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Funcinema

MAR DEL PLATA 2018: mini-críticas de Funcinema

Como cada Festival de Mar del Plata, el staff de Funcinema intenta recorrer la mayor parte de la programación y acercar una mirada sobre las películas que se ven en las diversas secciones. Y en esta 33ª edición regresamos con las mini-críticas, una mirada veloz al catálogo del certamen. Pasen y lean. (90 películas reseñadas)


NUEVAS


Corsario, de Raúl Perrone / 8 puntos


No es la primera vez que Perrone alude a Pasolini, pero lo que hace tan singular a Corsario es la posibilidad de construir una biografía icónica. Por supuesto no se trata de una sucesión de hechos cronológicos ni mucho menos, sino de la captación de dos o tres aspectos que representan la genial naturaleza del gran director italiano. El primero de ellos es la combinación del cine con la poesía. Ambos lenguajes recorren toda la película en diversas circunstancias, ya sea en un prólogo cuyo marco es un casting donde los candidatos leen versos, son observados en sus movimientos para un film potencial o en esa voz que recita en ciertas ocasiones estratégicamente incluidas. Segundo, porque allí están los raggazzi di vita comidos por la cámara a medida que caminan por la calle, dialogan y son seducidos. Tercero, porque se da cuenta también del trágico final pero en una secuencia maravillosa donde el reflejo de unos chicos en skate atraviesa el cuerpo tendido del Pasolini actor. Nuevamente Perrone sorprende y actualiza signos del universo del cineasta con las marcas del presente, no sólo de la patria, Ituzaingó, sino con los chicos cuya identidad sexual se abre de un modo impensado en los setenta pero que hubiese sido celebrado por Pier Paolo. A todo ello, y tal como viene ocurriendo en esta etapa de su carrera, hay que añadir el carácter experimental de las imágenes, que oscilan entre fragmentos con el foco al límite y otros cuya nitidez naturalista contrasta fuertemente. El uso de una cámara estenopeica confirma la movilidad incesante y la exploración de Perrone, más inquieto que nunca. Guillermo Colantonio


La casa de Julio Iglesias, de Natalia Marín / 6 puntos


Tres frases extraídas de una entrevista (a J.G. Ballard) y de dos libros (de Ursula K. Leguin y Vilem Flusser) son interpretadas libremente en este corto experimental que vincula la arquitectura con la política cultural. El punto de partida es la construcción de una réplica de España en Shangai y los interrogantes de cómo diseñarla. La respuesta es que “España es Julio Iglesias”, entonces se pone en marcha el proyecto que, finalmente, con el tiempo se transformó en un lugar fantasmal. Sobre un fondo blanco con figuras abstractas, la voz en off va hilando el relato y utiliza las mencionadas frases. El breve documental nunca sale de un tono gélido y se destaca por el uso de la tecnología en 3D. Sin embargo, la cuestión de asociar la identidad de un país con una persona es un absurdo acto de reducción que Marín, incluso, postula con humor. Guillermo Colantonio


Lembro mais dos corvos, de Gustavo Vinagre / 7 puntos


¿Una terapia filmada? ¿Un pacto entre un cineasta y su actriz trans, Julia Katharine? ¿Cuándo se actúa, cuándo se dirige, quién dirige a quién? Estas y otras tantas preguntas podrían plantearse a medida que transcurre la película de Vinagre, hecha con mínimos recursos pero con un personaje que sostiene la estática puesta en escena de taquito y gracias a la complicidad que mantiene con su interlocutor detrás de cámara. El fuerte pasa por el relato, una historia triste contada con gracia, referencias cinéfilas e intercambios verbales donde ambos se interpelan (“No quiero mentirte, Gustavo”, “Creo que estás muy quieto”). Luego, diversos niveles de enunciación se superponen sin interferirse. Es la historia de vida relatada, pero también actuada; y es el mismo acto de estar filmando eso como ensayo. La virtud de Vinagre y de Julia radica principalmente en borrar los límites que marcan los roles. Hacia el final, de hecho, se produce una inversión y la protagonista dice “Ahora soy yo la directora”. Por último, lo privado es el ámbito que deriva en el gesto político para resguardar el cuerpo de las discriminaciones sociales, y la identidad de género asoma en medio de un mar de citas de telenovelas y películas clásicas. El logro consiste en hacer simple lo complejo. Guillermo Colantonio


Living the light Robby Müller, de Claire Pijman / 7 puntos


Maestro de la luz. Así llama Wim Wenders a Robby Müller en un homenaje. Y le hace justicia. Director de fotografía del realizador alemán durante años, además trabajó con Jarmusch, Von Trier y Schroeder, entre otros. Esta es la clase de documentales que generan una sonrisa melancólica, no sólo por la figura en cuestión sino por el desfile de imágenes cinematográficas que supimos amar. Todas ellas, ensambladas con archivos caseros donde Robby parecía continuar su trabajo profesional en hoteles, en su casa, siempre observando y filmando. También jugando, tal como se ve en la secuencia inicial en la que tapa el sol con la mano. Y si bien una enfermedad le impidió hablar en el presente (falleció este año), allí está su legado para que exprese esa paleta de colores destacada y siempre recordada en películas emblemáticas como El amigo americano, París Texas y Contra viento y marea, entre tantas. Guillermo Colantonio


Nightmare Cinema, de Joe Dante, Mick Garris, David Slade, Ryuhei Kitamura, Alejandro Brugués / 7 puntos


Las antologías cinematográficas de cortos suelen ser desparejas, no se me ocurre un ejemplo de lo contrario. Es fácil intuir que la diferencia de registros, intenciones, estilos y temas de los distintos autores participantes haga resentir un poco la cohesión o el efecto que produce el total del film. Igual también hay antologías de un solo autor que son coherentes y flojas como Relatos salvajes.  A todo esto, Nightmare Cinema se encuadra en unas cuantas tradiciones norteamericanas sobre todo en aquella de contar historias simples de diversión y susto con cierta carga inocente, sin subtextos complejos. Esquemas que recuerdan a la Dimensión desconocida o a The outer limits y en menor medida a Escalofríos o a los Cuentos de la cripta. Y sí, hay cortos mejores que otros, el primero The thing in the woods de Burgues es el mejor, una declaración de principios en un slasher mezclado con La cosa de otro mundo o La invasión de los ultracuerpos. El gran Dante y el menos grande Garris entienden el juego y responden con cortos a la altura de las circunstancias. Los trabajos de Kitamura y Slade se quedan descansado en la intrascendencia. De todas maneras, Nightmare Cinema es un film sólido, de dos horas de justo esparcimiento, un recordatorio de lo que era el cine de terror hace unas décadas: entretenido. Matías Gelpi


ANTERIORES


¿Podrás perdonarme?, de Marielle Heller / 8 puntos


Que Melissa McCarthy es una de las mejores cosas que le pasaron al cine (y a la comedia específicamente) no es ninguna novedad. Pero tal vez nunca como en ¿Podrás perdonarme? fuimos tan conscientes de sus capacidades como actriz dramática (algo, digámoslo un poco dolidos, que la podría depositar en la temporada de premios cuando eso debería haber ocurrido hace años). Pero la película Heller es un biopic y uno de esos protagonizados por personajes dolidos, que tanto le gustan a las academias. Sin embargo, ¿Podrás perdonarme? es una biografía bastante particular, porque registra el período de tiempo en la vida de la escritora Lee Israel en la que pasó a ser una paria de la industria editorial y se convirtió en falsificadora de cartas de celebridades. Lo interesante en el recorte que hace la directora está dado en el hecho de que a partir del viaje al mundo delictivo de la protagonista, logra pensar al personaje, sintetizarlo: y ahí aparecen la soledad, los vínculos de amistad y los afectivos que se dan en los márgenes de la sociedad. Si la película tiene una virtud es la de poder ser cínica, dolorosa, oscura y retorcida sin ponerse sórdida o miserable. Y en parte eso se logra gracias a la citada McCarthy y a Richard E. Grant, dos lúmpenes maravillosos y humanos, que lejos de pedir compasión redoblan la apuesta en una película que nunca pierde de vista su tono sardónico. Una gran sorpresa. Mex Faliero


Abrakadabra, de Luciano Onettio y Nicolás Onetti / 6 puntos


Un mago (Germán Baudino) regresa luego de 30 años a un teatro de Turín en donde su padre fue asesinado supuestamente por su asistente en un acto de magia. Ni bien llegado al lugar, una serie de crímenes se volverán a producir en su entorno. Este tercer giallo de los Onetti (los anteriores fueron Sonno Profondo y Francesca) tiene las mismas virtudes que sus trabajos previos, la textura del color que remite directamente a los años 60 y 70, el arte, una buena banda de sonido (Luciano Onetti es el encargado de llevarla adelante), y esta vez podemos sumarle actores principales que están muy bien (Germán Baudino y María Eugenia Rigon), más sus ya tradicionales actores de Azul (ciudad en donde se filmó la película). Los problemas radican en algunos pasajes del guión, principalmente cuando nos acercamos al final, que resulta un tanto confuso y llega de manera apresurada (la mayoría de los giallos italianos del 60 y 70 tenían también este problema). Si bien las muertes son atractivas desde la puesta en escena, algunas muy plásticas desde lo estético (la escena en que la actriz Clara Kovacic es decapitada), no están tan trabajadas en los momentos previos para lograr tensión y sufrir más, cosa que en el subgénero eran claves. Más allá de esto último, me siguen gustando las películas de los Onetti y ojalá vuelvan al giallo en algún momento, ya que por lo que comentó uno de ellos en la presentación irán hacia otros subgéneros dentro del terror. Lo bueno es que seguirán filmando. Gabriel Piquet


Ada Kaleh, de Helena Wittmann / 7 puntos


Se trata de un ejercicio formal antes que nada. Y está bien porque dura lo justo de acuerdo a su naturaleza experimental. No hay diálogos y nos encontramos en un lugar indeterminado durante el verano con residentes jóvenes. El tiempo transcurre a medida que los travellings circulares recorren los ambientes con tenues sonidos de fondo que provienen del exterior. Es el marco que prepara una especie de narcolepsia grupal. Mientras ellos duermen, la realidad se mantiene tal cual con sus objetos cotidianos, como si la percepción precediera a la verdad del acontecimiento. También existe la voluntad de concebir la experiencia cinematográfica como materia sensorial, aún con el riesgo de que como espectadores quedemos “cómodamente adormecidos”. Guillermo Colantonio


Almost fashionable: a film about Travis, de Fran Healy / 7 puntos


La banda escocesa de rock Travis tal vez ya pase inadvertida por estos tiempos en Argentina lejos del furor del britpop de los 90′. Esto quizás sea por el boom de amplia oferta musical existente en diversas plataformas o tal vez porque la vida tranquila de sus miembros no sean noticia para recordar su peso artístico a comparación de los arrolladores Coldplay, que apuntan a públicos masivos, o lo que supo ser Oasis con su eterna disputa entre los hermanos Gallagher y su entorno. Y precisamente estos son los temas que dan puntapié a este docu/diario de gira dirigido por su líder e ingeniosamente contado a través de un “objetivo” periodista invitado, Wyndham Wallace, quien absolutamente no se considera fan de la banda. Pero más allá de estas indicaciones el eje central del film es el concepto de sinceridad de un grupo musical de amigos que perduró y está tan unido como hace más de 20 años. Y cuyo leit motiv fue siempre llevar un mensaje auténtico y sincero a su público bonito e intimista. Una sana comunión entre ídolo y fanático con un metalenguaje tan profundo que soprenderá en su decodificación a Wallace y a los espectadores, en otra forma de entender el rock. Rosana López


A mata negra, de Rodrigo Aragao / 6 puntos


Una joven es encontrada en un bosque por un viejo curandero, quien la cría aunque no sea su padre. Ya siendo adulta, el viejo la mandará a un mercado en el medio del bosque para que le traiga alimentos, la joven se cruzará con un extraño personaje moribundo que le entrega un libro y le dice que haga algo a cambio de unas monedas de oro que le cambiarán la vida y habilitarán una maldición. Si bien este es un pequeño fragmento de lo que serían varias de las historias por donde va la película, es difícil resumir todo sin caer en explicaciones que develen situaciones. El guión es tan inestable que muchas de las cosas que suceden se pierden en algún momento y vuelven aparecer cerca del final, e inclusive algunas ingresan a mitad de película. De ese caos que termina desbarrancando en el final, podemos rescatar la puesta del realizador, el riesgo que toma en algunos pasajes (el pollito poseído) que lleva todo al universo del humor en la línea Evil Dead y la intención de mezclar elementos tradicionales del género con los más folklóricos de su país, aunque el resultado no sea del todo satisfactorio. Gabriel Piquet


Anoche, de Paula Manzone y Nicanor Loreti / 6 puntos


Pilar (Gimena Accardi) quiere pasar un sábado sola. Su novio Marcos (Benjamín Rojas) es el primero en caerle. Se le sumarán su hermana (Valeria Lois) y su cuñado (Diego Velázquez), quienes de a poco irán generando un enredo que terminará con la tranquilidad que Pilar pensaba tener esa noche. Tradicional comedia de enredos en la línea de ese cine comercial francés que nos llega anualmente a la Argentina, funciona por momentos, hay una arbitrariedad que ayudará a la carga dramática del final de la película que rompe con la estructura de lugar único que veníamos viendo (la escena en que Pilar sale del departamento y anda por la calle). En líneas generales los chistes funcionan, principalmente los diálogos de los personajes de Lois y Velázquez. El mejor momento de la película llega con un acercamiento al humor negro y un gag relacionado con un ataque de epilepsia. Gabriel Piquet


A portuguesa, de Rita Azevedo Gomes / 6 puntos


La portuguesa del título es una joven pelirroja, fascinante como arrogante, igual que la película. Gomes regresa con sus imágenes hipnóticas, cuadros vivientes y una densidad artística que tiene sus momentos cautivantes pero que en la suma de minutos termina por agobiar. Basada en una novela de Robert Musil, es imposible no admirar la belleza de ese mundo donde las mujeres esperan (y desean) y los hombres van a la guerra, su única obsesión. Gomes coloca a los personajes dentro del cuadro con un sentido coreográfico cuando no de pose, y una cámara que elude los primeros planos en la búsqueda de correspondencias pictóricas. Al igual en sus trabajos anteriores, pese al contexto histórico, se permite incluir anacronismos y la presencia de Ingrid Caven con sus canciones al estilo de un coro atemporal que complementa las situaciones narradas. El oportunismo político, la hipocresía episcopal y las convulsiones provocadas por las incesantes contiendas contrastan con el mundo paralizado de la espera donde se construye el saber femenino y se tejen misterios en medio de acciones cotidianas. Silencios, tenues desplazamientos y pocos signos de vitalidad humana se instalan como marcas expresivas porque lo que cuenta principalmente es un trabajo formal, y que de esa labor estética salga la sustancia de la película. Guillermo Colantonio


