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Funcinema

La música del terremoto

Título original: Earthquake Bird
Origen: Inglaterra / Japón / EE.UU.
Dirección: Wash Westmoreland
Guión: Wash Westmoreland, basado en la novela de Susanna Jones
Intérpretes: Alicia Vikander, Kiki Sukezane, Kenichi Masuda, Chiaki Kawamo, Ken Yamamura, Kazuhiro Muroyama, Naoki Kobayashi, Akiko Iwase, Yoshiko Sakuma, Naomi Urushibara, Jack Huston, Riley Keough, Tomoyasu Sakata
Fotografía: Chung-hoon Chung
Montaje: Jonathan Alberts
Música: Atticus Ross, Leopold Ross, Claudia Sarne
Duración: 107 minutos
Año: 2019


5 puntos


APENAS UN TEMBLOR

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Hay detrás del entramado de thriller psicológico que termina resultando algo soso y superficial en sus resoluciones, un film paralelo que parece hablar de las relaciones humanas, el sexo y la forma en que nos transforma de una manera genuina e intensa. Desafortunadamente esto se esfuma a pesar de un elenco compacto de grandes interpretaciones, donde brilla en al menos dos diálogos Alicia Vikander y una dirección que logra de una forma mucho más orgánica transmitir esa sensación de alienación que produce vivir en el extranjero. Es que La música del terremoto parece tener en sus entrañas una gran película, pero el último film de Wash Westmoreland para Netflix termina atrapado en su telaraña de detalles para entregar una salida previsible y chata que la acerca más a los thrillers eróticos Serie B de los noventa que al afilado thriller psicológico que pudo haber sido.

Situado a finales de los ochentas en la imponente ciudad de Tokio, el film nos pone en la piel de Lucy Fly, la traductora atormentada por su pasado interpretada por Vikander, que lleva unos años viviendo en un país que aún le resulta extraño. Allí conoce a Teiji (Naoki Kobayashi), con quien entabla una relación pero el vínculo termina mostrando que él también oculta un pasado doloroso. El relativo equilibrio de la vida de Lucy se verá perturbado cuando una turista algo ingenua que busca radicarse en Japón, Lily (Riley Keough), se convierte en parte de sus vidas, planteando un peligroso triángulo que va a desnudar las miserias de cada uno de los personajes. Este es el planteo más o menos central del film, que lógicamente gira en torno a los vaivenes de este vínculo, pero subyacen algunas ideas dispersas que no terminan de explotarse en torno a la alienación, la fotografía y la aprehensión del otro en el vínculo amoroso, tema que necesariamente forma parte de la trama pero sobre el cual apenas se profundiza.

En su lugar resulta por momentos frustrante ver el desarrollo de detalles que en el marco del film aparecen desperdiciados por una trama lineal y previsible que ya ha sido explotada hasta el hartazgo durante las décadas del 80 y 90. En particular es notable la ambientación que se hace del Japón de finales de los ochentas: hay una dirección de fotografía que logra dar con el tono de neo noir que se pretende y hay en el trabajo claustrofóbico de algunos encuadres una notable sutileza para trabajar el thriller psicológico. Sin embargo, la insatisfacción que deja una estructura de flashback algo previsible y una resolución que simplifica enormemente los matices y capas del relato, hacen del film de Westmoreland una entrega mediocre que no aporta demasiado al ya abultado catálogo de thrillers de Netflix.

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