No estás en la home
Funcinema

24 líneas por segundo: De velorios, canciones y comedias

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La segunda temporada de Ted Lasso viene siendo un disfrute absoluto y a la habitual calidad de la serie, se le sumaron una variedad de guiños que comienzan con los títulos de los capítulos y se profundizan en tramas que homenajean, parodian o subvierten algunos territorios reconocibles del cine. El episodio Rainbow fue un gran ejemplo, con todas sus referencias a las comedias románticas que terminaron siendo un juego de metalenguaje estupendo, o Beard after hour que fue un muy logrado homenaje a Después de hora de Martin Scorsese. Este viernes, en esa senda, llegó No weddings and a funeral, episodio que obviamente juega con la referencia a Cuatro bodas y un funeral, y que logra nuevamente esa exquisita fusión entre lo norteamericano y lo británico. Sin spoilear demasiado, digamos que el capítulo tiene un velorio como centro dramático, evento en el que todos los personajes terminarán relacionándose de alguna manera, y que es una demostración soberbia de cast perfecto, del primero al último brillando hasta en su mínima aparición. Pero hay un momento notable, protagonizado por Hannah Waddingham, donde la serie alcanza una cima altísima, incluso en una temporada donde varios capítulos bordean la excelencia. Waddingham, quien interpreta a la dueña del club donde transcurren las acciones, tiene que dar un discurso de despedida en el velorio pero se quiebra, y su forma de salir del momento es ponerse a cantar Never gonna give you up, ese hit ochentoso y molestamente pegadizo de Rick Astley (¿hay algún hit de los ochenta que no sea no molestamente pegadizo?). La escena es tan divertida como emotiva, y uno no sabe si está llorando de risa o de tristeza. Pero más allá de la perfección (de la puesta en escena y de las actuaciones, Waddingham la rompe) lo que sobresale nuevamente es el talento de esta gente para el humor pop, para los guiños y para las conexiones culturales que nos identifican y también nos generan un vínculo emotivo. Algo sobre lo que no es necesario decir más nada, ni subrayar nada, como para que todos conectemos y entendamos inmediatamente. Algo que, además, podemos ver como un lazo conceptual que la comedia norteamericana trabaja como nadie. Cuando leo esta columna de Rodrigo Seijas sobre la televisión argentina no puedo más que volver a pensar en la distancia a la que está la comedia local, anclada en registros y tonos que atrasan décadas, todavía haciéndose preguntas sobre la representación social que se hacía en los 90’s y no dejó de hacerse hasta el presente y hasta el hartazgo. Con la variedad de producción que hay actualmente, mal no les vendría por estas tierras, al menos, copiar un poco, robar algo; se lo vamos a perdonar si la causa es actualizar los códigos de la comedia y si buscan hacernos reír con algo más que no sea un actor haciendo de mecánico y hablando como Hugo Arana en Matrimonios y algo más.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.