Ash is purest white, de Jia Zhangke / 8 puntos


Puede que Jia Zhangke sea el Heráclito del cine contemporáneo. No sólo porque toda su filmografía apunta a dar cuenta de las transformaciones en China, sino porque sus propias películas parecen verdaderos viajes donde nadie se baña dos veces en el mismo río. Ash is purest white incluye al comienzo una escena de baile al ritmo de Village People y promediando el final la increíble protagonista ve un ovni en el cielo estrellado. Así son las cosas en esta historia durante siete años a través de los cuales se teje el drama de una pareja cuyos cambios emocionales y turbulentos corren paralelos a los del país. Uno de los extremos temporales (2001) es mostrado a partir de una escena documental en un colectivo, una imagen de video digital con los pálidos colores tan característicos del director y un modo de entrar al espacio en el que nace la acción. Luego, los códigos genéricos gangsteriles funcionan para introducir un férreo linaje con idea de la hermandad en un universo masculino que chocará con los otros códigos, los del amor. Así, tradición y actualidad operarán en un doble sentido: cultural y sentimental. Y en el medio, la maestría de Jia para construir momentos únicos en pantalla. Guillermo Colantonio


Belmonte, de Federico Veiroj / 7 puntos


Belmonte es una película metódica, de encuadres precisos, excelente iluminación y concisión narrativa. Es decir, sabe lo quiere y lo lleva a buen puerto. Veiroj regresa con personajes de periplos existenciales y esta vez elige a un artista. Pero a diferencia de otras incursiones que subrayan obsecuentemente la obra o reparan en las miserias, aquí todo parece estar en su justa medida. En todo caso, la exploración apunta a captar los tiempos muertos del protagonista a través de la convivencia desordenada con su pequeña hija, la relación con su ex esposa y un secreto en relación a su padre que lo tiene inquieto. Ninguna de estas situaciones supera el trazo de presentación ya que Javier Belmonte las transita como si navegara solo por momentos sin que se desborde el agua del tanque. Cuando no dibuja, asistimos a un universo estático de gestos lacónicos cuyo eje es la dispersión. ¿Qué hace un artista cuando no crea? Mira, se distrae, está en su mundo. Un delicado travelling sobre una estatua abre la película para concluir en la atenta observación de Javi (así lo llaman los suyos), la misma mirada obsesiva hacia ciertos detalles diseminados en diferentes situaciones que le impiden relajarse y disfrutar. Así lo vemos desistir de acostarse con una mujer, concentrado en un adorno, o reparar en un pasajero en el colectivo sin que se sepa por qué exactamente. El interior de Belmonte es un volcán que nunca estalla. Y si bien la historia se teje  en un microcosmos frío que puede pecar de cierta apología de la distancia, recupera vitalidad cuando las dosis de humor atenúan la sordidez melancólica de una ciudad que se presta a ello. Una galería de canciones pertenecientes a géneros variados también contribuye positivamente al cálculo y están puestas con buen gusto y en los pasajes indicados. Pese al estatismo, se disfruta este pequeño film, seguro de sí mismo. Guillermo Colantonio


Bixa travesty, de Claudia Priscilla y Kiko Goifman / 7 puntos


Una película que contenga este tema, en esta época, puede complicarse para criticar ya que todo lo que trae aparejado puede ser susceptible hacia todos los lados. La figura de la cantante, bailarina y activista trans brasileña Linn da Quebrada tiene tanto magnetismo que muchas de las imágenes que vemos en pantalla, nos hacen descubrir que ya todo cambió y no hay vuelta atrás en el tema de género por más que a muchos les moleste. Ella escupe (utiliza esta palabra en una de sus letras) realidades que van más allá de los trans de su país. Su música es funk pero no vemos moverse los tradicionales culos de las chicas afro-descendientes que la cultura machista, como dice la intérprete, nos tiene acostumbrados. Acá hay culos que bailan, el de las maricas-travestis (Bixa-Travesty), porque como dice Linn es un lugar que ella se creó y al cual le gusta pertenecer. Descripciones en sus letras en las que una verga deja de ser un elemento de poder del hombre, para pasar a ser un adorno que se mueve al ritmo que propone la banda o una palabra para provocar. Entre los aciertos del documental, citamos los momentos divertidos entre Linn y su compañera de banda Jup du Bairro con quien hacen un programa de radio, las performance en video mostrando sin temor su cuerpo, la relación con su madre (quien todavía le dice “él”) y el buen timing para develar un problema de salud sin caer en el golpe bajo. Gabriel Piquet


Burning, de Lee Chan Dong / 8 puntos


Basada en la novela breve de Haruki Murakami, tenemos aquí una historia llena de intriga y clima con una definición narrativa majestuosa y poética donde también la minuciosidad de los lugares físicos que acompañan al trío protagonista son actores excitados por hablar. Cuando un joven encuentra a una antigua vecina de su edad de la que comienza a enamorarse y decide cuidar su casa tras el viaje de esta, no espera el retorno de ella con un rival adinerado y misterioso encarnado en Steven Yeun -una de las ex estrellas más prometedoras de The walking death-. Chan Dong juega a la perfección con el suspenso de ritmo pausado pero firme, con pulso creciente y con un modo implícito alarmante, a la vez del drama y la inocencia entre soñadores/jugadores. Una fascinante pieza galardonada con la Palma de Oro de la crítica en Cannes. Rosana López


Carmine street guitars, de Ron Mann / 6 puntos


Rick Kelly no sólo es el dueño de un local luthier de guitarras eléctricas en Manhattan sino un romántico en la confección de un arte manual a punto de extinguirse y que no cuenta con academias visibles. Lo que Kelly hace es una pasión original. El secreto está en seleccionar maderas de árboles talados antes de 1800, y que han servido como parte de edificaciones y mobiliarios de edificios antiguos de la ciudad. Material que en general lo consigue de forma gratuita y le otorga a sus instrumentos una mejor resonancia. Pero Carmine street guitars también nos habla de un negocio artístico a pulmón y con mucho amor en el detalle que sobrevive al infierno de las grandes cadenas de ventas en instrumentos musicales. Un negocio para clientes mimados con atención personalizada que involucra a Patti Smith, Bob Dylan o Roger Waters. Junto a su joven aprendiz, Kelly hace réplicas como la Stratocaster Fender de los 40′ respetando su patrón pero incluyendo ese toque original de tallados de dibujos de íconos musicales o, ya sea, respetando graffitis anónimos o vetas propias de aquella madera resucitada. Un documental esencial para músicos y curiosos en general que brinda un contenido de peso interesante e intercala entrevistas y buenos momentos de zapada entre amigos. Rosana López


Cartitas, de Alejandro Rocchi y Marco Bentacor / 8 puntos


Esta especie de documental refleja los primeros amores de la etapa escolar, con sus alegrías, enojos, decepciones y desencuentros. Todas estas vivencias son relatadas por los niños de una escuela de Aguas Corrientes (Uruguay), quienes hablan sobre qué representa el amor en estos instantes previos a la adolescencia. Más allá de la ternura y frescura de los comentarios, el film es el que enaltece dichas palabras al saber qué fragmentos incluir, el orden en que va cada uno y un armado final de edición que permite observar claramente ese fantástico mundo escolar. Sin desmerecer ni burlarse de las reflexiones de los chicos, la película es breve pero concreta en lo que quiere mostrar, representado un gran trabajo sobre el mundo infantil y su visión tierna, pero certera, de qué es el amor. Brian Macchi


Casanovagen, de Luise Donschen / 6 puntos


Más allá de una secuencia de apertura prometedora donde unas góndolas parecen bailar en las aguas de Venecia, la película es un exponente más de aquellos territorios conceptuales donde las ideas están por encima del cine mismo. Donschen propone un trabajo de laboratorio, tan frío y distante como ese ámbito. Una sucesión de planos en situaciones diversas aparecen pegados para establecer una conexión (a veces forzada) con el gen Casanova que expresa el título. El principal problema es que las asociaciones piden ser descubiertas a gritos a través de gélidas estampas en 16 mm que no logran empatía alguna debido al tono monocorde de la propuesta. Por ende, la seducción sólo proviene de las explicaciones y reportajes que puedan aclarar las intenciones, es decir, desde un marco extracinematográfico alejado de la emoción y cercano al discurso académico. Guillermo Colantonio


Cassandro el Exótico!, de Marie Losier / 7 puntos


Marie Losier vuelve a explorar las relaciones entre identidad, género y cuerpo dentro de un campo de productiva experimentación. Esta vez acompaña a un singular personaje, un luchador gay mexicano llamado Cassandro cuya popularidad rompe con los estereotipos de un universo consagrado a lo masculino. Sin embargo, desde un comienzo queda claro que la verdadera lucha es ser reconocido por sus virtudes y evitar la estigmatización del exotismo. Si hay algo que tiene en claro Losier es que el cuerpo es escritura. De allí la cantidad de cicatrices y tatuajes para dar cuenta de los golpes durante su carrera, y de los otros golpes, los de la vida. Cassandro es una entidad fronteriza, compleja, como la misma tierra mexicana que le toca habitar, atravesada por diversas cosmovisiones religiosas. A las imágenes que muestran su intimidad se le suman las espectaculares en el terreno de la lucha, con glamour incluido. Utilizando diferentes formatos y marcos enunciativos, la directora también aborda el dolor del retiro y todo el tramo final parece cerrarse chamánicamente en un tono alucinatorio bastante peculiar. En un momento del documental escuchamos música mientras desfilan unas placas radiográficas que evidencian el deterioro físico de Cassandro. Se trata de un buen ejemplo del cine de Losier. Los traumas corporales son el resultado, en todo caso, de decisiones personales y de una vitalidad envidiable. Y eso que otros verían con malos ojos, acá se acompaña con rock. Guillermo Colantonio


Chaos, de Sara Fattahi/ 7 puntos


Tras un comienzo difuso que invita a armar el marco, vamos captando el sentido de las imágenes y el arco narrativo: una mujer atrapada en Damasco, otra en el exilio y una tercera que se ha ido recientemente. Los cuadros emocionales de cada una aparecen encorsetados en un silencio que materializa la soledad y ensancha la opresión de lo cotidiano. La frialdad y el despojamiento se instalan como las únicas marcas expresivas posibles para contener el mismo dolor que las tres llevan consigo. Y la lógica visual radica en una manifiesta voluntad por desencuadrar los cuerpos y en todo caso encuadrar los espacios internos a una distancia capaz de buscar contrastes lumínicos y propiciar algo de belleza en medio del pantano diario. La sordidez es una moneda que cotiza bien en los festivales. Por supuesto, hay usos y abusos. Sin embargo, dos estrategias enunciativas distinguen a Chaos de otros tantos circuitos tendientes a la miseria gratuita o forzada. En primer lugar, la utilización de una voz en off que atraviesa las tres historias (en una de ellas la misma directora es la protagonista, quien reside en Viena) proveniente de Ingeborg Bachmann, poeta y autora austríaca, una de las más destacadas escritoras en lengua alemana del Siglo XX. Lo que ella cuenta se enlaza progresivamente con los traumas de las mujeres en un exilio que excede cualquier parámetro cultural o lingüístico y se convierte en un desarraigo profundo, tanto en la memoria como en el alma. El otro procedimiento destacado consiste en asistir a tres monólogos sensitivos que prescinden de las palabras y se expresan con gestos, actitudes y pequeños actos, todos ellos acompañados desde el plano sonoro con la naturaleza. Hay una especie de réquiem biográfico pero consagrado al tiempo presente y a lo que queda de la experiencia de la guerra y a la pérdida de los seres queridos. Guillermo Colantonio


Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos, de João Salaviza y Renée Nader Messora / 6 puntos


Esta especie de docudrama antropológico, filmado en una aldea remota en las mesetas del centro y norte de Brasil, se centra en la comunidad de los indígenas Kraho para contar una sencilla historia que involucra a una pareja de jóvenes y su pequeño hijo. Ihjac es exhortado por el espíritu de su padre para que complete su funeral. El hecho de que se comunique con los muertos lo pone en una situación que no puede afrontar, la de convertirse en chamán. Como aquellos superhéroes que reniegan de su condición, decide evitar ese destino y se aleja temporalmente a la ciudad. La película se juega constantemente en una tensión generada por la observación cautelosa y complaciente de los comportamientos sociales del grupo en cuestión, y una posible dramaturgia que sólo se activa en el momento en el que Ihjac deambula por los espacios urbanos en medio de la indiferencia y la discriminación. En este tramo, la complejidad y el misterio de la naturaleza son sustituidos por los ruidos y el malestar de la supuesta civilización con sus instituciones precarias. Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos hace gala de una hermosa fotografía y de una utilización impecable de la materia sonora, principalmente para dar cuenta de un tiempo suspendido, cosmológico, que se rompe en la ciudad, donde cada minuto cuenta para que Ihjac sea obligado a regresar a su aldea, ya sea por completar el designio de su padre, por la necesidad de su familia o por las mismas personas que lo miran recelosamente en esa urbe que le es ajena, donde los chamanes son reemplazados por médicos, los sonidos de los pájaros por música callejera, la desnudez por la ropa y la libertad por la opresión. Sin embargo, la calidad de la película no es suficiente para apaciguar un cierto letargo cuyo precio es exigir la entrega de espectadores cautivos de la contemplación, al mismo nivel que una cámara estática e hipnotizada por lo que registra. Guillermo Colantonio


