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La omisión de la familia Coleman


Muy buena


LA OMISIÓN QUE OPRIME

Por Rocío Belén Rivera

(@fancinemamdq)

colemanEs el décimo segundo año que la primera obra escrita y dirigida por Claudio Tolcachir se encuentra en cartel. Se trata de La omisión de la familia Coleman. ¿Qué decir que no se haya dicho ya en estos últimos doce años? Algo nuevo surge en cada función, sin dudarlo.

La obra, como muchos teatreros ya sabrán, presenta una familia absolutamente disfuncional, llegando su dinámica familiar al extremo de lo absurdo y grotesco. El tópico de la familia es una constante en el teatro argentino, ya sea como síntoma de la realidad social en que se vive o como expresión de la posición del hombre en diferentes momentos históricos, siendo una temática que siempre encuentra eco en el público argentino. En este caso, el clan se encuentra conformado por una madre (Memé) absolutamente aniñada, quien nunca cumple el rol de autoridad materna, llevado adelante de forma excelente por Miriam Odorico, cuya expresión vocal y corporal acompañan magistralmente la imagen de una mujer frágil e inconsciente del rol importante que debería llevar adelante dentro de la familia. En la misma línea se ubica Fernando Sala, quien encarna al personaje de Marito y se lleva los aplausos de pie de quien escribe. Con una increíble interpretación de alguien hermético, siempre manteniendo la misma expresión facial y tono de voz (con algunos exabruptos contenidos) presenta un personaje repleto de comicidad grotesca, que de tan ácido y sin filtro, genera una risa sincera pero incómoda en el espectador. ¿Será porque en la sociedad en que vivimos, la verdad es algo que siempre exigimos, pero incomoda?

La familia se completa por otros cuatro miembros también muy bien interpretados: Gaby (Tamara Kiper), Vero (Inda Lavalle), Damian (Diego Faturos) y la abuela (Cristina Maresca). A este núcleo familiar se suman dos personajes que complementan la acción y ayudan a develar la verdad de las relaciones familiares, las msimas devienen débiles y en la cornisa, atravesando la subjetividad de cada uno de los personajes: el medico (Jorge Castaño), y el remisero, Hernán (Gonzalo Ruiz). La puesta en escena es sencilla, con apenas pocos muebles, que sirven de indicios de los diferentes lugares donde se lleva a cabo la acción (living familiar, baño, cocina, hospital) y son los actores quienes ordenan y organizan la distribución espacial de cada sitio. Las luces tienen un rol importante, ya que son las encargadas de sectorizar el escenario, al mismo tiempo que permiten direccionar la mirada del espectador al lugar principal en cada situación de actuación.

Quizá la obra es sólo la muestra de una familia entre tantas, quizá sea la demostración de la hipocresía en que vivimos inmersos, donde los lazos sociales y relacionales son cada vez más falsos e imperdurables en el tiempo, donde la individualidad mata al trabajo en equipo y donde cada quien busca su propio beneficio. Quizá es sólo un ejercicio de actuación, donde se pondera la exploración de diferentes roles familiares o quizá es solo la representación de la miseria humana llevada a lo más encarnado de la moral nacional: la familia. Quizá es eso y mucho más, pero para descubrirlo, vale la pena ir a verla.


Actúan: Cristina Maresca (Abuela), Miriam Odorico (Memé), Inda Lavalle (Verónica), Fernando Sala (Marito), Tamara Kiper (Gabi), Diego Faturos (Damián), Gonzalo Ruiz (Hernán), Jorge Castaño (Médico) Libro y dirección: Claudio Tolcachir Asistencia de dirección: Macarena Trigo Diseño de luces: Ricardo Sica Fotografía: Giampaolo Samà Prensa: Marisol Cambre Producción: TEATROTIMBRe4 // Maxime  Seugé y Jonathan Zak Sala: Paseo La Plaza. Sala Pablo Picasso (Avenida Corrientes 1660, CABA) – Viernes 22:15 y domingos 21:45.

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