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Llegan los Muppets (1979)



LOS REYES DE LA AUTOCONCIENCIA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

En los 70’s los Muppet eran el centro y la vanguardia de la comedia televisiva. La superficie pop, la relación con la música y los artistas de su tiempo, los cameos sensacionales, los juegos de palabra entre ingeniosos y pavotes, la capacidad de ser autorreferentes y jugar con el espectador constantemente, y su proverbial equívoco acerca de para qué público estaban destinados: ¿son para chicos, son para adultos? ¡A quién le importa! La de Jim Henson fue una de las invenciones más alegres de la historia de la cultura popular, y de alguna manera fueron la punta de lanza para que cierto nivel de interpretación de la comedia se trafique a públicos impensados: su reflexión sobre el mundo del entretenimiento -y del negocio que allí se oculta- es épica y es emotiva, y  tiene siempre a la Rene René dispuesta a preguntarse cuál es su rol en la sociedad. A partir del esforzado trabajo de los titiriteros, los Muppets lograron que algo absolutamente artificial se vuelva verosímil (en este mundo conviven los títeres y los humanos sin ningún complejo sobre su lógica), en un juego de representación que el cine permitió expandir a partir de 1979 con Llegan los Muppets, la primera película de los personajes y una verdadera fiesta. Y, además, una película que tuvo que contar con algunos hallazgos técnicos para poder ser producida, como una cabina subacuática donde Jim Henson se introdujo para manejar a la Rana René en la recordada secuencia donde canta Rainbow Connection en medio de un pantano.

Llegan los Muppets se piensa desde el meta-discurso. Lo primero que vemos es a los personajes de paño sentados en un microcine, dispuestos a ver la película que cuenta cómo se conocieron, en una escena que se anticipa a la anarquía de lo gremlins mirando Blancanieves en el film de Joe Dante. Los Muppets se burlan así de las biografías cinematográficas, de las películas basadas en hechos reales y de su propia materia. “¿Alguien tomó este asiento?”, pregunta uno de los personajes. Y ante la respuesta negativa, lo arranca y se lo lleva. Los juegos de palabra y la literalidad se vuelven uno de los combustibles fundamentales del humor, algo que es marca de fábrica junto con la rotura de la cuarta pared para involucrar al público. Los protagonistas están perdidos y los rescatan otros personajes. ¿Cómo lo hicieron? Fácil… leyeron el guión de la película y los encontraron. Claro, hay una película dentro de la película, y en ella un representante de artistas convence a René de que tiene talento y debería ir a Hollywood para hacerse famosa. Y hacia allí parte la rana, sumando al resto de la pandilla en el camino, siendo perseguida por un villano (Charles Durning) que la pretende como la cara de su cadena de comida rápida en la que venden… ¡ancas de rana! y convirtiendo la aventura en road movie musical. Las canciones de Paul Williams y Kenny Ascher son perfectas, y a la citada en el primer párrafo se suman las notables Movin’ right along, Can you picture that o Never before, never again. Todas las canciones son perfectas porque resumen buena parte de las intenciones de los Muppet: una sensibilidad cómica que nunca deja de lado cuestiones existenciales.

Charles Durning, Austin Pendleton, Mel Brooks, Dom DeLuise, Steve Martin, Paul Williams, Richard Pryor, Cloris Leachman, James Coburn, Bob Hope, Elliott Gould, Madeline Kahn, Telly Savalas, Orson Welles, entre otros se suman en divertidos cameos al juego propuesto por Henson y el guión de Jack Burns y Jerry Juhl (algunas declaraciones de Pendleton sobre la dirección de James Frawley no son muy felices, y supuestamente por eso las posteriores películas de los Muppets fueron dirigidas por Henson o Frank Oz). Llegan los Muppets es una fiesta que se asume como tal en un final autocelebratorio, con casi todos los personajes que habían aparecido en la televisión dentro de un plano y con un arcoíris marcando el camino. Situaciones de puesta en escena como esta (o como la apuntada en el comienzo con la secuencia en el pantano) ponen también a los Muppets como un ejemplo de apuesta técnica, pero con la suficiente claridad como para no hacer apología de eso. Si bien la crítica destacó en su momento el hecho de que finalmente los Muppets tenían piernas, eso era lo de menos ante una película sumamente divertida y muy creativa, que como en la tradición del mejor cine animado dejaba impresa en su artificio la indeleble huella de lo humano. Porque de ese lugar vienen los conflictos de René; pocos personajes han demostrado ser más humanos que nuestra querida rana de paño verde.

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