Como Fernando Pessoa salvou Portugal, de Eugène Green / 8 puntos


En apenas 27 minutos, Green logra varias cosas. Contar un episodio desopilante que refiere al escritor Fernando Pessoa involucrado en un eslogan para introducir una gaseosa en el país. Luego, homenajear al cine de Portugal, sobre todo al humor sardónico de Joao César Monteiro y a la elegancia de Manoel de Oliveira. Por último, trazar (como es característico en el director) retratos humanos desde una distancia capaz de seducir con esos planos frontales que rompen la lógica de los diálogos en la pantalla. Todo comienza cuando un tal Maidinho de Almeida le hace el particular encargo al escritor, quien se ve obligado a crear un matrimonio por conveniencia entre la publicidad y la poesía. El resultado es una frase genial: “Primero será sorprendido, luego será poseído.” Las autoridades del Estado y la Iglesia ponen el grito en el cielo que deriva en protestas, prohibiciones y exorcismos. El humor y el absurdo son herramientas tan bien empleadas que dan ganas de quedarse mucho tiempo más. Guillermo Colantonio


Competencia argentina de cortometrajes 1, films de Alejo Franzetti, Leandro Listorti, Alan Martín Segal, María Aparicio y Cecilia Kang / 6 puntos


Esta primera entrega se destaca por un contraste de propuestas estéticas y narrativas. Hojas de Berlín tiene un espíritu experimental, confiando en el poder de las imágenes (con mucho grano, emulando el video casero) para evocar memorias en su narración. El relato es errático y se pierde en las ideas propuestas. Petit Daguerre atraviesa el mismo terreno, deteniéndose en la cotidianeidad de París para evocar memorias, resaltando el sonido ambiente. El caos narrativo es intrigante por las imágenes que ofrece, pero asemeja un ejercicio incompleto. Key Washer Coin cuenta con elementos de documental en torno a estrategias de marketing. Su concepto es intrigante pero condensa tanta información como para dar una narración confusa que naufraga por su ambición. Hombre bajo la lluvia es más clásico pero audaz en su ejecución, evitando subrayados y con un blanco y negro expresivo, dando relevancia al sonido para referir a la exclusión laboral de un sistema que acentúa desigualdades. Bicicletas asemeja en su estructura a los relatos de Carver: una anécdota aparentemente inofensiva y cotidiana afecta a los personajes, reflotando inseguridades. Su solidez se sostiene en las grandes actuaciones y un guión pulido. Cristian Mangini


Competencia argentina de cortometrajes 2, films de Tomás Posse, Santiago Reale, Manuel Reyes, Ariel Cheszes, Sebastián Basiluk, Delfina Gavaldá y Carmen Rivoira / 7 puntos


Esta segunda entrega se destaca por su regularidad, a pesar de lo diverso de las propuestas. Los bastardos se basa en un trío de jóvenes cuyo vínculo e intenciones viviendo en un costoso departamento se va revelando de a poco. Si bien la trama puede no ser original, la solidez de sus actuaciones y un relato que dosifica la información la hacen una propuesta fresca. Aquel verano sin hogar es un relato barroco que se sostiene en la memoria de las consecuencias de una tormenta. Su búsqueda poética, un tanto ampulosa, encuentra sin embargo en la calidez del registro documental y anécdotas un punto de encuentro con el espectador. Volcán es un lúcido ejercicio de sinestesia que consigue sumergirnos en su universo. Las lilántidas es un relato de suspenso en torno a peligrosas criaturas que un científico protege celosamente y ahora debe abandonar. Lo interesante es la forma en que construye un mundo fuera de campo y, en el caso de las criaturas, fuera de cuadro, resultando atrapante. Mientras las olas es una coming-of-age magnética que se sostiene en el universo de la conflictuada protagonista. Su pasar errático desnuda un vínculo distante con lo que le rodea, sostenido en la sutileza de los encuadres. Cristian Mangini


Competencia latinoamericana de cortos, de Malena Szlam, Luis Alejandro Yero, Simón Velez, Carolina Markowicz / 5 puntos


En líneas generales la competencia latinoamericana de cortometrajes ha tenido un nivel irregular a pesar de la variedad de las propuestas. El registro experimental de Altiplano, con el montaje de imágenes de esa región geográfica, superponiéndose caóticamente y el sonido asincrónico que remite a la psicodelia, logra un curioso retrato que parece un desolado paisaje marciano. El cementerio se alumbra plantea un escenario distópico en La Habana valiéndose de pequeñas viñetas corales. Más allá de lo logrado del escenario desolador, se trata de una experiencia por momentos insatisfactoria debido a la carencia de un relato y el trazado grueso de búsquedas poéticas un tanto kitsch. La longitud de un puente es un relato que parte inicialmente del robo de una moto: aunque la forma en que se va revelando la historia es errática, logra en su extensión componer un retrato cálido de la pareja protagonista. Finalmente, El huérfano relata la experiencia de su protagonista al atravesar varios procesos de adopción que terminan siendo frustrados por su condición sexual. Si bien su solidez dramática es un tanto endeble por diálogos que por momentos no resultan convincentes, la forma en que se aproxima al tema sin subrayados groseros o golpes bajos es destacable. Cristian Mangini


Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón / 7 puntos


En un futuro el país estará manejado por los narcos y la población femenina disminuirá. Con este texto comienza la historia ambientada en un post-apocalíptico desierto de México. Una niña que usa una máscara para que no sepan que es mujer, es la hija de un músico adicto que cuida una cancha de béisbol que utilizan los narcos. Ella tiene un grupo de amigos, a uno de ellos, Angel, le falta un brazo (este dato que parece no servir para nada tendrá más valor a medida que avanza el relato).Una noche algunos narcos van a jugar a la cancha, el primo del jefe intenta tomar prisionera a la niña y sus amigos, y el padre de ella los mata. El jefe de los narcos le perdonará la vida si lleva a la niña y sus músicos a una fiesta que dará a la noche. La película explota muy bien los pocos elementos con los que cuenta, el padre que intenta defender a la niña manteniéndola junto a él todo el tiempo (en un momento la tiene encadenada) para que no se la roben, las buenas intenciones de la hija escondiéndole las drogas para que no consuma (detonante para otro problema mayor), el grupo de niños que “entrenan”; y uno se imagina que en breve serán futuros sicarios. Todo esto como pequeños pasos que lleva a otro lugar, pero nunca mejor. El film es escurridizo, se pasa por varios géneros, no se detiene en ninguno, convirtiéndose en su mayor virtud. Gabriel Piquet


Construcciones, de Fernando Martin Restelli / 5 puntos


Este documental sigua a Pedro, un sereno de un edificio en construcción (puede trabajar en la obra también, pero no se lo muestra en esa actividad). Vive con su hijo menor en un barrio de la periferia rural de Córdoba. También participan en la película su otro hijo y su cuñada (esta relación la interpreto yo, no queda muy claro). La interacción diaria entre padre e hijo menor es lo mejor del documental, la espontaneidad del niño en varios pasajes logra traspasar al terreno de la ficción aunque lo que hablen no este guionado. El problema es la sobrecarga de información sobre lo que vamos descubriendo, todo esto marcado por un noticiero radial que parece siempre estar en sintonía con lo que hacen o piensan lo intérpretes. La figura del padre, más allá de su cotidianeidad, no logra trasmitir mucho sobre lo que piensa o siente. Cae nuevamente en lo explícito en la escena que se lo ve con una mujer que le acaricia el pelo, para que en otra acción se escuche en la radio sobre una línea telefónica que atiende a personas solas. Gabriel Piquet


Cuando brillan las estrellas, de Natalia Hernández / 7 puntos


La ópera prima de esta directora argentina es una historia coral, donde se reflejan encuentros y desencuentros de diferentes parejas, exhibiéndose tanto las primeras salidas, como la ruptura de una unión de varios años o la vuelta de un viejo amor de la infancia. Ante cada situación, la trama no aporta ninguna novedad, ni nada que no haya sido visto, pero el tratamiento que tienen estas historias es el punto fuerte del trabajo de Hernández. La cercanía, la calidez y la frescura que posee cada momento hacen que quien la observe se involucre con lo que le sucede a cada personaje, los cuales se encuentran muy bien construidos logrando que transmitan cada sentimiento que les pasa. Un auspicio debut de Hernández en este film que es pequeño, pero que resulta tan amigable que no queda otra cosa más que disfrutarlo. Brian Macchi


Dead horse nebula, de Tarik Aktas / 6 puntos


El tramo inicial nos presenta la mejor secuencia. Dos hombres en una camioneta con un niño detrás atraviesan un camino y deben parar en medio de un paraje solitario. El pequeño descubre un caballo muerto. Intrigado, lo penetra con una rama y la carne agusanada se desprende ante su perplejo rostro. El plano detalle de esa masa putrefacta aparenta meternos en el debate de si es posible unir lo poético a “lo feo”, y a juzgar por la imagen, nada hay que objetar a esa idea. La armonía de ese ambiente idílico es entorpecida por la exacerbación del sonido de las moscas que pululan alrededor del animal, mientras llega cada vez más gente para ver cómo lo sacan de allí. Finalmente, queman al caballo durante la noche. Mientras los hombres resuelven fácticamente, la cámara se posiciona desde el punto de vista del niño cuya mirada se eleva hacia un cielo estrellado (donde lógicamente asociamos la nube estelar del título). No habla ni sabemos qué piensa, sin embargo podemos inferir algún misterio no develado. La elipsis, una herramienta que el director utiliza por sobremanera, nos lleva al mismo personaje crecido y a punto de sacrificar una cabra, hecho que concluye con un accidente en su pierna y una internación. Algo de lo que ocurrió a sus siete años transformó su ser. A partir de aquí la historia se arma con retazos, con pequeñas unidades cuya continuidad parece antojadiza, a no ser por un hilo semántico conductor vinculado con la inminente llegada de la muerte, del contacto con ella a través de otros cuerpos y otras situaciones que se añaden,  y que despiertan aquella traumática escena fundacional. El ritmo es moroso, aletargado, como si hubiera un padecimiento en tanto y en cuanto no se sabe cómo cerrar el asunto. Ciertos planos logrados visualmente quieren compensar la dispersión narrativa. Y la escena final, más allá de su efectismo y de su ambigüedad, no logra salvar esta instancia de indecisión en la que está sumido el relato. Guillermo Colantonio


Doubles vies, de Olivier Assayas / 8 puntos


La nueva película de Assayas es tan fluida, tan chispeante, tan escurridiza y divertida, que pareciera que en su vida sólo ha hecho comedias. Así de perfecto es el mecanismo que moviliza esta historia de amores cruzados e intelectuales que discuten sobre los nuevos hábitos de consumo cultural. El gran director francés filma una película sobre la palabra como elemento que dirige la puesta en escena: 108 minutos de diálogos y más diálogos que fascinan y organizan cada plano. Pero también sobre la palabra como personaje y objeto de análisis, especialmente la palabra escrita, fuente indispensable de una industria editorial que comienza a hacerse demasiadas preguntas. Sobre redes sociales, papel impreso, digitalizaciones y demás bellezas que son puestas en crisis en este presente: llamativamente, en Doubles vies no hay casi personajes jóvenes porque a Assayas lo vuelve a obsesionar un asunto, el tiempo. Y el paso del mismo es lo que pone, también en crisis, a sus personajes, que parecen estar corriendo sobre parejas, vínculos y trabajos insatisfactorios. Assayas nunca pierde el humor y el cuarteto que integran Guillaume Canet, Juliette Binoche, Vincent Macaigne y Nora Hamzawi está perfecto. Hay un chiste que relaciona Star Wars, La cinta blanca y sexo oral que es lo más gracioso de este festival. Mex Faliero


El árbol negro, de Máximo Ciambella y Damián Coluccio / 5 puntos


Es notable la fotografía y los primeros minutos son realmente buenos. Unen imágenes casi mágicas con un relato de leyenda. La voz en off se mezcla con los paisajes potenciándose. Luego de esto, ya nos encontramos con un film un tanto desparejo. Por un lado, aparece intercalado el estilo de los primeros minutos, como algo azaroso, que no pareciera tener un criterio. Por el otro, presentan un relato sobre la comunidad qom y en especial la historia de Martín. Se muestran así escenas sobre la vida que llevan, los diálogos entre ellos y parte de su lucha: las asambleas y los cortes. Pero este aspecto no parece profundizar mucho más que lo que ya han hecho otros films con el mismo estilo (se puede mencionar a Be jam be, la canción sin fin y Martirio). Quizás un punto que podría haber sido fuerte como la narración mágica en la que se mezcla la tradición Qom y una excelente captura del paisaje, queda relegado a un criterio híbrido, en un todo que no se define muy bien y al que le cuesta la fluidez. Melody San Luis


El cuadrado perfecto, de Pablo Bagedelli / 7 puntos


El documental de Bagedelli es un interesante recorte acerca del estado general de la cinología en Argentina. Con cinología nos referimos al estudio de los perros, sobre todo a los rasgos genéticos y a la preservación de la pureza de las razas. Es interesante porque se nos sumerge en este mundo desconocido para muchos, entre los cuales me incluyo, y se nos deja el espacio para elaborar nuestras conclusiones al respecto, muestra un recorte por supuesto pero no se apresura a opinar, va construyendo su mirada  junto con la del espectador. Es que el universo de la cinología es un generador de preguntas inmediatas, sobre todo en lo que respecta a lo que les pasa a los perros en estos procesos de crianza en búsqueda de campeones de raza, donde los ejemplares son juzgados con dureza y manipulados cual objetos de arte, aunque objetos al fin. Por allí, en El cuadrado perfecto aparece un veterinario taxidermista amante de la caza mayor que es un personaje difícil, sobre todo en su discurso acerca de lo que son los animales para él: los ama y los quiere como trofeos, es un villano de película de superhéroes. También uno se termina preguntando si tiene algún sentido la preservación de las razas puras, más allá del negocio que legitima y la obsesión de los sommelier de material genético canino. Por lo demás los perros en la película parecen estar tranquilos, como si se prestaran a un espectáculo un poco decadente para ayudarnos a vivir a nosotros los pobres humanos. Matías Gelpi


