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Recapitulación de Homeland: Super powers

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

homeland

ATENCIÓN: SPOILERS

Lo que amenazaba en su comienzo con ser un típico capítulo de transición, terminó siendo otro frenético episodio de Homeland, de la mano de una nueva instancia de crisis mental de Carrie, aunque hubo también otros factores que aportaron tensión.

Aunque el foco de Super powers fue esa investigación que comienza Carrie sobre su propio pasado para tratar de descubrir al enemigo que está tras ella, vale destacar que Saul también puso lo suyo en escenas muy puntuales: dialogando con Otto During, quien frente a sus presiones le dice en un momento que la política exterior de Estados Unidos es el factor de mayor peligro en el mundo actual; en su reprimenda a Allison, la jefa de la estación de la CIA en Berlín, por haber intentado serrucharle el piso en The tradition of hospitality, diciéndole que no la iba a echar aunque se lo merecía; conversando diplomáticamente con un diplomático israelí al que le asegura que no, que Estados Unidos no va a hacer lo que sí va a hacer, como nos enteramos después en una conversación por video; y finalmente revelándose como la persona que comparte cama con Allison. Sí, a la que había cagado a pedos hace un par de escenas. Lo de Saul en esta temporada es llamativo, pero sólo un poco llamativo: es un profesional con lealtades y valores muy explícitos, pero también ha ido a lo largo de los años develando ante nuestros ojos su lado político, lo que le ha permitido escalar posiciones pero también comprometiendo esos mismos lealtades y valores. Mandy Patinkin, un verdadero actorazo, le suma matices al personaje desde una actuación donde juegan un papel relevante sus ojos y la voz detrás de esa profusa barba. Difícil decir si en esta temporada no es un villano, más teniendo en cuenta cómo está su relación con Carrie. El tiempo dirá.

Pero lo principal tuvo que ver nuevamente con Carrie: su decisión de abandonar sus medicamentos, que le quitan lucidez investigativa pero la acercan a sus ataques vinculados a su bipolaridad, evidencian esa pulsión constante, casi adictiva y definitivamente autodestructiva, por ponerse al borde del colapso. Su mini-show alucinatorio, por repetitivo –ya habíamos visto uno, extremo y memorable, en el capítulo Redux, en la temporada pasada- no deja de ser atractivo e inquietante: esos diálogos que tiene con la aparición de Aayan (el chico al que en la temporada anterior intentó utilizar como lazo para desbaratar una red terrorista y que terminó asesinado por su propio tío) muestran toda la culpa que carga dentro suyo por la inmensa cantidad de muertes en su historial y que quiere dejar atrás a toda costa, aunque eso sea imposible. Homeland –en este caso particular a través de la dirección de Keith Gordon, quien tiene como máximo antecedente cinematográfico la cinta del 2003 El detective cantante y que posee una larga carrera en diversas series televisivas- se ha mostrado hábil para configurar en esas alucinaciones de Carrie espacios-tiempos distintivos, con sus propias reglas, sumamente opresivos y que dicen mucho sobre ella y la forma en que se relaciona con los demás –el despliegue de agresiones verbales hacia su novio transita un delicado equilibrio entre la comedia y el drama hondo-. La experiencia de dejarse llevar por la “lucidez” que le da su bipolaridad no sale bien para Carrie: no sólo no saca nada en limpio –termina pensando que todos conspiran contra ella, llevando a cabo una especie de justicia poética- sino que encima dinamita su mundo personal. Carrie es lo que es, o sea, una profesional del horror –por algo le dice con total naturalidad a su atónito novio que no se preocupe, que a su hija secuestrada sólo la usan como cebo y que no la van a matar-, y su problema de fondo no es tanto el costo que paga por eso, sino porque aún no ha encontrado la forma de asimilar ese precio.

Lo que queda es ese duelo de voluntades y experticias entre Carrie y Quinn, donde ella se muestra capaz de cargar un fusil de francotirador –verla portar ese arma no deja de ser un poco raro, casi inverosímil a pesar de la fortaleza del personaje- pero termina fracasando frente al verdadero experto que es Quinn, un tipo que es casi como su reverso masculino, aunque con mayor experiencia en el campo. Lo que se da es la lógica: en un enfrentamiento entre la persona acostumbrada a matar a través de satélites y a distancia, y el que siempre se desempeñó en el terreno, cara a cara, el que tenía que triunfar era el segundo. Lo que viene probablemente es un duelo psicológico, donde la verdad y la mentira jugarán un papel fundamental. Mientras tanto, Homeland sigue manteniendo la atención del espectador con pasmosa facilidad.

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