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Aliados

aliadosTítulo original: Allied
Origen: EE.UU. / Inglaterra
Dirección: Robert Zemeckis
Guión: Steven Knight
Intérpretes: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Daniel Betts, Lizzy Caplan, August Diehl, Simon McBurney, Thierry Frémont, Matthew Goode, Anton Lesser, Marion Bailey, Camille Cottin, Charlotte Hope
Fotografía: Don Burgess
Montaje: Mick Audsley, Jeremiah O’Driscoll
Música: Alan Silvestri
Duración: 124 minutos
Año: 2016


6 puntos


IRREALES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

aliados2Al igual que Steven Spielberg con Puente de espías y El buen amigo gigante, Robert Zemeckis, con En la cuerda floja y Aliados, parece estar un poco a contramano del cine actual. En el caso del segundo, la interrogación sobre las superficies y construcciones genéricas, sobre la imagen como herramienta de impacto, siempre a través de la tecnología, lo ha colocado en un lugar problemático, difícil de dilucidar. ¿Cómo confluye su uso de los nuevos dispositivos tecnológicos en su diálogo con las convenciones propias del cine clásico hollywoodense? Aliados no termina de dar una respuesta definitiva y es, incluso, la película más desconcertante del realizador en los últimos años.

En verdad, Aliados es dos películas dentro de una y a partir de allí comienzan sus movimientos desconcertantes: durante su primera mitad, se centra en Max Vatan (Brad Pitt), un oficial de inteligencia canadiense que debe realizar una peligrosa misión en Marruecos con la ayuda de Marianne Beauséjour (Marion Cotillard), una integrante de la Resistencia francesa. Allí el film apuesta a la sensación de peligro permanente, de constante amenaza frente a lo que se intuye como una tarea casi imposible de concretar por los desafíos que implica, pero también a un creciente romanticismo, a partir del vínculo amoroso que va creciendo entre ambos protagonistas. La segunda mitad transcurre en Londres, con Marianne y Max ya casados y con una hija recién nacida, viviendo felices hasta que a Max le comunican que su esposa posiblemente sea una espía alemana, a la que deberá ejecutar si se comprueban las sospechas. Ahí el tono cambia y Zemeckis apunta a brindarle al relato un clima paranoico y sombrío, donde la perspectiva es casi enteramente masculina, siendo Max el que lleva adelante el conflicto.

Si los personajes de Aliados parecen estar todo el tiempo a prueba, buscando vencer sus propios miedos, desconfianzas y paranoias, Zemeckis, a través del guión de Steven Knight (el mismo de Promesas del Este), testea más que nada al espectador, cambiando de reglas genéricas, invocando casi explícitamente el espíritu de films como Casablanca, Lawrence de Arabia o El paciente inglés, y claro, recurriendo a la imagen como instrumento narrativo. Por momentos, determinados planos y encuadres dicen mucho más que los protagonistas, a pesar de la abundancia de diálogos. Y es ahí donde surge lo mejor de la película, porque germina de la innegable pericia del cineasta: el plano inicial, donde se ve a Max aterrizando en paracaídas en medio del desierto; la caída en picada de un avión durante un bombardeo a Londres; o una secuencia decisiva en un aeropuerto donde todos los acontecimientos se observan desde el interior de un auto; todas ellas son secuencias que muestran a un realizador con una capacidad notable para narrar desde la más pura composición audiovisual, diciendo mucho sobre las interacciones de superficies y profundidades en los discursos y hechos.

Pero claro, Aliados es también un film de diálogos, de idas y vueltas en el medio de una trama de espionaje, de un vínculo amoroso puesto a prueba, de incluso una reflexividad sobre la forma en que el hombre y la mujer de esa época se construyen a sí mismos y al otro. Ahí es donde la película falla, donde se revela como un vehículo de imágenes sumamente atractivas, incluso icónicas, pero también como una cáscara vacía, donde los dilemas de los personajes no terminan de generar la empatía requerida. El film está atravesado por una permanente sensación de artificio, como si fuera un objeto lejano, perfectamente compuesto pero eventualmente irreal. En eso también inciden las actuaciones, porque si Cotillard encuentra un tono sobrio y relajado para un personaje que queda algo desdibujado, la sobreactuación de Pitt queda aún más exacerbada por la centralidad del personaje que encarna.

A Zemeckis es imposible negarle su ambición, su voluntad para rescatar y repensar formas narrativas clásicas desde la contemporaneidad, buscando fusionar tiempos y modalidades, para así concebir un relato más grande que la vida. Algo de eso se intuye en Aliados, pero mayormente sólo queda por Casablanca. El realizador sigue buscando su propio rumbo y teniendo en cuenta sus antecedentes, e incluso lo que hoy mismo sigue demostrando, vale la pena tenerle paciencia.

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