El día que resistía, de Alessia Chiesa / 8 puntos


La infancia de tres niños nos acerca un mundo de juegos en el que todo problema se pasa cantando “hay que llamar al lobo”. No sabemos la causa de por qué ellos pasan días sin la presencia de un adulto, y realmente son pequeños. Este aspecto es el que moviliza al film y el que también genera cierta incomodidad. Como en el cuento Casa tomada de Julio Cortázar, pueden generarse diferentes interpretaciones de lo que pasa en el film, pero al final todas son válidas, porque no se sabe cómo se llegó a eso. La visión a la que asistimos es la de los niños, por eso el tiempo pareciera estar trastocado. Lo mismo pasa con la visión, hay planos generales, pero nunca se puede observar bien la dimensión que tiene el lugar en el que están. La casa que habitan junto al bosque, en el que se sitúa, parece ser un laberinto, en el que la inmensidad es una buena oportunidad para el juego, pero también para el miedo. Por último y no menos importante, mencionar que el film está apoyado especialmente en sus protagonistas, los tres con personalidades atractivas y diferentes. Melody San Luis


El hijo del cazador, de Germán Scelso y Federico Robles / 7 puntos


La historia en primera persona de Luis Alberto Quijano hijo, nos cuenta la relación con su padre, el represor Luis Alberto Cayetano Quijano, que fue uno de los torturadores del centro clandestino La Perla en la ciudad de Córdoba. El protagonista habla de muchas cosas: su “reclutamiento” a los 14 años por parte de su padre que lo llevaba a realizar tareas que consistían en hacer desaparecer bibliografía que ellos creían relacionadas con el comunismo, su paso por la Gendarmería, su rechazo constante a su madre, su fanatismo con las guerras rusas y el casamiento con su segunda mujer. Si bien Quijano hijo denunció a su padre por todos los delitos que cometió, sabe que le cuesta estar de acuerdo con muchas cosas que piensan los familiares de las víctimas de su padre. La naturalidad con que los realizadores lo registran incomoda en muchos momentos por las declaraciones que hace, pero esto mismo es lo más valiente del documental, lo dejan hablar sin juzgarlo. Es ahí en donde vamos indagando y descubriendo el universo de este personaje que muestra el entorno en el que vivía (el padre le hacía escuchar grabaciones con las torturas que realizaban, marchas nazis), la plata que veía sobre la cama de sus padres luego de volver de saquear las casas de las víctimas. Lo que cuenta su actual mujer bielorrusa, también da una idea que transforma la tranquilidad con la que el personaje habla a cámara. Deja escapar algunos detalles que omite el entrevistado sobre cómo es en su vida privada. Gabriel Piquet


El lugar de la desaparición, de Martín Farina / 6 puntos


Desde lo formal este film explora la yuxtaposición, tanto de sonidos y de imágenes. A partir de los ruidos y las voces se construye una idea de tiempo en la que pasado, presente y futuro parecen convivir. Es mediante esto que podemos acercarnos a la sensaciones de una familia que vive la crisis de la muerte de su madre, quien se encargaba de mantener a todos los hijos unidos. Las fotografías y los videos de archivo también van construyendo los recuerdos, aparecen todos mezclados, sin criterio cronológico, tal como interpretamos que viven el presente cada uno de los integrantes. En cuanto al género, este film mezcla el documental con la ficción. Esto le permite ingresar en pantalla escenas con más naturalidad. Dada la temática, el ritmo, la música y los ambientes oscuros, mantiene cierta tensión, pero luego el recurso empieza a agotarse, haciendo que el film pierda fuerza. Melody San Luis


El llanto, de Hérnan Fernández / 6 puntos


Con un ritmo paciente, el film toma un riesgo que tiene beneficios y debilidades. Se narra la historia de una joven correntina que vive su maternidad reciente prácticamente en soledad. Aún consciente de las formas de comunicación aceleradas que vivimos en la actualidad, el director decide tomar un estilo de narración en el que impera la espera y la repetición. Es difícil entrar a la lógica que propone, es fino el límite entre estar adentro o salir del film. Sin embargo, es valorable el lugar incómodo que asume. Mediante estas formas es posible apreciar muchas interpretaciones sobre la historia que propone. Entre estas consideraciones podemos notar que la ausencia de diálogos es una constante. La palabra está de la mano de la religión, son casi las únicas escenas en donde se habla. La biblia impera su voz sobre el silencio en vida de la joven. La repetición de actividades y lugares de la vida cotidiana de la muchacha van abriendo, a medida que volvemos a ver las imágenes, nueva información. Los datos siempre parecen pocos, porque se juega con la intriga de no saber bien si se está entendiendo del todo la historia. Aunque no es fácil mantener la atención en un estilo de película así, en la que se sostiene una misma escena por varios minutos, vale la pena entrar en otra lógica de pensamiento por un rato.  Melody San Luis


El rocío, de Emiliano Greco / 7 puntos


Una madre lleva al pediatra a su pequeña hija y este le indica que los inconvenientes de salud que tiene pueden ser derivados de haberse intoxicado con los químicos que se utilizan para fumigar los campos. Ese es el punto de partida de este film, que tomando como fondo el tema de los agrotóxicos presenta la historia de esta madre que hará lo imposible para tratar de solventar el tratamiento de su hija. De manera directa y descarnada, la película expone crudamente las diferentes circunstancias que se suman a la problemática general abordada, tocando temas como la falta de trabajo, el narcotráfico y la violencia cotidiana. Con una potente actuación de su protagonista, El rocío habla sobre la cuestión ambiental desde un punto de vista original, ya que no se centra solamente en la temática ecológica sino que incluye todo el contexto que se presenta durante estos instantes. Brian Macchi


Encandilan luces, viaje con Los síquicos litoraleños, Alejandro Gallo Bermúdez / 6 puntos


Los síquicos litoraleños es una banda formada en Curuzu Cuatia, Corrientes, que fusiona ritmos folklóricos de la zona con el más puro rock sinfónico, convirtiendo su música en una sorprendente mezcla y muy particular. Esta peculiar formación comenzó tocando en pequeños pueblos de su provincia hasta llegar a presentarse en el under europeo, donde fueron reconocidos y se ganaron el apodo de “el Pink Floyd de los pobres”. Todo esto es presentado en este documental que siguiendo el singular estilo de la formación, exhibe de manera correcta cada momento de la banda, mezclado con diferentes situaciones delirantes, que resultan divertidas pero que, a su vez, tienen que ver con la estética de los Síquicos. Un trabajo algo desprolijo, pero interesante para conocer un conjunto del under local, que pretende dar una propuesta original y diferente. Brian Macchi


Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta / 7 puntos


Podemos partir de una obviedad, de una verdad de perogrullo subrayada en el título: Lacuesta navega entre dos aguas, el del documental y el de la ficción. Retoma los personajes de La leyenda del tiempo y confirma su habilidad para disimular el pasaje de una a otra instancia, sin embargo, también navega narrativamente. La película empieza y termina muy arriba pero varios tramos del medio se ven perjudicados por una duración excesiva (ese mal del cine actual incapaz de cortar a tiempo) y alguna que otra escena ficcionalizada de manera forzada. Los años han pasado y la vida de los hermanos, ahora adultos, es diferente. Isra sale de la cárcel. Su reinserción social y familiar parece imposible. Su mujer no lo quiere en casa, no consigue trabajo, apenas ve a las tres hijas y debe enfrentar sus propios fantasmas del pasado. Las condiciones en la isla son adversas y la naturaleza gitana tira para no conformarse y quedarse quieto. El otro hermano, Cheíto, tiene una familia constituida pero se esfuerza para concretar un proyecto que asoma como imposible. El tema para ambos es ese dinero que escasea para su clase, obligada a arrodillarse ante los peores escenarios de crisis. Hay verdaderos pasajes de intensidad emotiva como de gracia cinematográfica. Los personajes conservan la luminosidad de entonces, sobre todo cuando sacan a relucir sus juegos  y esos breves lapsos de disfrute que Lacuesta filma justamente, como recuperando la infancia. Es el perfecto contraste frente a la desazón de un mundo que se derrumba, ese mundo donde Isra no volverá a cantar. Tal vez, una concentración dramática más acotada hubiera puesto al film en un lugar más privilegiado. Guillermo Colantonio


Fausto, de Andrea Bussmann / 7 puntos


Dentro del conjunto de producciones fílmicas con intenciones visiblemente formalistas se encuentran aquellas que transitan por terrenos híbridos. Hay una pregunta que las atraviesa en relación con qué hacer con las imágenes, cómo hacerlas entrar en juego en el desgastado mundo del audiovisual. Tal vez en esta línea debamos entender Fausto, una huida de la gran urbe para refugiar el ojo en la costa oaxaqueña de México y sumirnos en un cuadro onírico donde se conjugan el pacto fáustico, las leyendas ancestrales y el presente, sin saber bien a dónde vamos ni dónde estamos. Esta desorientación es productiva cuando el registro poético gobierna las imágenes a través de un acercamiento que combina el relato en off con una mirada de corte etnográfico. El escenario es una playa que alberga varios misterios provenientes de la época precolombina. Lejos de la postal turística paradisiaca, Bussmann elige teñirla de oscuras texturas digitales tendientes a instalar incertidumbre y buscando explorar ese espacio para convertirlo en otra cosa. Los personajes que intervienen (actores no profesionales) son utilizados en una trama que guarda sutiles conexiones con el clásico literario, pero enseguida se percibe la estrategia orientada a priorizar, antes que una adaptación en términos convencionales, una atmósfera. Y sobre todo, un interesante mecanismo de asociación que involucra la vieja historia europea del pacto con el diablo y los mitos indígenas que deambulan como el viento por la isla. Guillermo Colantonio


Freaks, de Zach Lipovsky y Adam B. Stein / 7 puntos


Esta es de esas películas que cuando menos se revele su trama mejor juega el efecto misterio/sorpresa para el espectador. Sí podemos decir que aunque la temática no es muy original en el mundo del género fantástico/terror/ciencia ficción, tal vez sea una bocanada de aire fresco entre tanta sobreexplotación de otras subtemáticas que abundan por estos días. Y aquí hay guiños a ciertas historias de Stephen King o algún grupete de superhéroes especiales de Marvel. Sus directores ofrecen una obra con un principio pausado que con el transcurso narrativo va tomando fuerza y empatía total con el público hasta obtener su total interés. Un excelente producto con buenos efectos especiales y una estética cuidada. Aquí un padre sobreprotege del exterior a su pequeña hija por si en un futuro queda sola. Claro que la chiquita tiene la típica curiosidad de una niña de esa edad por descubrir el mundo que hay afuera. Curiosidad que será revelada cuando aparezca un extraño heladero del barrio que conoce bastante bien a esa pequeña. Con Freaks tal vez estemos en presencia de una nueva saga cinematográfica. Rosana López


Hal, de Amy Scott / 7 puntos


Algunos de los protagonistas del documental se preguntan por qué se olvidaron de Hal Ashby, teniendo en cuenta la importancia de su cine en los años 70 en Estados Unidos. Si bien no hay una respuesta directa a la pregunta, la directora logra con todo lo que tiene a su alcance darle cuerpo a un director no tan revalorizado como otros de su generación. Sus orígenes como montajista de varias de las películas de Norman Jewison, su ópera prima (The Landlord -1970-) y los pasos adelante que daba en la temática racial, teniendo en cuenta lo vigente del tema hoy en día. Pasando por todos sus éxitos en el cine de los 70 (Harold and Maude, Shampoo, Coming home, Being there) hasta el quiebre que significó ingresar en la década del 80, que marcó un declive en su carrera. Amy Scott acierta en el uso de los elementos que utiliza (voces de cintas en las que Ashby cuenta detalles de sus películas), entrevistas radiales o telefónicas en las que hablan protagonistas de sus films, pero sobre todo, la resignificación que le pueden dar varias escenas emblemáticas de su cine a la vida privada del director, o lo que él pensaba sobre temas como la guerra, el amor, la igualdad entre razas o su desprecio a la clase alta. Gabriel Piquet


Happy New Year, Colin Burstead, de Ben Wheatley / 7 puntos


Con un clima solemne, que se mantiene durante todo el film, es desarrollado un encuentro familiar que todo el tiempo parece estar a punto de estallar. Sumidos en un castillo, alquilado para el festejo de año nuevo, la película juega con una de idea de conspiración al estilo de la realeza feudal, pero ambientada en la actualidad. Vemos así el enfrentamiento de Colin, quien organiza todo el acontecimiento y quien pretende tener unas fiestas perfectas, con su hermano, que estuvo alejado por un tiempo por conflictos con sus parientes. Pero pronto toda la familia se ve implicada en esa disputa. En este sentido, hay un gran juego de cámaras, yendo y viniendo con diferentes personajes, mostrando el enredo y los conflictos que se dan desde el comienzo. Los personajes secundarios tienen gran importancia, se les da un lugar primordial en el que cada uno explota su talento humorístico. El malestar es el elemento que genera esa comicidad. Las frustraciones, las malas decisiones y los secretos aparecen en una noche en la que las risas tapan el mal momento. Melody San Luis


I do not care if we go down in history as barbarians, de Radu Jude / 8 puntos


Existen varias formas de sacudir la historia en el cine y de colocar espejos ante el pasado. Después están quienes quieran reconocerse o no verse reflejados, como los vampiros. La película de Jude es tan ambiciosa como necesaria, una interpelación a la mandíbula sin concesiones por donde desfilan varias citas teóricas y filosóficas que podrían alejar a unos cuantos espectadores (es cierto) si no fuera por la sagacidad y el sarcasmo del realizador, sobre todo cuando pone a discutir puntos de vista encontrados entre una directora teatral y un funcionario acerca de la puesta en escena de un espectáculo público sobre la historia de Rumania. Lejos de reivindicar cuestiones patrióticas, la protagonista intenta concientizar a la gente sobre la participación del estado en la matanza de judíos ordenada por un líder colaboracionista. Al principio, Jude incorpora un marco metaficcional donde la actriz Ioana Iacob se dirige al público para anticiparle cuál será su papel en la película. Lo hace desde un museo militar. El otro personaje desopilante (humano, demasiado humano, para su función) es el político preocupado por el mensaje cuyos argumentos son atendidos desde la ficción evitando el maniqueísmo. La secuencia final con la representación es de lo mejor que se haya visto este año y la reacción del pueblo un síntoma claro de los tiempos que corren. Guillermo Colantonio


