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Funcinema

MAR DEL PLATA 2015: mini-críticas de Fancinema

Recorremos la programación del 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, con mini-críticas de las películas que integran su amplia programación. El staff recomienda, pelea, discute. Aquí tienen nuestra mirada. (122 películas reseñadas)


SE AGREGAN


Alexfilm, de Pablo Chavarría Gutiérrez / 4 puntos


alexfilmAún en nuestros tiempos hay gente que confunde arte con tedio, como si cierta reflexión dependiera de una desesperante lentitud y una repetición constante de conceptos. Alexfilm de Chavarría Gutiérrez es un claro ejemplo del cine entendido como herramienta falsamente filosófica antes que como herramienta narrativa. Hay dos secuencias interesantes y fundamentales en Alexfilm, ambas incluyen a un perro  que es la única compañía del atribulado y solemne protagonista. El perro hace cosas desestructuradas normales de su vida, y observa curiosa la impostada actitud indiferente de su dueño exponiendo así lo artificial la película. Luego se nos impone la sensación de realismo mágico, como si de repente donde no pasaba nada ahora puede pasar de todo: transmutación y deformación del tiempo-espacio, y desde la tumba, Kubrick aún mata nuestras horas. Hay que dejar de contar historias por medio de conceptos al menos por dos años. Está bien que Alexfilm estuviera programada en la sección Estados alterados, el protagonista cambia de formas ante nuestros ojos, y nosotros pasamos de una felicidad dominical moderada al tedio más angustiante. Matías Gelpi


Homeland (Iraq Year Zero), de Abbas Fahdel / 8 puntos


El documental de Fahdel es una película ambiciosa. No lo es por su excesiva duración ni por la puesta en escena, sino por la ética que como realizador sostiene el director. El compromiso por registrar el acontecimiento político (la invasión estadounidense) y ofrecer imágenes no contaminadas por el discurso mediático corporativo supone un desafío desde todo punto de vista. Siempre la mirada de Fahdel, con su cámara/ojo recorriendo cada intersticio familiar como público, acompaña y escucha, sobre todo eso, escucha. Toda la primera parte ofrece un trayecto monumental por la cultura iraquí en su diversidad y la sensación es siniestra (en nosotros como espectadores) dado que conocemos el final. En dicho recorrido, se establece una red de versiones encontradas sobre el líder, el país y el futuro, siempre alternadas con la exploración del espacio familiar. Luego de una elipsis, donde inteligentemente no se recurre nunca a la lógica televisiva de mostrar la invasión, el cineasta se internará por barrios, casas, y obtendrá testimonios encontrados sobre lo ocurrido, mostrando el caos de incertidumbre en el que han sumido al país. Hay un elemento en particular que dignifica la luminosidad de la película más allá del horror: la cantidad de primeros planos destinados a los niños. El efecto es ambivalente: no se puede dejar de lado la tristeza al ver la inocencia pervertida por las armas y las decisiones políticas en uno y otro bando; sin embargo, hay en esas sonrisas también esperanza y sabiduría, y fundamentalmente el derecho a que nos miren. En este sentido, el director realiza una jugada maestra: por una vez siquiera los otros no son objetos de nuestras manipulaciones y somos nosotros, a través del cine, observados. Guillermo Colantonio


Lecho de rosas, de Gregory La Cava / 7 puntos


Dos prostitutas que salen de la cárcel engañan a sus pretendientes emborrachándolos primero, para luego robarles o hacerles creer que fueron amantes por una noche y sacarle algún provecho a esa relación efímera. Una de las dos mujeres es descubierta en una de esas acciones, salta al agua desde un barco que se dirige a New Orleans y es rescatada por un marinero que trabaja en un carguero de algodón, del cual se enamorara. Es increíble la libertad que tuvo Hollywood en esa época para hablar sobre ciertos temas, la comedia era uno de sus máximos exponentes junto con el cine policial. La verborragia con chistes cínicos que las dos protagonistas femeninas (las geniales Constance Bennett y Pert Kelton) van tirando, hubiera incomodado a muchos sectores de nuestra sociedad actual. La película tiene como protagonista a dos prostitutas que embaucan a viejos ricos para ser mantenidas, premisa que sólo la irreverencia de la comedia podía sostener. Hay elementos que retratan la situación post crack económico del 29, como los trabajadores del barco de algodón. Por si todavía les queda alguna duda cuando quieran ir a ver cine con contenido social o bajada de línea, busquen alguna película que tenga chistes, entrelíneas van a encontrar mucho más que en otros films pretenciosos. Gabriel Piquet


Machine gun or typewriter?, de Travis Wilkerson / 8 puntos


propagandHay un planteo que atraviesa a este film de la sección más experimental y barroca del Festival y se encuentra en su título: Machine gun or typewriter? (traducido: ¿Ametralladora o máquina de escribir?). El film se encuentra travesado por esta idea a través de una historia de amor que ilustra dos polos del debate, pero no resultan abstracciones, estos personajes realmente viven y se palpan más allá de que no los veamos en el plano, salvo por quien relata, apenas un hombre detrás de un micrófono. Por lo tanto, el film se vuelca al relato, que tiene la sensibilidad del cinismo noir y las sentencias de un panfleto político, mientras las preguntas se agudizan, una tras otra, hasta la incertidumbre del final. La voz en off estructura un film que se desarrolla caóticamente, entre archivos que documentan a una ciudad de Los Angeles espectral, entre su arquitectura, fotografías antiguas, reclamos televisados y la violencia que subyace detrás de una historia convulsionada entre sus paredes y sus calles. Entre el montaje crudo de archivos y la historia ficcional que transcurre, Wilkerson logra conmover y entregar un retrato gris de esta ciudad, pero también pone el dedo en la llaga a la hora de exponer el cuestionamiento que atraviesa la narración. Cristian Ariel Mangini


Me, Earl and the dying girl, de Alfonso Gómez-Rejón / 7 puntos


El film de Gómez-Rejón tiene muchos -tal vez demasiados- de los elementos que componen la típica comedia dramática indie y adolescente norteamericana: el joven inadaptado y cínico al respecto, el universo estudiantil como un espacio difícil de atravesar, el autodescubrimiento que va de la mano del romance o de la muerte (y cuando no de las dos cosas a la vez), un calculado trabajo visual y de planos que apelan a cierto extrañamiento y esteticismo cool. Y podríamos seguir enumerando. Pero hay que reconocerle que a favor, hay aquí una sinceridad que parte del relato en primera persona del protagonista: aquí, el joven inadaptado Greg es obligado por su madre a relacionarse con una conocida, una compañera del colegio que está sufriendo el tratamiento por una leucemia incipiente. Lo bueno del asunto es que la película, obligadamente por ese relato en primera personaje que decíamos, va adoptando progresivamente el punto de vista de Greg: y pasa de la canchereada del comienzo a un fuerte compromiso emotivo con la causa que lo conduce. Y así la película deja atrás guiños y posturas, para convertirse en el drama romántico y sensible al que le escapaba. Me, Earl and the dying girl se construye todo el tiempo como una anti Bajo la misma estrella, aunque no lo logre del todo. En todo caso, cuando falla, tenemos esas instancias de cinefilia, esas películas que hacen Greg y Earl, llenas de buenas ideas y gran sentido del humor, rascando tras los mitos del cine (Kubrick, Herzog) así como el film rasca tras los mitos de los grandes temas (enfermedad y muerte). Mex Faliero


Right now, wrong then, de Hong Sang-soo / 7 puntos


Los argumentos vinculados con el mundo del cine y de la representación ocupan una vez más el interés del director coreano. Sus películas pueden concebirse como cuentos con personajes simples a los que les cuesta expresar amor y por eso son tan simpáticos y creíbles. En esta oportunidad elige contar una historia dos veces con leves variantes que incluyen, además, ángulos de cámara diferentes. La reiteración hace a la diferencia y es un precepto que surge como indagación. Un director de cine intentará mantener un romance con una joven. Este será el conflicto para desarrollar una puesta en escena sobria y luminosa, sin estallidos emocionales y con dosis perfectas de diálogos donde se advierte la maestría de Sang-soo para manejar la palabra en pantalla (un deudor del maestro Rohmer). En este sentido, son pocos los movimientos de los actores, más predispuestos a la conversación con prolongados silencios incluidos. Lo maravilloso es el juego que se establece a partir del lenguaje pero jamás descuidando los encuadres fundamentalmente, como si cada plano fuera la página de un relato. Guillermo Colantonio


Ryuzo and his seven henchmen, de Takeshi Kitano / 6 puntos


ryuzoAntes que nada, Kitano fue siempre el humorista, el bufón. Sus películas podían ser híper violentas y trágicas, pero escondían detrás una mueca sardónica, esa misma que el famoso accidente le dejó para la eternidad en el rostro al director. Kitano tuvo su pasado de figura masiva de la televisión japonesa, con programas de un humor popular y muchas veces ordinario: en sí, eso es parte de la esencia del humorismo asiático, poco sofisticado; o sofisticado al extremo si tenemos en cuenta que allí conviven lo sublime y lo prosaico, sin que a nadie parezca hacerle ruido esa fricción de estilos. Y en Ryuzo and his seven henchmen el director parece querer volver a esa senda, ya gastados un poco sus recursos para el policial. El dilema, en esta comedia, sigue siendo el mismo: el paso del tiempo y la derrota de ciertos códigos de antaño, que en el cine de Kitano fueron siempre los códigos delictivos. Ryuzo quiere formar de nuevo su vieja banda de yakuzas, pero a la que le queda más lo de viejo que lo de yakuza: nadie los toma en serio en un mundo donde los gángster se meten con el juego, pero también con la venta de acolchados. Tal vez Kitano se detiene demasiado en la bufonada de los viejos haciendo cosas imposibles, y algunas bromas tengan tan poco vuelo que dan un poco de vergüenza ajena. Pero es precisamente eso, el desenfado en trazar un camino de chistes geniales y penosos, en la misma cantidad y sin mediar esfuerzos formales. La testarudez de Ryuzo, es la testarudez de Kitano: un director que está para ser discutido en simposios festivaleros, y sin embargo se embarra con un material semejante. Esa es la mayor burla de su última película. Mex Faliero


Sueños eléctricos, de Steve Barron / 7 puntos


Entre las retrospectivas que ofrece el Festival, la sección de películas ochentosas es siempre una curiosidad: porque en ocasiones hay películas de dudoso interés, que sólo parecen estar ubicadas dentro de la grilla por el hecho de formar parte de la memoria emotiva del grupo de cuarentones (por ahora) nostálgicos que tiene incidencia en la estructura. Sin embargo, el caso de este film de Barron tiene su costado inquietante si lo miramos en retrospectiva. Es una comedia romántica típica de la época, pero es también una mirada anticipatoria a la forma en que la tecnología dominaría nuestros vínculos y emociones en el futuro: un tipo se compra una computadora para mejorar en su trabajo, pero el aparato adquiere vida propia y se va apoderando progresivamente de la de su propietario. Ese futuro que es hoy, lamento decirles. Lo positivo del asunto es que la ciencia ficción especulativa siempre apeló a la distopía y lo trágico, pero aquí hay algo de felicidad y desprejuicio: y movimiento, y desconcierto con instancias musicales que tomarían el poder de la narración subrepticiamente pero siempre con buen tino. En todo caso, la crisis del protagonista estaba acotada en esta ochentada a su relación amorosa y la necesidad de ser auténtico, y las derivaciones políticas del asunto quedaban en un segundo plano sin perder dimensión. Como suele ocurrir con estas dulces inocentadas, una película mucho más compleja de lo que aparenta en la superficie. Y una Virginia Madsen que en su segundo trabajo anticipaba su sensual talento. Mex Faliero


Sunset Song, de Terecen Davies / 7 puntos


Basado en la novela del escocés Lewis Grassic que narra las tragedias que atraviesa una joven granjera a comienzos del Siglo XX hasta la Primera Guerra Mundial, emerge el ambicioso film de época del celebrado Davies. Los paisajes de Escocia rural y las luces naturales muestran un cuadro de un retrato romántico y acogedor que sin embargo nos adentra en la seguidilla de desgracias que atraviesa nuestra protagonista, Chris Guthrie, desde un padre tiránico y patriarcal, algunos momentos de felicidad y hasta la misma chica como única heredera de la casona rural. Aunque con algunos abusos de tomas panorámicas, Davies presenta como buen pintor un clásico delicadamente perfumado. Sunset song le habría llevado algo así como 15 años y ello se ve reflejado en la calidad fotográfica que diferencia con buen pulso interiores y exteriores. Davies sabe jugar tanto con los estados de ánimo de sus personajes como del público cómplice, que se vuelve el sujeto observador. Logra adentrarnos en la intimidad de una familia, sus avatares y diferentes climas. Lo bueno de este film es que escapa a la monotonía por más que su ritmo sea tranquilo, los momentos difíciles y violentos logran hacer mella cuando uno se retira de la sala, pero permiten disfrutar de una pieza de sublime exquisitez. Rosana López


The assassin, de Hou Hsiao-Hsien / 6 puntos


assassinEl cine de acción y aventuras puede ser intelectualizado, pero no debe perderse nunca de vista su sentido del movimiento, inherente a su estructura. Hsiao-Hsien, un director cuya filmografía transitó por otros caminos, se tomó cinco años para construir un relato sobre traiciones palaciegas en la China del Siglo VII, con elementos genéricos vinculados al wu-xia, esa tradición oriental de caballeros y espadachines que Ang Lee terminó por occidentalizar con El tigre y el dragón. Hsiao-Hsien parece ganado aquí por una idea, alejarse del wu-xia for export que tanto Lee como Zhang Yimou elaboraron en las últimas décadas. Por un lado, la operación estética es positiva, porque su cine (taciturno, plagado de tiempos muertos, bucólicamente poético) se inserta como una lanza en el corazón del wu-xia: el director recurre a una paleta de colores asombrosa, donde los rojos y azules resultan impactantes; la luz (espacios iluminados a vela), el sonido (diálogos susurrados) y los planos (generales y nunca cercanos) forman un conjunto que da una idea de curiosidad y latencia: es como si la cámara espiara esos espacios, su película es puritana y sin desbordes. Hsiao-Hsien plantea una especie de viaje a ese tiempo, a otro lugar: es como si la película cumpliera el imposible de haber estado hecha en ese tiempo histórico. Pero el romanticismo que exuda su propuesta desde lo estético, pierde el norte argumentativamente. Los conflictos son apenas esbozados, los personajes nunca logran identidad y son apenas entes que vagan por el encuadre, las secuencias de acción carecen de vuelo y son las más dudosas de un relato preciso en otros sentidos. Todo esto, genera que la acción y la aventura pierdan el movimiento, el nervio y la tensión que se exigen como carta de pertenencia. Así, este homenaje se queda un poco en la festividad complaciente de una intelectualidad que, en definitiva, termina despreciando aquello que en primera instancia se estaba celebrando. El wu-xia puede no ser aquello que Lee y Yimou banalizaron, pero tampoco es este juego intelectual y desapasionado. Mex Faliero


Tag, de Sion Sono / 4 puntos


Una elección desafortunada fue incluir en el Festival esta película del magistral director japonés, tan disparatado y ocurrente como él solo puede serlo. Así es como en contraparte con la fantasiosa Love and peace, encontramos Tag como una excesiva propuesta que ejemplifica que mucho no siempre es bueno. La historia cuenta cómo una colegiala llamada Mitsuko disfruta de un bello día rodeada de sus amigas estudiantes viajando en un ómnibus durante una excursión del colegio. Todas ellas en un cuadro de serenidad y armonía muy típico del animé, hasta que una ráfaga de viento otoñal corta el transporte horizontalmente en dos asesinando a todos los pasajeros menos, claro, a la inocente Mitsuko que por un pelín se salva. De aquí en más Mitsuko será perseguida por las fuerzas malignas y sobrenaturales que exterminan a todos a su alrededor haciéndola vivir múltiples vidas femeninas donde el fin es escapar para terminar con aquella pesadilla. Y nos recuerda una mezcla entre las muertes espectaculares y con mucho gore de Destino final y ese mundo onírico entre realidad y sueño de la destacada El origen, de Christhoper Nolan. Pero claro, estoy insultando a estas dos películas diez veces mejores en sus respectivos géneros que la disparatada Tag. Sono, que está más allá del bien y mal cinematográficamente hablando, ya no es el mismo que nos conquistó con el terror fresco de El club del suicidio, toma la temática de la novela Real onigokko de Yusuke Yamada donde señoritas del mismo apellido eran asesinadas por fuerzas del mal. Es así como Tag se vuelve un espiral denso, donde sólo se rescata la crítica social de cómo se etiqueta a la mujer desde el mundo de la moda hasta la sociedad machista misma. Rosana López


The propaganda game, de Alvaro Longoria / 7 puntos


Se puede ser absolutamente consciente del poder de la propaganda y la influencia de los medios de comunicación a la hora de construir discurso, y aún así no lograr escapar del todo de sus garras. Un ejemplo es la información que nos llega de Corea del Norte, que es casi exclusivamente propaganda en ambas direcciones. Longoria intenta registrar en su película los modos de vida norcoreanos, buscando alejarse de los adornos panfletarios que siempre merodean a lo que tiene que ver con aquel país. Lo que encuentra es revelador y desconcertante, claramente hay una campaña para desprestigiar a Corea por parte de los medios occidentales, pero desde dentro el país parece un gigantesco montaje difícil de contrastar. Todo lo que Longoria muestra parece preparado para dar la mejor imagen, y ni él mismo termina por comprenderlo. A medida que avanza el film nos enteramos más o menos de la importancia estratégica de Corea del Norte, el patrocinio Chino y las necesidades de EE.UU. pero siempre parece haber una pieza faltante. Hay una fuerte conciencia en los habitantes de Corea de que no se puede abandonar el discurso férreo que conforma su identidad nacional porque eso significaría su desaparición y el fin de una forma de hacer comunismo. Longoria y nosotros lo entendemos sin comprenderlo del todo. Matías Gelpi


Toda la noche, de Tamae Garateguy y Jimena Monteoliva / 5 puntos


todaUn grupo de actores que sale de un casting realizado por una directora con ciertas pretensiones artísticas, pasará un día en una casa de campo para ensayar/filmar su proyecto. Pasados de rosca por las drogas, no saben cuál es el límite entre la realidad y la ficción, situación que recrudecerá cuando un enmascarado comience a asesinar a los integrantes del grupo. Película que tiene la intención de reconstruir un subgénero, en este caso el slasher (films de asesinos enmascarados y con elementos filosos, que van matando sistemáticamente), la premisa es buena pero nunca se entienden algunas cosas, no sólo en lo argumental que podría ser ayudado por el estado lisérgico de los protagonistas, sino desde las actuaciones que están en un registro demasiado arriba. Sin llegar a ser paródico, se crea una confusión en el espectador y la reiteración de sexo y drogas no está bien matizada. En Toda la noche ninguno de los personajes logra empatía con el espectador, y asistimos a una fiesta de chicos de clase alta en la que sólo se divierten ellos. Se le puede rescatar una gran banda de sonido y buenos movimientos de cámara, como en la escena que los personajes llegan a la casa y bajan de un auto, mientras se le hace un seguimiento a cada uno. Gabriel Piquet


Yakuza apocalypse, de Takashi Miike / 6 puntos


Los directores asiáticos ya son un clásico en el Festival, Sono, To, Wook Park, Joon-Ho y el imbatible Miike, que en esta oportunidad ofrece una de acción, mafia y vampirismo como Dios manda. El líder de la mafia yakuza, Kamiura, ayuda financieramente a la gente de su barrio, por eso es un ser respetado y muy querido entre los vecinos hasta que un sindicato internacional de asesinos con personajes muy pintorescos logran derrotarlo en una de las escenas más osadas y disfrutables del cine violento. Sin embargo, antes de morir logra pasar la maldición de sus colmillos a su secuaz Kagayama, que no dudará en cobrar venganza por su maestro. En este film hay un buen delirio de artes marciales, un regocijo que sin embargo va perdiendo en calidad e interés a lo largo de los minutos. Toda la trama inicial era un buen ingreso a una película que se va desinflando pero que, sin embargo, mantiene buenas cuotas de humor negro, guiños al cine de monstruos y el bizarrismo típico que tanto se le agradece al director. Nos quedamos con una propuesta que podría haber ofrecido más de un asiático que pisa fuerte en el cine. Rosana López


ANTERIORES


¿Que horas ela volta?, de Anna Muylaert / 6 puntos


queEn la primera escena ya se ve que los roles están cambiados. La mucama cuida a un niño de una familia de clase alta de Sao Paulo, hace de su madre, lo acaricia, lo abraza. En un momento escuchamos una llamada que recibe la mucama, es su hija, está en otra ciudad, pero el diálogo habla de una falta de contacto entre los personajes. Pasa un tiempo, el niño es un adolescente, pero sigue siendo criado por la mucama. Val (el nombre de la mujer) recibe la noticia que su hija Jessica quiere venir a la ciudad para anotarse en la facultad. La llegada de la joven, quien vivirá en la casa de los patrones de su madre por un tiempo, trae pequeños cambios a la vida de todos los integrantes de la familia. La película recae en la gran actuación de Regina Case, quien sigue las órdenes de sus patrones, sin contradecirlos, haciendo su vida monótona. El cambio que produce la introducción de su hija a su casa/trabajo la hará cambiar de a poco. Todos en la familia, de alguna manera buscan afecto. Hay un olor a Teorema, de Passolini, dando vueltas por el ambiente, el personaje de la hija irá generando interés en la parte masculina del entorno, pero se queda ahí; es un intento que sirve para disparar hacia otro lado. La película muestra un sector de la sociedad brasileña, lo describe bien, quizás se le puede criticar que remarca mucho la relación de la mucama con el hijo de su patrona. Tiene grandes momentos de humor, que ayudan a aflojar cierta sensación de que todo va a complicarse. Uno de ellos es cuando el padre se siente atraído/seducido por Jessica, la invita a comer a la mesa en la que sólo puede sentarse la familia y no la servidumbre. La interacción entre patrón/mucama a través de la puerta de la cocina y un conflicto con el gusto de un helado, funciona para marcar las diferencias entre lo que piensan la madre y la hija. Gabriel Piquet


