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Sobre Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos: tan lejos tan cerca

Por Gabriel Piquet

(@funcinemamdq)

Hay expresiones tan cotidianas, que alcanzan un grado de verosimilitud tal que se incorporan en nuestro lenguaje casi por inercia. El problema es cuando se las asimila tanto que se la transforma en verdad absoluta. Una de ellas es la tan escuchada “Dios está en todas partes, pero atiende sólo en la Capital”, frase que podría ser de cabecera de cualquiera que produzca algún evento en nuestro país. En el caso concreto del audiovisual, se agiganta opacando todo lo bueno que en otros lugares se realiza. Por suerte hay emprendedores, adelantados o simplemente los podríamos llamar gente que genera ideas, sin quedarse en el confort de lo previsible.

Cuando escuché por primera vez de este proyecto hace dos años, nunca dimensioné lo que vi apenas unos días atrás. La pasión con que Hernán Moyano (director, guionista) y Pablo Santamaría (productor, guionista) encararon esto, demuestra que no todo sale del mostrador de Dios con sede permanente a sólo 60 kilómetros de donde ocurrió este hecho histórico que les cuento, histórico no sólo para nuestro cine sino para el de toda Latinoamérica. Un grupo reducido de colaboradores (no por deseo, si no por presupuesto) logró concretar el primer episodio de una serie animada en formato fulldome llamada Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos, junto a la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata.

Al describir lo que se ve al llegar al Planetario, uno queda como un exagerado por la cantidad de adjetivos positivos utilizados. Por más que detalle lo que sentí (igual lo haré), jamás podría hacerle honor a lo que mis ojos pudieron disfrutar. Ante todo aclarar que la sala del Planetario de La Plata es la más avanzada en este tipo de tecnología y, al ingresar, uno ya se predispone a una experiencia nueva: el entorno es sumamente acogedor, con capacidad de 175 butacas levemente reclinadas que nos presentan esa cúpula de 180º, imponiendo una presencia que ninguna otra pantalla de cines comerciales puede dar. No quiero ahondar en la trama porque es el primer capítulo y sus 25 minutos pasan tan rápido que al final sólo quisiéramos ver un reel con los 12 capítulos que la serie tendrá. Voy a destacar varias cosas, empezando por los movimientos de cámara que le impone Moyano desde la dirección, dándole una agilidad narrativa que convierte lo que vemos en una montaña rusa desbocada que frena y retoma por una segunda vuelta aun más rápida.

Belisario… genera emociones cambiantes en el público, desde niños que señalan el techo al ver un vórtice de tiempo, hasta adultos que se identifican con elementos clásicos del cine. Un trabajo superlativo en la utilización del sonido (los movimientos del ratón Belisario se escuchan por todo el domo, generando una interacción con el público que busca al protagonista por toda la sala) a cargo de Germán Suracce. La música creada por el chileno Alberto Peña remite a una épica de superproducción cinematográfica que tiene varios momentos impecables, sobresaliendo una escena en la que Belisario ayuda al general San Martín en una de sus batallas.

La animación estuvo a cargo de Celeste Estudio Creativo, el grupo de animadores se cargó al hombro la dura tarea de crear todos los movimientos y elementos en este espacio totalmente nuevo (este formato es muy novedoso, lo que convierte a este grupo de trabajo en verdaderos pioneros como lo fueron los creadores del cine mudo a fines del Siglo XIX y comienzo del XX). También decir que el guión (cortesía del tándem Moyano/Santamaría) aporta elementos históricos que identifican al público no sólo con referencias extranjeras sino con elementos bien autóctonos; recordar que Belisario existió y fue el primer ratón enviado por la Argentina en un cohete al espacio en 1967.

Salí del Planetario sorprendido por lo que había visto, seguro de que en otros países pagarían entradas caras por ver este espectáculo y acá lo pude disfrutar gratis. Llovía y un joven caminaba por el medio de la avenida que divide la cancha de uno de los emblemáticos clubs de La Plata con el Planetario, su aspecto era muy de Cristo (pelo largo y barba). Y recordando la frase que mencioné al comienzo del texto, imaginé qué bueno, que Dios cambió de sede y al ver este producto va querer atender en esta ciudad.

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