If Beale Street Could Talk, de Barry Jenkins / 6 puntos


Barry Jenkins retoma la veta del indie amable que lo consagrara en Luz de luna pero con resultados más lavaditos. Parte de una clásica novela de James Baldwin que narra un episodio en Harlem en la década del setenta. Una pareja de jóvenes negros ven sus ilusiones rotas cuando al joven lo acusan injustamente de violar a una mujer. La trama se centra en los desmedidos esfuerzos de la familia de la chica para sacarlo de la cárcel y poder juntarse con su esposa e hijo. La evolución sentimental y el asunto en cuestión se muestran de manera fragmentaria, un cuadro que deja entrever todos los problemas de la comunidad afroamericana. Pese al dramatismo de la situación, Jenkins aparece moderado en la construcción de los personajes, pero vuelve a recargar en demasía las atmósferas con música y a ralentizar los movimientos innecesariamente. Frente a la potencia de documentales con temática similar dentro de esta edición del festival, If Beale Street Could Talk está por debajo de las expectativas. El film transmite en el mejor de los casos secuencias de intensidad emocional y en el peor, una melancolía un poco forzada y sostenida con mecanismos reparadores que marcan el camino a la estatuilla. Es de esperar que esta vez no se equivoquen. Guillermo Colantonio


In Fabric, de Peter Strickland / 6 puntos


El mundo de la moda fusionado con el terror. Una sumatoria de citas que van desde el giallo hasta la estética de los vampiros de la Hammer, sólo que aquí los que chupan la sangre son vendedores de una tienda de ropa. Strickland se luce con la elegancia de un tipo fascinado con el fetichismo y un vestido rojo será el elemento que une dos historias y dos víctimas. Sin embargo, queda la sensación de que el resultado es pura cáscara, un cotillón manierista más cercano al regodeo publicitario y videoclipero que a una historia de terror efectiva, estirada por la necesidad de lucimiento antes que por los personajes y la trama. Además, a diferencia de otros directores (como Tarantino) el juego de referencias carece de intensidad. La película retoma ese cruce de épocas que mostraba The duke of burgundy, es decir, un marco temporal de los noventa con una iconografía setentista. Sheila es empleada en un banco, vive con su hijo, aguanta a la novia y se ve tentada a buscar pareja a partir de avisos para enlazar a solteros. En la televisión advierte las rebajas en una tienda de vestido. Quienes atienden parecen formar parte de un conjuro maléfico. El tono oscila siempre entre el humor y el terror, sin embargo, cada situación es la evidencia de que el director pretende estar por encima de todo. De este modo, una escena de sexo, un crimen, o lo que fuere, están acompañados de sobreimpresiones y otros artilugios donde lo estilístico prima sobre superficies vacías de vida. Para colmo, una segunda historia innecesaria dilata el tiempo con arbitrariamente y concluye en un forzado cierre. Guillermo Colantonio


Infiltrado del KKKlan, de Spike Lee / 8 puntos


Una vez más, Lee realiza un film que mediante el humor y la ironía reflexiona sobre temas actuales de la vida social de los Estados Unidos. Aquí toma la historia real de Ron Stallworth, quien a principio de los años setenta se convirtió en el primer detective negro del departamento de policía de Colorado Springs, el cual decide hacer algo por su comunidad llevando a cabo una misión muy peligrosa: infiltrarse en el Ku Klux Klan y exponerlo ante la ciudad. Con una producción de enorme potencia, de gran ritmo, con mucha mordacidad y sarcasmo, la película habla sobre aquel suceso durante una época de gran agitación social con la encarnizada lucha por los derechos civiles como telón de fondo, pero haciendo un paralelismo preciso sobre lo que pasa en la actualidad con las minorías que viven en el país del norte, como en cualquier otro lugar del mundo. Brian Macchi


Infinite football, de Corneliu Porumboiu / 8 puntos


El cine rumano goza de una salud impecable. Los grandes nombres que alimentan esa cinematografía no se quedan en los laureles obtenidos y continúan explorando las posibilidades del cine como herramienta para mirar la realidad. Porumboiu es uno de esos grandes y en este documental registra al hermano de un amigo, uno de esos aburguesados empleados administrativos que pueblan las películas rumanas, quien dice tener el secreto para revolucionar el fútbol. De esta forma asistimos a una charla en la que el protagonista expone las novedosas reglas, a la vez que va dejando en el subtexto el objetivo final de su obra: salir de la rutina, convertirse en alguien con un propósito, en todo sentido encontrar esa chispa que resignifique su vida, algo que como se verá no está demasiado lejos del universo de los superhéroes. Lo que se ve en pantalla es absurdo y muy divertido, fundamentalmente por la pasión que el personaje destina a explorar novedosas maneras de refundar el fútbol. Pero, claro, las tradiciones (las de la vida, las del juego) se imponen con fuerza gris. Retratarlo sin subrayarlo es la clave del arte de Porumboiu y de tantos grandes realizadores rumanos. Mex Faliero


Introduzione all’Oscuro, de Gastón Solnicki / 7 puntos


Hay que reconocer en este nuevo film de Solnicki la continuidad de una voz personal dispuesta a dejar su sello, experimentar y subvertir convenciones de género a la hora de representar en el cine alguna temática, ya sea desde la ficción o la no ficción. Y esto se menciona a pesar de que Kékszakállú (2016) resultó, a quien escribe, un ejercicio auto indulgente carente de la espontaneidad que tanto se pretende, a pesar de sus virtudes. Sin embargo, aquí hay en el acercamiento a la muerte de su amigo Hans Hurch (figura mítica de la Viennale) un relato emotivo que se plantea con una espontaneidad genuina, la urgencia de reconstruir la ausencia de una persona que ya no está, el duelo. Y lo hace con un tono personal, comprometiendo su figura para recorrer las calles y locales de Viena donde Hurch solía pasar sus horas, repitiendo sus rituales y rastreando sus obsesiones. En algunos segmentos la contundencia de las imágenes y cómo ilustra a su ausente protagonista es sumamente efectiva: la secuencia en el cementerio es un ejemplo. El archivo como un elemento de soporte a través de la voz en charlas o a través de las cartas y fotografías dialoga así con la construcción que Solnicki hace de Hurch en la ciudad donde supo vivir. Cristian Mangini


Inuyashiki, de Shinsuke Sato / 5 puntos


Una “aproximada” referencia para quienes somos ignorantes de este manga adaptado a un live action -con perdón de los fans- es el camino del antihéroe Walter White en Breaking Bad pero, mezclado con ciencia ficción y la locura asiática que invita a enloquecer o soñar junto a esta cultura. Aquí un señor de mediana edad, despreciado por su familia y colegas y a la postre achacado por un cáncer que le da pocos meses de vida, recibe el impacto de un fenómeno extraterritorial caído del cielo. Este hecho lo convertirá en un cyborg con múltiples habilidades, un súper héroe que no pasará desapercibido en la multitud. Pero claro que ese mismo don fue otorgado en contraposición a un joven insensible y oscuro que arrasará con la ciudad. Sato, entendido en el tema con adaptaciones como Gantz y Death Note: el nuevo mundo, en esta oportunidad falla en captar la esencia de la historia y la humanidad de sus personajes por concentrarse en la máxima fidelidad al manga. Parece utilizar un ritmo narrativo extremadamente veloz que no da lugar a asimilar los contextos explorados. Y si a ello sumamos el empleo de efectos especiales de una calidad vergonzosa es lo que da como resultado un importante descuido en las formas. Algo que sorprende viniendo de Sato. Rosana López


John McEnroe: In the Realm of Perfection, de Julien Faraut / 8 puntos


Eludiendo los caminos del típico documental centrado en una figura pública, la película de Faraut es un ensayo fílmico que abarca diferentes aristas. Por un lado, da cuenta de un héroe existencial, un deportista de la magnitud de McEnroe en medio de una generación dorada, luchando contra los demás pero fundamentalmente contra sus propios demonios. Por otro, es una notable exploración sobre los modos de filmar al tenis, de encapsular los movimientos para captar la magia de la técnica, contagiar la concentración del jugador. Por último, la puesta en escena de las similitudes entre el cine y el tenis, sobre todo por compartir (como decía Daney) una concepción del devenir temporal y la ilusión de realidad: “cuando ves un partido de tenis, no lo hacés” dice la voz de Mathieu Amalric. Los archivos impregnados de una estética vintage transcurren en su mayor parte en Roland Garros y muestran las diversas facetas de McEnroe, sus genialidades, sus mañas y sus peleas, incluso con los fotógrafos y los cámaras. Al respecto, dentro de una estructura de cajas chinas, también se destaca el testimonio de otros documentalistas que fueron pioneros en el registro de estos eventos. La secuencia final se concentra en una gran contienda frente a Ivan Lendl (los oponentes siempre están fuera de campo) donde el gigante, ese bailarín clásico sobre el polvo de ladrillo capaz de convertirse en una bestia, es derrotado. El registro se multiplica y McEnroe reacciona como un niño enojado, se repliega y llora. El personaje se come al deportista, el cine se come a la vida, pero quién nos quita lo bailado (con McEnroe). Guillermo Colantonio


Julia y el Zorro, de Inés María Barrionuevo / 7 puntos


Desde un ambiente lúgubre presenciamos la relación entre dos mujeres, Julia y Vicky, madre e hija. Durante todo el film es posible observar cómo la vida desborda a Julia, el dolor es palpable, desde las filmaciones oscuras hasta los ambientes que habitan. Julia y el Zorro trabaja de forma sugerente la ausencia que penetra en ambas. Los lugares en los que están, en especial la casa, que se encuentra sumamente deteriorada, permiten acceder a la sensación que ellas están teniendo. Pero a su vez, cada una lo enfrenta de diferente manera. Vicky, como un juego, muy propio de su edad. Julia, sin embargo, pasa el tiempo como puede, viviendo el instante. Su relación logra llamar la atención por la conexión que entablan, por sus cuidados cálidos. Julia tiene una personalidad que genera simpatía, es ácida, suspicaz y de pocas palabras. Vicky, aunque distinta, tiene contestaciones muy parecidas. Entre ellas aparece Pablo, quien mediante una amistad muy contenedora, renueva el aire de ellas. El trabajo con los vínculos le otorga gran fortaleza a este film. Melody San Luis


La cama, de Mónica Lairana / 6 puntos


El trabajo con la desnudez es impecable, los cuerpos deambulan con tal naturalidad que al verlos de vez en cuando vestidos parecen extraños. El pudor puede aparecer por parte de los espectadores, pero no es la intención del film. Aquí hay una celebración de los cuerpos que no se adaptan a los estereotipos. Cuerpos adultos, con arrugas, pelos y figuras hermosas por sus particularidades. Están al desnudo, y es que esto también está vinculado a la intimidad a la que se accede. Nos adentramos a los detalles más personales de una pareja que se está separando. Accedemos así a sus prácticas (que pueden generar incomodidad) y sus recuerdos mediante los objetos. Los elementos de la casa, único sitio donde se desarrolla el film, componen un diálogo con los silencios y las miradas perdidas. Melody San Luis


La casa lobo, de Cristóbal León y Joaquín Cociña / 7 puntos


El horror y la ambigüedad simbólica del cuento de hadas se han transformado ocasionalmente en una lúcida herramienta para definir desde la perspectiva de los niños un mundo que les resulta hostil. El laberinto del Fauno de Guillermo del Toro es un buen ejemplo de ello al tomar el escenario de la Guerra Civil Española. Esta ópera prima implica al menos tener cierto conocimiento de los horrores que ocurrieron en la Colonia Dignidad en Chile, un pequeño enclave alemán dirigido por un refugiado nazi que torturó, sometió, manipuló a sus habitantes y ejerció la pedofilia. Beneficiado por sus contactos con la dictadura pinochetista -ya que, además, el lugar fue centro de detención- y cargos alemanes, permaneció impune incluso una vez finalizado el régimen. El film, que utiliza un stop-motion de figuras que se construyen y reconstruyen, modificando su propio espacio, utiliza como móvil el cuento tomando la influencia de los Grimm o Perrault para subvertir su contenido y hacer de María, el lobo y los dos chanchitos simbolismos del trauma psicológico que atraviesa la protagonista tras su huida de la siniestra colonia. El relato macabro puede tornarse denso en algunos segmentos, pero su creatividad y anarquía se muestra como una herramienta liberadora. Cristian Mangini


La favorita, de Yorgos Lanthimos / 8 puntos


Con varios elementos del teatro, Lanthimos plantea un film en el que lo artificioso toma gran impronta. La estética es un elemento muy importante para el director (fue posible verlo en ?El ciervo sagrado??) y está vinculada intrínsecamente con la personalidad de sus protagonistas. En este caso, tenemos a la reina Ana y su entorno. La relación más influyente es la que ella tiene con su mano derecha, Sarah. Esta, a su vez, se verá desafiada por Abigail, quien tiene todas las pretensiones de tener un lugar de peso dentro de la corona. Esta lucha por el poder está llevada adelante en un ambiente exuberante, una escenografía repleta de elementos. El peso de la corona pareciera llenar cada uno de los huecos del lugar, generando esa sensación que da el poder, entre tenerlo todo y morir aplastado por él. El vestuario y el maquillaje tienen algunos contactos con las estéticas de Tim Burton, pero con un estilo propio. La música, por su parte, trabaja en conjunto con la escenografía para generar climas apropiados, tales como el dolor. A través de esto, el film logra transmitir el letargo del dolor y la intensidad. Lanthimos ha sabido utilizar los mecanismos de la estética como un todo, en el que cada elemento refuerza lo que se está queriendo decir. ?Melody San Luis


La huella de Tara, de Georgina Barreiro / 6 puntos


Este documental que ilustra la vida en una pequeña aldea tibetana, con el ocasional trasfondo del Himalaya, construye un mapa cotidiano en un lugar tan distante como próximo. Y aquí está el punto más destacable del documental de Barreiro: la forma en que nos acerca a la vida cotidiana de esa aldea permite que esas pequeñas viñetas resulten cercanas, evitando el habitual pintoresquismo al acercarse a otra cultura. La educación, la comunión con la naturaleza, la alienación tecnológica, el poder político, la religión como un elemento inmediato y palpable, el choque generacional y la muerte son algunos de los temas más o menos desarrollados, en algunos casos con solvencia y en otros como un apartado anecdótico y superficial. Es que también hay que decir que La huella de Tara cuenta con problemas de guión: el núcleo puesto en la preparación de un festival local se pierde en el medio de escenas que nunca tienen un punto de vista, sino que parecen ser apenas elementos dispersos. El joven muchacho que aparentemente vertebra el relato -el documental comienza y finaliza con su presencia- resulta esporádico en la narración, siendo un mosaico caótico cuyo valor sólo puede apreciarse por segmentos, antes que en su integridad. Cristian Mangini