600 millas, de Gabriel Ripstein / 6 puntos


600millaLos primeros minutos exponen la tesis social y política de la película. Un joven americano, menor de edad, explora locales de armas, averigua datos sobre diversos modelos. Los vendedores lo atienden como si despacharan latas de tomate en un supermercado. La naturalidad de la situación estremece, sin embargo, es parte de un entramado que ya conocemos en el país del norte. Luego, el americano se encontrará en una camioneta con Arnulfo, un joven mexicano que lo espera para trasladar esas armas hacia el otro lado de la frontera. La relación que ambos personajes mantienen destila una camaradería violenta que se traduce en lo que se dicen y en el contacto físico. Los giros lingüísticos en el vocabulario tienden a marcar un puente, un lazo de contagio cultural. Pero ambos forman una simbiosis, un complemento: los une el espanto de las sociedades que integran. Ripstein no se encarga de subrayar estas metáforas pero insiste en que las veamos con pequeños detalles. El problema es que la acumulación desemboca inevitablemente en la obviedad. Cuando aparece Hank Harris, el personaje interpretado por Tim Roth con su acostumbrada solidez, agente de la AFT para combatir el contrabando con métodos cuestionables, todo parece encaminarse a un thriller convencional. Sin embargo, el principal acierto del director es evitar los arquetipos narrativos de esta clase de historias y se concentra (a raíz de un hecho inesperado pero que roza la inverosimilitud, como otros) en la relación entre este y Arnulfo. Ahí, el film deriva en una road movie despojada de sensacionalismo y preocupada por hacer crecer la expectativa y la tensión. Para ello, Ripstein maneja la cámara de cerca, con un registro nervioso, más bien reacio a los planos generales y preocupado por sostener el espacio dramático de la camioneta, con el desafío técnico que ello implica. La fotografía de Alain Marcoen (habitual colaborador de los hermanos Dardenne) contribuye a tal efecto. Hay una escena representativa en torno a un plano secuencia, clave en la resolución del conflicto, que evidencia el cuidado y la soberbia planificación que la película manifiesta. De todos modos, esta cohesión formal contrasta con la ingenuidad en la toma de decisiones para forzar una situación, la incorporación de recursos visuales trillados (una escena frente al espejo al estilo Taxi Driver) y resoluciones apresuradas que aminoran el efecto de elipsis bien utilizadas. El final es una buena manera de redimir la anterior. Guillermo Colantonio


20.000 años en Sing Sing, de Michael Curtiz / 8 puntos


20000Curtiz, una de las figuras más prolíficas del cine hollywoodense clásico, que tiene en su haber piezas antológicas como Casablanca o Navidades blancas, muestra con esta joya sus condiciones como narrador, adentrándose en un drama carcelario que precede con solvencia a varios de los films más representativos del subgénero. Con una dirección notable, en particular por el conocimiento de las virtudes descriptivas del travelling cuando es usado con inteligencia y una fotografía que realza la expresividad de secuencias donde podemos anticipar la caída del Tommy Connors interpretado por el gran Spencer Tracy (observen sino el encuadre del pasillo antes de que Tommy ingrese al departamento de Fay -Bette Davis-), la película fluye con efectividad entre el drama y la acción desde la humanidad del personaje de Connors, que tiene una complejidad que logra hacer de los oneliners una simple máscara. Por supuesto, esto es mérito del guión adaptado y de una dirección volcada al drama individual antes que al colectivo que anuncia el título adaptado del libro original (obra de Lewis E. Warden, que no casualmente también fue guardia de la prisión de Sing Sing). Cristian Ariel Mangini


Allende, mi abuelo Allende, de Marcia Tambutti Allende / 8 puntos


Fue una de las películas más esperadas de este festival, por su hermetismo en la difusión y el viento de cola que trajo la acogida calurosa en Cannes. En Argentina difícilmente se estrene comercialmente. La historia de la directora es un tanto genérica en el seno de la sociedad chilena; familias cruzadas por una dictadura. La primera del neoliberalismo. La de Pinochet. El plusvalor que le agrega Marcia Tambutti Allende es ser la nieta de Salvador Allende y bucear en las historias de su propia familia, marcadas por la tragedia. Este film pretende ser un bálsamo y desmitificar al líder socialista para mostrarlo como un ciudadano común, lo más interesante es el montaje y la búsqueda de material de archivo inédito que llegó a ser pedido a los medios por la viuda, una vez que volvió del exilio. La música pone los acentos y es la que maneja las emociones entre lo que se ve y lo que se escucha, mayormente la voz en off de la descendiente del “Chicho”. También es un buen pasaporte para conocer cómo fueron los comienzos de la década del 70 en Chile y no apela a golpes bajos ni lugares comunes. Federico Bruno


Arsenal, de Aleksandr Dovzhenko / 7 puntos


arsenalSin lugar a dudas el encanto de ver este film de Dovzhenko, una pieza fundamental del cine fundacional que constituyó la Unión Soviética, estuvo también en la presencia y musicalización en vivo de Fernando Kabusacki. Narrando las vicisitudes de los soldados ucranianos al retornar de la Primera Guerra Mundial, Dovzhenko logra en el segundo film de su trilogía sobre el pueblo ucraniano un retrato crudo de lo que implicó no sólo el retorno sino la posterior rebelión en el arsenal de los trabajadores en Kiev (y de ahí el nombre). La lucidez del film reside no sólo en las diferencias narrativas que se advierten en el montaje respecto a Sergei Eisenstein y Vsevolod Pudovkin, sino en la contundencia de las sentencias y la búsqueda poética que envuelve algunas secuencias. Esto es particularmente notable en los intertítulos, que a menudo resultan metonimias o metáforas que describen lo que provoca la imagen (o se anticipan) antes que lo que vemos en el plano. Intensa y con una expresividad lograda con primeros planos que hacen de los rostros del horror un paisaje del espanto de la guerra, Arsenal sigue siendo tan contemporánea en su mensaje pacifista como en 1928, cuando se estrenó. Cristian Ariel Mangini


As mil e uma noites – Volumen 1, o inquieto, de Miguel Gomes / 8 puntos


o inquietoPuede que a los puristas del cine social directo les incomode la forma que Gomes tiene de referir los cambios políticos y económicos que afectaron a Portugal en los últimos años y que generaron una crisis demoledora de los sectores populares, pero no deja de ser estimulante la libertad que el cineasta se toma para conjugar una visión de la problemática aludida con la ligera adaptación del clásico literario. El comienzo es bello pero engañoso. Un prolongado travelling sobre un astillero es acompañado por una voz en off que remite a la caída de empleo y que añora un pasado de trabajo garantizado. A continuación, en un delirante prólogo autorreferencial, el director transmite una preocupación: ¿Cómo hacer un film que contagie la fascinación por contar historias, por promover la fantasía y la belleza, y no asumir un compromiso con la dura realidad que vive la gente en su país? De este interrogante nace el desafío y Gomes ofrece en esta primera parte una ingeniosa fusión sin resignar una mirada política. Entonces, recurre a la estructura del relato original pero propone la figura de Scherezade como narradora de historias relacionadas con la decadencia en que los inescrupulosos políticos han llevado al país con ajustes y recortes. El resultado no es necesariamente intenso en la totalidad del film ni escatima trazos gruesos, pero contiene pasajes visualmente notables y un humor corrosivo que recuerda al Pajarracos y pajaritos de Pasolini. Una multiplicidad de voces se hacen cargo de la narración, incluido un gallo (¡!). Los límites entre la seriedad que requiere el tema y el disparate se vuelven difusos, problemáticos. ¿Cómo concebir sino una galería de personajes extravagantes que van desde empresarios y funcionarios con erecciones que no pueden controlar hasta una niña despechada que provoca incendios en la sierra? Cuando el desenfado parece dominar el terreno, el equilibrio resurge y los obreros se adueñan de la escena con duros testimonios sobre la desocupación, con el tiempo suficiente para exponer sin dramatismo (la falta de trabajo es ya un drama en sí) el impacto de la crisis en sus vidas. Allí los planos semifrontales se ponen al servicio de sus demandas. El efecto final de esta arbitraria, espontánea y alegre combinatoria de materiales es curioso y excitante. Guillermo Colantonio


As mil e uma noites – Volumen 2, desolado, de Miguel Gomes / 7 puntos


as mil volumen 2Segunda entrega de la original propuesta de Gomes. Menos fragmentada y con dosis de humor más controlado, son tres episodios básicamente los que ocupan la película. El primero de ellos, una especie de Juan Moreira a la portuguesa, es el más atractivo. El protagonista es un viejo llamado Simao “el destripado” que huye de la justicia y deja su huella (inclusive sexual) por donde pasa. Su condición de matrero lo vuelve indiferente al mundo (“porque el mundo ha sido indiferente con él”). Los mejores momentos cinematográficos están aquí, con planos generales donde el cuerpo del viejo se pierde en la geografía desolada del lugar, un homenaje genérico al western. Los otros dos relatos (el último incluye otras historias dentro) tienen su costado fascinante pero son perjudicados por la extensión y la falta de ritmo en algunos momentos, no obstante, resultan demoledores a la hora de parodiar funcionamientos institucionales como la justicia. El humor corrosivo vuelve en su mejor forma. Da la sensación de que el tono del tercer tramo se vuelve progresivamente oscuro y que los tres ofrecen una reflexión encubierta sobre la idea de ley aplicada a un contexto de crisis. De todos modos, sigue siendo fascinante el carácter abierto y laberíntico de la película. Guillermo Colantonio


Birrilata, una vuelta en tren, de Lorena Yenni / 7 puntos


El documental gira en torno a la vida y obra del director argentino Fernando Birri. Habla de sus estudios en Italia, de la influencia de varios directores del neorrelismo en su trabajo, su vuelta al país para crear en Santa Fe la primera escuela de cine latinoamericana, la filmación y producción con los escasos recursos que tenían de dos de las películas más  valiosas del cine nacional (Tire die y Los inundados), su exilio primero en Brasil, luego en México con última escala en Cuba, en donde sentó las bases junto a varios realizadores de lo que se conocería como el nuevo cine latinoamericano, para en 1986 crear junto a varios referentes la escuela de cine de San Antonio de los Baños, que sigue siendo hoy semillero de grandes directores del continente. La realizadora hace una reseña completa dentro de la reducida duración del documental, el tren tiene una carga muy fuerte en la película ya que un grupo de artistas de los márgenes de Santa Fe toma la vieja estación de la ciudad, lugar en donde comienza la película Tire die,para generar un centro cultural que luego de muchas idas y vueltas con las autoridades provinciales será lo que se conoce como El Birri. Orgullo para un artista como Birri, que desde los comienzos de su carrera luchó por lo que se conoce como autogestión. Mención especial merecen los hermosos “intertítulos” -por así llamarlos- que la realizadora utiliza entre cada segmento, hechos con la técnica de dibujo en la arena. Gabriel Piquet


Camino a La Paz, de Francico Varone / 8 puntos


caminoEl planteo es simple y hasta se podría decir que parece una mera excusa para el viaje propuesto por la historia: Sebastián es un hombre sin trabajo que de manera casi casual, aprovechando un malentendido con el teléfono de su casa, se convierte en remisero, y también casi de casualidad, aquejado por los problemas económicos a partir de que su esposa se queda sin trabajo, terminará aceptando la propuesta de un cliente, Jalil, de llevarlo a La Paz. Están todos los lugares comunes de las road movies: la pareja despareja que irá aprendiendo a conocerse, el paisaje y la ruta como personajes decisivos, los cambios en los protagonistas que se suceden a medida que aumenta el kilometraje, la confrontación de perspectivas entre el joven y el anciano, la constatación del crecimiento hacia el final. Pero esos lugares comunes funcionan a la perfección, ratificando la eterna vigencia del género y su capacidad para renovarse cuando hay un director con una mirada atenta a lo que filma y lo que está narrando. En Camino a La Paz hay personajes con espesor, a los que contemplamos en un momento preciso y acaso decisivo de sus vidas, aprendiendo sobre lo que les pasa a partir del contacto con el otro. Todo lo que sucede en la película es escueto y directo, hasta predecible, pero hay una fluidez estética y narrativa, y un cuidado por los temas -como el descubrimiento de la religión musulmana- que llevan a que todo adquiera mayor complejidad. Varone parece decirnos en voz baja, sin grandes gestos, con lecciones de vida -que no bajadas de línea- que surgen en los momentos justos, que en las pequeñas acciones surge lo grandioso de los individuos comunes. Para eso cuenta con las inestimables ayudas de Rodrigo De La Serna -probablemente el actor argentino más humano junto a Ricardo Darín- y Ernesto Suárez, que están brillantes. Rodrigo Seijas


Cartel land, de Matthew Heineman / 7 puntos


Peligroso documental el de Heineman, porque entre todas las voces que giran alrededor del tema del narcotráfico, elige sostener como punto de vista la mirada de civiles que toman las armas para contraatacar a los carteles de la droga, de un lado y del otro de la frontera entre Estados Unidos y México. El peligro surge, básicamente, porque en determinado momento la cámara del director no puede despegarse de los personajes que retrata, y corre el riesgo de sostener una postura a favor de sectores reaccionarios. Pero la productora ejecutiva es Kathryn Bigelow, y algo de su punto de vista más complejo sobre la temática de la militarización la que empieza a retorcer el camino: y Cartel land pasa de ser una ligera celebración romántica de estos hombres de armas tomar, a trazar un recorrido pesimista sobre la imposibilidad de que estas acciones terminen por reconstruir un mapa de violencia que resulta a todas vistas imparable. Heineman se mete y registra, hace opinar, y nunca juzga. Apenas una música molesta se filtra a veces para resignificar una escena. Pero lo que impacta en su documental es cómo la cámara se introduce en lugares incómodos, en espacios donde la vida no significa nada. Por momentos, Cartel land parece un nuevo film de acción de Bigelow. Tal vez falla en el desbalance de los testimonios, es mucho más atractivo lo que pasa en México que lo que ocurre en Estados Unidos, donde el referente de estas agrupaciones paramilitares no puede ocultar cierto racismo. De todos modos, el final es de un pesimismo doloroso y eso invalida cualquier tipo de mirada contemplativa hacia esa violencia que gusta identificarse como “el bien”. Mex Faliero


Cementery of splendor, de Apichatpong Weerasethakul / 8 puntos


Rodada en su pueblo natal, la historia (si es que cabe el término en un sentido convencional) transcurre dentro de un espacio principalmente, un hospital. Allí permanecen soldados que, a causa de una enigmática enfermedad, están dormidos. La relación entre ese estado y el ritmo que mantiene la película no es casual. El lento transcurrir y las hermosas imágenes que nos regala Apichatpong generan un estado de calma y de alucinación que nos interna progresivamente en la atmósfera fantástica del film. De hecho, hay un momento hacia la mitad donde se produce un quiebre (imperceptible, sin golpes dramáticos) y entonces la pantalla se transforma en un lienzo donde desfilan cambios cromáticos. El efecto es quimérico. Los tubos fluorescentes que rodean cada cama modifican sus colores. Se trata de una especie de terapia basada en la luz. Es un momento único y maravilloso que sólo puede ofrecer el cine (en una sala). Pero no sólo es la paradoja de encontrar delicadeza en un ámbito donde reina la enfermedad. Existen signos que mantienen la expectativa sobre alguna amenaza latente, pero siempre en el borde. Y luego están las mujeres, una presencia recurrente en sus películas. Una de ellas lleva muletas; la otra es una médium. Las une la solidaridad para con los hombres y una amistad que crecerá emocionalmente. Los susurros con los que hablan constituyen un elemento material más de la sensible banda sonora. La espiritualidad de Weerasethakul, lejos de la chantada y del realismo mágico vendible por estas tierras, se trasmite en carne y no deja de ser una experiencia sensorial única. Guillermo Colantonio


Cómo funcionan casi todas las cosas, de Fernando Salem / 6 puntos


como funcionanEn la ópera prima de Salem se percibe una búsqueda que podría emparentarse con la de su protagonista, Celina, quien luego del fallecimiento de su padre enfermo emprende la búsqueda de su madre, de quien ha estado separada por largo tiempo. A lo largo del relato se apelan a distintos formativos narrativos -la entrevista, casi emparentándose con el documental; el relato intimista y contemplativo; el drama crudo y explícito- y hasta en determinados momentos Celina deja de ser el centro, dispersando su foco hacia otros personajes. Hay que reconocerle al realizador que nunca pierde el timón y jamás cae en excesos, pero eso también le juega en contra, porque sólo en secuencias muy puntuales el film entabla una conexión carnal y congruente con el espectador. No es que estemos ante un relato frío, pero tampoco toma verdadera temperatura, quedándose en una tibieza ya habitual en buena parte del cine argentino de las últimas décadas. Salem no sólo posee talento para narrar, sino que además se le nota que es capaz de acercarse a los personajes que diseña, sin manipularlos en función de lo que quiere contar, pero aún debe consolidar su mirada. La sensación que transmite es que cuanto más riesgos tome, cuanto menos quiera parecerse a otros exponentes de la cinematografía nacional, mejor le va a ir. Por ahora, tiene a su favor un puntapié inicial que, sin descollar, no deja de ser atendible. Rodrigo Seijas


Cooking up a tribute, de Luis González y Andrea Gómez / 6 puntos


El Celler de Can Roca, el mejor restaurant del mundo, cierra sus puertas cinco semanas para que todo su staff haga una gira por América llevando consigo, literalmente, todo su arsenal de técnicas y su cocina de avanzada. Una premisa simple para una aventura compleja que implica un trabajo claramente antropológico, los chefs del “Celler” se proponen construir un menú de cero utilizando la cultura culinaria local en cada uno de los destinos de la gira. Cooking up a tribute es un registro bastante completo de ese proceso de creación. Si no le prestamos atención al obsceno culto al placer que es la experiencia culinaria excitantemente compleja que ofrece el restaurant de los hermanos Roca (sí, una experiencia imposible para la mayoría de nosotros mortales, y sí, un juego inmoral y un poco snob), podemos llegar a reconocer, gracias a los directores Gonzales y Gómez, elementos interesantes de los alimentos y cómo nos relacionamos con ellos. Estalla ante nuestros ojos su importancia cultural: Colombia,  México y sobre todo Perú construyeron sus identidades nacionales a través de su cultura culinaria, y los chefs son una especie de antropólogos héroes que rescatan esa cultura y la reconstruyen. Cooking up a tribute es formalmente convencional y tiene un final apresurado, pero la exposición culinaria que despliega por momentos deslumbra, y la rescata del muy posible olvido. Matías Gelpi


Counting, de Jem Chem / 5 puntos


Una decepción resultó la última película de Chem, sobre todo si se considera que venía de una muy buena, Museum hours (2012). Film dividido en quince partes que podrían haber sido una, cinco o quinientas. Al que quiera asistir a un viaje por diversas ciudades del mundo para afilar el ojo voyeurista en torno a detalles cotidianos, le caerá simpático. Hay belleza en algunas imágenes como curiosidad bien transmitida en otras, pero la suma de las partes es acumulación, sólo eso, más allá de los gatos que aparecen en casi todos los planos/cuadros que ofrece el director (homenaje a Chris Marker y su predilección por los felinos). Indudablemente que hay una búsqueda y algunos momentos pueden ser más simpáticos, llamativos y atractivos que otros, pero se transforma en un ejercicio de observación autocomplaciente y bastante pedante. Cuando detrás de lo que se ve hay más para explicar o elucubrar, entonces la sospecha recae sobre esta clase de trabajos diletantes. No es sólo una cuestión de paciencia sino de subirse o no al tren estético que propone Counting. Guillermo Colantonio


Crónicas de Solitude, de Manuel Ferrari / 5 puntos


cronicasArgentina debe ser el país que más produce documentales de observación: legiones de cámaras estáticas sin razón que filman las actividades menos trascendentes y las arrojan a nuestras mentes inauténticas de alienados idiotas. Crónicas de Solitude pertenece a esa raza, que ha saturado el mercado con demasiados ejemplares. Ferrari muestra mediante pequeñas crónicas fílmicas un pormenorizado registro de la ciudad de Solitude en Alemania. Su mirada es personal, sí, pero por otro lado un poco vacía, adherente de esa forma deconstructivista de mostrar como si no hubiera nada que contar. Lo cierto es que Crónicas de Solitude nunca encuentra su historia y a medida que avanza, sus segmentos se van volviendo demasiado indeterminados. Hay belleza en la película de Ferrari, pero de esa belleza que aburre. Matías Gelpi


Daemoniun: soldado del inframundo, de Pablo Pares / 7 puntos


Un comando especial liderados por Cortez le llevará una caja como intercambio a un demonio muy poderoso. El que puede abrir el portal y darle las indicaciones al grupo es el mago, Lucio Fulcanelli, quien es obligado a realizar la tarea. Todo sale mal quedando sólo unos pocos sobrevivientes. La película muestra una serie de personajes que tendrán influencia en la vida de los dos sobrevivientes, quienes intentarán volver a traer al demonio desde el otro lado. Se nota que la película fue una idea para web serie, cada capítulo tiene una marcada tendencia a las peleas que en el global rearmado se vuelven muy reiterativas, el guion es muy pequeño, aunque la película tiene una virtud: no para, es tan rápida que le haría falta alguna meseta para poder relacionarse más con los personajes. Es raro estar pidiendo que una película se contenga más en un cine argentino que tiene una tendencia a contenerse demasiado. Los FX, el vestuario, la ambientación, todo está muy bien demostrando que el talento puede superar a las limitaciones presupuestarias. Entre los actores, sobresalen Walter Cornás con su carismático mago Fulcanelli, y la belleza, destreza y timing para el cine de género que demuestra Caro Angus. Aunque pequeña pero muy divertida es la aparición de Chucho Fernández, haciendo un doble papel. Un apartado merece la dirección de Parés, que es el único realizador en Argentina capaz de filmar una película con escenas de  acción sin fisuras en el montaje. Un logro mayúsculo en un país con una tendencia a la contemplación visual, como se vio en muchos de los realizadores que pasaron por este festival. Gabriel Piquet


Dead slow ahead, de Mauro Herce / 5 puntos


deadDocumental experimental y original sin narrador, que bordea la ciencia ficción en su expresión más visualmente bella y lograda, pero que sin embargo no es apto para todo el público cinéfilo. Este primer largometraje del español Herce, que obtuvo el Premio Especial del Jurado del Festival Internacional de Cine de Locarno en la sección Cineastas del Presente, cuenta la travesía del carguero Fair Lady en el mar. Con siete bodegas bajo bandera maltesa y construido en Japón es un navío de 225 por 32 metros capaz de soportar hasta 76 mil toneladas. No hay dudas que toda la técnica, las locaciones y la infraestructura de este gran mobiliario hablan por sí solas casi sin presencia de voces guías, alcanza sólo con el murmullo humano que suele perderse por los largos pasillos de la embarcación. Dead slow ahead hipnotiza a un ritmo sumamente lento, tanto que para algunos se hace imposible poder seguirlo. Esta densidad, sin embargo, aparece contrarrestada con su espectacular fotografía que rememora a 2001: Odisea en el espacio de Kubrick o el comienzo de la nave madre de Alien, el octavo pasajero de Ridley Scott. Tal majestuosidad visual demuestra la insignificancia humana y su propia mortalidad irreversible. Otro de los puntos fuertes de este documental es su registro sonoro, desde la cadencia de los engranajes del carguero pasando por el sonido de litros de agua que se pierden en una ducha cuando los marineros la utilizan, sólo como ejemplos aislados. Este recurso es aprovechado con la implementación de micrófonos especiales de última tecnología y reforzados durante el montaje del propio film. Claro que tal panorama estético se vuelve evidente para paladares exquisitos, sorprendiendo al género documental, tan propio de lo humano y no de los mobiliarios o estructuras fijas. Y la particularidad de no contar con una guía narrativa, sólo la audiovisual, la vuelve una experiencia más palpable y cercana pero a veces imposible de afrontar. Rosana López


