipendiado por la crítica a -con los años- transformarse en un inesperado clásico de culto, engrosando los anaqueles de la categoría “So bad it´s good” (es tan mala que es buena).
Al igual que el material original, la película se encuentra protagonizada por los hermanos Lee, aunque no se trata de gemelos. No es un detalle importante teniendo en cuenta que el film se focalizaba en un medallón de poderes extraordinarios jamás mencionado en el juego, un antagonista apenas definido, slapstick inesperado entre penosas coreografías de artes marciales, motivaciones apenas esbozadas y un submundo que tiene muy poco que ver con el videojuego. El guion hace agua por donde se lo mire a pesar del talento involucrado. No es algo que se diga al pasar, algunos nombres serían con los años realmente importantes en la industria: Peter Gould, uno de los guionistas, es una de las piezas fundamentales de Breaking bad (2008 – 2013) y Better call Saul (2015 – ); Paul Dini, otro de los guionistas, había gestado una de las mejores producciones animadas sobre Batman con Batman: The Animated Series (1992 – 1995); Michael Davis realizó en el 2007 una de las mejores películas sobre videojuegos no basada en un videojuego con Shoot’em up. En síntesis, talento no faltaba, y es uno de los puntos que hace inexplicable el resultado.
Pero hay también material para entretenerse. Al igual que sucede con Street Fighter: The Movie (1994, Steven E. De Souza) el antagonista parece una figura aislada que se agiganta sobre el relato y termina haciendo algo divertido con muy poco. Lo de Robert Patrick no está a la altura del legendario Bison de Raul Julia, pero hace lo que puede entre un elenco que también contaba con Alyssa Milano, Scoot Wolf y Mark Dacascos entre el talento joven. No es su mejor trabajo y con el tiempo pudieron redimirse en otras producciones, pero es justo mencionar que el guion incoherente y magro tiene mucho que ver con el resultado sobre las actuaciones. Luego hay persecuciones inexplicables, explosiones noventosas que apenas se sostienen en la trama y una batalla final completamente anticlimática. Double Dragon pasó a ser una de las peores películas basadas en un videojuego, siendo superada por la mencionada Street Fighter: The Movie, Super Mario Bros. (1993, Rocky Morton / Annabel Jankel) o Mortal Kombat (1995, Paul Anderson). El film de Yukich se encuentra enterrado entre otras producciones mediocres y fue olvidado hasta años recientes, que el tiempo le dio lugar entre films que a pesar de lo mal que están realizados logran cautivar y entretener.
En síntesis, Double Dragon es un exponente de lo mal que puede resultar el diálogo entre el celuloide y el joystick. Uno espera que con la resurrección reciente de la saga con Double Dragon IV (2017, Arc System Works) haya un trabajo más digno que finalmente haga justicia con la saga de los hermanos Lee.