La migración, de Ezequiel Acuña / 6 puntos


Guille viaja a Perú en busca de un amigo llamado Nico, con el que tuvo una banda de música hace muchos años en Buenos Aires. Al llegar a Lima, no lo encuentra y comienza a investigar qué fue de su vida. La película tiene un anclaje en el pasado (constantemente se referencian cosas de los 90). Se nota que el personaje interpretado por Santiago Pedrero es un alter ego del propio realizador, hay algunos pasajes en que la nostalgia del “antes era mejor” se deja ver (el comentario sobre las fotos analógicas y las digitales). Los personajes más jóvenes son lo que los grandes quisieran seguir siendo, como si nunca hubieran terminado su adolescencia. Es una película que por momentos falla: cuando se intenta no decir cosas y darlas por sentado queda todo muy forzado (qué fue de Nico); algunos personajes sirven más para mostrarlos en otra faceta (el guitarrista que no termina sus temas y se saca selfies) y suman en la trama. Sin duda lo mejor del film es el intercambio de escenas entre el personaje de Pedrero con la joven actriz peruana Paulina Bazan (gran carisma y soltura para decir los diálogos), que logran los momentos más frescos. Ahí es cuando todo es llevado al terreno del cine adolescente, a ese estado de gracia que podemos ver en las caras de los personajes cuando se cuentan sus cosas y las diferencias, no sólo generacionales, en lo que escuchan o piensan, sino también entre los modismos que identifican las diferencias culturales. Gabriel Piquet


Las cruces, de Teresa Arredóndo y Carlos Vásquez / 8 puntos


Este documental funciona como un doloroso enlace entre el pasado y el presente, siendo un puente entre lo que ocurrió días después del golpe cívico militar a Salvador Allende y las voces e imágenes del presente de la comunidad donde se alza la CMPC. El hecho al que hace referencia es la desaparición de 19 trabajadores de la empresa papelera en septiembre de 1973, revelándose 40 años después lo que ya se sospechaba: los trabajadores habían sido fusilados y enterrados en una fosa común. La forma en que esta causa abierta varios años después se va revelando con un archivo de documentos judiciales resaltados esquemáticamente, a los que les ponen voz algunos de los habitantes de Laja y San Rosendo, puede resultar fría pero la voz da una calidez que contrasta con las dolorosas descripciones de lo que sucedió con los cuerpos y la forma en que se ejecutaron las órdenes. Esto dialoga con largos planos estáticos que documentan la vida cotidiana de Laja, atravesada por la papelera que -como se comprobó- participó activamente en la desaparición de los operarios. Las imágenes dan así una presencia espectral a las cruces que recuerdan a las víctimas, el horror al que las imágenes y el sonido ocasionalmente ponen en escena como una huella indeleble. Cristian Mangini


Little secrets, de Wolfgang Staudte / 4 puntos


Dentro de la retrospectiva del director alemán, se presentó este film que resulta ser la última producción antes que el realizador se dedicara de lleno a la televisión, después de un par de fracasos de taquilla que lo dejaron en la ruina. Esta película narra la historia de varios personajes que poseen secretos que carcomen su conciencia, de tal manera que serán investigados por la policía y todo bajo el ámbito de un paradisíaco lugar. En la presentación de la película, quien se encarga de narrar un poco la vida de Staudte, contó que esta producción fue caótica, ya que el director se tuvo que ir de las locaciones donde se filmaba (Bulgaria) de apuro y casi de contrabando por los problemas políticos reinantes en aquella época. Esto repercutió en la elaboración de la peliula ya que no habían podido terminar de filmar, circunstancia que se nota claramente en un trabajo fallido, que nunca logra tener la estructura necesaria para comprender a los personajes, sino que es más una pegatina de imágenes, que no llega a formar algo atractivo ni interesante. Brian Macchi


Los Knacks: déjame en el pasado / 7 puntos


Los Knacks es una de las bandas que salieron luego del éxito de The Beatles. Y si bien su carrera fue mucho más efímera (1967-70), lograron ser reconocidos en nuestro país. Sus integrantes siguieron con sus vidas (algunos se dedicaron a sus proyectos solistas: sólo se muestra a uno de ellos con una banda de covers de The Beatles y que apareció en el programa de TV Badía y Compañía). En el 2010 un hecho fortuito: descubren que un disco con varios temas que no habían llegado a sacar cuando terminaron su contrato con la grabadora Emi-Odeon en Argentina, fue editado en Europa, por lo que vuelven a redescubrirlos. Ahí es en donde realmente comienza el documental de los hermanos Nesci, esa vuelta que en realidad significó comenzar de nuevo, ya que como algunos de sus integrantes comentan sus expectativas eran altas y paulatinamente las fueron bajando. Todo ese camino de reinventarse está contado de manera brillante y parece guionado, aunque es lo que realmente les sucedió. Cambios de integrantes, intentos de videoclips (es muy gracioso escuchar algunos de los integrantes cuando ven el resultado), shows en boliches, despedida en un teatro, presentación en un programa de TV (gran momento cuando Vitico de RIFF, que es uno de los jurados, les da su veredicto) son algunos de los momentos que el documental rescata, entre constantes ensayos y charlas entre los integrantes. Segundas oportunidades, perseverancia y acostumbrarse a que no van a ser lo que ellos pensaron que serían son los temas que recorren este documental, que sigue a una banda que hubiera merecido mejor suerte. Gabriel Piquet


Mala pata, de Francis Veber / 5 puntos


Esta es una comedia de aventuras en un México más cerca de un relato mítico que de la realidad, a punto tal que si leen IMDB encontrarán una sinopsis que lo confunde con Brasil más allá de la cantidad de menciones a Acapulco y que, parcialmente, algunos personajes hablan español para darle un marco de verosímil. Por supuesto, esto no explica por qué otros personajes que no deberían saber francés sí lo saben con absoluta naturalidad. Pero saliéndonos de estos detalles, se trata de un film que tiene a la dupla de Gérard Depardieu y Pierre Richard en la primera de las tres colaboraciones con Veber, unos de los directores más importantes de la comedia francesa actual. La trama es simple: una chica con muy mala suerte, que es hija de un poderoso empresario desaparece en México tras un viaje de placer. El empresario envía a un detective que sin suerte busca a la chica utilizando los métodos más exhaustivos. Astutamente, el psicólogo de la empresa decide utilizar a alguien con la misma mala suerte que la chica para guiar la investigación, acompañado del detective, que no está muy contento con el plan. Por supuesto, el tono cómico depende de la química entre los actores (como en toda buddy movie) y el trabajo de Depardieu y Richard entrega algunos segmentos magistrales, en particular en los silencios incómodos. El absurdo en el guión de Veber y la forma en que elabora algunos gags (la secuencia inicial que describe la mala suerte de la pobre Marie es brillante) resultan de un ritmo vertiginoso, sin embargo este ritmo no se sostiene en toda la narración. Como en otros films de Veber, la acción se diluye y da la impresión de que le sobran minutos hasta el inevitable desenlace. Cristian Ariel Mangini


Mandy, de Panos Cosmatos / 3 puntos


La película de Cosmatos nos anticipaba ya desde su tráiler que la historia se ambienta en décadas pasadas, en una zona boscosa o desértica, que incluye pandillas de locos en motocicleta y que a Nicolas Cage le tocará vengarse luego de pasarlas muy feas. Pues eso se da, con eso se cumple pero de la peor manera. Cuando Red (Cage) y Mandy (Andrea Riseborough) son sorprendidos en su lecho por excéntricos delincuentes, aún no conectamos con ellos. De hecho sólo se nos ofrece a modo de preámbulo una charla casi onírica en la que se intenta que nos pase algo a nivel emotivo con su relación, pero son tan molestos los flashes de luz roja y los parpadeos de luz psicodélica en todo momento que lejos de meternos en clima, nos saca de quicio. La subnormalidad de los personajes es impostada y tampoco se explica con algo de coherencia. No son la banda de La masacre de Texas pero tampoco un clan que inspire temor genuino, más allá de lo que uno ve que hacen con sus víctimas. Cosmatos había logrado con Beyond the Black Rainbow (2010) una impronta interesante de género, pero pierde terreno con este intento de slasher que logra ser personal sólo por lo fallido. Henry Drae


Mudar la piel, de Ana Schulz y Cristóbal Fernandez / 8 puntos


La duda de una hija sobre la amistad entre su padre y un hombre que desapareció durante veinte años es la premisa de este documental español, que explora el accionar de los servicios de inteligencia locales para tratar de desactivar y eliminar a la ETA. La producción comienza con este interrogante de quién es la directora del film y a partir de allí empezará a crecer con vigor y sustancia, volviéndose un documental que posee las características de un film policial y de suspenso, exhibiendo las dificultades que se presentaron al momento de la realización pero de una forma tan original e inteligente, que sólo enriquece el relato. Con una estructura sólida, la película aborda una cuestión oscura dentro de la historia española, que hasta hoy sigue siendo un tema sin una solución concreta. Brian Macchi


Muere, monstruo, muere, de Alejandro Fadel / 5 puntos


Planos rigurosamente vigilados. Una morosidad al borde de lo irritable. La notable factura técnica que incluye una excelente edición de sonido. Encuadres iluminados a la perfección. Es decir, todo aquello que representa hoy el amable conformismo de la mayoría de las películas que circulan por prestigiosos festivales. La novedad en este caso es la incursión en lo fantástico. Sin embargo, hay más engaño que otra cosa, sobre todo porque la película se presenta como de terror autoral, como si este tipo de cine necesitara de tal legitimación. En realidad, al igual que sucede en el otro filme argentino en competencia, se bordea el género con la excusa de la afectación (autores son Carpenter, Cronenberg, Romero, etcétera). Fadel demuestra talento como observador y lo hace notar todo el tiempo, desde unas montañas más elevadas que el paisaje de Los Andes. La historia comienza con esa clase de escenas reconocibles en Reygadas, Escalante y tantos otros, donde una mujer pierde su cabeza en medio de un rebaño de ovejas ensangrentadas (hasta la sangre en los animales está prolijamente puesta). Será el inicio de una serie de crímenes misteriosos cuyo principal acusado dice escuchar voces y habla como el hombre mirando al sudeste de Subiela. A él se le suman un comisario, un policía y otra mujer. La trama avanza en medio de ambigüedades, de líneas casi imperceptibles de diálogo con duración inverosímilmente excesiva y algún que otro desliz canchero como el del policía bailando una canción de Sergio Denis. Para colmo, y como muestra del esfuerzo empleado en los efectos especiales, el tramo final desmerece el trabajo de fuera de campo sostenido durante toda la película. Muy plástico, muy cromático. Pura cáscara para el regodeo. Guillermo Colantonio


Pachamama, de Juan Antin / 8 puntos


Con recursos que se mezclan entre el 3D y el 2D, esta película animada cuenta la historia de los habitantes de un poblado cercano al Imperio Inca antes de la conquista española, que liderados por la valentía de dos niños del lugar, enfrentarán el robo de una figura ancestral que afectará sus vidas drásticamente. Mediante esta aventura, el film presenta en forma precisa y espléndida cómo eran las costumbres, la mitología, las vestimentas y el modo de vida de aquellos pueblos originarios. En este trabajo dirigido a los niños, la trama es atrapante, de gran factura visual, un entretenimiento que educa al mismo tiempo, con una estructura fresca y dinámica que le da ese poder de atracción para que el espectador, principalmente el más pequeño, se vea atraído por la historia y por las imágenes que se muestran. Brian Macchi


Para la guerra, de Francisco Marise / 6 puntos


Las secuelas de la guerra, su impronta y los sentimientos que genera en un hombre son trabajados con diferentes herramientas. El film es dividido por tips de cómo prepararse para la guerra. Aunque los resultados son desparejos, los aciertos muestran a un personaje muy potente en pantalla. Este hombre, que ya no vive la guerra pero que ha quedado instalado en ella, se lleva sonrisas por su manera de hablar y su modo de vivir en código bélico. Pudiendo trabajar el horror desde el drama, este film se arriesga a contarlo desde un tono de humor, pero no por eso menos crítico. El personaje es clave para eso. Es a través de sus rutinas, de su compromiso con su país y sus prácticas que entendemos un poco qué le significó la guerra. Pero al ver todo esto en un momento en el que no hay conflicto alguno, resultan cómicas sus acciones. Por esto es interesante cómo este hombre le permite a la película explorar otro tipo de secuelas psicológicas. Junto con esto, aparece material de archivo y algunas escenas experimentales que intentan provocar diferentes sensaciones. Hay un juego con el sonido y los colores que otorgan palabras a los momentos en los que la guerra se lleva todo. Aunque es un film corto, varias de las escenas parecen extenderse más de lo necesario. Esto da la sensación de entrecortado, se pierde por momentos y en otros vuelve a tomar rienda. Melody San Luis


Porno para principiantes, de Carlos Ameglio / 7 puntos


Víctor es un director de cine (unos cortometrajes y una fiesta de 15 lo avalan) que está a punto de casarse. Harto que su suegro lo manipule demostrándole todo el tiempo que sin su ayuda monetaria él y su hija no tendrían nada, decide involucrarse en la realización de una película porno financiada por un mafioso. Para empezar, uno de los méritos es que esta coproducción justifica la aparición de tres países, logrando que el ensamble actoral no quede forzado. El contexto de la década del 80 le ayuda mucho a que el tema que trate y los chistes estén fechados pero aggiornados (si Porcel y Olmedo hubieran sido bien dirigidos y con buenos guiones en sus películas, quizás hubieran logrado algo así). Hay mucho humor verbal más que físico (extraño si pensamos que se filma una porno), y ahí es en donde la película logra tomar altura y puede jugar con chistes que hoy en día no podrían hacerse por la corrección política sin ser tildados de sexistas. Hay un equilibrio en ese tipo de chistes, al reformular la mirada con los cambios sociales, pero no lo subrayan. Los actores tienen un timing para el humor (por la dificultad de hacer reír, esto es el mayor halago que se le puede hacer a un actor), no desentona ninguno. Ojalá comiencen a tener más continuidad este tipo de comedias por toda Latinoamérica; es bienvenida la calidad al género. Gabriel Piquet