Desacato a la autoridad, relatos de punks en Argentina 1983-1988 (capítulo 2), de Tomás Makaji y Patricia Pietrafesa / 6 puntos


Un documental que, como su título indica, es la segunda parte de lo que tiene intenciones de ser una trilogía. Son relatos corales en donde se habla del anarquismo, los fanzines, las marchas de apoyo a las Madres de Plaza de Mayo, todo lo que significó la Biblioteca José Ingenieros en el barrio de Villa Crespo en donde convivían punks con antiguos miembros de la Fora, la idea de una cooperativa para el autofinanciamiento de un disco, un recital emblemático en el Salón Verdi en el que mientas Los Corrosivos tocaban, afuera se peleaban los punks contra la hinchada de Boca. Hay que darle mérito por la forma en que condensan toda esa información, el documental es ágil y los protagonistas cuentan lo que vivieron mientras se escuchan fragmentos instrumentales con sonido punk (una de las bandas es She Devil, de la cual la realizadora Patricia Pietrafesa formó parte). Con lo poco que tienen, fotos propias o de personas que aportaron material, muchos fanzines y unas animaciones de unos punk zombificados se las arreglan para cubrir quizás la única falencia que no es culpa de los directores, que es la falta de material fílmico o en video (problema que tiene la Argentina anterior a los 90, cuando no era tan fácil acceder a una cámara de video hogareña). Los entrevistados son sin duda el fuerte de esta cadena de oralidad que vemos en el documental, sus expresiones o anécdotas dejan una sensación de que todo lo que hicieron sin saberlo o quizás sin ser conscientes en ese momento, dejó una semilla para que las generaciones venideras. Gabriel Piquet


Desde allá, de Lorenzo Vigas / 6 puntos


Un hombre maduro sale por las calles buscando tener sexo casual con jóvenes de barrios pobres de Caracas. Uno de esos “levantes” será el joven Elder, un muchacho que vive al límite de la ley. Ese primer encuentro no será como Armando lo planea, ya que el joven lo terminará robando. A partir de esta situación, el protagonista irá en busca del joven entablándose un juego de seducción. El film exhibe una diferencia de clases marcada entre ese hombre rico que pasa su tiempo entre hacer prótesis dentales y buscar jóvenes, y el muchacho que trabaja en un taller y se dedica hacer de taxi-boy improvisado, con intenciones más delictivas que laborales. Mi problema con esta película es que huele a ya visto. Queda claro lo de las clases sociales (quizás muy claro) y el film no logra impactar lo suficiente, porque amaga con ser muchas cosas y no es ninguna. Película con sordidez sexual (el primer Bigas Luna y algo de Eloy de la Iglesia ya mostraban esto), un poco de delincuencia juvenil (el cine quinqui español ya lo había hecho antes), se pueden rescatar las actuaciones: los dos protagonistas son creíbles (el chileno Alfredo Castro y Luis Silva) y eso ayuda bastante a que Desde allá tenga momentos de una intensidad interesante. Gabriel Piquet


Drunk stoned brilliant dead: the story of the National Lampoon, de Douglas Tirola / 7 puntos


Es Judd Apatow -gran autoridad para hacerlo- el que cierra el documental con una frase que demuestra en buena parte los aciertos de Tirola en esta reconstrucción exhaustiva de la historia de National Lampoon: “esta revista prefiguró lo que sería la comedia moderna”. Es que más allá del típico raid de ascenso y caída que retratan estos documentales que investigan algún fenómeno cultural ya extinto, lo que hace el realizador es justificar su búsqueda no sólo por el lado de la nostalgia sino, además, por el significado que el elemento investigado tiene en el presente. Y es que esa mezcla de irreverencia política, sexual y cultural que emanaba desde aquellas páginas, y luego en programas de radio y shows en vivo con el sello de National Lampoon, se puede aprehender el espíritu de buena parte de la comedia televisiva y cinematográfica norteamericana que llegó de los setentas hasta el presente: Saturday Night Live no parecería haber sido posible sin la inspiración de National Lampoon. Es tanta la información y los entrevistados que administra Tirola, que desde lo formal tal vez su documental necesite ser básico, de busto parlante, aunque por momentos la estética de la revista se apodere de las transiciones, y la recuperación de algunas viñetas y segmentos radiales generen momentos de gran hilaridad brillantemente revulsiva: el fenómeno de National Lampoon es también el de una época donde la corrección política no lastraba las posibilidades del humor. Si bien molesta un poco esa épica del descontrol, con la reiterada mención a las drogas que consumían los redactores, como queriendo justificar todo por la mística del reviente con la consiguiente culpa, el documental de Tirola es un gran y enorme homenaje a aquella revista que influyó el humor y lo cambió definitivamente. Mex Faliero


El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra / 9 puntos


Algo nuevo. Lo que hace Guerra en su tercera película podría equipararse con las filmografías de directores como Werner Herzog o Terrence Malick, pero serían comparaciones apresuradas, porque lo que consigue el realizador se despega de otras expresiones cinematográficas para redondear una obra distintiva, personal e impactante desde su ambición. Basándose en las memorias del etnólogo alemán Theodor Koch-Grunberg (1872-1924) y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes (1915-2001), quienes fueron de los primeros científicos que se animaron a recorrer la Amazonía colombiana, Guerra pone en tensión lenguajes y perspectivas sobre el universo, sobre ese ente inabarcable que es la naturaleza y lo abismal que rodea al hombre. Y en ese camino que recorre a dos puntas en el tiempo, con el chamán Karamakate, último sobreviviente de su tribu, como eje y punto de unión, corre las fronteras del lenguaje cinematográfico y cultural, rompe esquemas y zambulle al espectador en una experiencia sobrecogedora, con un trabajo en la fotografía blanco y negro notable, actuaciones sobresalientes (¿cuánto habrá de actuación? ¿Cuánto de pura exposición de la personalidad? ¿Hacía cuánto que no se ponía en crisis la representación de forma tan extrema?) y una perspectiva sobre lo corporal en contacto con el entorno que renueva las esperanzas de que el cine latinoamericano pueda hacerse cargo de los sujetos a los que observa sin paternalismos. Guerra corrió los límites de lo observable, para pensar a un otro que posiblemente esté mucho más cercano, y al hacerlo nos obliga a hacernos cargo como espectadores. Ese logro y esa responsabilidad que otorga El abrazo de la serpiente son inmensamente saludables. Rodrigo Seijas


El apóstata, de Federico Veiroj / 6 puntos


Suele ocurrir que una escena nos arroje de lleno al universo de una película o nos expulse al purgatorio de la indiferencia. Son posibilidades, como tantas otras. Al comienzo de El apóstata, el joven protagonista, Gonzalo, ingresa a una iglesia con el fin de manifestar la voluntad de desistir de la fe católica y que lo borren de los registros. El modo en que lo hace, la mirada impostada de curiosidad, da cuenta de un grado de afectación importante para un film que reclama aires de importancia permanentemente detrás de su aparente sencillez. Dos o tres minutos después, el burgués insatisfecho que compone Alvaro Ogalla, está durmiendo nuevamente en pose. Ya es demasiado para tan poco tiempo. Hay dos o tres líneas que la película trabaja desde lo argumental. Una es el entramado burocrático que implica hacer efectiva la renuncia. En ese devenir, Veiroj juega con el imaginario silente y le da algunos toques de Keaton al protagonista, cuyo rostro coquetea con el gran Buster. La música refuerza el efecto y algunas secuencias funcionan bien en este sentido. La otra es la relación que mantiene con otras personas. El tratamiento es desparejo y fácil de dispersarse, sin embargo, lo salva el vínculo con un niño vecino. Es allí donde la naturalidad enriquece la perspectiva de un film que transcurre (como pronuncia Gonzalo) de la euforia a la melancolía. Existe un costado cinéfilo con algunos homenajes subrayados (una secuencia onírica a lo Buñuel) y un trabajo con colores azules y marrones, destacando la diferencia de ambientes y sentimientos. El mismo protagonista va vestido siempre de la misma manera. Es como un Jeckyll y Hyde que no necesita la noche para sacar a relucir su tormenta interior. Por momentos parece un ángel expulsado por la iglesia y por otros, regala una especie de voyeurismo inquietante. Veiroj mantiene bien el equilibrio entre ambas facetas y por suerte se redime al final con una linda escena que, tal vez, nos devuelva al paraíso. Guillermo Colantonio


El arrullo de la araña, de José Celestino Campusano / 5 puntos


El título de la película es encantador (Campusano es experto en esto) y el plano detalle de una araña pollito que abre la película también. Lamentablemente esos dos signos alentadores no se corresponden con el resultado final de un film esquemático y hasta perezoso discursivamente. La primera media hora se sostiene bien dentro de un mismo espacio dramático, por momentos asfixiante. En una ferretería, los empleados soportan el maltrato del dueño. Como suele ocurrir en las películas del director cuando funcionan, los personajes son un hallazgo, tienen naturalidad y fuerza necesaria como para evadir cualquier atisbo de costumbrismo. Esa distancia se plantea en la forma en que hablan, plagada de tiempos verbales inusuales o modismos tendientes a generar un digno enrarecimiento que los aparta de lo que se escucha usualmente en el decir porteño. De hecho, algunos alcanzan dimensiones insospechadas en la pantalla. Aquí, el villano, por ejemplo, está llevado a un grado de exageración grotesca (es un tipo “rata”, oportunista, controlador, apabullante), siempre al límite entre la gracia y el ridículo. Sus apariciones y movimientos de roedor lo asemejan a una caricatura que no siempre es efectiva. Por supuesto que están aquellos diálogos que le aportan un aire fresco al abúlico y predominante cine argentino festivalero y unos pocos planos de exteriores barriales que continúan siendo inconfundibles. Sin embargo, Campusano comete un error insalvable: baja discurso de una manera directa, básica y lo hace por lo menos tres o cuatro veces en una película que dura ochenta minutos. El efecto es terriblemente escolar, dado el contenido de los parlamentos que los trabajadores exponen a cámara. No es sólo lo que dicen (que siempre puede ser materia de discusión) sino la manera chocante en la que se corren de la situación y se disponen a proclamar. Para peor, el subrayado no sólo es discursivo y panfletario. La atractiva araña que inaugura el film aparecerá recurrentemente para invitar por asociación metafórica a identificarla con el malvado ferretero. Demasiado forzado todo. Guillermo Colantonio


El club, de Pablo Larraín / 6 puntos


Hablar de una película como la del chileno Larraín hace pensar en el cine como chantaje emocional. O mejor, en este caso, hablamos de una película construida desde la falta absoluta de sutileza argumental que es, sin dudas, un artefacto de provocación, uno que funciona. Hablamos de una casa de retiro en un pueblo olvidado para curas excomulgados por los crímenes usuales que cometen los curas -pedofilia o colaboracionismo con alguna dictadura-. Gente viviendo en la dinámica de la represión y el silencio culposo que se aferra a las cosas mundanas para sobrevivir. Este universo de la perdición que nos presenta Larraín, que en el fondo sostiene la tesis de que el mundo humano es una eterna basura, puede emparentarse al menos superficialmente con el que solemos encontrar en las peores películas de González Iñárritu (¿existe alguna buena?). Sin embargo, a diferencia del infame mexicano, Larraín sostiene cierta coherencia, sus personajes, que son horribles pero verosímiles, actúan como tal. Además, el juego policial que propone el director hace que la tensión se sostenga durante casi toda la película que es bastante efectiva. El club es como si alguien hubiera querido deformar o entender mal Habemus Papa. Matías Gelpi


El deportivo, de Rosendo Ruiz / 6 puntos


eldeportivoLa película tiene una seña particular fundamental, es una película de creación colectiva dirigida por múltiples equipos de producción y realizada en el marco del taller de cine ficción coordinado y dirigido por Inés Moyano, Rosendo Ruiz y Alejandro Cozza. El resultado, un entretenido relato de los pormenores de un grupo de personajes representativos del barrio Alberdi en Cordoba capital. Sin dejarse llevar por la tentación patriotera o el exceso de color local, se nota que en la creación de El deportivo se le ha dado principal importancia a la necesidad de contar una historia, para lo cual se basa en un guión bastante sólido salvo por su final apresurado. El deportivo es una película que deja ver sus costuras y que acumula una serie de fallas técnicas (alguna toma fuera de foco o un plano nocturno demasiado granulado) y estéticas, lo cual no nos impide apreciar la gran cantidad de aciertos que suma como algunas buenas actuaciones, personajes en general bien delineados, un ritmo interesante, y también hasta algún buen momento humorístico. La película tiene algo que contar, y sus creadores saben cómo contarlo, poco hay más digno en este arte colectivo. Matías Gelpi


El ejecutor, de Mike Marvin / 6 puntos


Música de sintetizadores, adolescentes con una explosión de hormonas, Charlie Sheen, bullying, y una trama tan mágica como imposible; El ejecutor de Mike Marvin es el clásico exponente de todo lo que esperamos encontrar de una película de los años 80. Tomando tanto de las fuentes ochenteras que termina pareciéndose a muchas. Podemos encontrar persecuciones automovilísticas a lo Mad Max y un vengador que es una mezcla de Terminator y Patrick Swayze en Ghost: la sombra del amor. Hasta ahí su atractivo o curiosidad porque tenemos que decir que El ejecutor no es una película del todo satisfactoria a menos que uno sea un entusiasta a ultranza de todo cine ochentero devenido entretenimiento familiar en VHS (los hay y muchos, si no, no se explica la arbitrariedad de la sección Generación VHS del festival). El prólogo es efectivo y razonablemente estructurado presentando bien todos los elementos narrativos, pero el resto del metraje es dedicado a la repetición de situaciones con un poco de intensidad cada vez. Se me dirá que todo cine narrativo es más o menos eso, pero cuando se notan las costuras y no se evade del todo el tedio, sólo podemos decir que estamos ante una película del montón, como esta de Marvin. Matías Gelpi


El movimiento, de Benjamín Naishtat / 5 puntos


movimientoNaishtat, una de las nuevas voces del cine argentino que ya había sorprendido con Historia del miedo, un punzante film situado en alguna parte del conurbano bonaerense que exploraba la naturaleza del miedo a los otros con un comentario social que atravesaba el relato, estrena El movimiento y vuelve a algunos de los tópicos que ya exploró pero modificando completamente el contexto. “1835.Plaga. Anarquía”, las pistas para situarnos en el escenario son básicas pero efectivas, un período oscuro que es aún fuente de intensos debates históricos, en el proceso de consolidación del segundo gobierno rosista, entre un caos de guerras intestinas. Es por lo tanto el miedo una de las claves de este nuevo film de Naishtat, aunque esta vez se encuentra atravesado por condimentos políticos que tienen mucho que decir de los riesgos del personalismo. Al igual que Historia del miedo, se trata de un film fragmentario cuyo prólogo descarnado pone en contexto el escenario histórico. El director explora los rostros transmitiendo a la acción una expresividad que lo lleva a manejar la tensión y los tiempos con maestría, sumando el uso de un leitmotiv musical brillante tanto en su ejecución como en el montaje. Sin embargo, no logra un resultado tan redondo como en su primer film: por momentos la edición es desprolija y algunos segmentos permanecen aislados o resultan confusos, en particular porque hay una serie de ideas que no terminan de cuajar en el personaje encarnado por Pablo Cedrón, siendo la cuestión mística una de las más descuidadas. Cercano al cine de Werner Herzog -ese nihilismo en una empresa imposible- y al western, Naishtat confirma su personalidad y madurez como realizador a pesar de las irregularidades que puedan hallarse en su nueva película. Cristian Ariel Mangini


El muerto falta a la cita, de Pierre Chenal / 6 puntos


Daniel Rivero (Angel Magaña) va a su despedida de soltero, en estado de ebriedad se escapa de la fiesta y atropella a un ciclista en el camino. Vuelve a la fiesta, sigue bailando y tomando. Al otro día, de camino a su boda, recuerda lo que pasó y alcanzado por la culpa se escapa de la iglesia, para ir a la policía y confesar que mató a un hombre. No encuentran el cuerpo, la policía le dice que no mató a nadie y que todo lo imaginó. Es ahí en donde entra Guido Franchi (Sebastián Chiola), quien de a poco se irá metiendo en la vida del protagonista y su flamante esposa Elena (Nélida Bilbao). Esta película tiene un gran personaje, el que interpreta Chiola, un actor olvidado por las nuevas generaciones que merece ser reivindicado. Acá hace el papel de los tradicionales “comecabezas” que primero son personas amigas pero poco a poco desde su verborragia van torturando con recuerdos al protagonista para hacerlo sentir mal. La cara diabólica del actor le sirve a Chenal para hacerlo entre seductor y peligroso al mismo tiempo. La película está algo suavizada si se toma en cuenta el periodo en el que fue filmada, época en que los policiales tenían finales mucho más duros. Esto se debe a que tiene elementos de comedia que si bien no molestan le sacan la carga dramática que podría haber tenido si era una historia solamente noir. Gabriel Piquet


El organismo, de Iván Fund / 6 puntos


Esta es una película que puede engañar. Parece otra mirada hacia ese cine contemplativo que tanto le gusta a los festivales del mundo pero tiene momentos de quiebre en los que parece ser un documental con entrevistados hablando a cámara. Es una película de imágenes poéticas con elementos de cine experimental, los primeros planos que se entrelazan desde la planta en el agua, hasta pasar por una pintura terminando en un perro que está dormido. Hay textos impresos en pantalla, que nos van diciendo lo que sentirían algunos personajes, se habla de la soledad y la felicidad, y las mascotas son otro de los ejes centrales de este mediometraje. En un momento ingresan en la película elementos del fantástico y la ciencia ficción. Podría pasar por algo medio canchero que juega con ciertos tópicos del nuevo cine argentino, pero es una búsqueda que, según como se la mire, puede tomarse como sátira. Si la quisiéramos definir en una frase, desde lo meramente estético, diríamos que es como si The body snatchers la hubiera filmado Lisandro Alonso. Gabriel Piquet


El precio de un hombre, Stéphane Brizé / 8 puntos


Brizé registra sistemas y su funcionamiento: el sistema capitalista; el sistema laboral; el sistema social que rige nuestros vínculos y relaciones. El director pone la cámara y nunca subraya, muestra hasta que el propio funcionamiento del sistema revela su cara más oscura, perversa, reptil. No cae en sordideces y en la escuela de los hermanos Dardenne, pone la cámara a la altura de sus personajes y los acompaña en el viaje: aquí Thierry, un tipo que acaba de quedarse sin empleo e intenta acomodarse al presente, incorporando conocimientos mientras busca aquel trabajo que le permita la subsistencia en la dura Francia de este presente de desempleo y desigualdad. A la vez que registra el funcionamiento de varios sistemas, Brizé construye el propio: los planos se sostienen, la cámara se mueve ligeramente, prefiere poner en cuadro a los que escuchan en vez de a los que hablan, la música extradiegética está casi ausente, evita todo tipo de explosión que instale el discurso político en el nivel del panfleto. La película reluce por momentos como un mecanismo cerrado al que no ingresa ningún elemento extraño que desacople la solidez formal. Si bien puede parecer un poco distante el registro, todo se termina por sostener con la presencia de Vincent Lindon, quien logra una actuación notable como ese Thierry que soporta hasta donde puede los embates del capitalismo. Esa figura casi impertérrita justifica las decisiones de puesta en escena, y permite un resquicio de dignidad ante el absurdo al que se somete constantemente. Absurdo que no parece otro que el de la celda donde termina encerrándose, a sí misma, la humanidad. Mex Faliero


El sistema Gorevisión, de Valentín Javier Diment / 8 puntos


Gorevision es una productora de películas clase Z, deudora del ultragore alemán cuya historia es cuanto menos épica. Así lo entendió el director de este documental que plantea develar los métodos de estos hacedores compulsivos de películas, y de alguna manera también exponer a los inexplicables y fundamentales seres humanos de un proyecto cinematográfico que se da el lujo de estar orgullosamente a contramano de todo. El sistema Gorevision es el fiel retrato de una obsesión colectiva, porque lo que vemos son cinco tipos con historias bien diferentes unidos en un amor incondicional por hacer películas, hacer música, hacer asados y escabiar, pero que están absolutamente determinados a seguir adelante y no dejar de hacer ninguna de esas cosas. Alcanza con escuchar las palabras del alma mater de Gorevision, Germán Magariños, para entender las dinámicas de este grupo. Magariños es una usina ideas y es absolutamente consciente de lo que significan sus películas. Su cinefilia es contagiosa. Diment es un buen cineasta, que siente el mismo cariño por las películas y también por lo que hacen estos desquiciados de Gorevision, lo cual se nota. El sistema de Gorevision es un buen documental, y una gran comedia. Matías Gelpi


Ederly, de Piotr Dumala / 7 puntos


ederlyEderly es un pueblo imaginado por el director. La idea proviene de un sueño. Un restaurador de arte llega una noche a ese lugar con la intención de trabajar en una iglesia, pero accidentalmente llega a una casa donde una familia lo confunde con el hijo que ha partido hace veinte años. A partir de allí, la historia, que tiene un buen gancho narrativo, deriva en una pesadilla cotidiana que incluye un soterrado humor (polaco) y una angustia deudora del mejor cine de Polonia. Efectivamente, el particular hostigamiento que padece el protagonista recuerda algunos momentos de El inquilino de Polanski. Filmada con una fotografía notable en blanco y negro la película se sostiene en ese clima enrarecido y no se derrumba argumentalmente pese al desafío que impone su tesis inicial. Contada sin sobresaltos y con una atmósfera que lidia con el absurdo permanentemente, se muestra sólida en lo que propone. Si bien Dumala borra las referencias contemporáneas y opta por un espacio dramático alejado de la frenética actualidad, hay puntas para pensar en la alienación contemporánea, en el lugar que ocupa el arte y en una certeza: sólo los polacos pueden hacer de la humillación un viaje llevadero. Guillermo Colantonio


Entre dos luces – Suárez. Primera parte, de Fernando Blanco / 7 puntos


suarezBlanco exhibe en este documental la época donde la banda indie-rock argentina Suárez galopó por la escena y los escenarios con libertad, elegancia y lucidez. Durante esos años (de 1989 a 2001), sus integrantes registraron en video muchos de sus momentos íntimos y excursiones públicas, de los cuales el director se basó para realizar una brillante tarea de edición para narrar en forma prolija la historia del grupo. Quizás los archivos no son de gran calidad, lo cual no permite captar con precisión el sonido de la banda o entender determinadas charlas que tienen los integrantes, pero el concepto está representando en forma tan clara y concreta que no da lugar a dudas. Este trabajo no es apto para cualquiera, por su ritmo y estructura, sin embargo es de visión obligatoria para quienes gustan de los movimientos culturales como el que Suárez gestó. Entre dos luces – Suárez. Primera parte capta claramente la labor de un grupo que quizás no pasó a la historia pero que fue un buen aporte para la búsqueda de nuevos sonidos en épocas donde ya está todo inventando. Brian Macchi


