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Recapitulación de Stranger things 2

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

La referencia obvia para Stranger things 2 es Aliens: más monstruos, más acción, más personajes, más despliegue en terror y efectos especiales. Pero las semejanzas no se quedan allí: hay un universo en plena expansión y, principalmente, una profundización sustancial en los devenires de los protagonistas y las relaciones que establecen entre ellos.

Si en Aliens James Cameron terminaba de cimentar las características de la Teniente Ripley como heroína moderna, mientras indagaba en las motivaciones de la Compañía y la biología del monstruoso antagonista; en Stranger things 2 los hermanos Matt y Ross Duffer consolidan a ese héroe grupal que tantos buenos réditos le dio en la primera temporada, potencia al universo que rodea a ese extraordinario personaje que es Once y brindan nuevas características horrorosas a esa realidad paralela que es el Mundo del Revés.

Pero, principalmente, Stranger things 2 es una continuación no solo de esa declaración de amor por la cultura popular de los ochenta, sino también por esa estructuración alrededor de la infancia como una instancia temporal, espacial, estética, temática, donde todo es descubrimiento y fascinación, donde la pérdida se entrecruza con el amor. Hay una base narrativa que perdura –diversas subtramas que en los últimos episodios terminan confluyendo en una batalla a todo o nada contra una entidad maligna- pero que a la vez promueve un crecimiento en los personajes. Y la sensación es que con ellos, crece el afecto del espectador.

A continuación, un recorrido episodio por episodio.

Chapter One: Madmax. La secuencia de arranque es potente y vigorosa, en un paisaje urbano, donde se presenta a joven que parece tener poderes similares a Once. Luego, la vuelta a Hawkins, donde se acerca la Noche de Brujas y comienzan a aparecer múltiples indicios problemáticos. Ahí tenemos plantaciones misteriosamente podridas que debe investigar el Sheriff Hopper, Will tiene una visión particularmente siniestra del Mundo del Revés y hay una chica que es una luz en los juegos de arcade, capturando la inmediata atención de los cuatro niños protagonistas, pero especialmente Dustin y Lucas. Se trata de Max, un nuevo personaje que deberá luchar duro para ganarse su lugar. Acá vuelve a notarse la vocación de la serie por darle un pausado desarrollo a los conflictos, lo que no significa que no se reserve dosis de impacto. Por algo el capítulo termina con la reaparición de Once, cenando con Hopper, quien la mantiene oculta.

Chapter Two: Trick or treat, freak. Todo este episodio es un bello homenaje a Los Cazafantasmas, no solo desde los trajes que portan los niños, sino también desde la música y el trabajo de montaje. Pero también es una muestra de cómo la serie consigue ir creando tensión a partir de indicios pequeños, que van por distintas vías: por ejemplo, hay toda una subtrama que gira alrededor de Nancy y el peso que carga por la desaparición de Barb, que es llamativamente dolorosa. Asimismo, se percibe una estructuración sustentada en las relaciones entre los personajes a través de díadas: Will y Mike, Mike y Once, Once y Hopper, Nancy y Jonathan, Nancy y Steve, Joyce y su nuevo novio Bob (Sean Astin, casi tan noble como en El Señor de los Anillos), y un largo etcétera. Esas díadas son lo que van a darle basamento a lo grupal.

Chapter Three: The pollywog. Hasta ahí, el episodio que establece mayores conexiones con la primera temporada, no solo por la mascota que alegremente adopta Dustin, y a la que llama alegremente Dart, en referencia a Los Tres Mosqueteros, sino también por cómo le da un mayor peso al vínculo roto entre Once y Mike (que casi parece una telenovela por la acumulación de desencuentros). Y claro, por la última secuencia, donde Will se decide a enfrentar a las visiones que está teniendo y termina poseído por el monstruo que lo persigue. Es un final escalofriante e irónico a la vez, a partir de cómo problematiza la diferenciación entre lo real y lo imaginario, y cómo transmite que, a veces, solo queda huir.

Chapter Four: Will the Wise. Una de las claves de Stranger things pasa por los secretos, por lo que no se dice, por lo que se guarda o se dice solo a medias, tratando de evitar un posible cataclismo que de todas maneras llegará. Eso se asocia con la angustia, que es una de las notas sentimentales y temáticas de la serie. Este episodio se trata de eso, de cómo incluso los niños como Will son capaces de intentar proteger a los adultos como Joyce queriendo ocultar lo que les sucede. Hasta que claro, no queda otro remedio que decir la verdad, por más que esa verdad sea entre terrible e incomprensible. La tensión escala, porque además el pequeño Dart se revela como un monstruo terrible y sanguinario, mientras crece el interrogante sobre la historia previa de Max y cómo llegó al pueblo.

