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Quinto round

Buena


LA ÉTICA DE LOS PERDEDORES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Particularmente en el cine, el boxeo es un terreno donde la épica se da la mano con el fracaso. Puede ser un lugar de la “derrota digna”, de los “vencedores vencidos”, que nace de la decisión individual, porque al fin y al cabo, el boxeador, a la hora de los bifes, está solo, mano a mano con su oponente. Claro que esa soledad es relativa, porque casi siempre hay gente alrededor del ring: un grupo de entrenamiento, seres queridos, mandatos sociales y –cuándo no- motivaciones económicas. Ese entramado, en clave íntima y concentrada en un espacio-tiempo, es abordado por Quinto round, de Pacho O´Donnell.

La tensa dicotomía entre soledad y compañía, entre deseos propis y expectativas ajenas, afecta a Renato (ramiro Martínez), un boxeador con una discreta trayectoria que todavía no ha llegado a despegar, quien se entrena para la revancha contra “El Ninja”, otro peleador que lo derrotó previamente. Alrededor suyo está Sócrates (Osvaldo Santoro), uno de esos entrenadores que supo conocer tiempos mejores y que lo ayuda con bastante poco entusiasmo; y Mili (María Lía Bagnoli), una mujer de clase más pudiente que es a la vez su amante y sostén económico en una época de vacas flacas. Ese delicado equilibrio vincular, marcado por un presente precario pero una meta clara a futuro, se ve alterado y desbalanceado por la llegada de Pascarolli (Juan Carlos Ricci), el representante, quien trae una de esas ofertas que no pueden rechazar: asegurarse una bolsa de 9500 dólares, pero con la condición de perder la pelea.

A partir de ahí, Quinto round abre un abanico de dilemas éticos y morales, donde cada personaje tiene sus deseos y ambiciones, pero al final todo depende de la decisión que tome Renato. La pelea a la vista ya no será con El Ninja, sino con esa oferta, o más bien, con todo lo que ella simboliza: una montaña de guita que Renato nunca vio en su vida toda junta; la chance de acomodar su situación económica, retomar el contacto con su hijo Carlitos, del cual se encuentra distanciado y hasta pensar en una vida estable junto a Mili; pero también la pérdida de su dignidad como deportista y posiblemente el fin de su carrera. La obra acierta en dos factores a la hora de desplegar estos conflictos: el hecho de no forzar los discursos y situaciones, evitando remarcar en demasía la marginalidad que delinea a los personajes; y el contar todo lo que necesita en un único espacio (el pequeño hogar que comparten Renato y Sócrates) y en el transcurso de un día, en el que el protagonista deberá tomar un camino u otro.

Si la conflictividad va escalando en intensidad, la puesta en escena de Gerardo Otero privilegia el retrato de la rutina de los personajes, de su cotidianeidad un tanto monótona, sus pequeños anhelos y hasta su sexualidad patente, que aun así no llega a ser explícita, ya que es mantenida en un inteligente fuera de campo. Hay un saludable pudor en Quinto round, que busca retratar a un sector social pero sin llegar a sentencias sociológicas apresuradas. Quizás su cierre, donde claramente toma partido casi a nivel ideológico –casi de lucha de clases-, es un tanto impuesto, pero no le quita méritos a un relato que retoma parte de la tradición socio-histórica del teatro argentino, pero manteniendo un medio tono que la aleja de subrayados innecesarios.


Autoría: Pacho O´Donnell Actúan: María Lía Bagnoli, Ramiro Martínez, Juan Carlos Ricci, Osvaldo Santoro Escenografía: José Escobar Iluminación: Ricardo Sica Diseño: Juan Ignacio Tapia Fotografía: Francisco Castro Pizzo, Juan Ignacio Tapia Diseño gráfico: Pablo Bologna Asesoramiento en Boxeo: Pablo Paoliello Asistencia de dirección: Ana Sancho Prensa: Marisol Cambre Dirección: Gerardo Otero Duración: 65 minutos Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA) – Domingos a las 19:00. Hasta el 28 de julio.

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