Eva no duerme, de Pablo Agüero / 6 puntos


La apuesta del film de Agüero es extrema y si algo que no se le puede reprochar es su ambición, que va de la mano de una puesta en escena con rasgos muy característicos y distintivos. A partir de todos los avatares que rodearon el cadáver de Eva Perón, el realizador va a fondo y hace un análisis histórico que abarca tres décadas de los acontecimientos en nuestro país, con momentos donde hay un discurso fuertemente definido y otros donde prima la ambigüedad. Lo que se va delineando es un relato que prácticamente en su totalidad transcurre en espacios cerrados -y cuando no lo hace, la oscuridad restringe la chance de un escape hacia lo abierto-, con climas claustrofóbicos y asfixiantes, en los que cada plano está fríamente calculado en su composición -ver por ejemplo la escena de la lucha que se da en un camión, donde la cámara apenas se mueve y sin embargo se entienden perfectamente los movimientos de esos cuerpos en pugna-, y en el que las luces y sombras juegan un papel central, de la mano de escenas de archivo muy puntuales. El problema -y al mismo tiempo la virtud- surge a partir de lo discursivo, de los lenguajes confrontando de una manera que por momentos escapa al control del director. Eva no duerme es un objeto extraño, elusivo, que escapa a interpretaciones fáciles y que desde su potencia y riesgo es, paradójicamente, tan fallida como lograda. Rodrigo Seijas


Favio, la estética de la ternura, de Luis Rodríguez y Andrés Rodríguez / 7 puntos


El principal logro de este documental de Luis y Andrés Rodríguez consiste en poder reafirmar las virtudes estéticas y narrativas del cine de Leonardo Favio, cimentado en el enorme cariño y respeto que tenía por los protagonistas de sus films. Ese resultado se consigue cuando la película cede su lugar discursivo y propositivo a las imágenes de la filmografía del que es el más grande director argentino de todos los tiempos y a determinados testimonios muy valiosos en sus diversas formas de analizar el corpus en cuestión. Cuando el film quiere dialogar a través de imágenes propias con el cine del realizador, encuentra dificultades, barreras, quedándose en apuntes desparejos que intentan decirnos de manera demasiado explícita que los seres sobre lo que hizo foco Favio siguen existiendo y reclamando un lugar relevante en nuestra cultura. Para afirmar esto, sólo basta con las potentes secuencias de obras maestras como Crónica de un niño solo, El dependiente, Juan Moreira, Soñar soñar o Gatica, el mono. Allí queda claro, maravillosamente claro, que pocos filmaban como Favio, que casi nadie tomó los riesgos que él tomó. También, lamentablemente, que el cine argentino actual está lejísimo de esa mirada verdaderamente popular, y que se ha conformado con interpelar al público de clase media, dejando de lado el legado cinematográfico, social, cultural y político de Favio. Rodrigo Seijas


Film ist. (7 – 12), de Gustav Deutsch / 6 puntos


film istArranquemos por darle a esta crítica un marco de obviedad: Film ist, a girl and a gun es un film experimental, por lo tanto uno sabe que se enfrentará a modelos narrativos poco usuales y elementos meta cinematográficos que invitan tanto a la reflexión como a las sensaciones. El subtítulo refiere, como bien señala la sinopsis, a la célebre cita del cineasta norteamericano D.W.Griffith que indicaba que una película es “una chica y un arma”, cita que luego fue tomada por Jean Luc Godard para describir parcialmente su cine. Pero no hablaremos de Griffith o Godard, sino de Deutsch, cineasta austríaco que en su serie Film ist ha utilizado el montaje para recuperar viejos archivos de registros cinematográficos y utilizarlos para darles un marco temático y estético. Al explorar al cine desde el cine utiliza el collage como herramienta, algo que suele verse frecuentemente en el cine experimental, en este caso utilizando registros fílmicos mudos que van de 1890 a la década del ´40, estructurados en segmentos e intertítulos con versos de Platón y Safo, entre otros. La finalidad es explorar la antinomia Eros/Tánatos desde esos archivos fílmicos generando un relato. Aquí está uno de los problemas, este arco no siempre cuaja en la estructura que se le ha dado, por momentos la catarsis estética del collage hace que perdamos fácilmente el título bajo el cual se han dispuesto las imágenes. Por otro lado, la forma en que se subraya el uso del montaje paralelo, en particular hacia el final, resulta de una linealidad que atenta contra el caos que el mismo film tiene en el resto del metraje. El uso del color y la música complementan con solvencia a las imágenes que se suceden desde el horror de la guerra hasta escenas de fetichismo e incluso un coqueteo con la zoofilia (!), sin lugar a dudas apelando al shock a pesar del elegante tono académico. Fallida por momentos y en otros con una coherencia descarnada, Film ist sin embargo no pasa desapercibida. Cristian Ariel Mangini


Gored, de Ido Mizrahy / 7 puntos


Es complicado salirse de lo que uno piensa sobre este tipo de actividades y el maltrato que en ella se hace a los animales, aclaro esto para comenzar a hablar del documental sin prejuicios aunque cueste. Antonio Barrera no es el mejor torero de la historia (algunos de los participantes del documental lo aclaran), si no el torero que más corneadas recibió (23 dice en algún momento la mujer de Antonio). El documental comienza con una escena en donde Barrera se enfrenta al toro por última vez (México-2012). El director deja una imagen en la que Antonio realiza la maniobra La puerta de Gayola (se arrodilla y espera a que el toro lo embista, teniendo menos tiempo para poder levantarse y esquivarlo) creando un suspenso que mantendrá durante todo el film, ya que no sabemos qué pasó con el torero en su última corrida. De ahí a verlo en sus inicios junto a su padre quien fue un torero amateur, incentivándolo para que llegue al profesionalismo. Su hermana quien siente un orgullo que no puede esconder, su mujer y el suegro que son los que menos ocultan su desagrado con la profesión, por su contaste cercanía con la muerte en el caso de la primera y por no ver sufrir a su hija en el caso del segundo. La pasión/obsesión que tiene Antonio por torear está presente en todo momento, tira sentencias del tipo “me estoy fallando a mí mismo si dejo de torear”. El documental cuenta un breve pantallazo sobre la historia de las corridas de toro en España (Antonio es sevillano), se presentan muchas de las corneadas que recibió durante su trayectoria. Si bien el documental gira en torno de la figura del torero, también aparecen en un momento las asociaciones que están en contra de esta práctica manifestando afuera de un estadio. Pero no se profundiza mucho en eso, habrá que esperar otro documental en que no sólo se muestre el mundo de los toreros y sus fans. Gabriel Piquet


High rise, de Ben Wheatley / 5 puntos


Uno debería saber que lo mejor de Tom Hiddleston está en Los vengadores y que no se puede confiar en nada en lo que participe Jeremy Irons, y sin embargo terminamos viendo High rise que es una mezcla de Psicópata americano, La naranja mecánica y la ultima fantasía distópica cronembergiana. La razón es que está basada en una novela de J. G. Ballard, quizás quien, al menos hace tres décadas, mejor utilizó los elementos de la ciencia ficción para explorar las consecuencias del alienante devenir de nuestra civilización. El problema fundamental de esta adaptación de Whatley es que jamás termina de encontrar el tono adecuado que justifique mínimamente el espectáculo de sexo y violencia técnicamente coqueta al cual asistiremos. El director se deja ganar por el cinismo y un paternalismo ideológico que se vuelve agobiante luego de la primera hora que es aceptable. La película se estira innecesariamente y para cuando retoma su endeble eje narrativo ya está perdida en un océano de sinsentido. Entendimos señor Wheatley, somos animales alienados y necesitados de alivio sexual que esconden bajo un fino velo de civilización su profunda locura intrínseca, no hacía falta aburrirnos innecesariamente con su pequeña visión del universo ballardiano. Matías Gelpi


Hija de la laguna, de Ernesto Cabellos Damián / 8 puntos


hijaEstamos ante un documental que hace honor a su género, una obra de denuncia pero también de concientización sobre preservar el agua y su ecosistema en los espacios territoriales aborígenes, del que son dueños de ley frente a la amenaza constante de la apropiación en mano de empresas de minería tradicional y/o a cielo abierto. Con dinamismo Nélida, oriunda de los valles de Cajamarca, guía tanto en off como en persona para contar entre poemas melancólicos y tributos a un recurso natural, necesario y tan preciado para la humanidad como el agua, así como también el conflicto socioeconómico que estalló en aquella región. El documental nos hace ser partícipes de la represión impartida por la policía de esa zona que se llevó cinco vidas de campesinos en marchas defendiendo sus derechos sobre el territorio, la indiferencia de los gobernantes de turno y el silencio cómplice de los principales medios de comunicación. Hija de la laguna es un testimonio sensibilizador sin caer en golpes bajos y es dinámico -algo que se agradece- a través de diferentes puntos de vista que involucran tres importantes temáticas: el agua, el oro y la propiedad territorial. Realidades que corresponden a momentos definidos en tiempo y espacio y tan sólo separado por la naturaleza misma de Los Andes. La lucha de Nélida y sus compañeras campesinas frente a la amenaza de usurpación de territorio para explotar minas de oro, lo que atentaría directamente la laguna principal proveedora de recursos para los lugareños corresponden al presente. El pasado representado en la comunidad boliviana El totoral, devastada y sumamente árida por el impacto de empresas mineras que limitaron el agua hasta la máxima escasez. Y las consecuencias o maldito futuro de ese oro obtenido que va a parar en manos de una joyera extranjera que realiza diseños de última moda sin conocer la realidad de cómo es obtenido aquel metal. A lo largo de esta historia también se hace presente esa rivalidad que sienten a flor de piel los pueblos originarios contra el “adelanto” de las grandes ciudades. Rivalidad que no es caprichosa sino que significa el atentado de su madre tierra a costa del porvenir capitalino. Un documental chiquito pero con una grandeza inmensa, crudo y real sobre un conflicto con muchas desigualdades, un conflicto que nos involucra a toda la raza humana. Rosana López


Hijos nuestros, de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez / 6 puntos


El fútbol sigue siendo una materia pendiente en el cine argentino, básicamente porque no se terminan de encontrar las herramientas justas para introducir lo pasional -en el sentido más sano del término- dentro de los esquemas narrativos propios de las expresiones cinematográficas nacionales. El film de Fernández Gebauer y Suárez es una nueva instancia de esta búsqueda, a partir de la historia de Hugo (Carlos Portaluppi), un típico taxista que esconde un pasado como jugador de fútbol que se quedó a las puertas de desarrollar una carrera importante, y que en el vínculo que entabla con una mujer y su hijo, joven promesa futbolera, encuentra una posibilidad de redención. Aunque claro, deberá lidiar con su propio carácter fanático y enfermizo, con la obsesión por su querido San Lorenzo de Almagro como eje. Lo que se ve es una historia que se toma un tiempo -saludable por cierto- para presentar los conflictos exteriores e interiores, y que hasta apuesta por secuencias absurdas para generar humor, saliendo bien parada en la mayoría de las ocasiones, aunque también toma unas cuantas problemáticas en su segunda mitad. Ahí es donde aparecen unas cuantas arbitrariedades y un abrupto final, que resulta cuando menos insatisfactorio. No queda del todo claro si a los realizadores les interesaba cabalmente el universo futbolero, o lo usan como mero contexto para el drama del protagonista, y esa es la principal debilidad de un relato apenas correcto. Rodrigo Seijas


Hortensia, de Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea / 7 puntos


hortensiaLa protagonista, Hortensia, es una chica sensible y solitaria, algo introvertida. Y es, también, una hermana lejana de Amelie y de algunos personajes de Wes Anderson. Esta comedia deadpan y absurda de la dupla Lublinsky/Urtizberea trabaja a pura estética visual y dialéctica (los diálogos son toda una construcción en sí misma, más que el diseño de arte vintage) el drama habitual sobre aquellos niños eternos que deben soltar las manos de sus padres y crecer. Ese es el viaje de Hortensia, en definitiva, uno más convencional de lo que la apariencia del film indicaría. Pero como dicen, lo que importa es más el viaje que el destino, entonces Lublinsky/Urtizberea se divierten con un universo lunático, repleto de situaciones que descolocan la construcción más tradicional del cine narrativo. En ese juego entran también las actuaciones, y ahí están algunos de los desacoples de la película: hay decididamente una marcación hacia la parquedad. Y en ese juego de fricción entre lo verbal (eléctrico) y lo físico (apagado), deudor un poco del cine de Kaurismaki, el que mejor sale parado es David “Toto” Szechtman, con su rubio zapatero que sabe colocar sus líneas de diálogo en ese espacio abstracto donde una simple frase como “pero yo quería café” se convierte en una humorada notable. Hortensia es, a veces, más apuesta que propuesta. De todos modos, hacia el final acomoda sus piezas y el viaje de la protagonista consigue una energía liberadora: y así como ella logra soltar la mano del fantasma de su padre, la película toma distancia de las referencias y construye algo nuevo. Mex Faliero


Indio y los Fundamentalistas del aire acondicionado, en Concierto / 8 puntos


Con un 70% del Ambassador 1 se proyectó -por única vez en lo que dure el Festival- la “película” de la presentación del ex líder de Patricio Rey en el Estadio Ciudad de La Plata en 2008. La mayoría sabía todo de cada uno de sus protagonistas, lo que iba a pasar y sobretodo cómo terminaría. Los cuchicheos fueron constantes, interrumpidos por aplausos (en cada una de las canciones) y algunos cantos desafinados. Para el Indio lo que es del Indio, los que estuvieron en el estadio esa noche no se percataron del despliegue cinematográfico. Fueron extras del cantante que quiso ver(se) el despliegue desde distintos ángulos y sobre todo escucharlo, lejos del frenesí. Lo pensó bien: la filmación es soberbia, el montaje increíble y la masterización se hizo en Abbey Road. La presentación de Porco Rex tuvo dos invitados, aunque afuera del film lo dejaron a Andrés Calamaro. Las cámaras muestran a los músicos como gigantes, cada bengala desde la épica (ya habían pasado cuatro años de Cromañón), el estadio como templo y todo evidencia la tenacidad en la post producción. En El infierno está encantador aparece un chico desaforado a caballito, en su pecho transpirado se imposta un blureo espantoso de una marca deportiva, ¿no es demasiado? Párrafo aparte para los que intentaron filmar o sacar fotos y fueron advertidos decenas de veces. Muchachos, por unos videos nunca se van a volver a juntar Los Redondos. No sean pavotes. Federico Bruno


It was the month of may, de Marlen Khutsiev / 8 puntos


La oportunidad de ver en fílmico esta película de 1970 no es un dato menor y si encima es buena, el premio es doble. La cuestión de representar los momentos inmediatos a la finalización de la guerra (la segunda en este caso) puede rastrearse en la historia con diferentes resultados. Khutsiev se concentra en un grupo de soldados comandados por un joven teniente en territorio alemán. El comienzo es potente, ruidoso, apabullante. Una sucesión de imágenes documentales de bombardeos y destrucción despabilan por el horror que generan y la fuerza que adquieren en pantalla. El contraste es inmediato cuando cesan los ruidos y el teniente despierta en casa de los alemanes que lo hospedan. A partir de este momento, se recrea la sensación de incertidumbre y de encierro en ese apacible lugar. El interrogante sobre qué hacer después del combate es puesto en escena por Khutsiev a partir de una rutina cuyo horizonte de expectativas está abierto a diversas posibilidades. Su mirada no es académica ni necesariamente épica. Están las canciones que los soldados escuchan pero son los cuerpos en tránsito, recluidos a la espera de una orden, los que transmiten el agobiante transcurrir del tiempo. El quiebre se produce con un cambio de espacio dramático cuando en una salida descubren los lugares de exterminio nazi y lo que ha quedado de ellos. El recorrido es fantasmal. Es impresionante la forma en que se trabaja ese lapso donde son los restos y los silencios de los hombres horrorizados los que hablan por sí solos. Los planos generales con paisajes neblinosos funcionan como adecuados para transmitir el marco espectral. Esta idea aparece reforzada en el tercer tramo de la película cuando comienzan a aparecer los judíos sobrevivientes y el lugar adquiere un nuevo matiz de significado. Lamentablemente (y aparenta ser una constante) hay una coda que resiente todo lo anterior cuando vemos imágenes de los campos de concentración en la actualidad, funcionando como centros turísticos, un recurso innecesario. Guillermo Colantonio


Ixcanul, de Jayro Bustamente / 9 puntos


Oso de Plata en la última Berlinale, el film refleja brillantemente la dura vida de la etnia maya kaqchikel, centrándose en María y sus padres que viven en la ladera de un volcán activo. Con crudeza y decisión, se expone en forma potente la realidad de esta comunidad que habita en Guatemala, presentando sus costumbres, sus deseos de superación (que para ellos es ir a los Estados Unidos, donde hay electricidad constante) y la discriminación que sufren por no hablar español, ya que sólo se comunican por su lengua natal. Un largometraje dinámico, con una dirección que deja fluir el relato pero a su vez coloca instantes de pausa como para destacar o resaltar algunos momentos importantes en los cuales la premura sería un error. Quizás al aparecer los títulos finales, uno reflexiona y se termina de dar cuenta la magnitud y la potencia que tiene el film para narrar esta historia desdichada. Brian Macchi


Jirokichi the rat, de Daisuke Ito / 6 puntos


La película comienza en 1831 con un texto de las andanzas del ladrón Jirokichi (personaje basado en una leyenda popular japonesa). La trama nos muestra su relación con dos mujeres, Osen, una joven inocente que quiere ser vendida por su hermano a un hombre rico y Okino, una cortesana de clase alta, experimentada con los hombres. La película transcurre en su mayoría en interiores o calles representadas en estudio, donde vemos cómo Jirokichi es buscado por ser un afamado ladrón y las consecuencias que le trae eso en sus relaciones personales con ambas mujeres. La película es un melodrama con toques de acción y es en la puesta en escena de las peleas donde se nota más la virtud del director para sacar grandes imágenes: la primera escena dentro de un bote, cuando un hombre es confundido con el ladrón y comienza a luchar contra varios en ese ambiente cerrado; la persecución a uno de los personajes que termina en un templo, filmada con una destreza envidiable; y la épica final en donde acorralan al ladrón en una casa, todo filmado de noche mientras los policías que lo rodean llegan con linternas de papel. Estos tres momentos son los que sobresalen en una película que en la mitad se estanca un poco cuando sólo interactúa el personaje de Jirokichi con cada una de las mujeres. Gabriel Piquet


Khutsiev. Action starts!, de Peter Shepotinnik / 6 puntos


khutsievComencé al revés: primero vi este documental sin haber visto ninguna de las películas del entrevistado. Y eso me quitó posibilidades de saber de qué hablaba cuando ponía ejemplos concretos sobre sus films. El documental es una especie de biografía que el director cuenta en primera persona, mientras filma el proyecto que está haciendo en la actualidad, que es un encuentro entre Tolstoi y Chejov. Khutsiev tiene una lucidez envidiable, a sus 90 años, cuenta anécdotas no sólo de sus films sino de cómo llegó a ser cineasta: en realidad quería dedicarse a la pintura y terminó haciendo cine por casualidad. Las primeras películas que lo impactaron siendo niño (Chapaev -1934- es una de las que nombra), las diferencias para él entre Pyotr Pervyy 1 (Pedro I, 1937) y Alexander Nevsky (1938). El realizador cuenta sobre su ingreso a la escuela de cine en 1945 y de cada uno de sus trabajos, y comenta situaciones o encuadres, cómo los creó, de dónde vinieron las ideas. Todos esos fragmentos no hacen más que generar el deseo de conocer su obra. Gabriel Piquet


Kombit, de Aníbal Ezequiel Garisto / 8 puntos


El valor de denuncia que tiene el film es acompañado por una belleza estética que afianza y hace que todo lo que se pueda decir tenga más fortaleza. El compromiso y el trabajo en equipo del director, el guionista y fotógrafo hacen posible que gran cantidad de gente pueda conocer el estado de los habitantes haitianos, poniendo el foco en una población que se dedica a la producción de arroz. La brillante fotografía es por la cual se accede cara a cara con los perjudicados por la intervención estadounidense. El documental está realizado de una forma justa y precisa, de modo que su duración es corta pero su contenido explota lo simbólico. A su vez, la denuncia que este equipo realiza toma más relevancia cuando se conocen las dificultades que tuvieron para poder realizar algunas de las escenas, sobre todo cuando el film muestra cómo Estados Unidos ingresa un arroz de costo más económico a Haití. Melody San Luis


Koza, de Ivan Ostrochovský / 7 puntos


kozaKoza significa “cabra” en eslovaco. No es la primera vez que en el festival hallemos metáforas con animales para referir contextos arduos. Se trata del sobrenombre del protagonista de esta película formalista dispuesta a conferirle a lo cotidiano una dimensión trágica. El film comienza con una imagen televisiva donde vemos un match de boxeo olímpico de 1996. Quien mira (con nosotros) es el mismo boxeador que la disputa, pero con el peso de los años encima y en su precaria casa. Se le presenta un desafío: su mujer ha quedado embarazada pero ha decidido no tener el hijo. Pese a que él opina lo contrario deberá acudir a un intermediario para que le arregle peleas ya que debe juntar 400 euros, una pequeña fortuna para sus posibilidades económicas. Es así como inicia una suerte de vía crucis (el director se encarga de enfatizarlo con un cuadro de La última cena) donde recorrerá localidades aledañas en busca de oportunidades para sumar dinero. Lo más interesante es que el director despoja de toda épica posible el acontecimiento: filma los enfrentamientos de lejos principalmente y se ocupa por desechar cualquier gesto triunfalista. Peter es un perdedor con todas las de la ley, está fuera de forma y no pasa del primer round lo que dificulta el cumplimiento de su objetivo. Pese al carácter absurdo de la supuesta gesta, su persistencia conmueve. Siempre en una zona fronteriza entre el documental y la ficción (otro registro vedette en el circuito festivalero), Ostrochovský se juega a que homologuemos la adversidad de los personajes al clima opresivo de la naturaleza circundante. De ahí la recurrencia a planos generales donde se advierte la desolación geográfica de espacios perdidos, al margen de la civilización capitalista (la fotografía cumple un rol clave en esto). Por ello, la árida y cuidadosa apuesta formal en la película se condice con los silencios y la parquedad de las criaturas que la pueblan. Los pocos vínculos comunicativos, que incluyen pequeñas dosis de humor en los escasos diálogos, se dan en el auto con el que recorren el trayecto. Allí son reos de los encuadres buscados con meticulosa observación por la cámara. A pesar de narrar una road movie del fracaso, la progresiva relación entre los dos hombres alimenta una esperanza y una confianza en la humanidad, aunque sea mínima. Guillermo Colantonio


