No estás en la home
Funcinema

Madrijo

Muy Buena


UN POEMA DE AMOR

Por Juan Cruz Bergondi

(@funcinemamdq)

Quizá el grotesco sea el escenario perfecto para articular lo privado y lo social porque nunca pierde de vista las presiones que vienen de arriba. Y el grotesco -es sabido-, ya por una predilección hacia lo exuberante, ya por una tendencia orgánica a la exageración, encontró en nuestro país tanta tierra fértil que aún hoy cosecha frutos. Tal es el caso de la producción de Mariano Saba, autor de Madrijo, una obra dirigida por Horacio Roca, con la actuación de Ingrid Pelicori y Martín Urbaneja, que acaba de estrenarse en Espacio Callejón.

Marta va de noche en bicicleta para recibir su cumpleaños hasta la cementera donde su hijo, Walter, trabaja -o trabajaba, porque en verdad ahora se encarga de vigilar en la garita de la entrada la toma que con el apoyo del sindicato se lleva a cabo ante el inminente cierre-. Cada uno carga con un fantasma: Walter, con el de un padre ventrílocuo; Marta, con el de Alfonsina Storni -cuya vida supo aunar un combo maravilloso: la poesía, la docencia y el teatro-. Los personajes, entre el amor descarnado y un odio visceral -nunca más apropiado el adjetivo que remite a las entrañas-, tiran del vínculo con afán de desatar un ovillo imposible.

El dominio del dramaturgo es responsable de que en el entramado tejido no sea posible encontrar una fisura para entrar a separar. Así como la madre y el hijo son uno solo, lo mismo la familia y el país; la actividad gremial y el ritual del cordero sacrificado; el sector privado y la crisis que amenaza con volar todo por los aires. Aunque se le pueda atribuir, por la actualidad de su conflicto -la desocupación y la depresión económica-, un carácter premonitorio -el texto ganó en 2011 el premio Germán Rozenmacher-, hacerlo sería no advertir que Mariano Saba en realidad sabe de qué está hecho el paño: sabe que las debacles no son excepción sino parte del sistema.

El acierto de Roca en la puesta en escena es su confianza en la sencillez -que requiere en realidad de mucho trabajo y sabiduría-. Es consciente de que tiene, por un lado, una pieza que de tan redonda pareciera no tener costuras, y por el otro un elenco capaz de hacer cuerpo el tono particular -entre poético y realista- de los personajes, heredero a la vista del teatro de Mauricio Kartún. El director no se pone por encima y le ofrece a la escena el lucimiento que merece. Además, cuenta -y lo sabe porque lo saben todos los espectadores- con el as de espada: ver a Pelicori es una oportunidad que no se puede desaprovechar. El dolor de la madre se hace carne en la actriz y el amor desborda el escenario. Cuando termina la función, durante la caminata al colectivo, mientras se sacude de a poco el encantamiento uno se sorprende al encontrarse a sí mismo repetir al igual que una oración “qué pedazo de actriz”.

No queda claro quién es Edipo, si Marta o Walter debieran arrancarse los ojos. La intertextualidad es un valor agregado y de ninguna manera un impedimento o peaje que el espectador deba pagar. Nadie sabe cómo ser madre ni como ser hijo así como nadie puede evitarle el sufrir al otro: parte de la vida es lastimar, aunque mirado de lejos cause un poco de risa. El diablo mete la cola: igual que las crisis del capitalismo, los errores que alejan al amor siempre se repiten. Madrijo es una gran muestra de teatro, que, como un poema de Alfonsina, tiene algo de canción y otro poco de muerte.


Dramaturgia: Mariano Saba Actúan: Ingrid Pelicori, Marín Urbaneja Vestuario: Julio Suárez Escenografía: Carlos Di Pasquo Maquillaje: Ana Make Up Diseño de luces: Leandra Rodríguez Realización de escenografía: Agustín Garbelloto Sonido: Martín Pavlovsky Fotografía: Fotografía Russarabian Diseño gráfico: Sebastián Mogordoy Asistencia de iluminación: Susana Zilbervarg Asistencia de dirección: Manuela Roca Prensa: Marisol Cambre Dirección: Horacio Roca Sala: Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA) – Sábados a las 20:45.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.