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MAR DEL PLATA 2018: Competencia Internacional – Día 3


Cassandro el Exótico!, de Marie Losier / 7 puntos


Marie Losier vuelve a explorar las relaciones entre identidad, género y cuerpo dentro de un campo de productiva experimentación. Esta vez acompaña a un singular personaje, un luchador gay mexicano llamado Cassandro cuya popularidad rompe con los estereotipos de un universo consagrado a lo masculino. Sin embargo, desde un comienzo queda claro que la verdadera lucha es ser reconocido por sus virtudes y evitar la estigmatización del exotismo. Si hay algo que tiene en claro Losier es que el cuerpo es escritura. De allí la cantidad de cicatrices y tatuajes para dar cuenta de los golpes durante su carrera, y de los otros golpes, los de la vida. Cassandro es una entidad fronteriza, compleja, como la misma tierra mexicana que le toca habitar, atravesada por diversas cosmovisiones religiosas. A las imágenes que muestran su intimidad se le suman las espectaculares en el terreno de la lucha, con glamour incluido. Utilizando diferentes formatos y marcos enunciativos, la directora también aborda el dolor del retiro y todo el tramo final parece cerrarse chamánicamente en un tono alucinatorio bastante peculiar. En un momento del documental escuchamos música mientras desfilan unas placas radiográficas que evidencian el deterioro físico de Cassandro. Se trata de un buen ejemplo del cine de Losier. Los traumas corporales son el resultado, en todo caso, de decisiones personales y de una vitalidad envidiable. Y eso que otros verían con malos ojos, acá se acompaña con rock. Guillermo Colantonio


Yara, de Abbas Fahdel / 7 puntos


La película de Abbas Fahdel está en las antípodas de varias cosas. En primer lugar, de su monumental film anterior (Homeland). Sin embargo, hay un punto de conexión en la medida en que el dolor causado por la guerra y el desarraigo también aparecen como marcas en los protagonistas. En segundo lugar, esta pequeña historia de amor también se encuentra en la vereda opuesta de toda narración concebida a partir de la explotación efectista de un conflicto central. Su terreno es de los detalles y para ello hay sacarse por un momento el disfraz de espectador mainstrean y entregarse al naturalismo de las imágenes, al registro de una realidad alejada de la civilización que no admite contaminaciones. Dos veces suena el celular del protagonista masculino y altera el coro y la armonía de ese paraíso ubicado en una región de montañas en el Líbano. Allí, una joven vive con su abuela, en medio de rituales cotidianos. Su rutina se altera a partir de la llegada de un joven con el cual mantendrá una breve relación. Fadhel trabaja el espacio sin imponerse sobre los personajes y respeta ese tiempo sagrado del mutuo acercamiento en el que se reconocen ecos desde Kiarostami a Linklater. Por último, a diferencia de otras películas con estéticas similares, los planos descriptivos duran lo justo, exploran el misterio de lo real con la curiosidad y la sensibilidad de un observador apasionado que cree en el cine como religión. Guillermo Colantonio

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