Kryptonita, de Nicanor Loreti / 6 puntos


kryptonitaEn una transposición como la que hace Loreti de la novela de Lonardo Oyola hay cosas que se pierden y otras que se ganan en el juego de tensiones entre lenguajes. El secreto parece estar en mantener un equilibrio sin perder de la mira la historia principal. A pesar de algunas dificultades, Loreti logra sostener en pie el edificio de Kryptonita. La novela de Oyola es ya una especie de Transposición, un intento de combinar ese universo de la mitología moderna norteamericana que son los superhéroes (en este caso los comics de DC, la de Superman, Batman, entre otras) con el ambiente del conurbano olvidado de las instituciones decadentes y corruptas. No se le pueden achacar, ni a Oyola ni a Loreti, el típico error que se presenta en estos casos: no concentran sus esfuerzos en “argentinizar” los modelos foráneos. Sin embargo, se nota en el director la necesidad de imprimirle movimiento a una historia que en su versión literaria se apoya en los diálogos y en un narrador poderoso, algo que cinematográficamente es difícil de sostener. Además, tenemos un guión que acumula una serie de testimonios de los personajes a veces injustificados, y que es apresurado a la hora de dosificar un final. Loreti logra redondear su visión a fuerza de alguna secuencia de acción interesante y gracias a algunos personajes que terminan rescatando el espíritu de la novela como Lady Di. Digamos por último que conocer el sistema de referencias constantes que trabaja la película mejora la experiencia de su visionado y que lo contrario -lamentablemente- le juega en contra. Matías Gelpi


La academia de las musas, de José Luis Guerín / 8 puntos


Siempre que he visto películas de Guerín ha surgido la misma pregunta: ¿cómo demonios filma lo que filma? Después de unos cuantos años, me cruzo nuevamente con el cine del realizador catalán y otra vez la experiencia es enriquecedora, aunque difícil de abarcar y definir. Pero esta dificultad no implica que estemos ante una película “difícil”, “complicada” o “pesada”. No, Guerín sigue fiel a sí mismo y entrega otro relato de tono ligero, juguetón y divertido, y que en base a esa ligereza escapa a definiciones apresuradas o fáciles. En La academia de las musas se habla muchísimo sobre el amor, la poesía, las concepciones del romanticismo, el papel de la mujer en la inspiración, el arte y la docencia, y a pesar de las palabras importantes a las que recurren los personajes, de los diálogos rebuscados, nunca el film entra en un tono o dinámica pedante. Al contrario, hay una profunda humildad y coherencia en la manera en que Guerín observa a los protagonistas, en cómo les permite decidir sus destinos, aún cuando no queden precisamente bien parados. Esa libertad se traslada a una puesta en escena donde lo ficcional y lo documental se fusionan, poniéndose en crisis mutuamente, evidenciando el artificio cinematográfico, exponiéndolo, problematizándolo pero también abrazándolo. Guerín ya es un experto en esto, pero por suerte no se regodea en sus capacidades y sigue encontrando pequeños desvíos para renovarse. Rodrigo Seijas


La increíble historia del niño de piedra, de Jaime Romandia, Miguel Bonilla, Pablo Aldrete, Miguel Angel Uriegas / 5 puntos


En una pesadilla, una niña llamada Marina se convierte en piedra en un acto en el trapecio. Se despertará luego del mal sueño e irá al circo del pueblo. En el lugar se encontrará con sus tres primos, junto a los cuales descubrirá al niño de piedra. El mentor del niño les cuenta una historia, en la que supuestamente quedó así porque se enojó con todo su entorno. Aparece en acción un nuevo personaje, el Hada de la Vida, quien les dirá que la única forma de volver a convertir al niño es si lo llevan a través del País de los Sentidos. La animación es clásica, con muchas referencias a otras películas e inclusive a personajes animados (se ven algunas cosas de Pixar, Miyazaki y hasta La historia sin fin). Se nota que la animación está pensada para un público infantil, ya que por el humor y el argumento lineal no logra atrapar ni adolescentes ni adultos. La falta de un personaje malvado como antagonista le juega en contra porque nunca tienen que enfrentar obstáculos, sólo una situación en la nieve que no genera la tensión buscada. Las canciones son interesantes, más cuando sabemos que las canta Julieta Venegas. Lo que molesta es que el personaje de Marina cambia el tono de voz al cantar, rompiendo todo tipo de verosímil. Se le rescata el buen uso del color en las animaciones y algunos diseños que remiten al universo azteca (el personaje del sol). Gabriel Piquet


La impresión de una guerra, de Camilo Restrepo / 6 puntos


impresion guerraEl cortometraje recupera parte de la tradición vanguardista colombiana de directores como Caicedo, Mayolo y Ospina. Establece ensayísticamente un análisis de la historia política violenta en el país desde un marco experimental que incluye una mirada, por momentos, punk. Para tal fin, utiliza un dispositivo compilatorio de diversos archivos y un juego de referencias en torno al color rojo como constante y como signo ineludible de la sangre derramada. Restrepo recurre a las texturas de papel de periódicos y a tatuajes en la piel para indagar qué es lo que queda de ellas. Entonces, la idea es ver de qué forma se plasma la violencia social y cómo atraviesa la vida y el arte. La voz en off que se hace cargo por momentos del relato coquetea con la neutralidad digna de un marciano, un rasgo que puede encontrarse como tendencia en varios documentales festivaleros. Si bien el trabajo con los materiales es digno de atención, el principal inconveniente es la dispersión y la manera en que se diluye el punto de vista, sobre todo si se tiene en cuenta la naturaleza conflictiva del tema. Guillermo Colantonio


La isla del viento, de Manuel Menchón / 5 puntos


isla vientoTodo país tiene su Sábato, ese hombre que oficia de sufridor de los males nacionales y que le alcanza con haber escrito un par de buenas páginas para convertirse en el faro moral de todo un pueblo. El Sábato de España se llama Miguel de Unamuno, La isla del viento nos cuenta una versión libre de lo que fue su exilio en la isla de Fuerteventura, condenado por la dictadura de Primo de Rivera. Menchón trastabilla con un guión tan clásico como predecible, pero sobre todo con su elección de desplegar el relato en clave melodramática. El problema es que no dejamos de ver a Unamuno como un viejo sabio cascarrabias, con la solemnidad a todo trapo que poco nos conmueve. Luego, la serie de personajes unidimensionales que terminan conociendo al bueno de don Miguel, sumados a un conflicto principal endeble que se resuelve porque sí, nos hace pensar que estamos ante una historia genérica de crecimiento y redención, que bien le puede pasar a Unamuno como a Gokú. Si no fuera por el cuidado impecable de Menchón en lo que respecta a la puesta en escena, La isla del viento podría ser un biopic televisivo de esos que no se apartan de la imagen políticamente correcta del personaje que retratan, donde cada línea de diálogo es fuente de sabiduría. Donde nadie se cuestiona sus convicciones. Matías Gelpi


La luz incidente, de Ariel Rotter / 6 puntos


La película de Rotter propone explorar el duelo que intenta hacer Julia (Erica Rivas) luego de la muerte de su marido y su hermano. La muerte, por supuesto, no sólo implica la desaparición física de la persona sino también un reacomodamiento social, Julia se aferra a un tiempo que se le fue de las manos, los demás pretenden sacarla de ese pozo incómodo para todos. Necesitamos ver que aquel que está detenido en la pérdida de un ser querido empiece a olvidar rápidamente. Basándose casi exclusivamente en una impecable interpretación de Rivas, el juego de sombras y silencios que propone Rotter desde el inicio, funciona para presentar la situación rápidamente, con soltura y sin apuro. El problema se va presentando hacia la mitad, cuando los conflictos están claros y necesitan comenzar a resolverse. La historia se detiene y empieza a patinar en secuencias que más o menos representan lo mismo. Un estiramiento que la vuelve un poco tediosa a pesar de que al final, cuando retomamos el olvidado camino de Julia, La luz incidente termina por convencernos de su valía a pesar de no ser una obra maestra. Matías Gelpi


La maldad, de Joshua Gil / 7 puntos


El comienzo de la película es tan ampuloso como el título pero no por eso menos subyugante. Se trata de un plano secuencia de unos diez minutos donde se observa a la distancia el incendio en un cañaveral. Ese inicio sensorial es un aviso cinematográfico de lo que vendrá: un registro observacional donde el paisaje será protagonista en un mundo donde la muerte se palpa desde lo cotidiano. Además, el flujo sonoro que recorrerá la pantalla de forma cautivante. El director se muestra como un esteta y su colaboración con Carlos Reygadas (con quien trabajó en el departamento de fotografía en la película Japón) se nota en el retrato, a veces al límite de la crueldad, de un espacio que duele con sólo verlo. La experiencia personal se conjuga con la cinematográfica. En esa zona siempre fronteriza, los actores son dos ancianos, sus abuelos, y la cámara los sigue en su devenir cotidiano. Raymundo necesita un ataúd para morir dignamente; Rafael tiene cáncer y un amor ausente lo conduce desde Puebla hasta el Distrito Federal en busca de financiación para filmar su desventura. Los dos saben que las cosas hay que terminarlas, como sea. De ahí el carácter absurdo de los actos, plasmado en la extraña manera de utilizar el plano/contraplano en los diálogos o en algunos enlaces entre escenas. Si el problema principal de esta clase de películas es cómo arman discurso, cómo construyen una mirada más allá del virtuosismo fotográfico, la forma que tiene Gil de insertar lo político es a partir de lo privado; no hay declamaciones, en todo caso, alguna pregunta sobre el pasado cuya resonancia en el presente se escucha si se tiene en cuenta que el film se realizó durante las elecciones de 2012. El deceso inminente de los personajes se entiende como la muerte rural, una geografía olvidada por el capitalismo. La maldad, no obstante, se sostiene fundamentalmente en el misterio de sus imágenes, cuando da cuenta visualmente del sentimiento ambiguo sobre un país que se ama y se sufre. Guillermo Colantonio


La tierra roja, de Diego Martínez Vignatti / 7 puntos


Correcta película que exhibe la problemática de los agrotóxicos en un poblado ubicado en Misiones mediante la historia de amor entre un extranjero que trabaja en la zona y la maestra del pueblo. Quizás no se destaca por su puesta en escena ni por sus grandes actuaciones, pero es un film amable, que encuentra su valor en exponer la temática ambiental y cómo esta repercute en el ámbito social. Resulta interesante observar la lucha contra los agrotóxicos, la cual es muy actual dentro de la agenda ecológica, siendo otro punto más de atracción para el espectador. Brian Macchi


Lace crater, de Harrison Atkins / 7 puntos


Con este film tenemos un terror más creativo que entremezcla la comedia en un comienzo, volviéndose escalofriante después. Original frente a Its follows, aquel film que en la edición 29ª del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata supo conquistar homenajeando ese slasher de los 80 pero sin la potencia visual del mencionado en cuestión. Esta primera incursión en pantalla grande del estadounidense Atkins cuenta cómo un grupo de amigotes de chicas y chicos se escapan un fin de semana a una casa soñada en Hamptons que promete drogas y sexo a rolete. Pero el sexo convencional no llega para la tímida Ruth a la que le designan el establecimiento de huéspedes aislado a unos pocos metros de la propiedad central y claro, aparentemente embrujado. Sin ánimos de spoilear y es el deseo que vean este buen film, Ruth conoce a un encantador fantasma con quien tiene un encuentro bastante cercano, y a partir de allí empezarán los problemas. Atkins sabe manejar el creciente drama e infortunio de Ruth hasta la desesperación entremezclando con excelentes secuencias experimentales que van desde barridos y distorsiones psicodélicas típicas de exposiciones en museos de arte moderno. Secuencias que acompañan la metamorfosis de Ruth para que el espectador también sienta dicho cambio. Lace crater es breve, concisa y bien resuelta cumpliendo con la premisa básica pero renovada de la moralidad entre los jóvenes con las hormonas a flor de piel. Aunque no es la gran joya del terror y cae en el lugar común de una banda de sonido electropop ochentosa como la remake de Maniac, Its follows o la neo noir de acción Drive frente al heavy metal tortuoso con la que se acostumbra acompañar los films de horror; sí puede considerarse como una pieza alternativa a la similar Contracted (2013) con una protagonista femenina vinculada de forma indirecta a la necrofilia y a la siempre memorable El ente, del ama de casa deseada por un espectro sobrenatural. Rosana López


Lexter, la ola perfecta, de Luis Hitoshi Díaz / 6 puntos


Lexter es un mito viviente. Gran referente de la radiofonía nacional en los 80’s, cuando las ideas bullían de manera interminable en el medio, en el presente es una especie de looser renegado, trabajando en una emisora de segunda línea, arrojando sentencias al aire sin que nadie le preste demasiada atención. A él se acerca un estudiante de radio que tiene que hacer una tesis, para aprehender del anti-héroe los secretos de un medio que hoy parece muerto por una mezcla de vedetismos y banalidades. La película de Hitoshi Díaz explora, entonces, un camino de doble sentido: por un lado está la ficción, por el otro un pseudo documental donde viejos referentes como Bobby Flores o el Ruso Verea acercan una mirada un tanto amarga sobre el presente, en fricción con ese pasado luminoso. Esto último es lo mejor del film, porque (para los que somos bichos de radio construidos en aquella época) el homenaje es justísimo, sin perder de vista la parte oscura que toda nostalgia pretende ocultar. La ficción, por su parte, tiene sus aciertos y también sus fallas: es que muchas veces no logra distanciarse del enamoramiento hacia su personaje principal, y cuando Lexter sermonea, la que termina sermoneando de una forma un poco imbancable es la propia película. De todos modos, el camino de caída y redención sobre el que Lexter, la ola perfecta trabaja toca las cuerdas adecuadas del subgénero y los personajes desarrollan un arco dramático bastante coherente. El final los encuentra en otro espacio, y ese destino no eludió las fricciones y las amarguras de todo viaje interior. Mex Faliero


Lo que nunca nos dijimos, de Sebastián Sánchez Amunátegui / 4 puntos


Desde el título, con una sentencia novelesca, adivinamos que será un drama. El desarrollo no sólo nos confirma eso, sino que nos acerca peligrosamente a lo más rancio del melodrama, adquiriendo un tono televisivo en sus peores momentos. Pero volvamos, ¿de qué va Lo que nunca nos dijimos?: en el eje se encuentra Mariana, una joven arquitecta argentina que vive en México junto a su novia, que encuentra que debe volver a su país de origen para cerrar viejas heridas. Al volver a la casa de su familia en Mendoza encontrará que las cosas cambiaron y, lo que parecía un viaje destinado a la charla, se transforma en una suerte de catarsis tras otra al chocar con los motivos que la llevaron a dejar su país apresuradamente. No indagaremos en los detalles de la trama, pero vamos a decir que la película toma sus riesgos, en particular al exponer una relación edípica con una fluidez que sorprende. Pero remarcábamos el tono melodramático porque se trata de una historia donde se remarca sin ningún rasgo de sutileza todo lo que ocurre, a menudo desde líneas de diálogo que suenan forzadas. Si tenemos el acierto visual de dar la impresión de que la casa “late” y que la presencia del convaleciente médico es omnisciente más allá de su estado, ¿por qué apelar a su presencia en cada situación y diálogo? Esto vulnera más al personaje de Ana María Picchio (la madre de la protagonista), ya que las palabras terminan por afectar su actuación. El accidentado clímax, en el cual se amontonan situaciones por doquier, es donde se da un tono televisivo que por momentos asoma paródico, más allá de la tragedia que está ocurriendo. Todo esto lleva a pensar que más allá de sus buenas ideas y sus riesgos, la película naufraga sin rumbo entre situaciones que por momentos aparecen aisladas, sin sumar realmente al drama de los personajes en pantalla. Cristian Ariel Mangini


Los cuerpos dóciles, de Matías Scarvaci y Diego Gachassin / 7 puntos


Un film que duele, eso es Los cuerpos dóciles, que sigue a Alfredo García Kalb, un abogado penalista que con sus formas y concepciones éticas desafía los estereotipos de su profesión. Lo vemos lidiando con casos donde son los más jóvenes y pobres los que pagan los platos rotos, tratando de encontrarles, o mostrándoles, alguna salida o alternativa a ese infierno que son las cárceles, atravesando con ellos -y sus familias- ese despiadado purgatorio que es el sistema judicial argentino. Scarvaci y Gachassin encuentran el hueco justo donde lo documental se cruza con lo ficcional, con la construcción -o más bien reconstrucción, a partir de la representación y el recorte- que aporta el dispositivo cinematográfico. Lo que va quedando es una narración muy parecida a una tragedia, con Alfredo como alguien que hace todo lo posible para evitarla, aunque termine golpeándose con la realidad. Una realidad implacable, donde no parece haber lugar para la redención, la contención, la empatía con los marginales y desplazados del sistema. En eso, el título del film -que remite a un capítulo de Vigilar y castigar, de Michel Foucault- es toda una declaración de principios: lo que contemplamos es la antesala de la domesticación de esos cuerpos. “Estoy cansado de tanta realidad”, dice sobre el final Alfredo. Los espectadores también, aunque quizás sea el momento de ver cómo cambiar esa realidad. Rodrigo Seijas


Los mentirosos, de Alejandro Jovic / 5 puntos


El corto de Jovic contiene una de esas historias adherentes a la vieja tesis misantrópica de que el ser humano es naturalmente mezquino, caprichoso, violento y egocéntrico, por lo que sus personajes se comportan como tal. “Everybody lies” decía elegantemente el miserable doctor House, como estos mentirosos de Jovic que se maltratan gratuitamente. Sin embargo, hay que decir que algunos momentos de comedia funcionan, y más allá de lo desparejo de algunas actuaciones, se nota el oído que tiene el director para el timing y la naturalidad de los diálogos. Lamentablemente Los mentirosos carece de contundencia, lo cual se nota sobre todo al final que es medio confuso y tirado a la marchanta. Matías Gelpi


Los pibes, de Jorge Leandro Colás / 8 puntos


los pibesLa película de Colás (el director de la notable Parador Retiro) tiene la enorme virtud de hacer parecer simple lo complejo. Su método de observación, nunca intrusivo, transmite naturalidad, inteligencia y sensibilidad, además de buen cine. Con la mirada puesta en lo institucional (en este caso el funcionamiento de los captadores de talentos dentro del club Boca Juniors) hay una serie de decisiones que ponen por encima a este film de otros cuya pose y prefabricación están a la orden del día. La más importante se relaciona con la ética de la cámara. Si bien la cantidad de horas de material daba para múltiples organizaciones del relato, Colás elige una descripción de los pibes y de los caza talentos que nunca cae en el morbo televisivo de la lógica del reality. La competencia está, por supuesto; también existen ciertos mecanismos lógicos de exclusión cuando se eligen chicos y una desmedida ansiedad de los padres por salvarse económicamente. Lo más fácil y manipulable hubiera sido construir un punto de vista sensacionalista sobre eso, sin embargo, la película destaca noblemente la funcionalidad social que tiene el deporte para los sectores más carenciados y la escuela de vida que surge de las palabras de los ex jugadores. Colás muestra lo que los noticieros evaden. En un hermoso momento del film, conocemos un centro deportivo en una villa conducido por un joven cura. Los personajes van en busca de talentos pero nunca pierden de vista el vínculo humano. A diferencia de tanto documental donde se agrede a las personas con la excusa de una puesta en escena fronteriza con la ficción, acá se respeta a los pibes, se les da entidad, voz, de la misma manera que se los deja actuar (si quieren) o mirar a cámara. Por otro lado, están los mayores. Ellos también se lucen y hasta consiguen performances que nada le deben a las mejores comedias. En apenas setenta minutos, hay tiempo para todo gracias a la sutileza del montaje que permite seguir un hilo narrativo y a la vez disfrutar de un trabajo fotográfico excelente. Guillermo Colantonio


Love and peace, de Sion Sono / 9 puntos


love peaceLa famosa frase “se le escapó la tortuga” se revaloriza en este descabellado y mágico film del prolífero director japonés, destacable en cantidad de producciones fílmicas anuales. Un tipo que tiene acostumbrado a su público a historias originales -y a veces propuestas tan absurdas que pierde el leit motiv principal tal vez acusado de una revalorización de la cantidad por sobre la calidad-. Sinceramente, Love and peace sabe sacar provecho de lo mejor de este nipón como desde hace años no lo hacía. Y se revalora el lema principal del amigo verde con caparazón, un animalito simpático que es adquirido por el joven perdedor Ryochi al que todo el mundo lo maltrata. Su nueva mascota llamada Pikadon -como una de las bombas atómicas lanzadas en suelo asiático- es su único amigo y también, el amor que siente por su compañera de trabajo Yuko la única persona que lo respeta. Pero su aburrida vida cambia cuando Ryochi tras las bromas de sus colegas pierde al tan preciado bicho escondiéndolo estúpidamente en el inodoro de un baño. Ryochi que no tiene ganas de vivir ante esta significativa pérdida empieza a componer -como en su pasado- canciones rockeras pero esta vez, aceptadas por la industria musical que lo convierten en una estrella mundial. Así se cuenta una historia disparatada y tan interesante a la vez porque mantiene los condimentos precisos y en los momentos indicados para hacer un relato gracioso y nostálgico. La incorporación de juguetes empleados con la técnica de stop motion juega con ese surrealismo característico del checo Jan Svanmajer que logra la gestación de un mundo onírico pero siniestro también. Love and peace no sólo es un buen film que toma el pelo a sus espectadores como sólo Sono lo sabe hacer, sino que se ríe de la propia cultura nipona tan característica con sus monstruos gigantes y su adoración a las estrellas pop. Y algo que también gusta es su impecable y pegadiza banda de sonido. Un verdadero hallazgo y una delicia sólo apta para fans y no tan fans. Rosana López


Llamas de nitrato, de Mirko Stopar / 6 puntos


Hay historias y personajes que se venden solos por el carácter fascinante que conllevan. Luego, será la pericia del documentalista quien haga honor a ello. María Renee Falconetti, la protagonista de La pasión de Juana de Arco de Dreyer, y su misteriosa como intensa vida es el objeto de este modesto acercamiento que propone el director -ya había un antecedente de peso en Boulevard del crepúsculo (Boulevards du crépuscule: Sur Falconetti, Le Vigan et quelques autres en Argentine, 1992) donde Edgardo Cozarinsky dio cuenta de la historia acerca del periplo que siguió la actriz francesa-. Ante el desafío por suplir la escasez de documentos se recurre a variadas formas de enunciación, algunas de las cuales son efectivas y funcionan. Por ejemplo, la adopción de estilos de locución propios de los noticiarios cinematográficos de la época, la idea de respetar la materialidad del celuloide como dispositivo de representación y portador de una dimensión espectral, además de utilizar archivos fotográficos inéditos. Otras maneras, en cambio, surgen un poco afectadas y reiterativas. El uso de la voz en off en tanto testimonio ofrece valiosos aportes, pero atenta contra el documental la urgencia por mantener un tono didáctico que también pretende sostenerse con dramatizaciones, tal vez, innecesarias. Sin embargo, no debe soslayarse la virtud de Stopar en cuanto a mantener la atención del espectador. En ese ritmo que la película imprime se advierten con claridad los aspectos más oscuros y extraordinarios de la vida de Falconetti: sus inicios en el teatro, la tortuosa experiencia con Dreyer, los vaivenes amorosos y los viajes de los cuales apenas quedan registros difusos, incluida su estadía en la Argentina. Llamas de nitrato, entre otras cosas, también puede verse como un trabajo sobre los efectos del celuloide, lo que pone en evidencia el amor y el gesto cinéfilo de su autor. Guillermo Colantonio


