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Un hombre de bien, un gran gestor solidario

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Cuando había que dar el puntapié para una acción solidaria e impulsar a los jóvenes a que soñaran, a que hicieran arte, Gustavo Giordano estaba ahí. Creo que le gustaban más los colegios que los banquetes frívolos a los que lo obligaba su trabajo. Fue docente y siempre decía que el centro de la educación eran los alumnos. Por eso pudimos iniciar La Corte como programa temporal del Auditórium, que ahora se perdió.

Cuando la palabra gay y homosexual era mirada con desprecio, Gustavo era jefe de gabinete de Cultura y dio su ok, durante la dirección de Jorge Taglioni, para que se hiciera la primera conmemoración del Día de la Dignidad Gay en el Auditórium, y viajó especialmente. Fue un hito en Mar del Plata. De la calle que había ganado el colectivo LTGB al teatro oficial. Karina Freyre, Javier Moreno Iglesias y toda la gente de AMADI lo saben.

Esa celebración se discontinuó el año pasado… sin palabras.

Abrió las puertas del teatro para combatir el oscurantismo, dando salas y su presencia a conferencias para la comunidad africanista.

Fue un pionero. Un humanista. Un libertario.

Fue maestro, director en el Pasteur, vivió en la clandestinidad durante la Dictadura Cívico Militar Genocida. Fue director del Alvear. Del Auditórium, durante tres gestiones y le dio su impronta solidaria. No le molestaba embarrarse los pies visitando los barrios que había que socorrer. Instituyó el bono solidario, que creo que también sacaron. Impulsó el programa De cara al mar, para que chicos que no lo conocían pasaran la tarde en la playa y luego tomaran la merienda en el teatro. Liberó entradas gratuitas en A desaburrir el invierno para todos los pibes de barrios desfavorecidos y comedores.

Consiguió presupuesto para los docentes de La corte de los milagros (acción que Marcelo Marán continuó) y nos daba las salas del teatro, cosa que ya no pasa.

Venía a la primera pincelada de los murales en los colegios y a la inauguración. Nada era pobretón para él. No le interesaba el glamour, porque no era superficial.

Escribió un libro que editó Mauricio Espil y tenía dos en carpeta.

Quería que se rodara Las mil Evas y una Eva, con guión que compartimos.

Le dio alas al departamento audiovisual del Auditórium.

Inauguró salas. La Bodega, la Laureti, quería la sala Nácar. No lo consiguió. Inauguró el café teatral Emilio Alfaro.

Le dio continuidad a las actividades literarias gratuitas del Auditórium, en el formato de Cruce de palabras, que había iniciado Marcelo Marán.

Remodeló por primera vez la sala Payró.

Cambió el nombre del Teatro, de Centro Cultural a Centro Provincial de las Artes y nos tuvo semanas estudiando la fundamentación para presentar el protocolo.

Le dio impulso a las murgas.

Trataba a los pibes de La corte de los milagros como a artistas en cierne, con respeto. Y sé que Araceli, nuestra India Farías, era como una nieta para él. Sabía los nombres de todos, los más antiguos, los nuevos.

No vaciló en pedir que Victoria García Iacovella interpretara un texto de Orgambide en el homenaje a Danilo Devizia. Actor y amigo suyo al que ayudó en su último unipersonal Yo soy el Diablo, en la Nachman.

Celebró su aniversario con Laura Vignola y varios cumpleaños con artistas de nombre que eran sus amigos, como Marián Farías Gómez y con empleados, que consideraba sus compañeros. Y pasábamos tardes espectaculares en su chacra en Lezama. Donde también abrió un teatro.

Recientemente había sido nombrado director del Teatro Provincial de esta ciudad.

Esta noche, en el Teatro Colón y teatros independientes aplaudirán en su honor.

En funciones o alejado de la gestión nos llamaba y estaba al tanto de todo. Y si podía, nos protegía.

Vas a hacernos mucha falta amigo. Amigo.

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