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La chica del 14 de julio

Título original: La fille du 14 juillet
Origen: Francia
Dirección: Antonin Peretjatko
Guión: Antonin Peretjatko, Emmanuel Lautréamont, Patrick Chaize, Luc Catania
Intérpretes: Vimala Pons, Vincent Macaigne, Marie-Lorna Vaconsin, Grégoire Tachnakian, Thomas Schmitt, Philippe Gouin, Pierre Merejkowsky, Claude Sanchez, Thomas Ruat, Thomas Vernant, Albert Delpy
Fotografía: Simon Roca
Montaje: Carole Le Page, Antonin Peretjatko
Música: Thomas De Pourquery, Julien Roig
Duración: 88 minutos
Año: 2013


8 puntos


EL ABSURDO AL PODER

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Explicar de qué va La chica del 14 de julio puede ser una tarea un tanto infructuosa. Mejor decir que hay una premisa, que tiene que ver con el romance que surge entre un guía del Museo Louvre y una chica que vende merchandising de la Revolución Francesa durante las conmemoraciones por el 14 de julio, y el viaje que emprenden junto a otros personajes. Eso es lo concreto, porque la película de Antonin Peretjatko (que se estrena tarde: es de 2013 y se vio en el BAFICI de 2014) ingresa a partir de ahí en un universo de lo más lunático, con reminiscencias del absurdo político de los Monty Python, del universo estético de Otar Iosseliani y con citas explícitas a la Nouvelle Vague que funcionan como parodia y como homenaje. La chica del 14 de julio es una de las comedias más libres que se recuerden en mucho tiempo.

Dos amigos llegan en su auto y pasan a recoger a dos chicas: ellas arrojan sus valijas al baúl desde lo alto de un puente y bajan caminando por las escaleras hasta subirse al vehículo. Un personaje dispara balas de cloroformo a su hijo disfrazado de insecto para que se vaya a dormir y no moleste más. Otro personaje acepta participar de pequeños trucos con guillotinas y va perdiendo sus extremidades a medida que avanza la película. La chica del 14 de julio acumula situaciones absurdas en una cantidad inusitada; la mayoría de las veces acierta, y aunque falle no hay que dejar de reconocerle su apuesta por un sinsentido narrado a toda velocidad. La película de Peretjatko no se detiene nunca, no es un absurdo contenido por una trama que lo reglamente sino más bien todo lo contrario: un absurdo que contiene una trama mínima, episódica, deshilachada. Pero no importa, es lo de menos. En ese sentido su apelación a elementos de la Nouvelle Vague, como la rotura de la cuarta pared o la utilización de una voz en off reflexiva, no dejan de ser citas que aún desde la burla intentan capturar aquellos tiempos de un cine mucho más personal y poco amoldado a un orden narrativo tradicional.

Claro que el absurdo que Peretjatko y su elenco manejan con total plasticidad no busca la vacuidad del sinsentido por el sinsentido mismo, no es un mero gesto técnico para mostrarse muy canchero, sino que hay toda una posición política definida en la película. Ya desde los títulos mismos, cuando la cámara veloz vuelve ridículo el ordenamiento de un grupo de funcionarios en un acto público, La chica del 14 de julio se encarga de reflexionar sobre las miserias que arrastran las crisis de los sistemas políticos. Por la difícil situación económica, las autoridades deciden eliminar un mes de vacaciones, con lo que la gente tendrá que volver al trabajo más rápido para que el país vuelva a ser productivo: así es como todos se apuran y llevan a cabo sus rituales veraniegos pero en tiempo récord. En ese momento los protagonistas se vuelven menos absurdos, ya que su lunática existencia se confunde con un contexto más ridículo que ellos. La chica del 14 de julio cumple así el doble objetivo de la comedia: ser muy graciosa y subversiva.

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