Mala pata, de Francis Veber / 5 puntos


mala pataEsta es una comedia de aventuras en un México más cerca de un relato mítico que de la realidad, a punto tal que si leen IMDB encontrarán una sinopsis que lo confunde con Brasil más allá de la cantidad de menciones a Acapulco y que, parcialmente, algunos personajes hablan español para darle un marco de verosímil. Por supuesto, esto no explica por qué otros personajes que no deberían saber francés sí lo saben con absoluta naturalidad. Pero saliéndonos de estos detalles, se trata de un film que tiene a la dupla de Gérard Depardieu y Pierre Richard en la primera de las tres colaboraciones con Veber, unos de los directores más importantes de la comedia francesa actual. La trama es simple: una chica con muy mala suerte, que es hija de un poderoso empresario desaparece en México tras un viaje de placer. El empresario envía a un detective que sin suerte busca a la chica utilizando los métodos más exhaustivos. Astutamente, el psicólogo de la empresa decide utilizar a alguien con la misma mala suerte que la chica para guiar la investigación, acompañado del detective, que no está muy contento con el plan. Por supuesto, el tono cómico depende de la química entre los actores (como en toda buddy movie) y el trabajo de Depardieu y Richard entrega algunos segmentos magistrales, en particular en los silencios incómodos. El absurdo en el guión de Veber y la forma en que elabora algunos gags (la secuencia inicial que describe la mala suerte de la pobre Marie es brillante) resultan de un ritmo vertiginoso, sin embargo este ritmo no se sostiene en toda la narración. Como en otros films de Veber, la acción se diluye y da la impresión de que le sobran minutos hasta el inevitable desenlace. Cristian Ariel Mangini


Mecánica popular, de Alejandro Agresti / 4 puntos


Agresti nunca fue un tipo mesurado. Sus mejores películas, incluso, hicieron de la desmesura un modo de conciencia en un contexto especial para el cine argentino posterior a la democracia, donde hacía falta un sacudón importante en la renovación de formas a la hora de dar cuenta de la dictadura. Tras su paso por Hollywood regresa con este film plagado de gritos donde el arte de la declamación parece ser el principio rector a la hora de vomitar resentimientos y sentencias de trasnochado. Se sabe: las buenas intenciones mal acompañadas no tienen destino asegurado. La cuestión es que Agresti “trae Hollywood a la Argentina” (tal como reza la sinopsis del catálogo) y se encarga de mostrarlo en la secuencia que abre la película donde el editor Mario Zavadikner (Awada, quien sobreactúa hasta con la mirada) ingresa a una oficina que nada tiene de color local. Su pose, sus primeros movimientos y el ámbito en el que se mueve son propios del imaginario yanqui. A punto de suicidarse, una joven interrumpe y le exige ser atendida. Ha escrito un libro y se lo han rechazado. Si el conflicto es una punta interesante para desarrollar una pieza de cámara con ribetes policiales, la película pierde el rumbo enseguida cuando desdobla temporalmente la acción como una excusa para sacar a relucir una caterva de rencillas generacionales, resentimientos contra críticos, basureada a los jóvenes, y otras tantas sentencias oportunistas que conectan con los peores exponentes del cine que alguna vez el director enfrentó con propuestas intensas y radicales. El resultado, a pesar de mantener una atmósfera de encierro captada con dinámicos movimientos de cámara, termina cediendo el trono a la catarata verbal. Ni siquiera la presencia de Patricio Contreras, como tercero en cuestión que pone en crisis la disputa corporal y dialéctica binaria (gracias una vez más Cassavetes), logra apaciguar el aire de importancia, insoportable que despliega el alter ego del director, un señor que nos viene a enseñar que no se puede ser contradictorio, que les hace decir a los personajes “no se puede duchar una vez en París y otra en el pueblo” o “al final somos todos iguales”, que demuele el esnobismo de la crítica y a continuación desplaza la cámara hacia el Guernica de Picasso para cerrar la historia. Seguramente, cuando se estrene Mecánica popular, será motivo de revisión y encontrará los usuales debates extracinematográficos. Guillermo Colantonio


Minotauro, de Nicolás Pereda / 6 puntos


Cámara fija a la altura del espectador. Interior de un departamento. Un joven (Gabino, actor fetiche del director) come pizza. De repente, se duerme. En realidad, se desvanece como si hubiera muerto. Desde el fondo más bien desenfocado ingresa Paco. Lo mira y su indiferencia parece tenerlo al tanto de una situación que se repite. Será una constante de la película. Los personajes entran y salen de cuadro con lentos desplazamientos; en determinado momento caerán como si sufrieran narcolepsia. Luego se agrega una joven, Luisa, que vive en un departamento contiguo. Pereda se muestra sólido, soberbio en la puesta en escena y en la manera en que ilumina naturalmente los ambientes. Lo suyo es el cuidado formal sin concesiones. Parece guiarnos por contagio hacia el estado larval y onírico de los protagonistas, como si nos quisiera transmitir el peso de la existencia y de lo cotidiano. Los ruidos del exterior nunca nos hacen perder de vista ello. Hay una acumulación de objetos en uno de los ambientes pero es escaso el tiempo para su consumo. Cualquier actividad que se inicia es interrumpida por el desvanecimiento. La morosa coreografía visual propuesta abre algunas puertas para arriesgar interpretaciones pero siempre será mejor, en estos casos, dejar de lado las metáforas y entregarse al juego. Guillermo Colantonio


Mosqueteros del aire, de George Archainbaud / 7 puntos


Asociado en la década del ´40 frecuentemente al western, sin embargo Archainbaud ya había demostrado durante la década del ´30 sus condiciones como director desde este oscuro film que refiere al cine mismo y cuestiona sus mecanismos con sutil elegancia. El tono autoconsciente es tal que en 1932 se permitía poner en su elenco al legendario Erich Von Stronheim como a un director de cine déspota llamado Von Furster (bueno, según algunas fuentes y trabajos biográficos, eso no parece demasiado distante de la realidad). Pero vamos a la trama: un grupo de veteranos de la fuerza aérea, tras la Primera Guerra Mundial, vuelve a sus vidas encontrando dificultades para adaptarse a la falta de trabajo y el reconocimiento, optando por participar en secuencias del cine bélico que necesiten sus servicios. Sin embargo, las pasiones individuales y el pasado vuelven trágicamente, llevando a desencadenar un vertiginoso clímax cargado de suspenso. Lo interesante en el film de Archainbaud está en cómo conviven desde un tono liviano con el que la introducción presenta a sus personajes, con la densidad de un final dramático y contundente, sin que alguna de las secuencias parezca aislada. La progresión en la que es trabajada cada uno de los personajes entrega un film homogéneo que, si parece anunciarse inofensivo en los primeros minutos, luego se encarga de patear el tablero con un tono oscuro que termina por cubrir de un aura reflexiva al relato en su conjunto. Cristian Ariel Mangini


Mountains may depart, de Jia Zhang-ke / 9 puntos


Previa a la proyección, un joven chino ofreció una breve presentación de la película que fue desopilante. Intentaba con mucho esfuerzo contarnos cómo China se había abierto a Occidente y que el film de Jia Zhang-ke era una buena oportunidad para conocerlos. En realidad, es bizarro y genial que se elija al cronista que a lo largo de su obra ha mirado críticamente la apertura al capitalismo y nos ha hablado de las consecuencias de ello. En este caso sorprende el cambio de registro, más íntimo, a veces bordeando el melodrama, pero sumamente estimulante. Dividida en tres episodios (1999, 2014 y 2025), la trama gira en torno a un triángulo amoroso que sirve como disparador para continuar mostrando las sustanciales transformaciones del país a nivel económico. El comienzo, en este sentido, es sintomático. Un grupo de jóvenes bailan al ritmo de Go west de los Pet Shop Boys. Es un magnífico plano de apertura que funciona como síntesis e inaugura la libertad en la que nos sumirá juguetonamente el gran Jia. El primer episodio es el mejor. La cámara sigue la dialéctica verbal y corporal de dos amigos (aunque diferentes por su condición social) enamorados de la misma mujer y nos brinda los mejores momentos cinematográficos. Es siempre incierto el camino en cuanto al registro: Jia Zhang-ke  pasa del documental a la ficción como si cruzara la vereda, apenas imperceptible. A medida que avanza el relato, puede que el subrayado de ciertos cambios sociales y culturales no tenga la frescura del comienzo, pero la escena final nos regala uno de esos acontecimientos maravillosos por los que uno ama el cine. De lo mejor en el Festival. Guillermo Colantonio


Mundo extraño, de Franz Eichhorn / 6 puntos


mundo extrañoLa película comienza con Edgar Emerson adulto, contándole al dueño de la revista Aventuras todo el periplo de un viaje que sus padres junto con otro científico llamado Scott hicieron al Perú. Siendo un niño, conoce junto al resto de la expedición una ciudad perdida en donde encuentran al Dios de Oro. Atacados por los nativos, huyen a través del río en donde luego de ser arrastrados por los rápidos el único que vuelve con vida es Edgar. Obsesionado con encontrar a sus progenitores, volverá al Amazonas en donde cree que unos indios tienen a sus padres y la preciada estatua. Todo esto contado acá arriba son los primeros 20 minutos de película. Es la parte del film que más larga se hace, le cuesta arrancar, mete unos secundarios de unos millonarios que no aportan nada. Lo mejor del film, viene después, hay un momento antológico cuando un indio llega a un centro comercial (una choza con lugareños en el medio del Amazonas): la escena muestra un cerdo devorado por pirañas como preámbulo, para que minutos después el indio camine de espaldas apuntado por el dueño del lugar hacia el agujero por donde bajaron al cerdo, generando uno de los mejores momentos de tensión en la película. La escena de las alucinaciones del protagonista es muy buena, con primeros planos de su cara que remiten al cine mudo. Por sus imágenes de archivo, una fotografía muy cuidada, esta interesante, solitaria y algo olvidada película de aventuras merece ser recordada. Gabriel Piquet


Necktie youth, de Sibs Shongue-La mer / 7 puntos


Hay decisiones personales en esta película que la ponen por encima de una cantidad de films parecidos en el marco del festival. Su primera cualidad estética pasa por la fotografía en blanco y negro que no sólo refuerza el registro realista sino que tiene implicancias culturales y políticas, teniendo en cuenta que la historia transcurre en Johannesburgo, Sudáfrica, en un barrio de clase media. Este dato tampoco es menor. El marco temporal es un presente post apartheid donde las casas de ricachones cuelgan en sus paredes cuadros de Mandela y de Gandhi y sin embargo los resabios del racismo existen y están mostrados en escenas claves por el director. El conflicto es generacional pero se dispara a partir de un suicidio registrado por una cámara. Es el golpe de efecto para determinar la autoconciencia de los amigos de la víctima que entrarán a vivir en un estado de indeterminación donde alternan fiestas, drogas, sexo con filosofía y rap. En toda esa mezcla, la película sigue un camino estilizado de correlato formal con los efectos de las drogas que consumen. De este modo, también hay un cruce de registros enunciativos poco tranquilizadores si se pretende seguir una historia lineal. El itinerario de los personajes nunca da paso a la estabilidad y está marcado por el jazz que se escucha de a ratos. En esta desorientación que no se vincula con los problemas sociales ni con la miseria, la idea de muerte se corporiza como problema generacional y existencial de una juventud que nos dice “puede suceder en cualquier lado… cuando uno está mal, ya no puedes hacer nada por ellos”. Guillermo Colantonio


O futebol, de Sergio Oksman / 5 puntos


El terreno de la docuficción da para todo, pero pocas veces los problemas personales necesariamente son de interés común en el cine, sobre todo si el ejercicio de autorreferencia no ofrece más que parquedad expresiva. Estamos en abril de 2013. Una voz en off en primera persona nos ubica en la situación: un hijo se encontrará después de mucho tiempo con su padre en el marco del mundial de fútbol de Brasil 2014, en San Pablo. La relación entre ellos ha sido distante y la película se encarga todo el tiempo de marcarlo con silencios, planos fijos de miradas lejanas y cortes abruptos. El acontecimiento deportivo permanece fuera de campo de manera tal que sólo algunos chispazos visuales se colarán a través de televisores en diversos lugares. Ahora bien, si el evento se percibe apenas desde lo cotidiano y cada partido se anuncia en la parte inferior de la pantalla como si de un minutero se tratara, el efecto final instala la arbitrariedad del procedimiento: ¿cuál es el sentido de incorporar al fútbol?, ¿una excusa temporal para sacar a la luz lo privado? Aparenta ser un recurso débil, por lo menos. Sólo un primer plano de los jugadores cantando el himno en el enfrentamiento de Brasil-Alemania parece a esa altura del metraje una ironía fuera de tiempo. Da la sensación de que al cineasta el fútbol le importa poco y nada pero le viene bien como gancho (en realidad cualquier cosa hubiera sido incluida). También, casi como una jugada perversa del destino, un acontecimiento inesperado. El otro aspecto del film es la relación entre ambos. Los personajes no se miran y en todo caso es el hijo quien rastrea al padre y lo sigue en momentos ordinarios. El único ámbito en el que intercambian palabra alguna es en el auto donde ciertas demandas y rencillas apenas aparecen. Esos viajes simulan ser los partidos más importantes, sin embargo, pese al carácter despojado que predomina en el ambiente de O futebol queda la sensación de que el cuidado formal que tanto engalana a los marcos festivaleros no logra disimular una película aplastada y con un grado importante de manipulación implícita. Guillermo Colantonio


Office, de Johnnie To / 7 puntos


Debo confesar que cuando me dieron los anteojos antes de ingresar a la sala casi huyo, pero le aposté unas cuantas fichas a la posibilidad de que estuvieran justificados. Hay que decir que To aprovecha inteligentemente el 3D y potencia el espacio donde se desarrolla la historia, una gigantesca oficina con forma de set cinematográfico donde las estructuras que dividen los ambientes se perciben en sus diferentes dimensiones de profundidad. La cámara del director es un ojo que explora coreográficamente el lugar de manera tal que nuestra percepción baile con los desplazamientos de los personajes. Y claro, la película retoma los musicales de la época dorada, sin embargo, el efecto que producen las canciones es extraño. Primero por el idioma; segundo, por la condición social de los personajes, empresarios voraces y ambiciosos, sumidos en esa burbuja virtual de enredos pasionales. La elegancia y el oficio del director están muy por encima de la cuestión ideológica que a muchos les resultará profunda (las consecuencias de la locura financiera y los manejos inescrupulosos del dinero) pero que no deja de ser una mirada juguetona más al servicio de la puesta en escena que otra cosa. Todo está en la superficie y la oficina es el reflejo de lo que la existencia misma se ha convertido: seres que deambulan en un espacio inmaterial sin registro del otro. Guillermo Colantonio


Onix, de Nicolás Tete /6 puntos


onixCon estilo juvenil y humorístico la segunda película de Tete parece emparentarse con un estilo de film y series que viene circulando tales como Vóley, la local Barrenador y Tiempo libre. Este tipo de propuesta se apoya en lo bizarro y ridículo para provocar la risa. Pero, aunque con varios aciertos, la película no logra ser homogénea, de esta manera, hay momentos en los que el humor funciona muy bien y otros en los que hace agua. Esto se ve acentuado por las diferencias entre los actores. Por una parte, Camilo Cuello Vitale y Ailín Salas sobresalen por una muy buena actuación, mientras que los otros intérpretes no ofrecen su mejor cara. En este sentido, los antes nombrados resaltan por explotar un humor con estilo propio. Por otro lado, dentro de los aciertos aparece la apuesta de mostrar a los protagonistas entre lo cotidiano y lo estrafalario. Es la vida en vivo pero, a su vez, es la locura que a veces se oculta. Melody San Luis


Pañuelos para la historia, de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini / 6 puntos


pañuelosHay una conexión inevitable entre las Madres de la Paz, que han perdido a sus hijos en manos de la sanguinaria represión turca sobre el pueblo kurdo, y las Madres de Plaza de Mayo, hoy ya convertidas en una institución de referencia internacional a la hora de hablar sobre derechos humanos. Hacia Turquía viaja Nora Cortiñas, miembro de Madres de Plaza de Mayo línea fundadora, para concretar el vínculo entre organizaciones e intentar intercambiar experiencias. Pañuelos para la historia registra los pormenores de ese viaje de Nora, que con toda su sencillez es una especie de embajadora, cuyo principal motor es la lucha y no dejar de dar testimonio. Una señora de 83 años que aún alienta a las madres  turcas a no bajar los brazos y a seguir hasta el final. La película de Haddad y Valentini persigue una verdad que no termina de develarse del todo. Su forma excesivamente correcta y sus adornos la alejan de la crudeza y la acercan a una idealización innecesaria. Y más allá de la labor fundamental de captar los pormenores del trabajo diario de estas organizaciones históricas, Pañuelos para la historia no termina por encontrar su voz. Matías Gelpi


Parabellum, de Lukas Valenta Rinner / 6 puntos


La película tiene una primera media hora impredecible. La amenaza del fin parece desvelar a un grupo de burgueses quienes toman lecciones de supervivencia en un centro turístico ubicado en el Delta del Tigre. Es un miedo social el que los une puesto que la ciudad amaneció con saqueos. Uno de ellos, Hernán, empleado en una oficina, vive a contrapelo de cualquier signo de celeridad urbana y permanece distante a festejos, ruidos y emociones. El carácter impasible de su rostro se corresponde con la mirada minimalista y austera del director. Cuando se une al grupo de “sobrevivientes”, los movimientos y los silencios de los personajes, como las instrucciones que reciben, recrean un universo absurdo donde el humor también se genera con los encuadres utilizados. Si la idea de clan, de logia secreta, ha sido bastante transitada en la literatura y en el cine de nuestro país, en este caso será un recurso para dar cuenta de una lectura social donde se salvan los que pueden pagar, movilizados por el miedo al estallido y seducidos por la posibilidad de manejar armas. Para complementar las directivas de tipo militar que aprenden y reforzar la parodia, se alternan fundidos en rojo con frases sacadas de un supuesto texto denominado Libro de los desastres. Nuevamente asistimos a una sólida puesta en escena que recurre a lugares estéticamente seguros sin embargo, a medida que avanzan los minutos y a partir de un acontecimiento imprevisto, la película se resiente, no sólo en el tono sino en el ritmo narrativo que proponía. Es como si un imperativo categórico la obligara a correrse de un marco genérico para ceder lugar a la prolijidad formal y volverse “seria”. Entonces, el maníaco impulso por observar meticulosamente atenta contra el nihilismo simpático de la primera media hora. La última secuencia, a esta altura un forzado cierre, confirma que el horizonte de llegada es incierto, no sólo para los relegados personajes sino para la película misma. Guillermo Colantonio

parabellum(en contra / 4 puntos). La idea original del director austríaco radicado en Argentina, no era mala y hasta se tomaba con humor en tono de crítica social la invasión en el país de los “otros”, los excluidos del sistema, los pobres. Un tema complejo y triste que toda la vida definió a la convivencia capitalista tan arraigada en este país. Pero la ironía que dejaba esbozar una mueca da paso a la crudeza y a la caída de la obra misma convirtiendo a Parabellum en un film que no deja nada sustancial. La historia presenta a un oficinista de clase media que ante los primeros índicos de un apocalipsis y saqueos consecuentes en otros puntos de la ciudad, decide escapar a un programa de defensa personal y armamentística para personas que como él no desean incluir al otro o temen su integridad física, todo esto en el Delta del Tigre. En forma de secta este hombre es entrenado junto a un grupo de desconocidos en el enfrentamiento particular o en equipo ante posibles ataques en la ciudad. Prevalece ese contraste tan criollo entre ciudad “civilización” o esta vez “atentado a lo conocido” y amenaza de barbarie inminente. La selva en Tigre, esa porcioncita de naturaleza como el camuflaje ideal y la acumulación de sabiduría y tácticas militares que hasta recuerdan las locaciones elegidas el triste pasado de la historia argentina en la formación de tropas guerrilleras. Lo aparentemente correcto a veces puede resultar ridículo, absurdo y hasta peligroso. Los cambios en el protagonista se hacen presentes y evoluciona con él la trama en la conversión de todo un combatiente. Pero no todos los ciudadanos alistados en el programa estarán capacitados para soportar tal ritmo de supervivencia y la situación puede desbordarse. Lo cierto es que el film pasada su media hora pierde todo brillo que había generado en un principio esa fascinante expectativa. Parabellum hace recordar tres cosas. Una, la ironía con la que las clases sociales en el país tratan de convivir desde la solidaridad e igualdad impuesta por el Estado y abrazada por organismos y particulares pero también clarifica a tantos otros que prefieren apuntar esas ayudas sociales como limosnas para vagos de programas fallidos que no generan la “cultura laboral” y que, ante una “sensación de homogeneidad”, se ven amenazados en sus derechos. Segunda, la popularización de series televisivas como The walking dead que enseñan cómo sobrevivir y reorganizarse después de un apocalipsis desbastador que afecta la Humanidad y otros films precisos a la temática de grupos contra su misma u otra especie tanto animal y hasta sobrenatural. Y la tercera y más obvia, al imaginario gráfico de un tiempo “pasado” aparentemente mejor inflado en un globo o una piñata de fiesta que con el pasar del metraje se va desinflando porque pierde el aire. Rosana López


Para minha amada morta, de Aly Muritiba / 7 puntos


paraUn hombre que trabaja como fotógrafo de la policía intenta sobrellevar la muerte de su mujer, cuida del único hijo que tuvieron, mostrándole constantemente imágenes de viejos VHS en donde aparece esa madre/esposa idealizada. En una de esas búsquedas de videos, descubre una filmación de su mujer con otro hombre. Eso será un quiebre en la vida de Fernando quien se obsesiona con encontrar al tercero en cuestión. La película trabaja como un policial de venganza al principio (toda la búsqueda de Fernando para llegar a descubrir quién era el amante de su mujer), seguido de la interrelación que tiene con el hombre cuando lo encuentra y todo su entorno familiar. La película siempre está en el borde, todo está por estallar, se contiene, logrando incrementar la tensión paulatinamente. La escena en la que Fernando agarra una pala y se pone a cavar al lado del amante de su mujer, mientras este le da detalles de cómo fue su relación extramatrimonial sin saber a quién se lo cuenta, es uno de los grandes momentos del film. Gabriel Piquet


