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Recapitulación de True detective: The hour and the day

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

Las tensiones narrativas y de tonalidades –tanto positivas como negativas- que atraviesan al más reciente episodio de True detective parecen estar dadas por lo autoral. The hour and the day es un capítulo marcado en buena medida por la labor de Nic Pizzolatto tanto en el guión como en la dirección, aunque la colaboración en la escritura de David Milch –conocido por sus labores en creaciones como El precio del deber, Policía de Nueva York y Deadwood– juega también su rol, aportando un contrapeso ciertamente interesante.

En un episodio en el que se abren unas cuantas puntas conflictivas aunque luce un tanto estirado –de hecho, supera con holgura los sesenta minutos-, la pluma de Milch contribuye a que la labor investigativa y policial se dé la mano de manera más fluida con los conflictos existenciales y, especialmente, con el fresco social. Particularmente en la tensa secuencia donde Hays y West van a un barrio afroamericano pobre y cuando quieren interrogar a un hombre que podría ser un potencial sospechoso, todo se va desmadrando por los prejuicios raciales. Ahí el discriminado termina siendo West, porque responde al típico prototipo del policía blanco que seguro va a culpar a un negro del crimen que sea, con lo que todo escala en violencia, hasta amenazar con un estallido.

En The hour and the day todo (y todos) parece a punto de estallar, coqueteando con consecuencias graves: el matrimonio entre Hays y Amelia, aunque lo resuelvan teniendo sexo de parados; la relación de Hays con sus superiores, que no pierden ocasión para ningunearlo; el vínculo entre Hays y West, donde siempre está latente lo racial, aunque haya respeto y lealtad profesional; o Lucy Purcell, al sentirse manipulada en sus sentimientos por Amelia para conseguir información. Ni hablar del joven cuyas huellas aparecieron en la bicicleta de Will Purcell y que viéndose ante la posibilidad de ir a la cárcel (donde Hays le avizora un futuro repleto de abusos), entra en absoluto pánico.

Esos estallidos no dejan de enlazarse con los miedos y remordimientos internos: ahí tenemos al vía crucis que parece estar atravesando Tom Purcell, emborrachándose y peleándose con cualquiera que se cruza en pos de no tener que recordar que perdió a sus dos hijos; y al propio Hays, que en su vejez aún no puede sacarse de encima al fantasma de Julie Purcell (que reaparece en una particular filmación en un supermercado cuando se retoma la investigación) y de los acontecimientos que lo marcaron durante la Guerra de Vietnam. Por cierto, esa escena representa lo más flojo del episodio, porque luce forzada a pesar de tener dosis de inestabilidad.

Indudablemente, todos los pequeños choques que se van dando en The hour and the day conducen al inevitable estallido, con foco en el personaje de Brett Woodard, al que ya le habían advertido –a los golpes- que no volviera a acercarse a ningún niño. Woodard tomó nota de las amenazas de los hombres del pueblo, preparándose en consecuencia y desplegando varias armas de fuego y una serie de trampas explosivas en todo su territorio hogareño. La patada a la puerta de la casa de Woodard con que finaliza el capítulo es también una explosión, que a su vez augura una precipitación de los acontecimientos alrededor de las pesquisas sobre el caso Purcell.

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