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Funcinema

El baile

Título original: The prom
Origen: EE.UU.
Dirección: Ryan Murphy
Guión: Jack Viertel, sobre el musical de Chad Beguelin y Bob Martin
Intérpretes: Meryl Streep, Nicole Kidman, James Corden, Andrew Rannells, Kerry Washington, Keegan-Michael Key, Kevin Chamberlin, Nico Greetham, Jo Ellen Pellman, Logan Riley Hassel, Ariana DeBose, Monroe Cline
Fotografía: Matthew Libatique
Montaje: Peggy Tachdjian, Danielle Wang
Música: David Klotz, Matthew Sklar
Duración: 130 minutos
Año: 2020


4 puntos


TÓMELO Y CUESTIÓNELO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

No creo mucho en esa frase “tómelo o déjelo” porque, como la mayoría de estas máximas que buscan aplicar una aceptación un poco fatua, impide el análisis y la crítica como proceso analítico. Es verdad que ante la evidencia de la repetición, uno puede aceptar que ya sería vacuo pedir algo nuevo, pero en el fondo eso me parece conservador y prejuicioso: siempre puedo (y debo) esperar no solo algo nuevo, si no mejor y sorprendente. Para mucha gente el productor, y ocasional director, Ryan Murphy ingresa en esa categoría del “tómelo o déjelo”, un autor ya irredimible de sus excesos discursivos y alegóricos que tiene demasiado éxito como para pensar en cambiar algo. Y si El baile es una previsible fábula engolada, tan murphyana que exaspera, también es cierto que con el material que tiene (Meryl Streep, Nicole Kidman, James Corden, Andrew Rannells, Kerry Washington, Keegan-Michael Key) uno podría exigirle a este musical algo más que 131 minutos de discursos subrayados, coreografías perezosas, canciones mediocres y actuaciones al borde de la irritabilidad.

En un comienzo hay algo más o menos prometedor. Un grupo de desplazados de Broadway, estrellas en descenso y meritorias segundas líneas, se quejan de su mala fortuna y del éxito ajeno, mientras descubren una causa humanitaria que los puede poner en el centro de la escena: la directora de un colegio secundario de Indiana suspendió el baile de promoción porque una de las chicas quiere bailar con su novia. Búsqueda de identidad sexual, discriminación, disidencias, reafirmación, superación, todo envasado en un universo de película de colegio secundario, muy en la senda Glee. A lo que íbamos, en un comienzo la mirada está más puesta en la hipocresía de esos artistas y su interesada militancia, lo que permite algunos toques de humor y sarcasmos sobre el mundo del espectáculo y la intelectualidad neoyorquina que no vienen mal en estos tiempos de corrección política. Y la presencia de Murphy marca la diferencia, porque si bien los personajes son despreciables y cínicos, tiene la capacidad de volverlos queribles aún en su carácter ruin.

Ahora bien, una vez que esa troupe llega a Indiana y comienza a tomar contacto con lo que allí sucede, El baile se va convirtiendo progresivamente en todo eso de lo que se rió durante veinte minutos, incluyendo una escena vergonzosa en la que los protagonistas juntan plata para pagarle una fiesta a la chica discriminada. La película se tira de cabeza finalmente a lo peor del universo Murphy (y no sé si hay un “lo mejor” del universo Murphy), una suerte de John Waters dietético que busca ser complaciente con todo el mundo. La exagerada duración de la película obliga a que todo se estire, a que los alegatos se repitan y a que los clichés y las hipérboles bienpensantes generen giros insostenibles en personajes que hasta dos segundos antes eran horribles. Y la cereza del postre es ese besito lésbico tibio pegado al final, casi de compromiso. Todo tan Murphy que duele.

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