Paula, de Eugenio Canevari / 7 puntos


paulaCon elementos indisimulables que la vinculan con el cine de Lucrecia Martel (la represión del interior argentino, cierta banalidad de las clases pudientes, la mirada clasista de sus personajes ligeramente solapada, el sonido con el espesor de un personaje más), la película de Canevari es el retrato de un par de adolescentes en fricción con un mundo que no los contiene. Ella, la empleada y niñera de un matrimonio de clase media elevada agraria, está embarazada y quiere abortar. El, el hijo de aquel matrimonio, carente de todo tipo de empatía con el exterior, especialmente con lo familiar, que viene de sacrificar obligado por el padre a su perra. Desde sus silencios, su estricto trabajo formal y un sonido que enrarece constantemente (como en La ciénaga de Martel), Paula es una película sobre aquello que no se dice (la palabra “aborto” falta a la cita en sus 65 minutos) pero que está latente amenazando con explotar. En este tipo de propuestas, bastante comunes dentro del cine argentino más festivalero, ese “no decir” resulta muchas veces una ausencia de recursos por parte del realizador para evitar decir, en términos cinematográficos, aquello que no sabe cómo decir. Es, amén de la experiencia formalista que aparenta, una postura cómoda. No es el caso de Canevari, quien evidentemente juega ese silencio tanto desde la inexpresividad de sus personajes, la marcación actoral, como desde la precisión formal con que sonidos e imágenes construyen un universo sórdido. Tal vez el mayor problema de Paula sea su falta de originalidad dentro del amplio panorama del cine argentino, como que se trata de un tipo de propuesta algo transitada, y de una última secuencia en una fiesta familiar donde los diálogos terminan por exponer demasiado aquello que hasta entonces estaba bien expresado en imágenes. Mex Faliero


Pawel and Wawel, de Krzystof Kaczmarek / 3 puntos


Este documental refleja un viaje por Islandia en forma de diario fílmico alrededor del festival de cine “Cuál es la diferencia entre Pawel y Wawel”, creado por Krzystof Kaczmarek: el realizador recorre la isla mostrando clásicos polacos. Estas imágenes están ambientadas por diferentes canciones, poemas, entre otras cosas, las cuales forman parte de una búsqueda que nunca termina de ser concreta. Es una conjunción de elementos sin sentido contenidos en un grupo común que vendría a ser Islandia, pero nada más. No se observa aquí un trabajo cinematográfico destacable como para ser exhibido en un Festival. Parece ser la tarea de un aficionado que se dispuso a filmar imágenes de la isla y de su gente para mezclarlas con diferentes estilos musicales como para hacerlo divertido. Brian Macchi

/ 6 Puntos. Un viaje por Islandia recorriendo pequeños pueblos en donde se trata, sin mucho éxito de público, exhibir una película. En el camino aparecen personajes variados que realizan unas performances, algunas muy graciosas (las monjas carmelitas, el perro que canta), otras más extrañas (un hombre con un látigo y otro con un teclado que interactúan en un gimnasio vacío). El director aprovecha los momentos de espera entre cada función o la gira de promoción que hace con su vehículo para mostrar diferentes paisajes. Le funciona más las ideas de performance con música, que el registro de los lugares, en donde muchas de las escenas se vuelven largas y pierden el sentido de rareza que genera cuando hay gente delante de la cámara. Gabriel Piquet


Peligro inminente, de Carl Schenkel / 6 puntos


Con una premisa bien compacta arranca este film, cuatro personas quedan encerradas en un ascensor de un lujoso edificio. La puesta en escena que el director alemán diagrama en ese espacio cerrado le sirve para generar tensión y lograr momentos de acción, casi todos ellos coronados por hermosas cámaras lentas en las caídas de los personajes cada vez que se desploman unos pisos. Si bien como en toda película de género los personajes están estereotipados, este es uno de los ejes para hacer notar la diferencias de ideas, comenzando por los cruces (no sólo verbales) en ese espacio. Cuando los personajes se quedan en el ascensor, sus primeros diálogos dan la sensación que no arrancan, pero a medida que intentan escapar y se conocen algunos de sus secretos la fluidez aumenta en este asfixiante thriller. Gabriel Piquet


Peluquería de señoras, de Luis José Bayón Herrera / 7 puntos


Esta es una comedia de la década del ´40 (1941, exactamente) y, por lo tanto, uno puede atinar al prejuicio de que le resulte arcaica más allá de la presencia de uno de los mejores comediantes que ha tenido el cine nacional, Luis Sandrini. Romper el prejuicio al blanco y negro y a las convenciones del género y a los tiempos en ese entonces puede ser un desafío para el espectador, pero el ritmo que tiene esta comedia, mérito de un guión quirúrgico tanto en los diálogos como en la forma de representar los gags, la hacen moderna y veloz. Esto se hace particularmente notable cuando se ve el estado de la comedia nacional actual, que por lo general carece del ritmo o el cuidado en los diálogos que tiene este film (y, en todo caso, varias de las comedias nacionales del ´40 y el ´50). La historia es simple y tiene un tono caricaturesco desde su premisa: un peluquero que trabaja en el salón Dore encuentra a raíz de una situación violenta que tiene un brazo privilegiado para la lucha. El hombre golpeado, un boxeador, lo entrena para que aproveche su potencial y la historia se torna un cuento moral sobre los altibajos del éxito y el amor. Como dijimos, el principal merito está en el ritmo del film y en la capacidad de Sandrini de complementarse a un elenco equilibrado. Cristian Ariel Mangini


People of 1941, de Marlen Khutsiev / 5 puntos


peopleNo es nada fácil armar una programación y aceitar los horarios, sin embargo, resulta poco comprensible que hayan comenzado la retrospectiva del director ruso con una película menor que, según se anuncia, es como un compendio de su obra. En apenas cincuenta y tres minutos asistimos a un trabajo de montaje donde se alternan documentos visuales de la época aludida con canciones celebratorias de la participación en los campos de batalla. Al parecer, Khutsiev está obsesionado con la segunda guerra mundial y, dado que no pudo combatir entonces por su delicado estado de salud, es el tema que nuclea gran parte de su filmografía. Lo más rescatable pasa por la fuerza de las imágenes de archivo, logradas desde diversos ángulos, lo que confirma una vez más la importancia que se le otorgaba al dispositivo cinematográfico en función de la propaganda. El otro aspecto a destacar es la manera en que se insertan las canciones militares, una estrategia que se verá en otros films incluidos en la retrospectiva. El resto es anecdótico y la peor parte incluye un desfile coreográfico de jóvenes en la actualidad y registros contemporáneos al momento de realización, que instalan asociaciones forzadas y culposas sobre la memoria del pasado. Guillermo Colantonio

Pequeño diccionario ilustrado de la electricidad, de Carolina Rimini y Gustavo Galuppo / 8 puntos


La película de Rimini y Galuppo asume riesgos y los conduce a muy buen puerto. El primero de ellos es mantener en vilo al espectador con una sucesión de imágenes provenientes de diversos contextos, que arrasan la visión a una considerable velocidad. El segundo consiste en utilizar una voz en off que arma un relato fascinante donde se mezclan la biografía de Christian Villeneuve, precursor de la energía eléctrica, la ciencia y el esoterismo, las pasiones personales y el destino de una civilización que bajo las políticas neoliberales y con el avance del capitalismo ha asumido los rostros más siniestros. Lo grandioso del documental es el entretejido formal al que asistimos y de qué manera, gracias a un montaje prodigioso, conviven todas esas líneas discursivas sin perder el centro neurálgico (visual y argumentativo). El tono impersonal de la voz habla de una neutralidad parecida a la de un ordenador que suministra datos todo el tiempo. En este punto, la película parece conectarse con una nueva tendencia enunciativa (pienso en otro film visto en el festival, Rastreador de estatuas) donde se materializa una memoria de tipo informática. Al mismo tiempo que se acumula la información (nunca sabremos dónde comienza la realidad y termina con la ficción), se crea la ilusión de que podremos abarcarlo todo. El trabajo de campo detrás de lo que se dice y la multiplicidad de referencias documentales y cinematográficas, sostenidas con la estructura de un diccionario, permiten acceder a un viaje misterioso y fascinante. Guillermo Colantonio


Plan 10 from outer space, de Trent Harris / 6 puntos


Esta película es una rara avis dentro del Festival. Su argumento es extraño y seductor al mismo tiempo. Una joven llamada Lucinda investiga a varios personajes de la historia de Salt Lake City, todos ellos mormones, quienes pueden haber sido afectados por una extraña conspiración que involucra alienígenas que están locos por el sexo. Todo este delirio tiene muchos más condimentos, ya que el realizador aprovecha esta excusa para contar el nacimiento de la religión mormona, sus creencias, todo con personajes que podrían ser parte de una película de John Waters. Personajes que a su vez generan su propio universo sin parecerse a otra cosa. La película está hecha con pericia, cosa que no sucede habitualmente en muchos de  estos films, los actores sobreactúan a propósito, aparece la gran Karen Black cantando con un decorado ultrakitsch de fondo. Sobre el final hay una escena que emula a un videoclip de los 80, los personajes hacen una coreografía repitiendo extrañas señas, logrando uno de los momentos más divertidos. Gabriel Piquet


Rastreador de estatuas, de Jerónimo Rodríguez / 7 puntos


En el comienzo hay una escena de una película. Se trata de Monos como Becky (1999) de Joaquim Jorda. Jorge, el protagonista, repara en la estatua de un neurólogo portugués y enseguida la asocia con una anécdota familiar referida por su padre. Viaja a Chile y comienza una investigación con el fin de dilucidar la coincidencia. La particularidad es el dispositivo de enunciación. Una voz en off en tercera persona narra el itinerario mientras las imágenes sólo muestran lugares. Se escucha el relato pero los personajes no forman parte del campo visual, por lo que esta especie de documental ensayístico demanda la escucha atenta en forma permanente y lo establece como pacto desde el inicio. Cada plano es un flash y propone un tiempo similar al parpadeo. Está claro que lo que importa es lo que se dice, y en este sentido, la neutralidad en el tono de la voz trabaja una distancia y a la vez favorece la homologación con un ordenador, una tábula rasa que incorpora datos a partir de la experiencia que la misma investigación genera. Por momentos, esa mecanicidad del habla y la aparición continua de estatuas en pantalla, entre las que se destaca un pequeño monolito, parecen instalar la parodia como modalidad (¿de 2001: Odisea del espacio?), no obstante, la ausencia de recursos lingüísticos que denoten emoción alguna, genera un atractivo desconcierto. Cuando la estrategia cansa o está en peligro de convertirse en un ejercicio de pedantería, surgen elementos de rescate, ya sea a través de evocaciones (un lindo homenaje a Raoul Ruiz) o de argumentaciones que remiten al pasado y a lo que resta del mismo en el presente. Ahora bien, no existe una lectura de la historia de manera tradicional a través del testimonio fuerte que caracterizó a gran parte del documental político en otras décadas. A la épica del relato, Rodríguez le opone la máscara de la objetividad pero en ningún momento pierde de vista que es una dimensión subjetiva concerniente al entorno familiar la que dispara el ensayo de ideas desordenadas. Es otro funcionamiento de la memoria que se propone como una instancia donde lo privado se abre a una multiplicidad de interpretaciones que intentan aprehender algo de un país complejo, pero desde un lugar diferente, llamativamente impersonal como un software. Guillermo Colantonio


Remember, de Atom Egoyan / 6 puntos


rememberPelícula importante, bien filmada, efectiva dentro de los códigos genéricos del thriller y con estupendas actuaciones. Bien podría haber sido un cuento de Borges aunque, a diferencia del escritor argentino, Egoyan no escatima arquetipos conocidos por todos en estos temas de venganza judía contra nazis y nutre a su puesta en escena de los convencionales mecanismos narrativos a los que los estrenos de los jueves nos tienen acostumbrados. El enorme Christopher Plummer interpreta a un personaje con demencia senil y cuya esposa ha fallecido recientemente, quien inicia una complicada búsqueda para dar con el nazi que mató a su familia en Auschwitz. El que orienta desde el geriátrico el itinerario es Martin Landau, un amigo al que le tocó en suerte la misma desgracia. Todo el trayecto transcurre como un tour de forcé de Plummer donde su precario estado de salud lo pone en situaciones tensas. La labor del veterano actor es maravillosa. El cuerpo dominado por los temblores y agobiado por los repentinos bloqueos en la memoria mantiene el suspenso con solvencia. La fluidez narrativa y los reposados movimientos de cámara están al servicio de un estilo clásico que no desdeña academicismo y lugares seguros. No obstante, lo peor pasa por el trillado punto de vista a la hora de construir los modelos de víctimas y victimarios. Así se presenta Remember, seductora y elemental al mismo tiempo. Guillermo Colantonio


Samuray-S, de Raúl Perrone / 8 puntos


Sigue siendo muy estimulante esta etapa en la carrera del prolífico director de Ituzaingó. Se sabe que el cine como experiencia sensorial y estética no cotiza en un mercado que apunta específicamente a tanques narrativos industriales. Sin embargo, una película como Samuray-S se atreve a recuperar la tradición del cine silente y apostar por una concepción plástico-musical basada en la cultura japonesa (el género propiamente dicho al que alude el título y el teatro kabuki) sin resignar su condición de cineasta argentino. Pese a los temas y a los signos que atraviesan la pantalla cuya conexión con el imaginario de oriente son evidentes, también hay un modo de representación que remite al mundo de compadritos, malevos, tantas veces recreados en la literatura y el cine argentino. Perrone nunca pierde de vista que los actores de sus filmes son profesionales pero además son alumnos de sus talleres, lo cual le otorga un efecto interesante ya que pese a utilizar máscaras y maquillaje, y vestirse como samurays, no dejan de ser personajes urbanos reconocidos en nuestro imaginario. Visual y musicalmente es de una belleza cautivante. Las sobreimpresiones y la búsqueda de encuadres pictóricos dotan a la proyección de un misterioso sentido, con un poder de hipnosis hacia el espectador que esté dispuesto a entregarse. Además, Perrone continúa otorgándole al sonido un papel predominante. Se trata de una forma de indagación que enriquece notablemente a un tipo de percepción auditiva que tiene su propia autonomía. Aquí figura como eje rector el susurro. Primero en la continuidad de un efecto parecido a los discos de pasta; luego con voces superpuestas en distintos tonos. Cada plano es una invitación y un cuadro diferente. La permanencia del público en la sala es un aliciente y una bandera de resistencia para que las grandes películas de autor no sean sólo una cuestión de elite. Guillermo Colantonio


Sangre negra, de Pierre Chenal / 8 puntos


sangreEl joven negro, Bigger Thomas, vive en uno de los barrios más pobres de Chicago. En la primera escena se hace una gran introducción, mostrando cómo era el entorno del personaje en la época. Le consiguen un trabajo en la casa de la familia Dalton, quienes lo contratan como chofer. La hija, una joven que no tiene prejuicios raciales, lo invita junto a su novio a recorrer los bares negros de la ciudad, y a la vuelta de ese recorrido, totalmente ebria, Bigger la lleva a su habitación para que duerma. La madre ciega de la joven ingresa, Bigger tratando de que la chica que está borracha no hable y diga que está con él, la asfixia accidentalmente con una almohada. Paramos aquí, lo que sigue es todo el derrotero del personaje que interpreta Richard Wright, el miedo, los prejuicios, el amor, los sueños, la traición, la injusticia. Todo lo que un film noir con blancos podría mostrar en esa época, acá lo hacen con un personaje negro. Si bien está el tema del comunismo, lo que realmente tiene peso es lo racial. Resulta casi imposible que en la época se pudiera haber filmado en Hollywood una película donde el protagonista y algunos secundarios de peso fueran afroamericanos. Más allá de lo argumental, hay rubros técnicos que son superlativos, la dirección de arte de Gori Muñóz, que hace creíble ese Chicago que en realidad son los estudios de Argentina Sono Film, la puesta en escena que es ayudada por unos movimientos magistrales (la cámara sube piso por piso, acompañando todos los detalles del edificio abandonado en donde se esconden Bigger y su novia, mientras estos van dialogando). Esta película fue encontrada en Puerto Rico, la tiene la Biblioteca del congreso de los EE.UU. y gracias a una copia en 16mm que tiene Fernando Martin Peña se pudo ver completa por primera vez en Argentina. Puedo decir entonces que he visto una nueva obra maestra. Gabriel Piquet


Santa Teresa & otras historias, de Nelson Carlo de los Santos Arias / 7 puntos


Este ensayo fílmico que roza lo experimental es una adaptación de un capítulo del libro inconcluso 2666 del escritor Roberto Bolaño. Plasma una libertad formal alimentada por el cruce de registros visuales como auditivos sin que se correspondan necesariamente. Esto le otorga un carácter inteligible y misterioso que demanda la entrega del espectador. Se podría decir que hay una línea rectora, narrativamente hablando, en la que una voz en off femenina cuenta la investigación de un personaje llamado Juan de Dios Martínez. Este sigue las pistas de mujeres asesinadas en una ciudad (ficticia) llamada Santa Teresa en algún espacio fronterizo entre México y EE.UU. Al mismo tiempo que se escuchan sus palabras, las imágenes transcurren disociadas y libres de cualquier ligazón referencial directa. Provienen de diversos archivos y conforman un variado flujo que incluye iconografía religiosa, restos fósiles y procesiones filmadas en blanco y negro con distorsiones angulares, entre otros. Y en ese bloque heterogéneo de alusiones nunca se pisa terreno sólido como para discernir la naturaleza de lo que se ve y se escucha. En todo caso, serán dos instancias que promuevan lo sensorial como signo privilegiado. No obstante, más allá del saludable riesgo estético que la película asume, hay dos méritos más que pueden añadirse. El primero tiene que ver con la política de adaptación que el director pone en escena. Lejos de mantener una fidelidad literaria, apuesta (con toda la complejidad del texto fuente) por un gesto vanguardista, anárquico, capaz de privilegiar la autonomía del lenguaje cinematográfico y su poder persuasivo como seductor; el otro acierto es que nunca se resigna a encuadrarse genéricamente y a perder de vista dos o tres ideas que quedan firmes: el machismo imperante en una sociedad patriarcal como la mexicana, la violencia física y simbólica que padecen las mujeres en ese contexto (extensivo a otros también) y la laberíntica trama de nuestra cultura latinoamericana que, como dice una de las voces, alberga países “que nos generan enfermedad”. Guillermo Colantonio


Slaptick (musicalizada en vivo), de Larry Semon, Buster Keaon, Charles Chaplin y otros / 9 puntos


Reseñar sobre maestros de la comedia es complicado, ya se habló mucho y bien. Las sorpresas fueron Larry Semon y Bud Jamison. Una chacra moderna tiene una escena filmada en el último piso de un edificio, que comparte elementos en común con la escalada de Harold Lloyd en Safety last (1923): acá interactúa con un burro, que le hace contrapeso a su arado mientras una joven trata de evitar que se caiga al vacío. Chofer de fin de semana tiene unos gags visuales impresionantes, el vehículo que es aplastado por un camión, convirtiéndose en una especie de auto-acordeón, una gran persecución en dos biplanos, con Semon peleando en una de las alas. Creo que hoy en día en Hollywood sólo Tom Cruise se podría dar el lujo de hacer esas escenas sin que les caigan las aseguradoras. Keaton en el Convicto 13 vuelve a parodiar a la policía, Chaplin juega mostrando el detrás de escena del mundo del espectáculo y hace un chiste autoconsciente muy bueno sobre la industria: satiriza a un director de cine que les pide a sus protagonistas una típica escena en donde se tiran los tradicionales tortazos en la cara, y en los inter-títulos se lee planeando una idea nueva. Lloyd tiene como partenaire a un simpático perro, que participa en una escena con un niño en peligro. La música de Fernando Kabusacki y Matías Mango le dio el entorno perfecto para disfrutar de cinco cortometrajes que vuelven a ratificar que la comedia es un gran género. Gabriel Piquet


Spring on Zarechnaya Street, de Marlen Khutsiev y Feliks Mironer / 7 puntos


springUna nueva maestra que llega a un pequeño pueblo para enseñar literatura rusa en una escuela nocturna, pronto se dará cuenta que uno de sus alumnos llamado Sasha comienza a enamorarse de ella. Un melodrama ambientado en un pueblo industrial de Rusia, la ópera prima de Khutsiev (el otro director ya había filmado) tiene una vitalidad en su puesta que no tiene nada que envidiarle a los mismos realizadores que filmaban en Hollywood por la misma época: escenas que quedan en la memoria como la de Tanya escuchando a Rachmaninov en el cuarto que alquila mientras el joven Sasha quiere decirle que la ama, pero no se anima: la cara de la mujer es iluminada y su sonrisa se acrecienta, marcando las diferencias entre el trabajador más simple y la maestra más culta. Otro gran momento es el plano en la fábrica de carbón, con Tanya que es llevada en tren hasta donde Sasha está trabajando, situación que invierte los roles en relación a la escena anterior. El entorno de la fábrica acrecienta la idea de cine social que los rusos tenían, aunque la secuencia podría ser de alguna película de Douglas Sirk. La fotografía es sin duda uno de los elementos fuertes de la película, el encargado de ella sería el futuro realizador Piotr Todorovski. Gabriel Piquet


Sucio y desprolijo: el heavy metal en Argentina, de Lucas Lot Calabró y Paula Alvarez / 7 puntos


Recorrido por las historia del heavy metal que se centra en la figura de Ricardo Iorio, ya que aunque los demás personajes tengan cosas que contar indirectamente se vuelve al líder de Almafuerte, una de las piezas fundamentales del género en nuestro país. El otro músico que tiene un momento de mitificación fuerte es Pappo. El recorrido comienza con los pioneros del rock nacional, y se habla de Manal y El Reloj como bandas de un rock más duro que fue lo más cercano a este movimiento en la década del 70. Los primeros dos que realmente tuvieron sonido e imagen de heavy metaleros fueron Riff y V8. Se habla de la rabia que esa generación tenía en sus letras: Destruccion fue el título de una de las canciones más emblemáticas del período. También se sigue la relación que tuvieron con la violencia, principalmente en las décadas del 80 y 90, algunas veces demasiado direccionada por los medios, otras veces por el mismo público que acrecentaba las diferencias de gustos con respecto a qué es heavy metal y qué no. El cambio de mentalidad de buena parte del público de fines de los 90, que hizo volver a los padres con sus hijos a los recitales, reforzando esa idea de familia que tienen. Hay pequeños apartados muy interesantes, uno es la falta de mujeres en el género, que muchas veces se debió a esa imagen machista que se mostraba hacia afuera, aunque por suerte cambió mucho en los últimos años, como comenta Silvina Harris. Otro punto interesante es la tendencia a cerrarse como comunidad, lo que incrementa su sentido de pertenencia, pero a su vez los aísla un poco de otros públicos. Esta dicotomía se nota en las expresiones de algunos de los entrevistados. Gabriel Piquet


