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War machine

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: David Michôd
Guión: David Michôd sobre el libro de Michael Hastings
Intérpretes: Brad Pitt, Anthony Hayes, John Magaro, Anthony Michael Hall, Emory Cohen, Topher Grace, Daniel Betts, Aymen Hamdouchi, RJ Cyler, Alan Ruck, Nicholas Jones, Will Poulter, Lakeith Stanfield, Ben Kingsley
Fotografía: Dariusz Wolski
Montaje: Peter Sciberras
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Duración: 122 minutos
Año: 2017


7 puntos


MELANCOLÍA CASTRENSE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El espíritu demócrata y ramplón de Brad Pitt, ya evidenciado en producciones de su compañía Plan B como 12 años de esclavitud, hacían prever lo peor con War machine. Y para colmo de males la presencia de Netflix, cuya producción de largometrajes dista de la calidad deseada, completaba un panorama de prejuicios que nos hacían sentar frente a la película de David Michôd (el de Animal kingdom) con enorme desconfianza: sin embargo, esta sátira sobre el mundo de la política y las intervenciones militares norteamericanas logra no sólo superar nuestras expectativas sino que además se convierte en una de las más honestas miradas del cine estadounidense reciente sobre la temática del intervencionismo en Medio Oriente.

Basada en la novela de Michael Hastings, la película imagina sobre la base de lo real (los protagonistas no son más que ligeras ficcionalizaciones de personajes que existieron) a un militar norteamericano, el general Glen McMahon (Pitt), en el mismísimo momento en que se hace cargo de las acciones del Ejército norteamericano en Afganistán, allá por 2009. Hay en el prólogo de War machine un trabajo sobre la construcción de los mitos, algo clave en el imaginario castrense, y que impacta fuertemente en el epílogo, donde esa suerte de rockstar de la milicia que es McMahon cede ante su propia tristeza: porque la película es precisamente el viaje que hace el protagonista desde la cima del poder hasta el abismo de la soledad al descubrirse como un personaje de otra época, que ya nada tiene que ver con los tiempos actuales y con las necesidades de la política en el presente, aún en la guerra. Algo inteligente que hace Michôd es nunca permitirse la nostalgia, lo que de alguna manera avalaría el intervencionismo, sino imprimir una melancolía progresiva que va tiñendo el aspecto divertido y satírico de la primera parte del relato en una pasividad grisácea.

War machine dice lo que han dicho muchas películas, que la guerra es mala. Pero a esa verdad de Perogrullo le adosa muchísimos elementos y más complejos: en verdad es una película que mira de costado lo bélico (salvo una escena clave hacia el final) porque lo que le importa decididamente es el juego de la política a su alrededor, de las necesidades de los militares y las obligaciones de los civiles, de una puja que nunca cesa y que en vez de modificar el rumbo cambia piezas gastadas por piezas por gastar: el ultimo plano es magistral en esa remarcación de lo circular y cíclico que termina resultando todo, y que todo cambia para que nada cambie. Y en otros planos la película se permite cuestionar el sentido de lo que hacen las tropas en Medio Oriente, de cómo esa “ayuda” es totalmente innecesaria, hipócrita e inmoral.

Es verdad que War machine apuesta a una sátira que a veces atraviesa límites, y que a partir de ese grupo humano que rodea a McMahon nos lleva a pensar que estamos ante una nueva recreación de Los desconocidos de siempre (comedia italiana con gran influencia en el cine norteamericano). E incluso que Pitt está demasiado caricaturesco o, por el contrario, que al film le falta el filo necesario como para sostener esa construcción marcada y burlesca del actor. En todo caso son problemas de tono que la película logra sortear por la fuerza de su relato y la coherencia discursiva que aporta con su mirada.

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