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24 líneas por segundo: mientras miro las nuevas/viejas olas

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

A la luz del estreno de Azul el mar hace unas semanas, por esta misma columna nos preguntábamos si la representación de Mar del Plata en el cine argentino había cambiado. Y veíamos cómo aquella representación machistoide del pasado, de la ciudad como destino para explotar el deseo masculino, había sido cambiada por un presente melancólico donde los planes festivos resultaban imposibles. En esa mirada siempre externa del cine argentino sobre Mar del Plata, la ciudad era ahora un lugar de reflexión e introspección, también de pérdida y clausura. Aunque siempre fue de clausura: los personajes de Porcel y Olmedo (emblemas de aquellas comedias marplatenses) buscaban el sexo afuera, pero terminaban volviendo al hogar. Por estas horas Mar del Plata vuelve a ser noticia cinematográfica porque la ciudad sirve como telón de fondo para Corazón loco, la nueva comedia de Marcos Carnevale con Adrián Suar. Y Mar del Plata vuelve a ser, además, epicentro a medias de este revival de viejas fantasías masculinas. ¿Por qué a medias? Porque en verdad Fernando, el protagonista, va y viene de Mar del Plata a Capital Federal, en este juego de enredos y bigamia que propone la película. Pero Corazón loco nos tiende una trampa si pensamos que, por sus temas, es un regreso a viejas representaciones. Como en Animal, con Guillermo Francella, el protagonista no es turista, sino habitante. Y eso ya le quita a la ciudad la mítica de la fantasía machista, porque el personaje no viene a buscar aquello que desea, más bien invierte ese concepto: aquí está la mujer de la casa, la abnegada y fiel, mientras en Capital está la profesional, la osada, la atrevida. Corazón loco no es la Mar del Plata playera, de minas en traje de baño y noches de casino y boliche. Es una ciudad aburrida, donde la única aventura posible es el hogar: con la de Buenos Aires, Fernando va al cine y tiene actividad social; con la de Mar del Plata comparte cenas en familia. De hecho hay un trato mucho más sexual de Fernando con Vera (la porteña) que con Paula (la marplatense). Inconscientemente (todo es inconsciente en la película, incluso su machismo no asumido) Corazón loco resulta una suerte de cruce entre las viejas películas de Porcel y Olmedo, donde el desahogo sexual masculino se imponía a medias, y la tristeza del Nuevo Cine Argentino, donde la ciudad impone la imposibilidad del deseo. Y logra el extraño milagro de ser una intersección entre dos posibilidades opuestas. En definitiva, muestra a la ciudad como un lugar habitable sin necesidad de ser concepto. Ahora solo resta esperar una película ambientada en Mar del Plata que ofrezca un punto de vista novedoso y que no cause vergüenza ajena como esta.

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