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Funcinema

Selva

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Iñaki Echeberría
Guión: Luis Serradoria
Intérpretes: Edgardo Castro, Joaquín Schöller, Eduardo Velázquez, Sebastián Cardozo, Horacio Fernández, José González, Gabriela Báez, Carolina Gularte, Víctor Laplace, Katya Acosta, Malena Reynoso
Fotografía: Guillermo Rovira
Montaje: Guillermo Rovira, Iñaki Echeberría
Música: Dammián Domínguez
Duración: 82 minutos
Año: 2020


6 puntos


“HACETE HOMBRE”

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Selva, la opera prima de Iñaki Echeberría, se puede definir como una compleja parábola que engloba varios elementos, pero también tiene virtudes técnicas que la acercan al cine bélico y de aventuras. De eso se trata: de manejar el verosímil en una narración ficticia para dar un mensaje que funciona como un “tiro por elevación”. Hay un equilibrio en cómo logra el relato atrapar, que pone a Echeberría como un narrador ambicioso desde lo temático que, sin embargo, no se deja absorber y construye personajes cuyo sufrimiento acompañamos. Selva es en algunos puntos una coming of age descarnada y cruel que no se ve afectada por las irregularidades en el guion, sobre todo en la construcción de un personaje tan arquetípico como el del capitán. Más que un personaje, el capitán termina siendo una idea que atraviesa el relato en su totalidad y confronta a Joao (Joaquín Schöller) con su crecimiento en un entorno hostil.

Hasta aquí hemos sobrevolado la trama, pero hay un contexto introductorio que es interrumpido abruptamente. Nuestro protagonista Joao es un preadolescente de 13 años que vive en una aldea selvática junto a su madre. En la brevedad de este segmento tiene un despertar sexual con una compañera de la aldea y luego todo se desmorona. Hay un poderoso simbolismo en esta transición del reconocimiento de la masculinidad hacia la violencia e irracionalidad con la cual un comando, autodenominado “Ejército de la Paz”, arrasa con la aldea, asesina, viola y despoja a todos sus habitantes. Apenas oculto, Joao interviene y golpea con una roca a un soldado, siendo inmediatamente capturado. Su vida es perdonada por el sádico capitán, pero debe arrastrar el cuerpo del soldado moribundo que golpeó, comenzando un calvario de violencia e introducción a un mundo belicoso que lo llevará a ser un “soldadito”. Este relato de un entorno patriarcal y castrense tiene un subrayado grosero como alegoría, que lo acerca por momentos a una caricatura, pero la atrapante odisea del protagonista y la destreza técnica de Echeberría mantienen nuestro interés sobre el relato.

Hay en la banda sonora de Hernán Ruiz Navarrete, influenciada por el cine bélico clásico, una mirada tan valiosa como el estratégico uso de los planos cerrados y tomas largas que tienen un valor descriptivo y demuestran la tradición cinéfila del director. La toma que abre el pequeño cabaret en el desenlace es un buen ejemplo de la solidez de la propuesta. Atmosféricamente es una película que no da respiro a pesar de las irregularidades en las actuaciones, y un guion que amenaza con volverse un enorme resaltador amarillo para comprender el mensaje.

Es claro: Echeberría deposita en el niño una mirada pesadillesca sobre la masculinidad y el machismo, un mundo donde la violencia es moneda corriente y sus rituales son un camino venenoso hacia la adultez. Es en los momentos donde la alegoría no aparece tan explicitada que se conecta con el devenir trágico de Joao, pero también donde podemos identificar aquellos rituales naturalizados en nuestra sociedad. La frase tan desafortunada “hacete hombre” no es mencionada, pero su eco es más que evidente, no ya en el escuadrón militar de la película, sino quizás entre compañeros de un equipo de fútbol, trabajo, colegio. La fuerza de ese mensaje en una sociedad marcada por el alarmante número de femicidios, acosos y violaciones no deja dudas. El problema es quizá la forma.

Selva es una película dura, tanto a nivel temático por la fuerza de su alegoría, como por el recorrido del protagonista. La contundencia de su mensaje por momentos pierde a los personajes y los suplanta por caricaturas, pero el magnetismo de Joao nos tiene pendientes hasta el último momento de esta pesadilla tan lejana como preocupantemente cercana.

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