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MAR DEL PLATA 2018: Competencia Internacional – Día 5


Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta / 7 puntos


Podemos partir de una obviedad, de una verdad de perogrullo subrayada en el título: Lacuesta navega entre dos aguas, el del documental y el de la ficción. Retoma los personajes de La leyenda del tiempo y confirma su habilidad para disimular el pasaje de una a otra instancia, sin embargo, también navega narrativamente. La película empieza y termina muy arriba pero varios tramos del medio se ven perjudicados por una duración excesiva (ese mal del cine actual incapaz de cortar a tiempo) y alguna que otra escena ficcionalizada de manera forzada. Los años han pasado y la vida de los hermanos, ahora adultos, es diferente. Isra sale de la cárcel. Su reinserción social y familiar parece imposible. Su mujer no lo quiere en casa, no consigue trabajo, apenas ve a las tres hijas y debe enfrentar sus propios fantasmas del pasado. Las condiciones en la isla son adversas y la naturaleza gitana tira para no conformarse y quedarse quieto. El otro hermano, Cheíto, tiene una familia constituida pero se esfuerza para concretar un proyecto que asoma como imposible. El tema para ambos es ese dinero que escasea para su clase, obligada a arrodillarse ante los peores escenarios de crisis. Hay verdaderos pasajes de intensidad emotiva como de gracia cinematográfica. Los personajes conservan la luminosidad de entonces, sobre todo cuando sacan a relucir sus juegos  y esos breves lapsos de disfrute que Lacuesta filma justamente, como recuperando la infancia. Es el perfecto contraste frente a la desazón de un mundo que se derrumba, ese mundo donde Isra no volverá a cantar. Tal vez, una concentración dramática más acotada hubiera puesto al film en un lugar más privilegiado. Guillermo Colantonio


Vendrán lluvias suaves, de Iván Fund / 6 puntos


Es indudable la capacidad de Fund por explorar poéticamente a través de las imágenes, esta vez sostenidas incluso por la excelente fotografía de Gustavo Schiaffino. Sin embargo, lo anterior es inversamente proporcional al manejo narrativo, un signo visible en películas anteriores del director. La novedad es la incursión en lo fantástico a partir de un apagón general que provoca un letargo somnoliento en los adultos y que les sirve a los niños para tomar la posta en la ciudad. El gancho es fuerte pero Fund privilegia una atmósfera sobrecargada en lugar de explotar el orden de los hechos. El peor pecado es desaprovechar la espontaneidad y las posibilidades de los chicos. Finalmente, el resultado se resiente porque ellos terminan siendo de los tantos personajes autómatas urbanos al que nos tiene acostumbrado el cine argentino en gran parte. En otras palabras, el ombliguismo autoral se pone por encima de la historia y los personajes. Guillermo Colantonio

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