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Duro de matar (1988)



UN EDIFICIO REPLETO DE AMOR

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Hace solo unos días, se cumplieron treinta años del estreno del que probablemente sea el mejor film de acción de todos los tiempos, el que se constituyó en un modelo de referencia para todo lo que vino después en el género: estamos hablando, obviamente, de esa obra maestra llamada Duro de matar. La película de John McTiernan, como diría el gran Homero Simpson, “funciona en muchos niveles”, y vale la pena rescatar algunos de ellos.

  1. Esa aventura explosiva que es Duro de matar es un ejemplo indestructible de una de las características inherentes de lo que se llama “clásico”: es una película que se puede ver una y otra vez, y siempre se presenta nueva, impecable, renovada, con algo sustancioso para decir. Y eso es producto en buena medida de cómo sabe encontrar huecos a los cuales completar desde lo narrativo, lo estético, la construcción de personajes y hasta el discurso político. Pero también de una puesta en escena de constante actualidad: hay algo que podría caratularse de increíble en la fluidez que consigue imprimirle McTiernan a la historia, más aún teniendo en cuenta que el guión no estaba terminado al momento de iniciar la producción y que se fue completando ya bien avanzado el rodaje. ¿Cómo explicar esto? Difícil encontrar una ilustración absoluta, con lo que posiblemente estemos ante un escenario multicausal, uno de eso casos donde se alinean los planetas, porque hay un realizador con enorme claridad de ideas, guionistas que aportaron los giros justos, un elenco (Bruce Willis, Alan Rickman, Bonnie Bedelia) que encuentra el tono preciso en la composición y esa magia que puede aportar la improvisación. Duro de matar es un film donde la planificación y el caos se dan la mano de una manera tan impactante como bella.
  2. McTiernan siempre fue un realizador con plena consciencia de las herramientas que tenía a disposición, y muchas veces supo evolucionar hacia una autoconsciencia que puede tener connotaciones un tanto ácidas y hasta cínicas, pero que siempre privilegia el cariño por lo genérico. Es cierto que la verdadera explosión autoconsciente del director llegó con El último gran héroe, que fue el film de acción que en buena medida le dio un cierre a diversas expresiones del género. Pero en Duro de matar ya estaba el germen de lo que vendría con la película de 1993 protagonizada por Arnold Schwarzenegger: estaba el héroe que ya estaba de vuelta a tal punto que explicitaba su soledad hablando consigo mismo; los villanos desprovistos de motivaciones políticas específicas pero usándolas como disfraz; la mirada escéptica y hasta burlona sobre las autoridades policiales; la visión sobre la vida familiar alejada de lo idílico; y una fisicidad que coqueteaba desfachatadamente con lo inverosímil. Y ahí también podemos ver un diálogo bastante particular con una película un tanto subestimada como Comando. McTiernan quizás no vio el film de Mark L. Lester, pero tomó unos cuantos elementos de su relato, especialmente esa noción del héroe individual e individualista.
  3. Pero lo que Duro de matar hace es profundizar ciertos componentes o reconfigurarlos de forma significativa: si en esa película la contraposición ideológica entre Estados Unidos y otras partes del mundo (particularmente la comunista) ya estaba difusa, acá ya está puesta totalmente en crisis, con antagonistas solo interesados en el dinero aunque finjan descaradamente ser terroristas con fines políticos; y John McClane es marido antes que padre (y ambos roles están en crisis), sus lazos con la ley son problemáticos (está afuera y adentro a la vez, como si no tuviera una jurisdicción que enmarque su accionar) y su aspecto físico lo acerca al hombre común y corriente que se supera a sí mismo. En un punto, puede leerse a Duro de matar como la primera película donde Willis juega a ser un gran héroe de acción pero sin dejar de ser un comediante, creando un estilo propio dentro del vacío que habían dejado Schwarzenegger, Stallone, Van-Damme y otros más.
  4. Y es desde la presencia de Willis y la mirada de McTiernan que Duro de matar es no solo un enorme film de acción, sino también una hilarante comedia de rematrimonio, y a la vez un desgarrador drama de rematrimonio. En el fondo, en el edificio Nakatomi Plaza lo que se cuenta es la historia de un tipo tratando de reconciliarse con su esposa Holly, con la que tiene una relación de amor-odio, a tal punto que ella elige sacarse el apellido de casada y quedarse con el de soltera, Gennero. Y para hacerlo, mata a todos los que se cruzan en su camino, o de mínima los saca de quicio: como bien dice en un momento su esposa, “solo John puede volver así de loco a alguien”. McTiernan retomaría la saga en la tercera parte, con John y Holly ya en pleno proceso de divorcio, evidenciando que ese amor que había sobrevivido durante las dos primeras películas estaba destinado a extinguirse. Pero eso sí, John y Holly siempre tendrán al Nakatomi Plaza.

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