Prospect, de Zeek Earl y Christopher Caldwell / 6 puntos


Una niña y su padre aterrizan en un planeta, parece ser el último lugar (siempre un motivo para que los western y policiales triunfen, el famoso último lugar o último trabajo y después todo será mejor) a donde van a intentar sacar una piedras que las venderán para poder ir de vuelta a el lugar en donde quieren estar. La película es un western espacial, la estructura del relato clásico llevada a un planeta en que los protagonistas no pueden respirar y utilizan trajes para recorrerlos, aunque visualmente se parezca a cualquier bosque de la tierra. Tarda en arrancar, y a mitad de película -cuando los dos personajes que serán ejes quedan unidos- comienza lo mejor. Los directores logran atmósferas cuidadas, que ganan en tensión en una escena filmada de noche. Al ser una historia chica se hace un poco larga y el no tener antagonistas fuertes también le juega en contra. Uno espera que los personajes estén más acechados, pero sólo sucede en algunos pasajes. Gabriel Piquet


Punto muerto, de Daniel de la Vega / 7 puntos


Un novelista de policiales (Osmar Núñez) viaja a una charla de escritores que se realiza en un hotel de la campiña. Un crítico (Luciano Cáceres) lo desafía para que le entregue su última novela inédita. Cuando espera la devolución de la crítica que este escribió, lo encuentra muerto en la habitación contigua del hotel. Junto a un escritor novato (Rodrigo Guirao Díaz) tendrán que resolver el misterio del crimen, ya que la habitación estaba cerrada por dentro: entonces cómo es posible hay entrada o salido el asesino. Muchas virtudes para este policial de enigma con atmósfera de cine clásico de los 30 y 40. Diálogos que son parte fundamental del entramado para que este guión sea sólido, acompañado de actuaciones sublimes como las de Núñez (entre los mejores actores de esta generación), Cáceres y la sorpresa de un Guirao Díaz que no desentona en ningún momento y ayuda a ser ese coequiper en la línea Watson que estos relatos necesitan. Los personajes secundarios están muy bien (cosa poco frecuente en el cine argentino que no tiende a darle importancia a los papeles más chicos), por ahí pasan Natalia Lobo, Daniel Miglioranza y Diego Cremonesi, que acompañan con altura el relato, sin olvidarnos el papel fundamental que juega el personaje del gato Boris. Los rubros técnicos están muy bien, desde el sonido marcado/exagerado que tanto necesitan este tipo de películas, realizado por Germán Suracce, la fotografía en blanco y negro de Alejandro Giuliani, la música de Luciano Onetti que genera los climas de tensión y la textura que logra la imagen gracias a Pablo Parés. Gabriel Piquet


Puzzle, de Marc Turtletaub/ 8 puntos


El director de Gods behaving badly vuelve con una remake del film argentino de Natalia Smirnoff, donde una ama de casa pulcra, obsesionada con los tiempos y las formas y con un interesante toc por la limpieza y el orden descubre su pasión por armar rompecabezas, luego de recibir este juego como obsequio de cumpleaños. Este drama apropiado por Turtletaub cuyo guión le recordó a su madre, presenta una fotografía más cuidada que su antecesora. Aquí sus encuadres y suaves travellings mantiene un clima cálido que juega con lo liberador de la gran ciudad cosmopolita y lo sofocante del interior de las casas que todo lo esconden al mundo exterior. Una historia simple, sencilla y tristemente rutinaria contada de una manera preciosa. En esta oportunidad el juego de mesa es una vía de escape de una mujer vista como objeto de posesión y mandato, por parte de su esposo y sus hijos. Una bocanada de aire fresco que presenta por un lado, una pasión lúdica y por otro, la autoexploración interior en búsqueda de la verdadera felicidad. A la vez, un mundo externo con otro hombre que felicita su potencial destreza y también su belleza encerrada. Kelly Macdonald se pone el film al hombro de manera emotiva y brillante para mostrar una mujer fuerte que en su mediana edad es capaz de tomar las riendas de su propia vida y dejar de ser imprescindible para los demás. Rosana López


Quién te cantará??, de Carlos Vermut / 6 puntos


Que tiene momentos brillantes no se puede negar. Sin embargo, hay una primera parte del film a la que le falta ritmo y luego resulta bastante despareja. Más allá de esto, Vermut logra trabajar aspectos interesantes: a través de Lila y Violeta, la primera una cantante reconocida y la segunda una imitadora de karaoke, se establece un juego atractivo con el doble y las transformaciones. Lila ha perdido la memoria y Violeta es la encargada de ayudarla a poder llevar adelante su show. La ironía de esta situación es trabajada con humor, pero sin salirse del clima lúgubre. Desde la ambientación siniestra y las conversaciones un tanto perturbadas, la película construye una simbiosis entre las mujeres. El clímax que genera en determinados momentos está dado por la tensión del ambiente, el comportamiento extraño de las protagonistas y una serie de diálogos acertados. Los momentos más interesantes son los que tienen como eje a Lila y Violeta. El resto es necesario para construirlas, pero por momentos se vuelve demasiado dramático. ?Melody San Luis


Roi Soleil, de Albert Serra / 6 puntos


Se sabe que Serra está loco y que su espíritu diletante no reconoce límites. En esta oportunidad sacude la pantalla de rojo para darle vida a una especie de injerto alterado de su anterior película La mort de Louis XIV. Para ello elige a un actor no profesional que encarna al rey como si fuera su gemelo oculto en un espacio que se reconoce como contemporáneo. El hombre camina cansinamente y se queja. Parece cargar siglos en el cuerpo o sufrir una eterna constipación. Al principio, esto es visto a la distancia con una cámara estática que observa al centro del cubículo cuadrado. En algunos intervalos modifica los ángulos y se acerca al personaje, que repta y se queja. A esta altura, parece un film clase B de la otra agonía, la importante, aquella en la que el inmenso cuerpo de Jean-Pierre Léaud gobernaba la pantalla. Ahora, da la sensación de que Serra se burla de su propia arrogancia con un experimento que está al límite de lo paródico. Sólo al final se corta la monotonía con la irrupción de otro orden que resignifica lo visto y confirma el carácter de performance. Guillermo Colantonio


Roma, de Alfonso Cuarón / 5 puntos


Que Cuarón es uno de los directores del presente que mejor dominio tiene de la herramienta cinematográfica, es una verdad irrefutable. Y que su filmografía es de lo más ecléctica, también es algo que podemos celebrar. En Roma vuelve a dar muestra de su talento: el trabajo de planos, sus paneos sabiamente organizados y estructurados, la utilización del sonido para centrar la atención dentro del plano aunque el objeto de atención no esté en el centro son algunas de las virtudes, que aquí los utiliza para contar una historia ambientada en el México de los 70’s y en blanco y negro. Una historia que tiene como eje a la sirvienta de un hogar de clase media-alta, Cleo, quien oficia como observadora de los sucesos tanto privados como públicos que suceden a su alrededor, y cuyo drama personal es seguido casi en silencio. Hay en Roma mucha sofisticación visual y mucha belleza, pero también algunos problemas éticos y morales a la hora de representar los dilemas de su protagonista, lo que desemboca en un plano sumamente discutible, que muestra una situación horrorosa con un exhibicionismo calculado y absolutamente innecesario. Ese instante, que se da en la última media hora de película, condiciona todo lo que vimos anteriormente y mina el territorio para lo que viene, especialmente en una secuencia en la playa que vuelve a tener los mismos problemas éticos de la anterior. Y que lamentablemente pone a Cuarón, además, en una vereda errática, de la que lo creíamos alejado. Mex Faliero


Rosita, de Verónica Chen / 5 puntos


Lola (Sofía Brito), vuelve a su casa y no encuentra a su hija Rosita, sus otros dos hijos le dicen que salió con su abuelo Omar (Marcos Montes) y todavía no volvió. Lola comienza a preocuparse porque tardan en volver, el contexto de escuchar sobre casos de violación y muerte en los noticieros no ayuda para que se calme, el tiempo pasa, hace una denuncia y salta en la comisaría que su padre tiene antecedentes. La niña regresa, tiene una lastimadura, y el relato del abuelo presenta lagunas. Lola sospecha que su padre haya abusado de la niña. Toda esta primera parte del relato está bien, el problema comienza cuando se remarcan constantemente algunas cosas para que se pueda entender que la relación entre padre e hija viene mal de antes. La película quiere tocar un tema importante, pero se desvanece porque no tiene sutilezas, se quiere trabajar sobre el terreno de lo que no se dice y se termina diciendo de más por la carga constante en los textos. Las breves apariciones de Javier Drolas y Luciano Cáceres están correctas, aunque el personaje de Cáceres termina siendo muy anecdótico, y sirve para explicar algo del pasado del padre de Lola, que en el final de la película servirá para subrayar de forma excesiva otra de las subtramas. Algunos actores están fuera de registro y su forma de expresar los diálogos queda sobreactuada. Gabriel Piquet


Rotation, de Wolfgang Staudte / 8 puntos


Dentro de la retrospectiva del director alemán, se exhibió este film que recrea dos momentos de la Alemania Nazi. Su surgimiento y su apogeo, pero con la particularidad que se observan ambos instantes desde el punto de vista local, de una familia germana que se logra acomodar a través de seguir los mandatos nazis pero que no comulgaban con sus políticas. Una enorme producción que refleja en forma brillante el conflicto desde adentro, presentando las contradicciones que tuvo el pueblo alemán por aquellos años, mediante un virtuoso manejo de la cámara y una excepcional creación de climas, como también logrados efectos visuales de gran valía para un film producido en 1948. Brian Macchi


Skate Kitchen, de Crystal Moselle / 7 puntos


Las mujeres al poder. O por lo menos este grupo de jóvenes patinadoras de Nueva York perdidas entre adultos y haciendo valer su libertad. Más allá de la empatía que uno pueda tener o no con el mundo de los skaters, hay cierta luminosidad en la película que la destaca de otros referentes similares. Por otro lado, se evidencia un respeto y una consagración hacia la pasión que implica para las protagonistas descubrir en las pistas un sentido a la libertad de sus movimientos. Sobre todo Camille, la adolescente que se rebelará a su familia para sostener su deseo más allá del mandato familiar. El miedo de su madre a que un accidente le impida en el futuro tener hijos no es obstáculo para que afiance la pertenencia al grupo de chicas y compartir con ellas los sentimientos de euforia como de tristeza. El seguimiento de Moselle es de naturaleza documental. Y si bien no escatima la posibilidad de la pose, se encarga de mantenerse fiel a los códigos verbales y gestuales que distinguen al núcleo femenino. El elemento irruptivo será un misterioso skater que dará inicio a una complicada relación. Pese al gancho narrativo nunca resigna la película el pulso vibrante de un retrato que, a pesar de un espíritu complaciente hacia la etiqueta Sundance, posee la intensidad que le falta a otros films de la competencia. Guillermo Colantonio


Sophia Antipolis, de Virgil Vernier / 6 puntos


La película de Venier lleva el nombre de un lugar, Sophia Antipolis, un polo tecnológico ubicado en el territorio de los Alpes Marítimos, un espacio enrarecido por la aparente calma. Desde el principio, el estatismo y el cruce de registros entre documental y ficción (si es que tal cosa existe aún) nos internan progresivamente en un muestrario de conductas vinculadas a diversos ámbitos. Un cirujano plástico evalúa cómo y de qué manera opera a las jóvenes dispuestas a hacerse implantes de pechos. Un fundido en negro (que omite mostrar el proceso quirúrgico) nos lleva a la historia de una mujer vietnamita viuda con su nieto que se involucra luego en propagar un curso de hipnosis nacido en el seno de un gurú yuppie. Las dos situaciones sugieren una oposición cuerpo/espíritu, pero en realidad comparten una misma naturaleza: son dos formas de comercio. Más adelante, ingresaremos en el mundo de la seguridad privada creada sospechosamente por una comunidad de vecinos, con otros protagonistas. La telaraña que construye Venier comienza lentamente a develar sutiles mecanismos de conexión a partir de un hecho que une a todos los personajes, una desaparición. Ahora bien, más que una invitación a jugar a las asociaciones se trata de una pose. Lejos de privilegiar la cuestión narrativa, el énfasis está puesto en la cadente exploración de un universo donde el entramado siniestro del tejido social francés aflora de modo paulatino. El joven director forma parte de la prestigiosa galería de realizadores cuya mirada se encarga de ofrecer un mundo en descomposición. Lo suyo es la dispersión y los fragmentos que se suceden intentan romper cualquier sentido de organicidad del lenguaje cinematográfico en sí mismo. De allí su carácter de objeto extraño, capaz de transitar por un consultorio y viajar por el mediterráneo antojadizamente. Más allá de estos reparos, no deja de ser una película inquietante a pesar de su arrogancia. Guillermo Colantonio


Soy tóxico, de Pablo Parés y Daniel de la Vega / 6 puntos


Grata sorpresa comienza por verse en el cine de género argentino que está en su etapa visualmente más estilística/cuidada. Me atrevo a decir una era dorada y este film postapocalíptico de guerra bacteriológica sudamericana no escapa a la premisa. Con influencias a lo Mad Max y los clichés de este tipo de ciencia ficción, pero con ese bagaje folklórico de nuestra tierra, vemos el “regreso” de un ¿desaparecido? Esteban Prol al mundo artístico con un protagónico correcto y, tal vez, una suerte de bisagra en su carrera. Aquí un hombre sin memoria se despierta en medio de un desierto con miles de cadáveres esqueléticos tratando de sobrevivir a la amenaza de zombies llamados “secos” y de los pocos supervivientes de la zona. Los conflictos no tardarán en llegar con la aparición de un destacado villano bien pampeano -desarrollado por Horacio Fontova- y su pandilla que disfrutan con hostigar a este pobre samaritano. Correctísima ambientación, encuadres, calidad visual e interpretaciones lo que otorga un auténtico mundo fantástico que enorgullece a nuestro cine de género y que sólo dan ganas de más producciones o secuelas de este tipo. Rosana López


