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Esta chica es un desastre

trainwreck1Título original: Trainwreck
Origen: EE.UU.
Dirección: Judd Apatow
Guión: Amy Schumer
Intérpretes: Colin Quinn, Devin Fabry, Carla Oudin, Amy Schumer, Bill Hader, Ryan Farrell, Robert E. Torres, Jim Florentine, Bobby Kelly, Dan Soder, John Cena, Dave Attell, Vanessa Bayer, Tilda Swinton, Randall Park
Fotografía: Jody Lee Lipes
Montaje: William Kerr, Peck Prior, Paul Zucker
Música: Jon Brion
Duración: 125 minutos
Año: 2015


5 puntos


Apatow ausente

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

trainwreck2Se puede ver a Esta chica es un desastre (otra de esas traducciones de las distribuidoras que dan vergüenza ajena) como otra película de Judd Apatow, pero en verdad quizás termine siendo más la ópera prima de Amy Schumer, quien venía desarrollando una carrera en fuerte ascenso en la televisión estadounidense. Ahí reside buena parte del problema: en cómo dos personalidades, dos formas de ver la comedia y concepciones sobre la familia, el crecimiento individual y la pareja, no confluyen ni se complementan, sino que se produce un efecto por el cual una de ellas se devora a la otra.

El argumento de Trainwreck (es preferible usar el título original, mucho más complejo a su modo) parece referir a los dos films iniciales de Apatow: en la historia de Amy (Schumer), una mujer que ha seguido los mandatos de su padre y eludido comprometerse en las relaciones de manera sistemática, hasta que debe enfrentar sus miedos cuando se enamora del que parece ser el tipo indicado (Bill Hader), uno puede rastrear elementos de Virgen a los 40 (ese miedo a tirarse a la pileta y la necesidad de comprometerse cuando aparece otra persona que le sacude la estantería al protagonista) y Ligeramente embarazada (cómo el compromiso con el otro se convierte en una forma de crecimiento personal). Incluso hay conexiones con Hazme reír por la forma en que se analiza a personalidades que suelen ser expulsivas y se puede decir que no pueden salir de la soledad a pesar de estar rodeadas de gente, o Bienvenido a los 40. En cuanto a lo narrativo, vuelve a hacer su aparición el estiramiento como factor decisivo, expandiendo temporalmente muchas situaciones y construyendo la comicidad desde diálogos improvisados donde los chistes se van acumulando. ¿Y entonces por qué no es una película de Apatow? Posiblemente la respuesta pase porque esta vez el realizador dirige a partir de un guión ajeno, sólo poniendo su talento para la puesta en escena. Y aunque es cierto que siempre la improvisación jugó un papel importante en su cine, la verdad de la milanesa es que en toda su filmografía lo más relevante era la construcción previa de los personajes, sus pasados y presentes, cómo se vinculaban entre sí y las decisiones que tomaban. Eso va mucho más allá de los chistes o las situaciones cómicas: Apatow siempre supo poner en relación lo espacial, lo temporal, lo discursivo y lingüístico con lo cómico, pero antes venían los protagonistas. Primero las personas, los habitantes de sus films, luego los chistes y risas, para que vaya surgiendo, sutil pero potentemente, el drama, la melancolía, los miedos y los pequeños grandes gestos. Es decir, lo humano.

Allí es donde Trainwreck comienza a flaquear, porque la guionista que es Schumer pone por delante al chiste y su comicidad es indudablemente astuta, ingeniosa, unas cuantas veces inteligente, pero se pasa de canchera demasiadas veces. Los personajes terminan siendo seres mayormente huecos, meros portadores de frases con el objetivo de generar risa. De hecho, se la podría pensar a la actriz y guionista como una versión femenina de Seth MacFarlane -otro que suele pasarse de listo- pero con menos cinismo. Y en esta apuesta, hay algunas ideas que funcionan bien y unas cuantas que no se concretan de manera consistente. Los que pagan el precio son los personajes. Por ejemplo, el interpretado por John Cena roza lo vergonzoso -sólo alcanza un poco de redención hacia el final de su intervención, aunque nunca es más que una excusa para dejar en claro que Amy le teme al compromiso- y esa parodia que LeBron James hace de sí mismo nunca da en la tecla.

Esa sucesión de personajes de reparto que no terminan de cobrar espesor debido a lo fallidas de sus líneas y sus deficientes construcciones, exponen otro aspecto donde el punto de vista de Apatow no se impone, y es la ausencia de lo grupal. Si los otros films del realizador, a pesar de hacer foco en uno o dos personajes, siempre les dan espacio de lucimiento al resto del reparto, profundizando en sus conflictos, Trainwreck rara vez quita del centro a Amy, motor único, absoluto de la trama. Esto no debería ser necesariamente malo, pero a lo que lleva es a un ahogamiento de la narración, que nunca termina de respirar con vida propia, condenada a depender de las ocurrencias y momentos de lucidez de Schumer. Las consecuencias son muy patentes con el personaje de Hader, quien luce extrañamente apagado. Y cuando la otra mitad de la pareja tiene poco para decirle al espectador desde sus dilemas, estamos en serios problemas.

No puede dejar de notarse que Trainwreck se reacomoda en su media hora final, encontrando buena parte de lo que debería haber contado, o que en la escena del funeral surge esa sensibilidad capaz de conmover que requería el relato -aunque un chiste bobo tire un poco abajo lo que se había hecho antes-, pero eso no es suficiente y la sensación final es de decepción. Hasta da para pensar por qué figuras habituales en las películas de Apatow, como Seth Rogen, Jonah Hill, Jason Segel o Leslie Mann, brillan aquí por su ausencia.

Es cierto que Apatow había evidenciado un agotamiento creativo -lo cual explica a Bienvenido a los 40, un spinoff un tanto forzado en su concepción- y busca aquí un cambio en su carrera, expresado incluso en lo urbano, mudándose de Los Angeles a Nueva York, e incorporando en ese proceso a comediantes de esa ciudad (hay seis integrantes salidos de Saturday Night Live: Hader, Vanessa Bayer, Pete Davidson, Leslie Jones, Tim Meadows y Colin Quinn) y hasta varios nombres nuevos en el equipo de producción. Pero ese volantazo no revigoriza su cine, sino que lo anula: Apatow es arrollado por ese tren un tanto pedante que es Schumer, perdiendo la humanidad que siempre lo caracterizó. Quizás deba él también perder sus miedos y volver a escribir sus propias películas. O a lo sumo resignarse a su rol de productor y respaldo de otros talentos: ahí sigue demostrando que tiene buen ojo y mucho para aportar.

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