Chapter Five: Dig dug. Un capítulo sobre la búsqueda y la investigación: Bob ayuda a Joyce a encontrar a un Hopper que está atrapado en territorio subterráneo; Nancy y Jonathan intercambian teorías conspirativas con un obsesivo periodista; y Once escapa para encontrar respuestas sobre su pasado. Acá es notorio las notables transiciones a las que recurre la serie para alimentar la tensión y a la vez cambiar de tramas, mientras va vertiendo estupendos apuntes sobre los lazos personales. Por ejemplo, en un par de diálogos donde queda claro que los padres de Hawkins son buena gente pero absolutamente incapaces de detectar qué les pasa a sus hijos. Allí, referentes como ET o Volver al futuro vuelven a aparecer con gran fuerza.

Chapter Six: The spy. Un episodio sobre el amor y las amistades inesperadas en medio del terror. Es realmente deliciosa la capacidad que demuestra la serie para, de repente, volcarse a la comedia romántica con la esperada concreción del amor entre Jonathan y Nancy, con el periodista obsesivo funcionando como perfecto intermediario. Pero este capítulo no se conforma con eso, sino que también establece con un par de trazos un aceitado vínculo entre Dustin y Steve en pos de atrapar a Dart, que ha huido libre como el viento por los bosques. Lo de Dustin (y quien lo encarna, Gaten Matarazzo), hay que destacarlo, es maravilloso: dan ganas de llevárselo a casa. Hasta nos apena que empiece a quedar relegado en su competencia con Lucas por el afecto de Max. Mientras tanto, el horror crece, porque la mente y el cuerpo de Will ya forman parte de una colmena monstruosa, a la que incluso sirve en sus propósitos. El cierre deja todo abierto para la hecatombe pero…

Chapter Seven: The lost sister. El episodio más polémico de la temporada, porque se aparta por completo de lo que sucede en Hawkins y sigue a Once, quien tras el encuentro con su madre, termina hallando a esa hermana perdida a la que habíamos visto en el arranque de MadMax. Se puede ver a este capítulo como de mera transición, en pos de redondear la historia de Once, su toma de conciencia total de sus poderes pero también del lazo afectivo que la une con la gente de Hawkins y su vuelta al hogar; pero también como un indicio de lo que podría haber sido esta nueva temporada si se hubiera permitido romper por completo con las fronteras de Hawkins.

Chapter Eight: The mind flayer. Siguiendo un modelo narrativo similar al de la primera temporada, acá ya empezamos a ponerle nombre y apellido a algunas cosas. Por ejemplo, al antagonista por excelencia, esa gran entidad demoníaca que quiere traspasar dimensiones y arrasar con todo. Aunque en verdad este un capítulo donde el vértigo es el que se impone, en una carrera por la supervivencia que también tiene altos componentes afectivos. Allí, el que queda atrás es Bob, en una muerte heroica, digna de un personaje noble y honesto, sin dobleces. Sobre el final, hay un uso estupendo del fuera de campo y el sonido, que decanta en una previsible pero igualmente conmovedora reaparición de Once. El cruce de miradas entre ella y Mike es…amor. ¿Quieren saber lo que es el amor? Es eso: un chico y una chica diciéndose que se quieren solo con la mirada.

Chapter Nine: The gate. Si se analizara este capítulo de manera fría y calculada, se podría decir que es previsible, que la serie arriba a las conclusiones fáciles y cómodas para mantener a sus espectadores. Pero lo cierto es que la serie no es cínica, se hace cargo de lo que cuenta y le otorga coherencia a los cierres que va delineando. De hecho, hay una lógica de hierro que permite que Mike y Once puedan estar finalmente juntos y llegar a ese beso tan ansiado; Max y Lucas den los primeros pasos de su propia historia amorosa; Dustin siga buscando a esa chica especial; Steve acepte que Jonathan y Nancy tienen una conexión que lo supera; y Joyce (que ha puesto nuevamente a prueba su rol como madre de Will) y Hopper (convertido en padre adoptivo de Once) sigan trabajando en esa relación de mutuo afecto que viene de larga data. El plano final, que deja en claro que la guerra con esa dimensión alternativa no ha finalizado, explicita la suma de referencias en las que se apoya Stranger things: los cines de Steven Spielberg, de Joe Dante, de Robert Zemeckis, pero también los de John Carpenter y Wes Craven. Y sin embargo, los Hermanos Duffer ya crearon algo totalmente propio, sensible y emocionante.

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