No estás en la home
Funcinema

Caballero sin espada (1939)



LA POLÍTICA QUE QUEREMOS

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

A menos de una semana de las PASO, el panorama de la campaña electoral es triste y desmotivador, no solo por la escasez de propuestas concretas y debates mínimamente enriquecedores, sino también por el nivel de banalidad que exhiben algunas discusiones. A las fuerzas políticas históricamente preponderantes se las percibe carentes de ideas y con un nivel de desconexión con la realidad que por momentos es alarmante. Eso incluso lleva eslóganes desafortunados, como el de “la vida que queremos”, del Frente de Todos: justo la fuerza gobernante, principal responsable de la interrupción de la normalidad en la que estamos hace más de un año y medio, evoca algo que le quitó -y le quita, todavía hoy con medidas insólitas- a la ciudadanía. A la política argentina se le acabó el margen para generar épica y por eso surgen personajes gritones, como Javier Milei, como precarios reemplazos.

Digo todo esto porque pareciera que ninguno de los políticos mínimamente relevantes de la Argentina vio el cine de Frank Capra. Es decir, ese cine de los ideales y los idealistas, de la gente que cree a fondo en sus valores, que quiere y confía en los demás, que pelea por lo que cree y a los que quiere a fondo. Y que en Caballero sin espada encontró su expresión más acabada y visionaria, a partir de la historia de Jefferson Smith, un hombre “ingenuo” que accede casi por accidente a una vacante en el Senado de los Estados Unidos, donde termina enfrentado a un sistema donde se ha naturalizado la corrupción. Esa supuesta ingenuidad de Smith -al que James Stewart encarna de forma conmovedora- no es tal, al menos, no en el sentido en el que todos integrantes de esa casta política con la cual se cruza pretenden verla. En Smith no hay contraposición entre discurso y acción: el tipo hace lo que dice y dice lo que hace, no le miente a nadie, cree a fondo en los valores que pregona. Y por eso mismo se convierte en una anomalía, en una entidad a destruir y expulsar de un mecanismo donde la trampa se ha convertido en norma.

Lo genial de Capra consistía en lograr que no solo empaticemos con Smith, sino también que nos convenza que tiene razón, que esa corrupción que impregna a los supuestos representantes del pueblo debe ser combatida, que hay concepciones democráticas y republicanas que hay que reivindicar y poner en la primera línea de prioridades. La de Smith es una odisea de argumentación y convencimiento contra la resignación a la mediocridad, un grito desesperado, pero también esperanzado a favor de las instituciones que habían cimentado la nación estadounidense. En un punto, Capra nos decía que el ingenuo no era Smith, sino Joseph Paine, el corrupto senador encarnado por Claude Reins, que se comporta como si no hubiera más alternativa que el robo, las promesas incumplidas, el chantaje y la mentira. Pero no lo decía en base a puras arbitrariedades, sino a un recorrido argumental donde el sistema político iba progresivamente exhibiendo distintas capas, claroscuros que interactuaban entre sí. Hasta podría decirse que, a la mirada de Capra, más que Smith/Stewart, la representaba Saunders (espléndida Jean Arthur), que comenzaba compartiendo el cinismo de Paine para terminar respaldando a Smith.

El idealismo -para nada ingenuo, sino convencido y convincente- de Capra influyó fuertemente en el cine norteamericano posterior. Lo podemos ver en el Oliver Stone de JFK, el Steven Spielberg de Puente de espías y The Post, o el Aaron Sorkin de The West Wing. Sin embargo, es difícil encontrar a un Capra en el cine argentino reciente -repleto de productos cínicos como El Reino– y más aún en la política argentina actual. Si me preguntan a mí, la política que queremos es Smith/Stewart argumentando hasta el desmayo en favor de lo cree y hace; Saunders/Arthur confesándole discretamente a Smith que está enamorada de él; o Paine/Reins cayendo en la cuenta de que ya no puede sostener más su rol de mediocre y corrupto y que debe volver, a ser lo que fue alguna vez. Y esa política que queremos -y necesitamos- es también la vida que queremos.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.