
Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
Los dos episodios que dieron comienzo a la sexta temporada de The walking dead evidencian los desafíos que enfrenta la serie ahora y a futuro, pero también las herramientas de las que dispone para seguir imponiéndose como una mixtura particular de drama profundo y exponente extremo del género de zombies.
El arranque de First time again es doble: por un lado retoma ese disparo-ejecución a Pete por parte de Rick con el que se cerraba la temporada anterior en el capítulo Conquer , marcando de alguna manera los conflictos interpersonales que prometen atravesar a toda esta nueva temporada en la que defender Alexandria es el objetivo primario. Por otro, deja establecido el conflicto exterior inicial: esa horda de zombies que amenaza con arrasar el pueblo si no son desviados de alguna manera. Hay un trabajo no sólo con el color –utilizando el blanco y negro para determinadas instancias del pasado que tienen que ver con la discusión y la planificación de la misión, y el color para el presente donde se ejecuta la misión propiamente dicha-, sino también con el sonido, estableciendo matices y diferenciaciones entre los distintos impactos, encontrando una instancia de encuentro entre cada sujeto y su entorno, que es sencillamente impecable. La tensión en el episodio dirigido por Greg Nicotero es constante, el clima opresivo, y muchos choques de personalidades –entre Rick y Carter, o entre Glenn y Nicholas- se resuelven –parcial o totalmente- a medida que transcurre la acción. Claro que empieza a pesar esa sensación inequívoca que hay muchos, quizás demasiados personajes, que algunos conflictos se repiten, que la serie está comenzando a girar un poco sobre sí misma, un tanto condenada a ser una reversión de La familia Ingalls en clave sangrienta.
Lo que sucede en JSS (siglas que, al ser revelado su significado, implican toda una declaración de principios) quizás represente una respuesta a este potencial callejón sin salida al que se enfrenta The walking dead. Es un capítulo con una narración desconcertante en sus primeros minutos: primero se permite explorar el pasado de Enid y su tan errática como misteriosa llegada a Alexandria, para luego funcionar como un conciso –y algo aburrido- retrato de la vida diaria en el pueblo, de esa olla a presión donde hay unas cuantas bombas a punto de estallar, pero no. Hasta que sí, todo estalla, pero con la irrupción del afuera, con los Lobos invadiendo el lugar a sangre y fuego, sin misericordia, dándole a la segunda parte del episodio un vigor y fisicidad. En esa narración despareja a propósito, repleta de altas y bajas y de momentos desconcertantes es clave la participación de la directora Jennifer Chambers Lynch, quien ha aprendido un par de lecciones de su padre, David Lynch, en lo que se refiere a crear espacios de incomodidad y desestabilización para el espectador.
Pero hay algo que comparten First time again y JSS y es a Morgan Jones (Lennie James) como eje ético y moral, como punto de encuentro de diversos conflictos, de perspectivas en pugna. Es alguien que indudablemente no es un blando, que está mucho más curtido que los habitantes de Alexandria, pero aún no ha recorrido el mismo camino de violencia que, por ejemplo, Rick y Carol, con quienes entabla contrapuntos bastante particulares. En cierto modo, es como una actualización del personaje de Hershel Greene, por la forma en que pone en cuestión determinadas acciones y decisiones, funcionando incluso como una representación de interrogantes que pueden aquejar al espectador.
Aunque claro, para las preguntas y dudas que plantea Morgan –y el público- está como respuesta lo que significan las siglas JSS: “Just survive somehow” (“sólo sobrevive de alguna manera”). Cuando las papas queman, cuando no queda otra alternativa, sólo se trata de seguir vivo. A cualquier precio.