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MAR DEL PLATA 2015: Competencia Internacional – Día 2


El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra / 9 puntos


serpienteAlgo nuevo. Lo que hace Guerra en su tercera película podría equipararse con las filmografías de directores como Werner Herzog o Terrence Malick, pero serían comparaciones apresuradas, porque lo que consigue el realizador se despega de otras expresiones cinematográficas para redondear una obra distintiva, personal e impactante desde su ambición. Basándose en las memorias del etnólogo alemán Theodor Koch-Grunberg (1872-1924) y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes (1915-2001), quienes fueron de los primeros científicos que se animaron a recorrer la Amazonía colombiana, Guerra pone en tensión lenguajes y perspectivas sobre el universo, sobre ese ente inabarcable que es la naturaleza y lo abismal que rodea al hombre. Y en ese camino que recorre a dos puntas en el tiempo, con el chamán Karamakate, último sobreviviente de su tribu, como eje y punto de unión, corre las fronteras del lenguaje cinematográfico y cultural, rompe esquemas y zambulle al espectador en una experiencia sobrecogedora, con un trabajo en la fotografía blanco y negro notable, actuaciones sobresalientes (¿cuánto habrá de actuación? ¿Cuánto de pura exposición de la personalidad? ¿Hacía cuánto que no se ponía en crisis la representación de forma tan extrema?) y una perspectiva sobre lo corporal en contacto con el entorno que renueva las esperanzas de que el cine latinoamericano pueda hacerse cargo de los sujetos a los que observa sin paternalismos. Guerra corrió los límites de lo observable, para pensar a un otro que posiblemente esté mucho más cercano, y al hacerlo nos obliga a hacernos cargo como espectadores. Ese logro y esa responsabilidad que otorga El abrazo de la serpiente son inmensamente saludables. Rodrigo Seijas


O futebol, de Sergio Oksman / 5 puntos


futebolEl terreno de la docuficción da para todo, pero pocas veces los problemas personales necesariamente son de interés común en el cine, sobre todo si el ejercicio de autorreferencia no ofrece más que parquedad expresiva. Estamos en abril de 2013. Una voz en off en primera persona nos ubica en la situación: un hijo se encontrará después de mucho tiempo con su padre en el marco del mundial de fútbol de Brasil 2014, en San Pablo. La relación entre ellos ha sido distante y la película se encarga todo el tiempo de marcarlo con silencios, planos fijos de miradas lejanas y cortes abruptos. El acontecimiento deportivo permanece fuera de campo de manera tal que sólo algunos chispazos visuales se colarán a través de televisores en diversos lugares. Ahora bien, si el evento se percibe apenas desde lo cotidiano y cada partido se anuncia en la parte inferior de la pantalla como si de un minutero se tratara, el efecto final instala la arbitrariedad del procedimiento: ¿cuál es el sentido de incorporar al fútbol?, ¿una excusa temporal para sacar a la luz lo privado? Aparenta ser un recurso débil, por lo menos. Sólo un primer plano de los jugadores cantando el himno en el enfrentamiento de Brasil-Alemania parece a esa altura del metraje una ironía fuera de tiempo. Da la sensación de que al cineasta el fútbol le importa poco y nada pero le viene bien como gancho (en realidad cualquier cosa hubiera sido incluida). También, casi como una jugada perversa del destino, un acontecimiento inesperado. El otro aspecto del film es la relación entre ambos. Los personajes no se miran y en todo caso es el hijo quien rastrea al padre y lo sigue en momentos ordinarios. El único ámbito en el que intercambian palabra alguna es en el auto donde ciertas demandas y rencillas apenas aparecen. Esos viajes simulan ser los partidos más importantes, sin embargo, pese al carácter despojado que predomina en el ambiente de O futebol queda la sensación de que el cuidado formal que tanto engalana a los marcos festivaleros no logra disimular una película aplastada y con un grado importante de manipulación implícita. Guillermo Colantonio

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