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Funcinema

El marginal – Temporadas 1, 2 y 3

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Producida por la dupla de Sebastián Ortega e Israel Caetano, esta serie nacional se encuentra dentro del subgénero carcelario y se maneja en una suerte de exploitation del mismo con holgura. Mirar en perspectiva las tres temporadas, con una cuarta en producción, hace notar la irregularidad de la serie en su conjunto, en particular cuando se analiza la endeble solidez de entregar no una sino dos precuelas para definir cómo los hermanos Borges llegan al poder en la primera temporada. La extraña decisión termina desnudando la prácticamente nula evolución de los personajes que tienen continuidad, la previsible estructura episódica con sus clímax de motines y, sobre todo, lo forzado que resultan los giros en la tercera temporada. Esto resulta sin dudas el ejemplo de cómo contar con presupuesto, talento actoral y personajes de los que más o menos ya hay un borrador no garantiza que todo se vaya en picada a un precipicio del sinsentido, de lo que solo queda el violento amarillismo y la intriga de cómo se organizarán las piezas. Pero antes hubo una primera temporada promisoria en su primera mitad, con un increíble y asfixiante capítulo 5, que sin embargo se iría deslizando lentamente a los puntos bajos de la segunda y tercera temporada, abandonando o cayendo en lugares comunes para resolver subtramas dramáticas, forzando giros y perdiendo la brújula a la hora de inaugurar arcos narrativos o introducir personajes. Estas irregularidades también se verán en la diferencia entre cómo es dirigido cada episodio: dijimos que el 5 con su estructura contrarreloj y partiendo con un flash forward era notable y por ello no se entiende que el capítulo 13, con un suspenso vertiginoso anunciado por cómo fluctúan las dinámicas de poder dentro de la cárcel, que tenía todo para hacer un clímax épico, termina resultando tosco, forzado y anticlimático. La segunda temporada, que abraza su costado exploitation con un repertorio de personajes bizarros con delirios de megalomanía (El Sapo), violencia y sadismo, abre una puerta de fantasía que termina de enterrar el tono de denuncia, drama e intriga que podía tener la primera. No porque sea un elemento que haya desaparecido, sino porque se encuentra sublimado al tono caricaturesco y violento que va a perpetuar en la tercera parte, resultando en que uno se focalice en la acción antes que en los personajes, que por momentos resultan demasiado maleables. Sin embargo el final de la segunda temporada cumple estas expectativas donde la primera temporada fallaba, entregando un clímax violento y vertiginoso, aunque en su camino deje por el piso a subtramas, personajes y cierta coherencia. Claudio Rissi, Carlos Portaluppi y Gerardo Romano son quizás los puntos más altos de esta suerte de épica carcelaria que llegando a su cuarta emporada tiene poco para ofrecer a quien busque lo que dejó la primera temporada, y quizás enganche a los que no se tomaron nada tan en serio y solo siguen a los personajes.

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