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Matar a un ruiseñor (1962)



ADIÓS A LA INOCENCIA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Kim Wexler, la abogada que Rhea Seehorn interpreta en la serie Better call Saul, se ve atravesada por una serie de dilemas éticos y morales en relación a su trabajo. Ella es una persona de una evidente fe en la Justicia y en la defensa de las buenas causas, algo a lo que su profesión la lleva constantemente a transgredir o, al menos, poner en duda. Ni qué decir, claro, el vínculo sentimental que entabla con su colega Jimmy McGill/Saul Goodman, ese abogado ladino que aprendimos a querer en Breaking bad y que en este spin-off se ha convertido en un personaje de un espesor mayúsculo. Jimmy/Saul, tras querer hacer buena letra para ser aceptado por su reputado hermano, terminó volcándose al lado oscuro de la Justicia, incluso en ocasiones apoyado por Kim que no puede más que sentirse fascinada por ese hombre que representa todo lo que ella decididamente no podría ser. O no se anima. Dilemas que la serie aprovecha para enriquecer su espesor dramático y que contiene una relación cinematográfica con una cita muy bien puesta a Matar un ruiseñor, el emblemático drama jurídico (aunque era mucho más que eso) basado en la novela de Harper Lee. Kim es fanática de la película e incluso reconoce que su inspiración para ser abogada fue el protagonista de aquella historia, Atticus Finch, un hombre que recurre a la ley como enseñanza y a la compasión como forma de enfrentar los conflictos humanos que lo atraviesan.

La película 1962, dirigida por Robert Mulligan y protagonizada por un impecable Gregory Peck, ponía en imágenes los eventos de la novela, inspirados libremente en episodios que había atravesado la propia Lee en su infancia. Ambientada en los años 30’s, narraba el juicio al que era sometido un hombre negro, acusado de haber golpeado y violado a una mujer en un pueblo de Alabama. Además de la mención en Better call Saul, recientemente la película Buscando justicia también hacía referencia a la novela de Harper Lee. Allí, un abogado negro defiende a otro negro acusado falsamente de asesinar a una joven blanca. La diferencia es que, en este caso, la historia está basada en hechos reales. Buscando justicia, más allá de señalar que en casi 60 años de historia desde la denuncia que emprendía Matar un ruiseñor no se ha avanzado demasiado en materia de conflictos raciales, es un eslabón más en una larga tradición de dramas jurídicos con los que el cine norteamericano reflexiona sobre la moral, la ética y las contradicciones de los seres humanos, y especialmente de su sociedad. Matar un ruiseñor es, por lo tanto, uno de los films emblemáticos del subgénero; casi un mapa al cual seguir para llegar al destino indicado.

Sin embargo, como dijimos más arriba, lo judicial es sólo una parte de la historia que Mulligan articula con la sabiduría del buen artesano. En verdad la película es un relato sobre la infancia y la pérdida de la inocencia, a partir del punto de vista sostenido en los hijos de Finch y un amiguito que pasa los veranos con ellos: la película está narrada desde la voz en off de la hija, que ya adulta recuerda lo que pasó aquellos años. Esa pérdida de la inocencia está definida por la relación de los hombres con la Justicia, del vínculo que se construye entre un sistema de valores definido y la forma en que lo respetan (o no) los individuos. La mirada de Finch, ese viudo ejemplar que utiliza la ley como forma de educar a sus hijos, no deja de ser un poco infantil, en el sentido de que su creencia es pura e irreductible, casi cristalina. Hay nobleza en su proceder y sabiduría meridiana para enfrentarse a una población que desea linchar al negro condenado. Mientras todo esto pasa, los chicos miran con lógica infantil, aterrados, pero también curiosos y valientes, y Mulligan aprehende ese punto de vista de los niños como una forma de poner una distancia entre la dureza de la historia y la textura cinematográfica que se sostiene en los géneros, pero también fascinación sobre lo que se ve, como cuando los chicos asisten al juicio y ven a su padre trabajando. Como prólogo y epílogo del relato central, la historia de Boo Radley, ese vecino de los Finch sobre el que pesan múltiples leyendas urbanas. Personaje clave no sólo en la resolución, sino también en la reflexión final de Matar un ruiseñor. Finalmente la lógica de Atticus Finch es quebrada y su mirada puesta en crisis. O no. El plano final de Atticus junto a sus hijos tal vez nos exprese el deseo de la película por justificar algún tipo de justicia que exceda a la ley. Y tal vez a Kim Wexler esto la convenza de que hay otros caminos por seguir.

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