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Funcinema

Anon

Título original: Idem
Origen: Alemania
Dirección: Andrew Niccol
Guión: Andrew Niccol
Intérpretes: Clive Owen, Afiya Bennett, Morgan Allen, Jeffrey Men, James Tam, Amanda Seyfried, Jonathan Potts, Rachel Roberts, Toyin Ishola, Sebastian Pigott, David Storch, Billy Parrott, Amadou Kebe
Fotografía: Amir Mokri
Montaje: Alex Rodríguez
Música: Christophe Beck
Duración: 100 minutos
Año: 2018


5 puntos


EL ABURRIDO MUNDO DE ANDREW NICCOL

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Cuando pensamos en el cine de Oceanía, en las producciones australianas o neozelandesas, difícilmente se parezca al cine de Andrew Niccol, director y guionista nacido en las tierras de Peter Jackson. Salvo por la discutible El señor de la guerra, que tenía algunas ideas alocadas y avanzaba sin preocuparse demasiado por la coherencia narrativa, el resto de la filmografía de Niccol es de un nivel de abulia y solemnidad que abruma. A su lista de relatos de ciencia ficción poco relevantes se suma ahora Anon, con la que Netflix continúa su camino de irregularidad en la producción de cine.

Como decíamos, el universo donde se mueve Niccol es el de la ciencia ficción, pero no una ciencia ficción que se toca con la aventura y la acción, sino una que apela a reflexionar sobre la existencia humana, la moral y la ética. Gattaca o El precio del mañana son ejemplos de su cine, propuestas que evitan a toda costa la diversión y se muestran más preocupados por ofrecer una mirada política y hasta social. Ojo, no negamos esa posibilidad del género fantástico de reflexionar, pero cuando lo narrativo se pierde ante el “mensaje” o la bajada de línea, se pasa a un lugar del cine como continente que resulta poco estimulante. Anon es una película que coquetea con el cine negro y con el policial clásico: si en Minority report la Justicia y la policía cuentan con herramientas que llevan a impedir crímenes, aquí tienen a su disposición un dispositivo ocular que permite identificar a los criminales; dispositivo que -agradezcamos- la película no se toma el tiempo de explicar. Por eso que en esta distopía ya no hay delitos sin su justa condena. Claro, hasta que aparece un hacker y comienza a complicar las cosas, especialmente al agente que interpreta Clive Owen que, como tiene que ser, arrastra una tragedia del pasado y se termina enredando con una suerte de femme fatale (Amanda Seyfried).

Hay que reconocerle a Niccol que es un tipo de ideas interesantes: de hecho es el guionista de The Truman Show y el autor de la historia en la que se basa La terminal, de Steven Spielberg, dos muy buenas películas que se arman desde la premisa. El problema del director es, entonces, su incapacidad para narrar, para construir mundos atractivos más allá de las ideas, que funcionen de manera autónoma sin pensar en linkearlas hacia sus influencias (salvo, repetimos, El señor de la guerra, que era una pavada insostenible aunque descontrolada). Por lo tanto, Anon avanza de manera desapasionada, con un registro formal que se aplica a las actuaciones, todas monocordes. Sin embargo, lo peor de la película, que uno puede acusar por lo menos de tediosa, llega sobre el final, con una serie de resoluciones que demuestran la falacia de este tipo de films: en definitiva, a estos directores sólo les importa comprobar su tesis, llevándose por delante cualquier organicidad narrativa. Por eso que los giros del final suenen antojadizos, caprichosos e insustanciales. El rigor del que hacen gala películas como Anon durante buena parte de su metraje se desmorona a la hora de resolver y atar todos los cabos sueltos. Hacia el final el personaje de Seyfried (que sigue sumando malos proyectos) dice algo más o menos interesante sobre la intimidad y lo público. Pero ya es tarde, Anon nos había dejado de interesar con su ascetismo calculado y su frialdad.

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