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Bicicletas, o de cómo en movimiento se llega al equilibrio


Muy Buena


Lo que no se mueve, no se mejora

Por Rocío Belén Rivera

(@fancinemamdq)

bicicletasLos viernes a la noche, El Estepario Teatro (Medrano 484, CABA) se viste de sport: Bicicletas, o de cómo en movimiento se llega al equilibrio es la obra que nos ahonda en el viaje bicicleteril de tres personajes en busca de respuestas, reflexiones y conclusiones sobre el devenir de su vida.

Comenzando el recorrido que propone la obra, vale destacar que cuando los espectadores acceden a la sala, los actores ya se encuentran en movimiento. Una vez concluido el ingreso del público, comienza el triple viaje, uno por bicicleta. Los personajes son Carolina (Belén Amada), Andrea (Rosario Alfaro) y Federico (Pablo Cusenza), cada uno se encuentra ubicado de forma estática en su rodado, desde dónde nos narran parte de su historia: la pérdida de un trabajo, un viaje que cambia el rumbo de una vida y la decepción como marca vital eterna. Intercalando los monólogos, la historia de cada sujeto se va conformando fragmentariamente lo que, en el desarrollo de la pieza, le permite ir sumando a lo expositivo la fatiga del ejercicio físico, la respiración agitada, las caras acaloradas, etc.

La escenografía es nula, pero eso no importa. Unas simples paredes negras no empobrecen la obra sino todo lo contrario: funcionan como telón de fondo para que, mediante la narración oral, el espectador pueda ir reconstruyendo imaginariamente, detrás de cada bicicleta, el camino que describen oralmente los ciclistas. La iluminación juega un rol muy importante, ya que es la que permite ir recortando de manera clara al protagonista de cada relato, porque en el momento en que cada personaje habla, los demás actores abandonan el espacio ficcional mediante la escasez de iluminación sobre ellos, lo que direcciona no solo la mirada, sino también la atención del público. Más allá de esta función dramática de la luz que permite definir espacios, también sirve para marcar los diferentes estatutos que cada personaje adquiere dentro de la obra: por ejemplo, cuando Federico deja de ser Federico y pasa a ser el italiano que forma una historia de amor con Carolina, se ilumina con una luz azulada, lo que marca la salida de su personaje principal de la obra.

La musicalización también es escasa, ya que la obra se sostiene y se desarrolla mediante la palabra de los personajes, la cual no necesita acompañamientos musicales significativos, ya que la declamación de los actores le aporta el punto justo de emoción y expresión de lo que están contando. Sólo en un momento de la pieza, cuando cada personaje canta a viva voz aquello que está escuchando por los auriculares a medida que va pedaleando, la música entra en escena para complementar el estado de ánimo de cada uno.

Las actuaciones son el eje vertebrador de la obra. Si bien los tres protagonistas interpretan de manera adecuada los personajes que llevan adelante, el plus del ejercicio físico, le da un toque especial a la mirada sobre su trabajo. A medida que la obra avanza ellos pedalean y pedalean, mientras tanto nos van contando su historia, la misma que avanza junto con ellos en ese pedalear por los caminos donde nos introducen. Se percibe la fatiga muscular, por momentos el pedaleo es más lento o más rápido (lo cual también remite al estado emocional que les provoca aquello que están contando), se evidencia su transpiración, su acaloramiento (se van sacando parte de la vestimenta, como camperas, toman agua, etc). A este trabajo actoral se le complementa y suma la gran dramaturgia del texto, que mediante reflexiones profundas (con un gran y rico intertexto psicoanalítico) propone una mirada crítica reflexiva sobre lo cotidiano y lo extraordinario, aquello que hacemos mecánicamente (como ir a trabajar), pero también sobre aquello que quizá nos sucede una vez en la vida, como un amor de verano estilo hollywodense. Pero ya sea una cosa de todos los días o sea una cosa fuera de la rutina, siempre, siempre hay que seguir adelante, probar y cambiar, levantarse y seguir, porque como dice Federico, “si no te gusta el lugar donde estás, movete. No sos un árbol”.

Interesante experiencia, enriquecedora obra, admite la risa y la reflexión de igual manera, además de permitir presenciar grandes trabajos actorales. Es una puesta para tener muy en cuenta, la misma se estrenó en abril del corriente año y se presentará durante todo el mes de mayo, los viernes a las 21:00 en el ya mencionado El Estepario Teatro. Las entradas generales cuestan $150, hay descuento para estudiantes y jubilados y promociones 2×1, una excusa más para tener que ir a verla.


Dramaturgia: Micaela Fariña Reparto: Rosario Alfaro, Belén Amada, Pablo Cusenza Diseño de vestuario: Wanda Siri Escenografía: Sergio Fasani Diseño de luces: David Seiras Diseño De Sonido: Maz Iannone Realización de escenografía: Sergio Fasani, Fernando Valenzuela Música original: Maz Iannone Fotografía: Patricia Costa Diseño gráfico: Mauro Panuncio Asesoramiento de producción: Sol Fariña, Matías Massat Asistencia técnica: Ariel Dabbah Asistencia de dirección: Catalina Collardin Prensa: Boca En Boca Pre-producción: Rosario Alfaro, Micaela Fariña Coreografía: Carolina Borca Coach Vocal: Steffi Runge Dirección: Micaela Fariña Sala: El Estepario Teatro (Medrano 484, CABA) – Viernes a las 21:00.

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