No estás en la home
Funcinema

Un buen día en el vecindario

Título original: A Beautiful Day in the Neighborhood
Origen: China / EE.UU.
Dirección: Marielle Heller
Guión: Micah Fitzerman-Blue, Noah Harpster, basados en el artículo de Tom Junod
Intérpretes: Tom Hanks, Matthew Rhys, Chris Cooper, Susan Kelechi Watson, Noah Harpster, Tammy Blanchard, Wendy Makkena, Enrico Colantoni, Sakina Jaffrey, Maddie Corman, Crystal Lonneberg, Maryann Plunkett, Michael Masini
Fotografía: Jody Lee Lipes
Montaje: Anne McCabe
Música: Nate Heller
Duración: 109 minutos
Año: 2019


7 puntos


¿CÓMO COMBATIR EL CINISMO?

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

En ¿Podrás perdonarme?, a partir de un hecho singular en la vida de la escritora Lee Israel como fue su dedicación a la falsificación de cartas de personajes famosos, la directora Marielle Heller reflexionaba desde el cinismo sobre las conductas autodestructivas que nos separan de los objetivos. El cinismo no era una elección antojadiza ni una decisión estética: formaba parte de la construcción de Israel, a la que Melissa McCarthy le incorporaba una dosis de humanidad que aún negada estaba bajo la superficie esperando aflorar. Era una película angustiante y que terminaba reflejando ciertos comportamientos contemporáneos. La mención al anterior film de Heller tampoco es antojadiza porque en Un buen día en el vecindario, su nueva película, trabaja nuevamente sobre personajes autodestructivos (el Lloyd Vogel de Matthew Rhys) pero a los que les contrapone la figura de una criatura tan extraña, particular y candorosa como la de Fred Rogers, creador y presentador de un célebre programa de televisión infantil que fue clave para la infancia de varias generaciones de norteamericanos. Ese personaje tan prístino, y al borde del verosímil, que es el propio Rogers genera una fricción que trasciende al propio relato y termina impactando en nosotros, espectadores post-modernos y, al fin de cuentas, un poco o bastante cínicos.

Un buen día en el vecindario se ubica espacialmente en los días que compartieron el periodista Vogel y el propio Rogers, cuando el primero fue encomendado por la revista Esquire para realizar un pequeño perfil del conductor televisivo. Seguramente para muchos de nosotros la figura de Rogers no dice nada y la película servirá como curioso acercamiento a un personaje que resulta absolutamente incómodo, y al que Tom Hanks (en una notable interpretación) le aporta un tono que termina devorándose todo. El programa de Rogers dependía de rutinas que se repetían como una forma de darles confort a los pequeños que lo miraban y encontraban en él algo familiar. Mr. Rogers entraba a su casa, se cambiaba el saco, se ponía cómodo y contaba alguna historia con un fuerte carácter pedagógico. El tono con el que Rogers contaba sus historias resultaba muy particular, atento siempre a que el mensaje (su discurso eran una serie de aforismos y moralejas bien narrados) se comprendiera sin ninguna interferencia. Claro, uno sospecha que detrás de un personaje así hay algo más, que hay gato encerrado, y hacia allí va Vogel (y vamos nosotros, porque somos él), con todos sus problemas a cuesta, para intentar desenmascarar al farsante. La sorpresa de Vogel (y por ende la nuestra) es que finalmente detrás de Rogers no parece haber nada preocupante, más bien todo lo contrario: pasa de entrevistado a entrevistador para intentar sanar el interior roto de Vogel. El momento en que el conductor maneja un títere y el periodista se mueve en el estudio televisivo para ver el detrás de escena de ese acto, ese plano revelador sobre el rostro de Mr. Rogers, es uno de los grandes momentos de la película de Heller. Y la clave de todo.

Una de las mejores decisiones que toma la directora es la de nunca romper del todo la pared que separa al personaje del ser humano, y permitir que el misterio continúe por más que la película termina incorporando el punto de vista de Rogers a su narración. Un buen día en el vecindario nunca muestra un acto despreciable del personaje y, sin embargo, nosotros dudamos. Incluso contra la propia historia que no desmiente al mito. En ese acto hay algo de aceptación por parte de Heller de que su personaje es alguien a destiempo, y que la mentalidad contemporánea es difícil de quebrar, que hay un tiempo y una ética del tiempo que es pasado y que no puede ser recuperada por más que las enseñanzas de Mr. Rogers atraviesen las épocas. Lo otro que hace Heller inteligentemente es valerse de personajes reales pero no con fines biográficos. Tanto Un buen día en el vecindario como ¿Podrás perdonarme? están basadas en hechos reales, pero no deben ser vistas necesariamente como biopics. Hay una reconstrucción y un artificio, que aquí se hace explícito en unas maquetas que funcionan como separadores y que reconstruyen ese imaginario infantil y de juguete de Mr. Rogers. Y hay algo mucho más válido, que es el riesgo. El riesgo de apostar por un espíritu definitivamente fuera de tiempo, por una bondad elidida en este presente cómodo en su cinismo y capacidad de descreimiento. Porque la experiencia de ver Un buen día en el vecindario, su tono, su registro casi bucólico (casi como atentando contra sí misma y al borde de ser acusada de edulcorada), es algo arduo y nos aleja de la zona de confort a la que el cine nos tiene habituados cada vez más.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.