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Funcinema

24 líneas por segundo: ¿qué es un festival de cine?

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El pasado 7 de agosto en la Asamblea Federal Audiovisual se discutió, entre otros asuntos, el presupuesto de los festivales de cine nacionales y se propuso la posibilidad de descentralización del sistema, por lo que en el caso de aplicarse estas modificaciones los festivales comenzarían a depender de las áreas de cultura de las provincias donde se realizan. La idea fue presentada como una apuesta por la federalización del sistema, pero desde RAFMA -entidad que nuclea a varias de estas organizaciones- se ha denunciado esto como un “achicamiento encubierto del fomento”. Podríamos usar la palabra ajuste, que es la que se usa cuando el “achicamiento” lo hacen los gobiernos calificados como neoliberales (sabemos que la cuestión semántica es muy importante), pero pensamos que es lo de menos. En definitiva no sabemos si el nuevo modelo propuesto es una mejora o no, pero las voces de alerta (un poco menos encendidas que en otros tiempos, es verdad) ya se han levantado. Con todo esto, volvemos al debate acerca de los festivales de cine y su posible extinción en un contexto donde el INCAA supuestamente muestra su desinterés (es algo que discutimos cada tanto, véase acá). Acá debo hacer un punto y señalar que no puedo dejar de lado el hecho de que desde 2014 formo parte de la organización de un festival de cine, el Festival Internacional de Cine de Comedia – Funcinema, y que tenemos como grupo una posición firme al respecto; también un poco incómoda para un sistema que llora y llora por subsidios estatales. Creemos firmemente en la necesidad de los festivales de cine; en su utilidad para darle exhibición a películas que no llegarían a tener pantalla de otra forma; en su función indispensable para ayudar en la formación de una audiencia receptiva a expresiones divergentes a las que exhibe, con pasmosa uniformidad, el circuito comercial. Y creemos, también, que el Estado (municipal, provincial, nacional) debe ayudar a apuntalar estos espacios. Ahora bien, la ayuda del Estado (que no debiera ser pensada solo como económica) no puede ser el único sostén de un festival; no al menos de un festival que surja del interés de un grupo de personas relacionadas con el ámbito privado. En Funcinema recibimos un aporte público que es fundamental: la sala donde proyectamos es la del Museo MAR, espacio del estado provincial. Para nuestro festival es un marco inmejorable, ya que de otra forma tendríamos que proyectar en el garaje de una casa. Para el Estado es la obtención de contenidos a los que de otra forma tal vez no tendría acceso. Es un intercambio bastante justo. Nosotros pensamos un festival como un espacio donde se proyectan películas y el público viene a verlas. No hay más lujo que ese (a veces el sentido de los festivales de cine se confunde un poco). Gracias al aporte de algunos empresarios gastronómicos, hoteleros y del transporte se puede invitar un par de jurados y algunos (pocos) realizadores. Y el resto de los gastos surge de nuestros apaleados bolsillos. Es un evento pequeño en dimensiones, pero se puede hacer. Con todo esto no quiero justificar la ausencia del Estado. No, el Estado debe estar presente, asistiendo y apuntalando, incluso aportando al presupuesto si hay dinero y corresponde. De hecho, creemos que el Estado (municipal en este caso) es el que debería facilitar contactos para que los gestores culturales (ya no hablamos solo de nuestro festival sino de todo lo que se organice en la ciudad) sepan cómo conseguir acuerdos comerciales para el funcionamiento de cada evento. Pero no debemos ver la ausencia de presupuesto oficial como el principal impedimento. Mientras tengamos películas, una pantalla y un público ávido por concurrir, los festivales de cine no morirán.

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