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UNCIPAR 2017: un camello y mosquitos varios

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Segunda y extensa jornada de UNCIPAR, con dos paquetes de cortos bien nutridos en cada competencia, con un camello que nos hizo soltar algunas lágrimas y también muchos mosquitos que nos hicieron florecer múltiples ronchas. Estos vendrían a ser los temas de conversación habitual por estas horas en Pinamar. La primera pregunta que surge en cada conversación es “¿qué viste?”. La segunda: “¿tenés Off!?”.

Los mosquitos no merecen mayor presentación, son unos insectos muy molestos que ya todos conocen. En cambio, de los camellos no sabemos demasiado. Y tampoco es que el español Palabras de Caramelo de Juan Amador clarifique mucho el asunto, pero a partir del vínculo que narra entre un niño sordo y un camello en el Sahara queremos decir que ya pasan a estar entre nuestros animales cinematográficos favoritos.

Si bien podemos acusar al corto de efectista, también es cierto que cuenta lo suyo con mucha elegancia, que es una historia de amistad, de pérdidas y de aprender a convivir con ellas, y que resuelve su historia con esa sutileza para las emociones que podemos reconocer en las películas de Pixar. A esto se suma un trabajo con el sonido, el montaje y el encuadre que lo coloca entre los mejores cortos que han pasado por la 39ª edición de UNCIPAR.

Ya que estamos, agreguemos que la Competencia Internacional tuvo una jornada bastante irregular: lo más atractivo se vio en el primer programa de cortos, que incluyó a Palabras de Caramelo. Ahí, por ejemplo, podemos contabilizar a My awesome sonorous life, un sensible corto italiano de Giordano Torreggiani sobre un anciano que ha coleccionado sonidos y que sale a hacer sus tomas de una manera muy divertida. Más allá de alguna obviedad y sobreexplicación, cuenta con un trabajo fotográfico en blanco y negro que suma para la melancolía general.

También sabemos que raramente los jurados premien una comedia, pero en el caso que lo hagan, si Como yo te amo de Fernando García y Ruiz Rubio se va con una estatuilla, no sólo sería merecidísimo sino también un acto de justicia. Una historia de amor bastante particular, que tiene un arranque arrollador distorsionando los discursos orales y visuales, y que sostiene su intensidad cómica con una solidez poco habitual si tenemos en cuenta que dura 23 minutos. Este corto se burla de los lugares comunes en la mirada machista sobre lo femenino, esa construcción antojadiza que hacemos los hombres sobre las mujeres, pero a la vez arrasa con múltiples convenciones con un grado de locura digno de la mejor comedia española.

Como decíamos, todo lo bueno del domingo en la Internacional se vio en el primer programa. El segundo fue flojo (y uno se pregunta si no sería necesario un balance en la programación) y apenas podemos destacar Club Man, de Lucía Castellano e Inés Mongil, como una mirada más o menos interesante sobre cierta decadencia en Puerto Rico a partir de la debacle de una tienda de ropa masculina que en algún momento fue ícono de los sectores de poder. Un documental sin demasiada inventiva, pero que arroja una de las frases del Festival en la voz de un vendedor histórico de la tienda: “el hambre lo disimulo, la elegancia nunca”.

NACIONALES

En cuanto a la programación de la Competencia Nacional, la segunda jornada tuvo su pico con la proyección de Corp, de Pablo Polledri, un corto animado que se había visto en el Festival de Mar del Plata y que resume en pocos minutos y con gran inteligencia el funcionamiento y los andamiajes del sistema capitalista. Lo positivo es que además de su ingeniosa estructura, el film es sumamente disfrutable y no se queda en la canchereada. El final es de lo más conciso.

Si hablamos de animación, Juan Pablo Zaramella es uno de los más grandes animadores del cine argentino. Y en UNCIPAR presentó Onion, un corto que si bien vuelve a demostrar su talento para la técnica y su efectivo uso del humor, en otros pasajes evidencia cierta deriva narrativa (justificado a medias por el surrealismo de algunas situaciones) e incluso algunos toques de patetismo un poco incómodos. Un buen trabajo, pero lejos de sus obras más interesantes.

No fue una jornada particularmente lúcida, y sólo podemos destacar algunos detalles que tienen que ver con el ingenio para utilizar los recursos del western en el marco de un duelo entre peluqueros (aunque se queda un poco a mitad de camino) en Saloon de belleza, de Federico Loguancio, o la malicia divertida en los diálogos de No quiero decir nada, pero…, de Marilina Alvarez, aunque el corto peque de un humor demasiado autorreferencial del mundo del cine y su backstage.

Y si hablamos de recursos, es por demás atractivo el trabajo de planos y los movimientos de cámara elegantes de Mañana los restos, de Juan Augusto Hendel, que estira y complejiza los límites de las historias de oficinistas grises. Aunque también es cierto que se queda a mitad de camino con una historia que termina cuando comienza a enrarecerse y ponerse tan oscura como interesante.

Queda una jornada más, con cortos internacionales y las deliberaciones del caso a cargo de los jurados que tendrán que elegir los mejores trabajos de cada competencia. Atrás queda un domingo que terminó con escándalo gastronómico, y cronistas bastante mal atendidos (o desatendidos) en un restaurante. Al final, los mosquitos la tenían más clara a la hora de comer.

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