No estás en la home
Funcinema

Doce del patíbulo (1967)



LOCURA Y GÉNERO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

A propósito del estreno de la sobrevalorada El Escuadrón Suicida, se mencionó bastante a Doce del patíbulo como punto de referencia para la película de James Gunn. El propio cineasta se encargó de instalar al film de Robert Aldrich como referente ineludible para su secuela/reversión. Pero lo cierto es que ese vínculo es cuando menos superficial y se da más que nada desde la premisa: tanto la película de 1967 como la adaptación de la propiedad de DC siguen a un grupo de convictos enviados a una misión de asesinato casi imposible de cumplir.

Sin embargo, no hay muchas más similitudes en tonos y formas: por caso, si la violencia gore de El Escuadrón Suicida es mayormente paródica, la de Doce del patíbulo es ciertamente directa, cruda, incluso brutal. Y lo era en distintos niveles, no solo en lo corporal, sino también en el habla (por ejemplo, los dichos racistas del personaje de Archer Maggott, interpretado por Telly Savalas) y en los mecanismos de poder que evidenciaba. Si el Mayor Reisman (Lee Marvin) solo conseguía manejar al grupo de criminales y desclasados que le tocaba a su mando a las piñas, había también en las órdenes casi suicidas que tenían para cumplir algo esencialmente violento y hasta cruel. El propio Aldrich lo tenía claro: la historia estaba situada durante la Segunda Guerra Mundial, pero el realizador la concibió como una metáfora de lo que estaba sucediendo en ese momento en la Guerra de Vietnam.

Por eso las explicaciones o justificaciones para las acciones que tenían que emprender los protagonistas eran ínfimas y enmarcadas en un objetivo mayor: ganar la guerra como sea, a cualquier costo. Cada uno de los personajes se sabía prescindible y actuaba en consecuencia: con racismo, brutalidad, desprecio por el otro, sin tener en cuenta el mañana, a puro presente. Y la puesta en escena no mostraba un interés particular por crear lazos de empatía con el espectador: a lo sumo lo que se rescataba era la voluntad por el profesionalismo y el trabajo en grupo. El proceso de aprendizaje que armaba el relato pasaba por la supervivencia grupal, una camaradería a los golpes y tiros. De ahí que los héroes fueran más bien antihéroes, y que no se diferenciaran demasiado de los nazis a los que debían combatir.

Aldrich no era sutil, pero tampoco recurría al trazo grueso para delinear el militarismo, como sí lo haría veinte años más tarde Stanley Kubrick en Nacido para matar. Ese equilibrio para decir lo justo y necesario sin pasarse de rosca se trasladaba a las actuaciones: Marvin y Savalas, pero también John Cassavetes, Donald Sutherland, George Kennedy, Charles Bronson, Robert Ryan y Jim Brown estaban perfectos, con la dosis exacta de rudeza y locura. Desde ahí, Aldrich hilvanaba una narración que fluía sin problemas desde la reunión de los personajes, el entrenamiento, la preparación y la ejecución de la misión. Todo era explosivo y vibrante, crudo y sin vueltas, oscuro incluso en los momentos de humor o triunfo.

Film de profesionales y desquiciados, Doce del patíbulo era una película que condensaba buena parte de los elementos de la filmografía de Aldrich y atravesaba los filtros del mainstream de la época. También era un film que funcionaba como resumen del conjunto de tradiciones del cine bélico que se había hecho hasta el momento. Y, a la vez, anticipaba parte de la corriente revisionista que vendría a caballo del desencanto por la derrota en Vietnam. Sus huellas pueden detectarse no solo en Nacido para matar, sino también en algunos aspectos de Apocalipsis now, El francotirador o Pelotón. La diferencia era que Aldrich, mirando en retrospectiva la Segunda Guerra Mundial, ya se estaba dando cuenta que lo de Vietnam no iba a ningún lado. Por eso la mirada desencantada de la mano de la estructura genérica.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.