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A hologram for the King

Título original: Idem
Origen: EE.UU. / Reino Unido / Francia / Alemania / México
Dirección: Tom Tykwer 
Guión: Tom Tykwer, basado en la novela de Dave Eggers 
Intérpretes: Tom Hanks, Alexander Black, Sarita Choudhury, Sidse Babett Knudsen, Tracey Fairaway, Jane Perry, Tom Skerritt, Michael Baral, Lewis Rainer, David Menkin, Christy Meyer, Megan Maczko, Ben Whishaw, Eric Meyers, Khalid Laith, Amira El Sayed
Fotografía: Frank Griebe 
Montaje: Alexander Berner 
Música: Johnny Klimek, Tom Tykwer 
Duración: 98 minutos
Año: 2016


6 puntos


LA PESADILLA DEL SUEÑO AMERICANO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Alan (Tom Hanks) es uno de esos típicos personajes que sostiene la idea del sueño americano: alguien que a pesar de los fracasos cree en las segundas oportunidades y en la posibilidad de reconvertirse, de hacerse a sí mismo. Es un self-made man en toda regla. Esa actitud ante la vida (y no otra cosa: las evidencias en contra son notorias) es la que lo lleva hasta Arabia Saudita para tratar de venderle al rey una moderna tecnología consistente en un sistema de comunicación holográfico. Lo que no puede disimular Alan, en todo caso, es la sombra de un padre que le revela el horror de su creencia en el capitalismo, el peso de un divorcio que lo lleva a tomar decisiones de urgencia, ni -mucho menos- una molesta protuberancia que se la ha formado en la espalda. A hologram for the King, esta rara comedia dramática del alemán Tom Tykwer, trata básicamente de la incomodidad y del derrumbe de un sistema de creencias que nos ha sostenido hasta el momento.

Tykwer ya había demostrado ser dueño de una mirada inteligente sobre el capitalismo, especialmente en ese gran thriller que fue Agente internacional donde con furibunda parquedad se nos revelaba cómo funciona la política del mundo. Hay en esta película, basada en una novela de Dave Eggers, algunos rasgos de aquella, aunque también el exhibicionismo formal de otras suyas como Corre Lola corre o En el cielo. El viaje de Alan a Arabia Saudita se dilata porque el rey no se hace presente y nadie parece querer atenderlo. Y esa espera kafkiana no sólo profundiza la insatisfacción del protagonista, sino que también permite ante ese vacío la búsqueda existencial y reparadora. El mundo artificial de Arabia Saudita, de ciudades montadas en medio del desierto por pura prepotencia económica, se revela como una mentira, una fachada que imita la vida pero no logra reemplazarla. El mayor ejemplo, y uno de los grandes momentos de la película (Tykwer es un gran director, por eso que A hologram for the king contiene varios buenos momentos a pesar de ser fallida), está vinculado con la visita de Alan a un edificio despoblado. El capitalismo se dirige a esas ruinas y no es más que cartón pintado para aparentar.

En todo este viaje angustiante (porque la película se disfraza de comedia para disimular), Tykwer entiende -como Spielberg- que nadie mejor que Tom Hanks representa la idea del americano medio involucrado en situaciones que lo superan. Hanks podría ser un personaje hitchcockneano, pero su viraje hacia la farsa lo ha convertido en un comediógrafo genial, especialmente cuando usa el cuerpo como aquí: entre las varias incomodidades que vive el personaje, la principal es su problema con la estabilidad de las sillas donde se sienta. Las reiteradas caídas lo convierten en un personaje de Jacques Tati. La ausencia del rey, la falta de Internet, los problemas del lenguaje, todo atenta a una incomunicación que sólo puede ser falsamente tangible, como la de esos hologramas.

Obviamente que la película presenta alguna salida y ese es tal vez el pasaje menos feliz de A hologram for the King. Allí la sátira es reemplazada por una historia de amor adulta, que si bien está desprovista de épica, reblandece un relato que tenía una potencia humorística sumamente vital. En esa confusión en la que ingresa la película hacia el final, se pierde bastante energía pero fundamentalmente el poder de la burla.

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