Por Mex Faliero
Better call Saul sigue en su camino de tratar de diferenciarse de Breaking bad, pero algunas situaciones no hacen más que recordar a aquella serie, especialmente cuando el policial hace su aparición y la dupla Vince Gilligan y Peter Gould saca a relucir su talento para elaborar tensiones y llevar las situaciones más allá de lo esperado, que no es otra cosa que una marca autoral que se arrastra de ficción en ficción. En este caso, eso se observó con la subtrama de Mike, que venía arrastrándose del capítulo anterior pero desconocíamos cuál era el arreglo para el que Nacho lo convocaba. Ahora lo sabemos: eliminar a Tuco. Pero claro, esto no era posible porque Tuco aparece junto a Walter White. Sin embargo la forma en que los autores jugaron con nuestra expectativa y la aprovecharon para generar una tensión pautada por la imprevisibilidad fue el punto alto de Gloves off, el cuarto episodio de la segunda temporada.
Better call Saul ya se ha definido claramente por sus dos subtramas, que avanzan en paralelo y con la misma fuerza. Una es la de Mike, la otra es la de Jimmy, que ahora sí se enfrenta decididamente a su hermano Chuck, aunque pareciera que este todavía tiene un poder sobre el menor. La jugada de un aviso televisivo que no gustó a los jefes del bufete donde Jimmy trabaja y la posterior reacción contra Kim, motivó que el menor de los McGill vaya a la casa de Chuck a exigirle que modifique su postura con su colega (también su novia), incluso aseguró que dejaría la abogacía si su hermano se lo pidiera. Claramente la serie ya decantó personajes hace rato, y ahora las acciones pueden ir más directamente y sin tantos rodeos. Jimmy está por dar un paso que (conociendo como conocemos su futuro) sería definitorio en su vida, imaginamos alejándolo de los suyos y reconvirtiéndolo en ese animal predador que ya sabemos: ¿cuánto falta para que Saul Goodman aparezca? es la gran pregunta.
Gloves off fue un muy buen capítulo, por cuanto comienzan a acelerarse aquellos condimentos dramáticos, trabajando estupendamente la tensión existente en el conflicto de los hermanos, que es básicamente de poder y autoridad, tanto sanguíneo como profesional. Y por el otro lado, a partir del pacto Mike-Nacho, Gilligan y Gould aportaron la cuota de entretenimiento entre satírico y oscuro que ya es marca en el orillo de la casa.
No de gusto el capítulo lo dirigió Adam Bernstein, el mismo de varios de los mejores capítulos de Breaking bad y de Five-O, el tenso y oscurísimo episodio de la primera temporada de Better call Saul en el que Mike saldaba algunas cuentas con su pasado familiar y condenaba su propio futuro.
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