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Bullitt (1968)



MADE IN SAN FRANCISCO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

A pesar de estar relativamente cerca de Los Ángeles (o quizás, precisamente por eso), San Francisco no era una ciudad vinculada al cine, pero eso cambió a partir de la producción y el posterior estreno de Bullitt, un film que también se convirtió en paradigmático por otras cuestiones: por su extensa y potente secuencia de persecución automovilística; y por constituirse en un ejemplo de cómo una película puede construirse desde y alrededor de su estrella protagónica.

Es que Bullitt es una historia de distintas obsesiones. Por un lado, la de su protagonista, un policía determinado a encontrar al jefe criminal que mató al testigo que tenía bajo su protección, cueste lo que cueste. Por otro, la de Steve McQueen, quien luego de encadenar éxitos como Los siete magníficos, El gran escape y Nevada Smith, tenía vía libre para construir vehículos para su propio y exclusivo lucimiento, llevando esa libertad no solo a la elección del director, sino incluso a aspectos técnicos, estéticos y narrativos.

De ahí que lo que prevalezca en el relato sea una descripción minuciosa de un ámbito de profesionales a ambos lados de la ley, con el Bullitt que encarna McQueen como foco personal y San Francisco como telón de fondo. Al igual que su protagonista, Bullitt es un film seco, directo, incluso lacónico, que en cierto modo dialogaba con las estéticas de los nuevos cines europeos de los cincuenta y sesenta, saliendo a la calle, tomando al paisaje urbano como un personaje más y utilizando al policial como trampolín para buscar tonalidades emparentadas con lo realista. A la vez, se anotaba dentro de las corrientes que cuestionaban a ese Hollywood artificial, propio del cine de (y hecho en) estudios, retomando el legado de películas como Casta de malditos, de Stanley Kubrick.

Claro que, visto a la distancia, Bullitt es un film que apuesta tanto al detallismo en los procedimientos y al realismo que por momentos tropieza desde el ritmo, volviéndose incluso lánguido, produciendo algo de improductivo distanciamiento. Incluso se podría decir que es una película que se destaca, antes que por sus personajes, por sus apuestas formales –fruto de la precisa puesta en escena del director británico Peter Yates-, aunque no se puedan dejar de destacar las actuaciones de McQueen, Robert Vaughn, Jacqueline Bisset y Robert Duvall. Pero aún así, la potencia de varias de sus secuencias terminó influenciando notablemente en varias películas y carreras posteriores: su sequedad y urbanismo pueden rastrearse en el William Friedkin de Contacto en Francia, Vivir y morir en Los Ángeles o Jade; el John Woo de Duro de vencer; o el Michael Mann de Fuego contra fuego.

A la vez, las obsesiones creativas de McQueen abrirían el camino para futuras estrellas como Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger o Tom Cruise, que también en el campo de la acción y el policial construirían vehículos con identidad propia, reflexiva y hasta un poco autoindulgente. De paso, se convertía en un emblema visual y corporal de esa ciudad de cinematográficas colinas. Cuando hablamos de San Francisco, también tenemos que hablar de Bullitt.

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