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Sex education – Temporada 3

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Coincido en buena medida con lo dicho por nuestra colega Melody San Luis en las últimas ediciones de Funcinema Radio: la tercera temporada de Sex education convirtió a buena parte de sus personajes en vehículos discursivos. Es decir, en estereotipos funcionales a una mirada biempensante no solo sobre la sexualidad, sino también cuestiones de género, diversidad, planificación familiar, roles institucionales y un largo etcétera. Ese riesgo siempre estuvo latente en la serie, aunque lo había eludido a partir de una focalización precisa en los avatares de los personajes y una estructura narrativa ligada a lo telenovelesco. Lo político, discursivo e ideológico eran siempre elementos que cumplían funciones secundarias dentro del relato y los conflictos desplegados. Sin embargo, en esta nueva entrega prevalecen las preocupaciones ideológicas, algo que también había afectado profundamente a la tercera temporada de GLOW, otra exitosa serie de Netflix. Lo cierto es que aquí aparecen personajes casi inverosímiles en sus gestualidades y acciones, como Hope Haddon (Jemima Kirke), la nueva directora del colegio, que arranca mostrándose como una autoridad copada, para luego convertirse en una agria impulsora de medidas conservadoras que harían enrojecer a Juan Luis Manzur. O Cal, una estudiante no binaria que solo en el último episodio es capaz de expresar un conflicto tangible que vaya más allá de la bajada de línea que solo interpela a un público ya convencido. Es cierto que la serie mantiene una cabal solidez en la construcción de sus protagonistas más antiguos: por ejemplo, Otis y Maeve, Eric y Adam, aún con sus desniveles, son parejas/dúos casi indestructibles en sus complejidades, y con un recorrido arriesgado y atractivo en el segundo caso. Ni hablar de Jean, la madre de Otis, que sigue abordando muy bien las certezas e incertidumbres de la vida adulta, y que encima cuenta en la interpretación con una Gillian Anderson en estado de gracia. Eso permite que estos ocho nuevos capítulos conserven un piso de excelencia bastante alto, sustentado en la empatía: aún cuando se conviertan en portadores de discursos, los personajes mantienen un nivel de honestidad y coherencia que permite una persistencia de la conexión con los espectadores. Y eso, a su vez, conduce a unas cuantas resoluciones acertadas en los últimos episodios, que igualmente dejan varias subtramas por explorar. Sin embargo, esta tercera temporada de Sex education es una señal de alerta para una serie que se dejó llevar por la agenda de corrección política del presente y que sufrió una paradoja: tanta discursividad le restó capas de sentido a los conflictos y eventos que se presentaron. Esperemos que eso se revierta en la próxima entrega.

-La tercera temporada de Sex education está disponible en Netflix. Ya está confirmada una cuarta temporada.


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