Sueño Florianópolis, de Ana Katz / 6 puntos


Una familia (luego se irá viendo cómo se construye este núcleo de padre, madre, hija e hijo) viaja a Florianópolis para pasar unas vacaciones: estamos en el pasado y el beneficio cambiario (remarcado por los personajes) permite este descanso argento en tierras brasileñas. A Katz le han interesado desde siempre los vínculos familiares. Su cine está plagado de lazos que se resisten a la romperse por el bien de las apariencias y las tradiciones, pero su mirada si bien es trágica es principalmente cómica y puntualmente sardónica. Pero tal vez nunca como en Sueño Florianópolis esa imbricación de tono luce un poco desangelada: el humor recurre muchísimas veces (tal vez demasiadas, al borde del único recurso) a la típica canchereada argenta del uso de un portuñol amañado y el drama se estira un poco por la indefinición de sus personajes respecto de cómo continuar su camino. Lo otro que es puntual en el cine de la directora es su trabajo con los intérpretes: y Mercedes Morán y Gustavo Garzón están perfectos, sosteniendo una química impecable (aún en personajes que por momentos carecen de química entre ellos), y construyendo ese choque con lo otro desde una experiencia absolutamente física (esas caminas playeras, esa búsqueda de confort en una naturaleza extraña), que se remata con una secuencia onírica donde el regreso a lo primitivo parece ser la salvación de las tradiciones. Mex Faliero


Tampoco tan grandes, de Federico Sosa / 7 puntos


Si bien podría decirse que Tampoco tan grandes peca de una acumulación de subtramas (una historia de un padre abandónico en la que no se ahonda y una cleptomanía que podría no estar en la película sin que se altere demasiado el relato), se trata de falencias tolerables que se compensan con creces con varios aciertos y riesgos visuales (sobre todo en sus últimos minutos, donde la película adquiere tintes insospechadamente oníricos). Andrés Ciavaglia logra darle gracia y hasta sobriedad a un personaje que pudo haber caído en el patetismo; hay una banda de sonido hermosa hecha de canciones originales, y una escena de karaoke que nos da la certeza de que Paula Reca nació para cantar. Junto con todo esto, hay dos riesgos que se agradecen especialmente. El primero de ellos es el de construir un comedia romántica con actores no demasiado conocidos para el público masivo (a excepción de Miguel Angel Solá, que compone a un homosexual que elude elegantemente el amaneramiento ridículo). Se trata de un film capaz de partir de una serie de lugares comunes (la pareja que aparentemente se detesta para luego terminar besándose; la idea de road trip donde el viaje externo se acompaña de cambios internos en sus personajes), para llegar a escenas completamente alejadas de lo convencional. Sólo por esos riesgos y varios chistes efectivos desplegados durante la trama, Tampoco tan grandes es de esas películas argentinas cuya existencia se agradece y celebra. Paola Jarast


Terra franca, de Leonor Teles / 7 puntos


El comienzo de Terra franca es el de tantos documentales a través de los cuales seguimos a un personaje en relación con su ámbito. En este caso se trata de Albertino Lobo, un pescador en una antigua comunidad ribereña, cerca de Lisboa. La alternancia entre la soledad en medio del río y la familia se convierte en un perfecto contraste matizado por los silencios de un espacio frente a los ruidos del otro. El agua es una especie de útero que lo cobija sin concesiones a pesar de las dificultades que surgen ya que su trabajo consiste en recoger moluscos y se le prohíbe la licencia. Teles lo observa en esos momentos como un prócer atemporal, desde un ángulo que enaltece el temple meditabundo. Cuando el foco se traslada al núcleo familiar el registro oscila entre la distancia necesaria y el acercamiento íntimo, como si la cámara pactara los movimientos por hacer. Sin embargo, a medida que transcurren los minutos la película parece revelar algo desde su misma transparencia. La simpleza de las imágenes descubre paulatinamente una belleza enigmática difícil de definir con palabras, una sensación parecida a la de mirar esas viejas fotos guardadas en un cajón y otorgarles existencia. Dentro de este cuadro cotidiano, la naturalidad y la humanidad ganan por goleada y ponen al documental en un lugar muy disfrutable. Guillermo Colantonio


Una vez la noche, de Antonia Rossi / 4 puntos


Quizá lo más destacable de este film de la directora Rossi sea su pretensión conceptual, abordando un terreno siempre pantanoso como el de los sueños y la memoria, tomando profundas aristas existenciales. Por momentos se pueden rescatar esbozos del tono sombrío de sus relatos y en particular la historia de la actriz se encuentra delineada inteligentemente. Pero si se rescata una de las historias documentadas es porque este film coral y disperso apenas tiene en su caos otros elementos interesantes a los que aferrarse. Tal vez la elección de no delinear los relatos tenga que ver con la búsqueda de lograr un stream of cosciousness cinematográfico en torno a un concepto, pero la imposibilidad de seguir las historias y una fragmentación inexplicable, con segmentos como la introducción que sólo se pueden apreciar intuitivamente desmontan esta búsqueda. Por otro lado, si bien la lucidez en tomar el registro del cómic logra momentos interesantes -también gracias al buen trabajo de montaje sonoro-, en particular el hilarante uso de diálogos con globos, las elecciones estéticas resultan desprolijas en algunos fragmentos, dando la impresión de ser apenas borradores de una obra incompleta. Cristian Mangini


Unidad XV, de Martín Desalvo / 6 puntos


Luego del derrocamiento del General Perón en 1955 un grupo de cuatro dirigentes del mismo partido, pero de distintas fracciones, son llevados a un penal de Rio Gallegos. Ante la inminente posibilidad de que sean fusilados, planean una fuga. El hecho histórico ocurrió y los cuatro protagonistas fueron personajes bastante emblemáticos de la historia argentina del Siglo XX: Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile), Jorge Antonio (Lautaro Delgado), John William Cooke (Rafael Spregelburd) y Héctor Cámpora (Carlos Belloso). La película parece estar hecha con poco presupuesto, lo que incrementa el mérito porque la recreación de época es lograda y las pocas locaciones, más algunos secundarios, le dan solidez a un relato que de por sí es interesante y muy cinematográfico. Los cuatro protagonistas están muy bien en las interpretaciones de los personajes, podemos sumar a Mora Recalde como la mujer de Jorge Antonio, Germán De Silva como el jefe de la cárcel y a German Fondari como el jefe de los guardiacárceles. En algunos momentos la bajada de línea se vuelve algo explícita en los parlamentos de los personajes (la escena de Cámpora junto con el guardiácarcel). De a ratos trata de forma caricaturesca alguno de los personajes (Antonio y Kelly), pero esto último le juega a favor logrando algunos pasajes de comedia en un relato más bien denso por la situaciones que viven. La música comienza en un registro que parece no encajar con lo que vemos (está cercana a una banda de sonido de película italiana de explotación), pero a medida que la película avanza y se planifica la fuga, entra de manera perfecta. Gabriel Piquet


Vendrán lluvias suaves, de Iván Fund / 6 puntos


Es indudable la capacidad de Fund por explorar poéticamente a través de las imágenes, esta vez sostenidas incluso por la excelente fotografía de Gustavo Schiaffino. Sin embargo, lo anterior es inversamente proporcional al manejo narrativo, un signo visible en películas anteriores del director. La novedad es la incursión en lo fantástico a partir de un apagón general que provoca un letargo somnoliento en los adultos y que les sirve a los niños para tomar la posta en la ciudad. El gancho es fuerte pero Fund privilegia una atmósfera sobrecargada en lugar de explotar el orden de los hechos. El peor pecado es desaprovechar la espontaneidad y las posibilidades de los chicos. Finalmente, el resultado se resiente porque ellos terminan siendo de los tantos personajes autómatas urbanos al que nos tiene acostumbrado el cine argentino en gran parte. En otras palabras, el ombliguismo autoral se pone por encima de la historia y los personajes. Guillermo Colantonio


(We are not going to) Fiesta Nibiru, de Manuel Facal / 5 puntos


Dos jóvenes, Pity (Luciano Demarco) y Galaxia (Verónica Dobrich), viven en un departamento de Montevideo, quieren ir a una fiesta llamada Nibiru, terminan no yendo y sus amigos irán cayendo al lugar que se transformará en un delirio a medida que van sucediendo situaciones. La película comienza como una de grupo de amigos en una previa (fuman, toman, intercambian pensamientos sobre sexo), que poco a poco comienza a irse hacia el terreno de la ciencia ficción. Recuerda mucho a los trabajos del Grupo Farsa (Plaga Zombie), pero la diferencia radica en que llega tarde a muchas cosas. El humor recae en el estado fumado de muchos de sus personajes (cosas que ya hemos visto en muchas películas norteamericanas, con mejores resultados). Los chistes escatológicos, el humor negro (escena del gato), funcionan pero a su vez denotan algo torpeza en el timing con que se ejecutan, dando impresión de que lo que vemos no es del todo buscado. Cuando la película rompe la línea del humor adolescente y se va a una de ciencia ficción más clásica y no tan divertida, ese cambio desconcierta un poco y no encaja del todo bien. Hay que reconocerle a Facal que su imaginario visual es muy potente, los pocos recursos que posee los maneja bien, la película no cae en ritmo pero el hibrido final no logra sostenerse. Gabriel Piquet


What you gonna do when the world’s on fire?, de Roberto Minervini / 7 puntos


Ser escuchados. Eso piden los protagonistas afroamericanos en Mississippi, EE.UU. Una mujer debe cerrar su bar, el lugar donde se congregan todos aquellos que sufren las consecuencias de la indiferencia, la violencia y la discriminación. Alli narran historias durísimas de vida transformadas en catarsis verbal, cantos de desesperación. Ser vistos. Minervini se encarga de ello con un potente y estilizado blanco y negro a través de una docuficción menos radical que sus trabajos anteriores. El seguimiento incluye también otros focos: un grupo de resistencia reclamando justicia por las vidas de dos jóvenes asesinados por grupos de ultraderecha y amparados por estado policial; dos hermanos cuyo padre está preso y el mayor que le enseña al otro a no tener miedo. Los diferentes marcos confluyen en la misma idea, a saber, las tremendas dificultades de vida de los afroamericanos. Minervini les cede la potencia de la voz y los agiganta en pantalla para que el reclamo se materialice con la debida atención. No solo eso. La interpelación comienza en el título de la película. Pese a la dimensión ética que manifiesta, el resultado se ve afectado por la reiteración. Sin embargo, una jugada secuencia al final sacude bastante el registro monocorde. Menos arriesgada que la trilogía de Texas pero muy atendible. Por supuesto, nada puede disfrutarse mientras el mundo se prende fuego, salvo la energía para continuar resistiendo. Los personajes y el director lo dejan bien en claro. Guillermo Colantonio


Wildlife, de Paul Dano / 7 puntos


Evocativa de Revolutionary Road, de Sam Mendes, Wildlife relata la amargura de una mujer atrapada en una vida que le desagrada, en medio de una existencia a la que no se resigna a sucumbir. El largo marca un auspicioso debut en la dirección del actor Paul Dano, que retrata con crudeza un momento de turbulencia en la vida de un adolescente solitario con padres que en lugar de acompañar su crecimiento desestabilizan su cotidianeidad. Por momentos parece una competencia por ver cuál es el progenitor menos apto para criar a un menor, lo cual está subrayado con un trazo grueso, y es la falencia que más atenta contra la verosimilitud del relato. La usualmente luminosa y dulce Carey Mulligan (memorable en los roles dramáticos que suele tomar, como aquellos de An education y Never let me go) está aquí irreconocible y detestable, y hasta su belleza queda opacada por lo ingrato de su rol. El debut de Dano en la dirección es irreprochable, y los tres actores se lucen, especialmente Mulligan y Ed Oxenbould  como madre e hijo, respectivamente. Paola Jarast


Yara, de Abbas Fahdel / 7 puntos


La película de Abbas Fahdel está en las antípodas de varias cosas. En primer lugar, de su monumental film anterior (Homeland). Sin embargo, hay un punto de conexión en la medida en que el dolor causado por la guerra y el desarraigo también aparecen como marcas en los protagonistas. En segundo lugar, esta pequeña historia de amor también se encuentra en la vereda opuesta de toda narración concebida a partir de la explotación efectista de un conflicto central. Su terreno es de los detalles y para ello hay sacarse por un momento el disfraz de espectador mainstrean y entregarse al naturalismo de las imágenes, al registro de una realidad alejada de la civilización que no admite contaminaciones. Dos veces suena el celular del protagonista masculino y altera el coro y la armonía de ese paraíso ubicado en una región de montañas en el Líbano. Allí, una joven vive con su abuela, en medio de rituales cotidianos. Su rutina se altera a partir de la llegada de un joven con el cual mantendrá una breve relación. Fadhel trabaja el espacio sin imponerse sobre los personajes y respeta ese tiempo sagrado del mutuo acercamiento en el que se reconocen ecos desde Kiarostami a Linklater. Por último, a diferencia de otras películas con estéticas similares, los planos descriptivos duran lo justo, exploran el misterio de lo real con la curiosidad y la sensibilidad de un observador apasionado que cree en el cine como religión. Guillermo Colantonio


Yo niña, de Natural Arpajou / 8 puntos


La vida de una niña en una familia que intenta mantenerse por fuera del sistema capitalista es contada de una manera muy atractiva. El film puede dividirse en tres partes bien marcadas. Mientras que al principio se torna idílica la forma en la que viven, principalmente por la belleza del lugar en el que están, luego se generan muy dificultosas ciertas situaciones. El paso por la ciudad, la parte del medio del film, genera un corte en la familia. Aún sin abandonar sus convicciones empiezan a visualizar limitaciones de la forma en la que viven. Además de estos cortes generales el film genera diferentes climas en los que podemos acceder a una visión más compleja sobre la vida de estas personas. La fotografía es un elemento muy importante en este sentido. No sólo va acompañando las circunstancias, sino que presenta a Armonía y a los lugares en su esplendor. La niña, de modo tan desenvuelto y llamativa por su personalidad, le permite a la película no caer en el dramatismo. Pero también es mediante ella que analizamos las contradicciones de la vida que llevan, la niña se anima a cuestionar lo que los adultos no. Julia, la madre, también ofrece una actuación muy buena, en la que encara a un personaje que explora cambios ánimo que parecen presentar a diferentes mujeres. Melody San Luis

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