Por Mex Faliero
Better call Saul arrancó su segunda temporada, y la serie creada por Vince Gilligan y Peter Gould parece construir un camino propio, ya alejados los fantasmas de Breaking bad (no del todo, ya veremos) y con una construcción de personajes algo morosa que abarcó toda la irregular primera temporada. Estos dos primeros capítulos, Switch y Cobbler -pero especialmente Cobbler-, mostraron ya que las criaturas que habitan la serie tienen su solidez y las decisiones que van tomando movilizan de una forma mucho más intensa las acciones. De todos modos, Gilligan y Gould siguen jugando con las expectativas de los espectadores, y pegan leves golpes de timón que hacen más larvado el tránsito de la serie producida por Netflix.
Al final de la primera temporada, parecía que Jimmy (el grandísimo Bob Odenkirk), desilusionado con la traición de su hermano, abrazaba el lado oscuro de su fuerza definitivamente. Pero no, los autores quieren que ese viaje sea progresivo, justificado y coherente con el arco dramático del personaje. Better call Saul desalienta cualquier tipo de sostén en el cliffhanger y apuesta por un desarrollo pausado y apaisado, como la geografía que habitan los personajes, de ciudades áridas y extendidas hacia los costados. Jimmy se debate entre ser un abogado respetado (especialmente por su hermano, aunque aparente distancia ahora) o el tramposo que definitivamente conocimos como Saul Goodman y a donde Better call Saul debería orientarse: cómo se construyó en eso que conocemos es el centro dramático de la serie.
Gilligan y Gould se enfrentan a un problema aparente. Cuando vimos Breaking bad, acompañamos el crecimiento de Walter White, desconocíamos en qué tipo de bestia podía convertirse. En el caso de Jimmy/Saul, estamos en ventaja como espectadores respecto del propio personaje, lo que en definitiva le resta algo de suspenso. Esa es la gran piedra que pende sobre la espalda de la serie y con la que los autores se enfrentan, a veces ganando la partida y otras tanto perdiendo. Pero tienen una carta bajo la manga, y son esos flashbacks en blanco y negro que -al comienzo de cada temporada- muestran el presente (lo que siguió a Breaking bad) de McGill/Goodman. Cuándo sabremos más de ese tipo temeroso de enfrentarse a la policía y con un trabajo terrible en una casa de comidas, lo desconocemos.
Lo que hace Better call Saul, entonces, es trabajar sobre las expectativas del espectador y tratar de orientarlas hacia otro lugar. En ese sentido, Jimmy es un personaje interesantísimo y los autores fueron inteligentes a la hora de desarrollar el spin-off. Si bien Switch fue un capítulo apenas correcto, carente de nervio, ya en Cobbler se empiezan a ver las tensiones que alimentarán la temporada y que tal vez desencadenen en un final donde la oscuridad se pose definitivamente sobre Jimmy. Si la primera temporada parecía un tanto dispersa entre subtramas que no terminaban de fusionarse, Cobbler ya logra la alquimia breaking-badera de relacionar cada uno de los cabos dispuestos por ahí. Y entonces aparece un incipiente Saul, descubriendo que el mundo de engaños que tanto lo seduce puede relacionarse de alguna manera con esa profesión que le gusta, la abogacía. “Eres un gran narrador”, le dice Kim (Rhea Seehorn), y esa parece ser la clave. El germen de la comedia que a veces estallaba en Breaking bad cuando aparecía Saul, se revela aquí desde la sátira. Better call Saul siempre mostró ese carácter satírico, pero ahora que Jimmy comienza a soltarse, el mismo aparece mucho más concretamente. Como White (de ahí que esta serie no desaliente a los fantasmas más profundos de Breaking bad), Jimmy es un personaje moralista, pero la forma de enfrentarse de cada uno a su dilema exhibe el tono que la serie explota: en Walter todo era una gran tragedia, en McGill lo que aflora es la comedia.
Cobbler fue un gran capítulo, y uno mucho más prometedor respecto de esta segunda temporada.
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