Tangerine, de Sean Baker / 8 puntos


tangerinePor ser la propuesta más radical y fresca, pero con una historia sólida, dentro de la Competencia Internacional, que suele contar con un público a veces algo anciano, Tangerine se merece un lugar destacado que ya supo conseguir en el festival de Sundance, equilibrando temática y tecnología al mismo tiempo. La historia cuenta las aventuras de dos prostitutas transexuales Sin-Dee Rella y Alexandra -de hecho lo son en la vida real- a lo largo de toda la jornada previa a Navidad en Los Angeles. La tranquilidad llega a su fin cuando Alexandra le cuenta a su amiga recién salida de prisión que fue engañada por su novio durante la estadía en la cárcel. Sin-dee no duda en buscar a la “perra” con la que le fue infiel su poco inocente pareja que resulta ser el proxeneta de ellas mismas. Tangerine es frenética, fresca cargada de buen humor y honestidad dentro del mundo de las drogas y la prostitución. En Tangerine se pueden disfrutar los paisajes de los barrios bajos de la ciudad de las palmeras en pleno verano con un sol arrollador, una tarde con una preciosa paleta de violáceos y naranjas y una noche que invita a guardar los mayores secretos de lo prohibido. Una sencillez abrumadora que demuestra cómo se puede hacer una buena película con actores no profesionales y con un bajísimo presupuesto, de hecho fue filmada con un Iphone 5, una lente anamórfica bien económica que permite un campo visual más amplio y una aplicación ideal como recurso aprovechable. Tangerine mantiene las expectativas y no decae elevando a sus heroínas a un excelente nivel con hip hop, jazz y algún reggaeton perdido. La presencia de otros personajes habla de diferentes culturas que se entrelazan con la historia principal y emergen en el caos que significa vivir en una gran ciudad que todo lo devora. Su director, el yanqui Sean Baker, de la premiada Prince of Brodway donde un buscavida en la gran ciudad se debate entre el camino a la fama o hacerse cargo de su paternidad, y Starlet que contaba la relación entre dos vecinas de diferentes edades, demuestra no ser un improvisado en el cine independiente de calidad. Plasma con ojo crítico y humor la crudeza del día a día de los suburbios capitalinos, temática que mantiene como obsesión en su filmografía. Tangerine tiene ese no sé qué del cine de transgénero de John Waters y su clásica Pink flamingos, con esa verborragia y dialecto particular, convirtiéndola en una buena propuesta para disfrutar sin prejuicios. Rosana López


Te prometo anarquía, de Julio Hernández Cordón / 5 puntos


anarquiaEl cálculo y la reiteración comienzan a transformarse en un problema dentro del marco de un festival de cine. Es un inconveniente propio de quien mira en cantidad, es cierto, pero eso no quita que los realizadores escojan caminos formales similares a todo lo que circula y vende mejor en el presente. Pasa con todas las disciplinas y los resultados pueden ser disímiles. Te prometo anarquía da cuenta de un estado de marginalidad y abulia juveniles. Es como una versión edulcorada de las películas más radicales de Larry Clark (Kids, por citar un ejemplo). Skaters que se drogan, rapean, se juntan; protagonistas en tránsito permanente haciendo honor al glorioso móvil que utilizan. Hay dos amigos amantes, una mujer entre ellos, tráfico de sangre y otros tantos condimentos recurrentes que ya son fórmulas de éxito. E n realidad, da la sensación de que esta clase de películas incorporan un disfraz bien armado de discursos reiterados sobre “la problemática de los países latinoamericanos”. Si hay momentos que se precien de ser personales en su enfoque son aquellos donde la cámara acompaña los recorridos de los jóvenes, en la felicidad que contienen sus rostros cuando recorren las nocturnas calles de la ciudad. Representan momentos de aire cinematográfico, de curiosa observación frente a tanto discurso trillado. Pero en su conjunto, la anarquía, como reza el título, es sólo una promesa. Guillermo Colantonio


The automatic hate, Justin Lerner / 6 puntos


Nuevamente estamos frente a la comedia naif típica que gusta a la mayoría del público, esa yanqui comercial como este segundo largometraje de Justin Lerner, una comedia dramática muy sutil por momentos y sorprendente en giros que rozan el thriller. La historia cuenta cómo el correcto Davies, un joven chef, descubre tener una prima entre media campesina y hippie más toda una rama familiar directa que le era ocultada y vedada por su propios progenitores. Pero el encuentro fue establecido y la rivalidad olvidada entre los parientes vuelve a flor de piel, dejando entrever cuál era el misterio que los había separado. En esta comedia de enredos, Davies y su prima juegan un poco a ser detectives de su árbol genealógico y revelar los secretos más oscuros de sus padres. Lerner maneja este misterio de forma gradual y en perfecta dosis, lo que atrapa al espectador de principio a fin, tensión que expone con una simple imagen hasta después de los créditos en pantalla. The automatic hate saca lo más inmoral de sus personajes para naturalizarlo en estos tiempos de “humanidad evolutiva”. El film es una constante perilla de apagado y encendido en cuanto a emociones y ética, y eso al público le encanta, regocijándose en ese humor “delicadito” que sin embargo juega con los giros negros. Sin llegar a la excelencia de tramas como Scoop o Match point de Woody Allen, director experto y que mejor resuelve estos cambios de humor drásticos junto al misterio latente y sale más airoso que Lerner. Afirmamos que The automatic hate es una comedia respetable, llevadera y para no exigirle demasiado como ese novio que cae bien a todas las madres. Rosana López


The birth of sake, de Erik Shirai / 8 puntos


El documental de Shirai se centra en una fábrica de sake, abordando todas las instancias del proceso de producción, que dura unos siete meses, y las dinámicas laborales en las que se ven insertados los trabajadores, que pasan medio año alejados de sus seres queridos y conviviendo las 24 horas. Es decir, es un film sobre el laburo y los laburantes, sobre los procesos que implica y la concepción ética ancestral que lo rodea. Pero también es una película sobre la familia, los vínculos intergeneracionales, los legados, las presiones, lo que se pierde o resigna en pos del trabajo. Además es una obra sobre el compañerismo, sobre cómo el sujeto con el que se trabaja se convierte en un ser querido, en un pseudo familiar, sobre cómo se construyen vínculos que rozan lo homoerótico. De igual forma sobre el paso del tiempo, y cómo éste marca a las personas, a veces de manera trágica, con el pasado, el presente y el futuro como componentes de los cuerpos. Y sobre el sake, sobre cómo esta bebida representa muchos aspectos de la cultura japonesa relacionados con lo metódico y la dedicación. The birth of sake, para construir estas diversas perspectivas, se vale de una narración pausada y equilibrada, de un enorme respeto por los individuos a los que contempla, y le suma un trabajo magnífico con la edición, la banda sonora y la fotografía, con el fin de ir develando toda una suma de rituales y acciones calculadas al máximo. Por eso, es asimismo un film sobre el cine como dispositivo y herramienta clave para explorar pequeños universos escondidos dentro de nuestro mundo. Rodrigo Seijas


The devil’s candy, de Sean Byrne / 6 puntos


No es la primera vez que el metal y el terror se encuentran, entre las multitudes de películas serie B (me viene a la mente Black roses y Al filo del infierno, las dos de John Fasano) y la absurda mitología en torno a algunos grupos, por lo que The devil’s candy no se sumerge en terreno desconocido. Pero guarda su cuota de originalidad y la mano del director entrega climas cuidados a este film que esencialmente es una home invasion con elementos sobrenaturales, por momentos con el espíritu de un film serie B (la ingenuidad de los diálogos y algunos efectos especiales, en particular el fuego) y por otros con una sensibilidad que genera climas aterradores (la dirección de fotografía, la habilidad para trabajar el fuera de campo y el sonido son claves) a los que se somete a una joven familia intentando adaptarse a un nuevo entorno. El arte es también un elemento que permanece en la retina: el tono místico de las pinturas y el carácter surrealista de algunas locaciones -en particular la casa del coleccionista de cuadros- complementan un film que flaquea en un clímax accidentado, que pretende atar todos los cabos y dar un final satisfactorio forzadamente. Este resultado mixto es lo que atenta contra el suspenso que se pretende construir con minuciosidad hasta el acto final. Cristian Ariel Mangini


The exquisite corpus, de Peter Tscherkassky / 8 puntos


Tscherkassky es un legendario cineasta perteneciente al cine experimental. En este caso, el título de la película remite a la idea surrealista de cadáver exquisito sólo que en vez de palabras hay libre yuxtaposición de imágenes sobre la pantalla. Por ende, la vista nunca está obligada a fijarse en un punto ni a establecer cómodas relaciones referenciales. En este notable trabajo, lo sensorial y lo estético predominan ante cualquier conceptualización. Imágenes edénicas en blanco y negro de una pareja desnuda son el puntapié para un ejercicio de found footage donde una situación reiterada (aquí una mujer tendida en la arena) genera cierto suspenso en su resolución. En el medio funcionan sobreimpresiones de cuerpos, recomposición plástica y recontextualización de imágenes eróticas, siempre con el objetivo de transgredir la posibilidad de entender el dispositivo cinematográfico como registro de lo real. Hay en ello un gesto político, si se quiere, a partir de una necesidad por actualizar el carácter materialista de las vanguardias del veinte y una fascinación por el funcionamiento mismo del cine como lenguaje. La seducción sensorial se completa con una banda de sonidos naturales que forman parte del notable soundtrack de Dick Schafer. Guillermo Colantonio


The other side, de Roberto Minervini / 8 puntos


the other sideMinervini hizo una trilogía sobre Texas abordando los márgenes del sueño americano. En este caso se desplaza hacia Louisiana y lo hace sin concesiones, hasta con actitud punk. El comienzo es notable y desconcertante: un hombre desnudo duerme al borde de la carretera y en algún otro costado un grupo de fanáticos antigubernamentales practican movimientos de combate. Sin aparente conexión, a medida que la película avanza asistimos a los entornos de estos personajes y entonces sabremos que forman parte de dos modos de preservación familiar frente a un mundo donde no encajan (o no los dejan encajar). La primera es una pareja de drogadictos, Lisa y Mark. La cámara de Minervini no tiene pudor en mostrar sus actos cotidianos (incluyendo escenas explícitas de inyecciones), sus cuerpos gastados, es decir, no se muestra como un cineasta careta, capaz de disfrazar la naturalidad que el ambiente destila, y esto es un signo que molestará seguramente a varios. Hay momentos incómodos y al límite en este descarnado relato donde el mundo es un gran hotel o una carretera por donde nunca se termina de rodar. A ellos se les unirá un grupo de borrachos que se debaten entre el patetismo y el humor. De este modo, los saltos de un plano a otro obedecen a cierta idea anárquica donde se es capaz de pasar de un momento afectivo cálido al detalle de una teta con una aguja para concluir en un hermoso plano general en medio de una laguna circundada por árboles. Así de libre es la mirada, siempre abierta a lo cotidiano, con su mezcla de encanto y de horror. Y en ese itinerario, la idea de preservación estará dada por las actitudes de los personajes retratados, desde lo individual y desde lo colectivo. Mark se replanteará su adicción para acompañar a su anciana madre; los otros, un grupo de jóvenes fascistas, lo harán a través de las armas porque están convencidos de que Obama representa una amenaza y declarará la ley marcial. Como si de un juego se tratara, ponen un cartón con su cara y disparan con saña. El estado de locura es lo que reina en Louisiana: la heroína y la pobreza son las consecuencias del olvido o de quienes no subieron al tren del progreso mezclados con fanáticos delirantes que acceden a las armas con total impunidad. Guillermo Colantonio


The seventh fire, de Jack Pettibone Riccobono / 6 puntos


Dentro de una reserva se encuentra el pueblo de Pine Point y la película sigue la vida durante un período de tiempo de dos de los descendientes de indios del lugar: Robert Brown, un traficante quien ya estuvo en la cárcel por 12 años y vuelve a caer mientras espera nueva condena; y Kevin Fineday Jr, que sería la nueva generación de dealers de la zona. Las dos historias nos van mostrando cómo es para esto dos personajes subsistir en un ambiente en el que no parece haber otra forma de vida que no sea la delincuencia. De las dos historias, la más solvente es la de Robert, su intento por no volver a la cárcel, su vida con su familia, su hija que está por nacer y a la cual no verá por un tiempo. Kevin tiene una historia de amor que no llega a ser interesante, deambula errático en algunos momentos del film sin lograr interés. Se le nota a la película las ganas de ser una ficción más que un documental, aunque esté filmada emulando este último registro. La prolijidad de algunas escenas a la hora de mostrarnos situaciones cotidianas genera un desequilibrio en el tono de la película. Gabriel Piquet


Tiempo suspendido, de Natalia Bruschtein / 6 puntos


Los primeros versos de Borges en el Poema de los dones bien podrían convivir con la situación que la joven directora plantea en el documental: “nadie rebaje a lágrima o reproche /esta declaración de la maestría /de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche”. El tema es la memoria pero al mismo tiempo su fragilidad. Fragilidad que está asociada a lo colectivo (un olvido que generó una terrible dictadura en Argentina) pero que Bruschtein elige llevarla al ámbito de lo privado porque la involucra directamente. Su abuela, Laura Bonaparte, ha sostenido una pelea incesante por encontrar a sus tres hijos desaparecidos, ha luchado por preservar su memoria pero el destino se despacha con una “magnifica ironía”, la demencia senil. Este quiebre es el que su nieta filma desde lo afectivo a partir de un registro íntimo en el lugar donde asisten a su abuela. La hibridez de materiales libera a la película de la monotonía. Vemos desfilar reportajes, videos caseros y archivos que enriquecen la puesta en escena, siempre al límite del tradicional rótulo de documental político, pero nunca desde una postura explícitamente militante. Hay momentos donde el vínculo entre ambas mujeres se desvanece y otros donde se refuerza cuando miran fotos y a la manera de un juego la abuela intenta recordar pero no puede. No se hace de esto un drama explotable. En todo caso la película mantiene una serenidad capaz de seguir un relato donde, en el mejor de los casos, no se trata sólo de postular una mirada sobre el pasado sino cómo alguien con demencia senil mira a una cámara. Allí aparece la condición de cineasta de Bruschtein más allá de su ligazón familiar. Son esos tramos lo mejor de este modesto film que, a esta altura, enfrenta también el desafío de pertenecer a un amplio corpus de películas que giran en torno al mismo tema. Guillermo Colantonio


Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina / 8 puntos


El cine es un antídoto frente a la muerte. No sólo porque las imágenes reviven espectros sino porque es un arte que se propone como resistencia frente al olvido. Ospina es un extraordinario director colombiano que supo aferrarse a lo mejor de la vanguardia latinoamericana y combatir una cierta tendencia del cine político focalizado en exportar imágenes exóticas para las buenas conciencias europeas. Le han detectado un tumor y su objetivo, pasional, es concluir una película donde recorre todos los años vividos intensamente con una generación de artistas. Su autoría acompaña a dos personajes descomunales: Andrés Caicedo y Carlos Mayolo. La película está dividida en capítulos encabezados por epígrafes. No sigue un itinerario estrictamente ordenado ni una evocación lastimosa. Por el contrario, Ospina le inyecta vitalidad a su precaria salud para terminar el proyecto. Utiliza archivos del pasado que dan cuenta de la evolución de esta notable casta de artista con el espíritu de comuna, libre, utópica y rebelde, a pesar de estar ajenos (o de interpretarlos a su manera) a los problemas políticos de un país que se debatía entre la vida y la muerte con la guerrilla y el narcotráfico. Una de las canciones expresa sardónicamente el gesto: “Nosotros de rumba y el mundo se derrumba”. Al mismo tiempo, otras imágenes en blanco y negro obedecen a un registro de lo cotidiano en el presente, donde Ospina se reúne en un almuerzo con varios de los compañeros aludidos. A través de empalmes sincronizados entre planos logra establecer un puente entre dos dimensiones temporales, es decir, un mismo movimiento tan simple como abrir una puerta queda inmortalizado en esa continuidad. Film donde todo está vinculado con el cine, con cómo la pasión no es un chiste. Sin un centro enunciativo que se imponga, la idea de Ospina pasa por poner en escena la vitalidad creativa de una generación (llamada “Caliwood”) y hacer carne el manifiesto de Jonas Mekas: “La auténtica historia del cine es historia invisible: historia de amigos que se unen y hacen aquello que aman”. Guillermo Colantonio


Tres recuerdos de mi juventud, de Arnaud Desplechin / 6 puntos


Película de flashbacks, elegante, bien filmada, a la francesa. La narración motivada por el recuerdo de Paul (Mathieu Amalric) abarca momentos de lograda intensidad, de espontaneidad marcada por el despertar juvenil. Tiene la virtud de conferirle al personaje, más allá de los problemas que afronta (en la familia, en el amor y en la amistad), un tono que nunca es lastimoso. En todo caso, la visión sobre la vida es lógica: nada es tan terrible ni tan idílico (por lo menos en la visión de un francés). La cámara de Desplechin se encarga en todo momento de resaltar la belleza de los jóvenes y en especial la fotogenia de Esther, una musa que remite a los mejores momentos de la Nouvelle Vague. El montaje de la película se encarga de pasarnos por zonas de ensoñación; es el efecto de una ola. Uno surfea entre el drama y la comedia, con referencias a la Odisea, de manera tal que nos reconozcamos en una especie de viaje. En este sentido, Esther es como Penélope, la mujer deseada por todos los amigos mientras Paul no está en la ciudad. Esta cuestión de la fidelidad, despojada al principio de tormento, se transforma progresivamente en un nubarrón inconsciente para el Paul adulto. Uno disfruta del estilo clásico del director. El problema es tal vez la solemnidad que resiente la frescura de varias imágenes y situaciones narradas. El oficio no es siempre sinónimo de personalidad. Guillermo Colantonio


Un día vi 10.000 elefantes, de Alex Guimerà y Juan Pajares / 5 puntos


La búsqueda obsesiva de una especie de “El dorado” ecológico, que supuestamente se esconde en el interior profundo de Guinea y donde se puede ver a 10.000 elefantes juntos, es el primer eje donde se apoya la película de Guimerà y Pajares. El relato se estructura en dos testimonios principales: el del explorador, aventurero y cineasta Manuel Hernández San Juan, cruzado con el de su sirviente que lo acompaña en toda su travesía a través de Guinea, un nativo cuyo nombre cristiano es Manuel. Un día vi 10.000 elefantes tambalea entre dos fallas principales. Primero el guión que es sobrecargado, confuso y mal dosificado. El único detalle que genera tensión y misterio es develado cuando aún faltan 20 minutos para el final, un tiempo en el cual la historia parece quedar boyando en el desinterés. Guimerà y Pajares apelan a diferentes técnicas de animación para representar los testimonios, de hecho, su película contiene un exceso de representaciones y también un exceso de palabras, que termina por hacer perder el norte de la historia. Si por último subrayamos la cantidad de lugares comunes sobre el choque de culturas y el racismo que Un día vi 10000 elefantes nos tiene preparada, fácilmente se puede deducir que estamos ante un combo cinematográfico no del todo feliz. Matías Gelpi


Un tango más, de German Kral / 6 puntos


Este documental de Kral cuenta el génesis y el final de la que posiblemente sea la mejor pareja de bailarines de tango de la historia, la que formaban Juan Carlos Copes y María Nieves Rego. El director despliega una serie de recursos que van desde la ficcionalización, pasando por abundantes secuencias de baile, y entrevistas un tanto impostadas para abarcar el relato, subrayando las tensiones entre los diferentes registros. Hay que decir que la acumulación de lenguajes le termina jugando en contra a Un tango más, estirándola innecesariamente y restándole efectividad a la narración. Luego la voz off a de María Nieves, que manda durante casi todo el metraje, va soltando su testimonio que absorbe toda la película. El film termina funcionando como una justa reivindicación de su figura. La puesta en escena impecable, junto al tierno y amargo relato esencialmente tanguero de María Nieves y Juan Carlos Copes termina haciéndonos olvidar aquellas fallas y obligándonos a la melancolía. Matías Gelpi


UPA! 2 El regreso, de Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker / 8 puntos


upaEn 2007, UPA de Garateguy, Giralt y Toker fue una pequeña revolución, o al menos cobró relevancia por tener la singularidad de apelar a la comedia y de parodiar a un ambiente solemne con pocas ganas de reírse de sí mismo. Sin embargo, vamos a decir que no recordamos con tanto cariño aquella primera parte como seguramente vamos a recordar esta secuela. El primer gran acierto de la triada de directores es cambiar un poco el punto vista, si la primera parte se detenía demasiado en denunciar condiciones de filmación o contenía algún momento explosivo de violencia sin timing; en UPA! 2 El regreso es todo lo contrario, la película es una suma de ritmo trepidante y es a la vez una escalada de tensión y risa pocas veces logradas en una comedia nacional. UPA! 2 está construida de tal manera que todo lo que suma funciona como el cameo de Panozzo, las participaciones de Nancy Dupláa y Martin Slipak, y las inclusiones de imágenes del Festival de Mar del Plata. Es gratificante poder enumerar una serie de cosas que están bien en una película, pero si reducimos todo a unas pocas palabras debemos subrayar la absoluta autoconciencia con la que trabajan los realizadores y su capacidad para reinterpretar, ampliar y mejorar la película que pensaron hace ocho años. Gente que ha entendido que crecer es querer entretener. Matías Gelpi


Virgin mountain, Dagur Kári / 7 puntos


Esta es de esas películas de Festival necesarias para el común de la gente sin perder ese aire de “cine independiente europeo” y que luego se vuelven comerciales. En esta ocasión, un cuarentón de talla extra grande, pero más bueno que Lassie, prefiere la vida de la soltería viviendo con su madre. Sus pasatiempos incluyen una maqueta de batalla de la Segunda Guerra Mundial y el esquema de los soldados como un juego de mesa; la música heavy metal y la comida china, todo el perfil de “un nerd chapado a la antigua” salvo por su cercanía con las nuevas tecnologías. Claro que su “normal” vida hasta el mobbing que ejercen sus compañeros aeroportuarios son algo cotidiano pero todo eso cambia, cuando el novio de su madre le obsequia como regalo de cumpleaños un curso de baile country con el fin de que Fúsi -como se llama el protagonista- socialice. Allí conoce a una chica que cambiará rotundamente su vida. Desde esta propuesta sencilla, una comedia dramática, esta cuarta película del director francés Kári presenta una historia ambientada en una ciudad alemana inundada por el clima polar, con guiños cómicos pero también con seriedad tratando las problemáticas humanas de la vida adulta del presente. Problemáticas que por un lado engloban a una “adolescencia” cada vez más tardía por la imposibilidad de maduración con un par acompañante, es decir, a esa rotura del compromiso esquemático impuesto -y a veces no feliz- heredada de los abuelos de antaño. Y tal vez porque al cambio de los tiempos, la maduración pase en un diferente plano dentro de un mundo que aísla cuando más acerca humanos en las redes sociales. Por el otro, también está la depresión como uno de los síntomas psicológico tan de moda a veces derivado de soledad o la incapacidad de afrontar desafíos o complicaciones externas que hacen mella en el yo interno. Así como la paternidad parece que la adultez no tiene un manual de usuario al alcance de éste presente. Virgin mountain es una película chiquita que logra su cumplido y que en los momentos que flojea sale a salvarse decentemente pero sin tantas pretensiones logrando ser una opción más aggiornada a la europea que Soltero en casa (2006), en la que el grandulón de Matthew “mi pasado cinematográfico me condena” McConaughey no quería abandonar la casa de sus padres. Rosana López

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