Por Cristian Ariel Mangini
Creada por Bryan Elsley, el mismo de la icónica y polémica Skins, aquí vuelve a internarse en el mundo adolescente pero pisando el terreno de las redes sociales y los videojuegos. La serie de seis episodios crea una enorme mitología que cuando se aleja de su protagonista Leila (Tallulah Haddon) comienza a mostrar sus falencias narrativas, hasta un final precipitado que intenta infructuosamente atar todos sus cabos. Esto es desafortunado porque Leila, una chica que atraviesa una crisis personal tras la muerte de su madre, es un personaje de una riqueza que se profundiza al conocer a Tess (Simona Brown), y cuya interacción con el videojuego Azama es el eje de la reflexión sobre la dependencia tecnológica. Es en las interacciones entre Tess y la protagonista Leila que la serie encuentra su mejor versión, hundiéndose progresivamente cuando el asunto del antagonista Adrian (Matthew Beard) comienza a tener peso. En particular, los dos capítulos finales dejan enormes agujeros en la narración y dan a Leila una evolución que no tiene ningún tipo de contextualización, al menos que hablemos del frágil vínculo con un ex profesor de matemáticas. La puesta en escena a través del videojuego por largos segmentos nos acerca a una problemática que también se vio en películas como Ben X (2007, Nic Balthazar): el “Uncanny Valley”. En síntesis plantea que el acercamiento al carácter y aspecto humano por parte de una representación virtual o robot genera rechazo o extrañamiento, algo que aquí sin dudas sucede. Otro problema es que las reglas que plantea Azama, y cómo este juego termina afectando la vida real de los personajes, son bastante poco claras y maleables. Esto nos lleva a largos segmentos explicativos en el último episodio, que en lugar de cerrar la serie, plantean nuevas reglas para tratar de cerrar incógnitas. El resultado es confuso y, esencialmente, aburrido.
–La temporada 1 de Bésame primero se puede ver en Netflix.